Béisbol

José Altuve: hay jonrones de jonrones

08/05/2021

Fotografía de MLB

Lo que ocurrió en esta serie entre los Yankees de Nueva York y los Astros de Houston se esperaba desde que se destapó el escándalo del robo de señas ocurrido en 2017. La pandemia obligó a hacer cambios en el calendario de 2020, y se retrasó la presencia de los siderales en el Bronx. La temporada pasada, recordamos, los equipos se enfrentaron a los de la propia división, así que no se vieron y, además, se jugó sin público durante la campaña regular. 

De no ser por la covid-19, el pasado septiembre los Astros habrían vuelto al Yankee Stadium. El virus solo postergó el rechazo de los fanáticos de Nueva York, quienes no olvidaron la factura. 

No siempre el tiempo juega a favor del olvido. En un año fue mucho lo que se dijo y lo que se dejó de decir. Fue el propio comisionado quien estableció que el castigo debían aplicarlo los fanáticos, y es lo que han estado haciendo en todos los parques por donde van de visita.  

Era de suponer que algo así sucedería. La ausencia de sanciones podía terminar convertida en un castigo perenne, al menos esta temporada. 

Desde las redes sociales, podcasts y programas de radio, se alimentó  el mito de que José Altuve y sus compañeros usaban un dispositivo electrónico que vibraba para avisar los pitcheos. Las investigaciones de los periodistas y de Major League Baseball no encontraron ninguna evidencia de que en 2019 se haya robado señas de ninguna manera. Personal de MLB estuvo en todos los estadios con el objetivo de evitar el uso de tecnología para descifrar lanzamientos y comunicarlo al bateador, pero una vez que se echa a andar una información como ésta, es muy difícil de recoger, más cuando se trata de fanáticos. Si es complicado convencer a alguien de que algo que cree es falso, cuando ese alguien es fanático la tarea es casi imposible. Utilizan una foto donde el segunda base y otros jugadores tienen papelillo, confeti, adherido al cuerpo, para señalar, con círculos, que ahí hay una prueba y que eso es el adhesivo con el que tienen pegado un aparatico. 

Los creadores de esas informaciones falsas, unos con más creatividad que otros, siempre encuentran cómo presentar sus cuentos con algunos elementos que lucen “convincentes”.  

Aunque la asistencia al Yankee Stadium está limitada, la afición de los Bombarderos se hizo sentir con fuerza. De haber estado lleno, el estruendo habría llegado a todos los astros de toda la galaxia. Fueron despiadados, no pararon de manifestar rechazo a los visitantes desde la primera práctica de bateo. Aunque ya habíamos visto los abucheos en otros parques, tema que fue comentado con preocupación por el manager Dusty Baker, los decibeles a los que llegaron en el Bronx estuvieron por encima del promedio, y era de esperarse. 

De todos los Astros, sin necesidad de medir la intensidad del ruido, el que llevó la peor parte fue José Altuve. Hay una “razón”: Los Yankees perdieron el banderín de la Liga Americana en 2019 con ese jonrón contra Aroldis Chapman, ese jonrón que los dejó tendidos en el terreno del Minute Maid Park, ese jonrón del mito del dispositivo que vibraba. 

A ese cuadrangular hay que sumarle el hecho de haberle ganado el Premio al Jugador Más Valioso a Aaron Judge, en su año de novato, el 2017, la temporada de la trampa. Los fanáticos de los Yankees están convencidos de que sin el robo de señas, José Altuve no habría sido mejor que el suyo. 

La afición yanquista orquestó contra Altuve una venganza cruel. Con ese resentimiento elaboraron pancartas con Altuve dentro de un pipote de basura, escribieron letreros llamándolo “tramposo”, en cada turno lo pitaron y le gritaron todo tipo de ofensas. La venganza es así. Los dos primeros juegos, martes y miércoles, fue lo mismo. Los Astros perdieron, Altuve estaba metido en un slump. Hasta el sencillo que dio antes del cuadrangular contra Chad Green, llevaba 2 hits en 27 turnos y en la serie de 11-1. 

Estaba cumpliendo 31 años de edad y desde su primera aparición, comenzaron a cantarle “Fuck your birthday”. Se trataba de molestarlo. 

En el octavo capítulo, en cuenta máxima (3 y 2), se escuchó la sólida conexión de un pitcheo servido a 96 millas por hora. La pelota abandonó el parque y hubo silencio, por unos segundos. 

Tal vez otro jugador habría hecho una celebración vistosa, un “bat flip” o algún gesto de desplante: habría sido comprensible, pero Altuve no tiene ese carácter. Corrió las bases con tranquilidad, sin revancha, con respeto. 

Terminado el juego, declaró, como recoge la nota de Marly Rivera de ESPN: “No te gusta que nadie te abuchee, pero eso es parte del juego y yo estaba saliendo y tratando de hacer todo lo posible para ayudar a mi equipo a ganar”.

La única manera que tienen José Altuve y sus compañeros de silenciar a los aficionados rivales, es dando batazos y jugando buen béisbol. No se olvidará lo que hicieron, pero demostrarán que nunca necesitaron robar señas para ser mejores. 

El jonrón no fue un jonrón más. El recibimiento de Dusty Baker, luego de la felicitación de sus compañeros, fue más que elocuente. No era simplemente un manager alegre porque el batazo los puso arriba en la pizarra. La reacción del veterano piloto fue la de un padre aliviado. Solo los Astros saben cómo se sintió ese desprecio y cómo se sintió que haya sido José Altuve quien volteó el juego, en la casa de ellos, para evitar una barrida humillante. 

Dijo después: “Llegó a tiempo. No podría haberlo escrito mejor. Tuvimos algunos grandes logros hoy, punto. Pero ninguno más grande que el suyo. Eso fue enorme. Y calmó a los fanáticos por un tiempo. No puedo decirles lo felices que estaban todos en el dugout por José, porque él es uno de los mejores chicos que jamás conocerás en este juego».

Hay jonrones que se necesitan más que otros y no sólo sirven para ganar un juego.


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