Economía

La economía venezolana en 2024: un año muy difícil de predecir

Fotografía de Yuri Cortez | AFP

22/11/2023

Con la información disponible hoy, hay razones para esperar un crecimiento de la economía venezolana en 2024. Esta expectativa se fundamenta en la positiva incidencia que tendría un incremento en la producción y exportaciones petroleras, la cuales podrían alcanzar unos 150 mbd, así como en un alza en el precio promedio de exportación de los crudos y productos derivados. Es de notar que este incremento esperado en los precios está asociado, no tanto a una mejora en los precios de los marcadores internacionales, sino a la posibilidad de eliminar los descuentos que hoy es necesario otorgar, dadas las implicaciones de las sanciones internacionales. En conjunto, si la suspensión transitoria de las sanciones del Gobierno de los EE.UU. al sector petrolero se mantiene, y se renueva, en el transcurso del año, el PIB petrolero podría incrementarse, estimamos, al menos en 20%.

A esta mejora en el entorno externo habría que agregar la alta probabilidad de observar, especialmente durante el primer semestre del año, una política fiscal expansiva con el objeto de apuntalar las posibilidades de éxito del partido de gobierno en las venideras elecciones presidenciales de finales del 2024. La expansión del gasto estaría naturalmente centrada en el incremento de las transferencias y subsidios, lo que debería reflejarse en mejoras en los niveles de consumo, y en la adquisición de bienes y servicios asociados a las actividades que suelen ser afectadas positivamente por un evento electoral de carácter nacional. Asimismo, aunque de menor intensidad, se espera una elevación del gasto privado también relacionado al proceso electoral.

Aunque parte del mayor gasto del gobierno con seguridad será financiado con emisión monetaria, su incidencia inflacionaria y sobre la depreciación cambiaria puede reducirse debido a la mayor disponibilidad de divisas que tanto el gobierno como el Banco Central podrían tener como consecuencia de la expansión de la producción y exportaciones petroleras. Además, si hay una crecimiento inducido de la demanda y la oferta agregada interna en los sectores no petroleros, podría incrementarse la recaudación fiscal, a pesar del elevado nivel que ha alcanzado la informalidad y la dolarización de la economía. En el contexto de este escenario, la economía no petrolera podría expandirse, al menos, entre 4% y 5%, con una tasa de inflación anual en los precios expresados en moneda nacional que hemos estimado en el IIES-UCAB entre 200% y 230%.

De materializarse un incremento de divisas en manos del BCV, será factible continuar con la política cambiaria que se ha venido implementando de depreciaciones diarias de la tasa de cambio, buscando suavizar su deslizamiento y con ello influir sobre las expectativas inflacionarias. Desde luego, la continuidad de tal política implica una tendencia a mantener la apreciación del tipo de cambio real, que entre otras cosas, provoca también el ajuste al alza en los precios en divisas en los mercados internos (la denominada “inflación en dólares”).

Si la macroeconomía se desenvuelve de esta manera, la expansión del producto interno seguirá estando acompañada de mayores desigualdades distributivas sociales, sectoriales y regionales. En este sentido, el régimen económico que se ha ido consolidando en Venezuela en las dos últimas décadas seguirá profundizándose en estos aspectos.

Fotografía de Cristian Hernández | AFP

Hay que destacar, sin embargo, que existen importantes amenazas y riesgos que pueden afectar negativamente las probabilidades de que un escenario como el descrito sea factible. En primer lugar, existen razonables dudas de que el gobierno venezolano cumpla con aspectos centrales del Acuerdo de Barbados, especialmente los relacionados con el establecimiento de las condiciones que garanticen un proceso electoral transparente y verdaderamente democrático. La administración Biden ha insistido en la amenaza de restablecer las sanciones financieras y sobre el sector petrolero y minero en la eventualidad de un incumplimiento por parte del gobierno de Maduro. Esta amenaza, y el carácter mismo de la transitoriedad y discrecionalidad en la suspensión o no de las sanciones, genera una elevada incertidumbre que, sin duda, no contribuye a crear un ambiente favorable a la promoción de las inversiones en el sector petrolero, ni en otras áreas de la economía nacional.

Adicionalmente, hay que tener en cuenta que 2024 es también un año electoral en EE.UU. Un eventual regreso al poder de Donald Trump, y el partido Republicano, sería una señal en la dirección de un endurecimiento de las políticas norteamericanas hacia el gobierno venezolano, especialmente si hay la convicción de que Maduro continuará ejerciendo la presidencia del gobierno en Venezuela. La probabilidad de que esto ocurra, naturalmente, se traducirá en mayores riesgos y, por tanto, en desincentivos para el emprendimiento de nuevos proyectos en el país.

Otro aspecto que puede afectar negativamente las expectativas y el crecimiento esperado en 2024 está asociado a una mayor inestabilidad interna en la eventualidad de que se agudice el conflicto político entre las diversas facciones que compiten por el poder en el país. En la medida en que se avance en el ciclo político electoral, pueden surgir, entonces, nuevos elementos que incrementen la incertidumbre de los agentes económicos.

Es evidente que si las sanciones son restituidas, al menos parcialmente, si se hace más factible un endurecimiento de la política norteamericana respecto a Venezuela y se incrementa la inestabilidad política interna, será menos probable disponer de los recursos necesarios para implementar una política fiscal expansiva con un menor impacto inflacionario, y más reducida será la capacidad del BCV de alcanzar sus objetivos de atenuación en la tasa de depreciación del tipo de cambio nominal; que no hay que olvidar se ha convertido en la principal ancla de las expectativas inflacionarias.

Fotografía de Yuri Cortez | AFP

Por otra parte, la creciente dolarización de la economía venezolana ha incrementado otros importantes riesgos frente a los eventuales choques adversos, internos y externos, que nos pueden afectar. El mayor grado de bimonetarismo incrementa notablemente la probabilidad de cambios súbitos de la oferta y demanda de dinero local y en divisas, de ataques especulativos en el mercado cambiario y se hace mayor la vulnerabilidad del sector financiero ante los descalce de monedas y la composición y denominación de los depósitos; todo ello en un contexto de menor capacidad del BCV para desempeñarse como prestamista de última instancia.

Además de estos riesgos de origen político, monetarios y financieros, los principales centros que hacen seguimiento a la evolución de los fenómenos climáticos están alertando sobre el endurecimiento del fenómeno de “El Niño” en el transcurso del próximo año. Venezuela se encuentra entre las áreas que han sido identificadas con alta probabilidad de sufrir una importante sequía, lo que afectaría negativamente no sólo al sector agrícola y agroindustrial, que por cierto ha mostrado un relativo mayor dinamismo en 2023, sino también a la capacidad de generación hidroeléctrica que se ha transformado en un área clave, dada la severa problemática que padece el sector eléctrico en el país.

Por lo que hemos mencionado, el desempeño de la economía venezolana es bastante incierto. Me temo que habrá que esperar hasta el primer trimestre del año próximo para tener un visión más clara y definitiva de algunos de los aspectos sobre los cuales hemos llamado la atención; en particular sobre el tema de las relaciones entre el gobierno de Maduro y la administración Biden.

En cualquier caso, incluso si el escenario más optimista se cumpliese, debemos a acotar que el “techo de crecimiento” de la economía venezolana es bastante bajo, dada las importantes restricciones que existen sobre la capacidad productiva: falta de energía, agua potable, deterioro de la infraestructura de transporte, un sistema financiero pequeño y poco profundo, dificultades de acceso a los mercados internacionales de capital, instituciones muy debilitadas y baja credibilidad en las políticas económicas. A esto hay que agregar un importante deterioro en la calidad y cantidad del capital humano. Lo que esto significa es que, si bien hay probabilidades de tener un “buen año”, será muy cuesta arriba mantener una senda de crecimiento sostenido por mucho tiempo. Más temprano que tarde Venezuela tiene que afrontar inevitablemente reformas estructurales profundas que solo son posibles en el contexto de un amplio consenso político y social, por más lejano que hoy nos parezca llegar a ello.

Este es el primer artículo de la serie de textos #EconomíaVenezolana2024. Lea aquí otras entregas: 


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo