Perspectivas

Historia de un largo amor: notas sobre “Los alemanes en Venezuela”

16/07/2024

Rolf Walter

Rolf Walter ha escrito un libro de amor. Así lo ha dicho y así lo deja ver a lo largo del tomo tercero de Los alemanes en Venezuela, que acaba de publicar la Asociación Cultural Humboldt, con apoyo de Oscar Todtmann Editores. Un libro del amor que, por más de quinientos años, ha habido entre los alemanes, o al menos muchos alemanes, y Venezuela; y dentro de ese cuadro amplio, del amor particular de Walter por un país al que ha cifrado mucho de lo mejor de sus cuarenta años de investigador. El primer amor lo ha ido exponiendo y explicando en tres estudios, tan documentados como puede esperarse del Traktat de un Professor Doktor en toda ley, que abarcan desde los días de los Welser hasta la era que nace con la República Federal Alemana, libre y democrática, de 1949. El segundo amor se revela en las horas, tantas como pueden calcularse en más de cuatro décadas, de paciente lectura y fichaje, de cotejo de infinidad de datos, de su ordenación y estructuración hasta formar un discurso amplio y comprehensivo. Y entre ambos amores, Walter intercala otras historias de amor, susceptibles de delinearlos las vidas, alegrías y angustias de las personas en concreto protagonizaron el proceso que en este libro se estudia. Así, los amores del Profesor Walter -a la investigación, a Venezuela, a las venturas, aventuras y desventuras de los alemanes-venezolanos- se han fructificado en un verdadero aporte, como él señala en sus palabras liminares, a la historia alemana, a la venezolana y a sus intersecciones trasatlánticas.

Es decir, que se trata de un estudio monográfico alineado con las más recientes corrientes historiográficas, en especial de las alemanas, de las que forma parte, pero con una característica: no se trata de un traktat usual, sino que se articula a través de un conjunto de pequeñas historias, en ocasiones, incluso, microhistorias, que al unirse van armando un mosaico. Ese diálogo entre lo muy específico y el proceso general, facilita la lectura, con anécdotas que trascienden su valor en sí mismo como historias, para revelar problemas más amplios. Tomemos un caso, el de Hermann Otto Elfeld, de Scheleswig, que nos da una idea del tono del libro. Como tantos jóvenes alemanes del siglo XIX, Hermann decidió probar suerte en América, llegando a Venezuela en 1887, donde comenzó a trabajar en Casa Blohm. En 1893 cumplió lo que para muchos fue un rito: ir a Alemania a buscar esposa (rito, sin embargo, que no era de obligatorio cumplimiento ya que, como señala Walter, a diferencia de otras colonias de musiúes, los alemanes se casaban con mucha frecuencia con venezolanas). Tiene éxito en el cometido, se casa con Ana Buck, con la que regresa a Venezuela y tiene una hija en Caracas. No obstante, fue de los más bien pocos que decidió retornar muy rápido a Alemania. Allá lo sorprende la Primera Guerra Mundial. Enrolado como oficial de artillería en el ejército imperial, enfermó de tifoidea en el campo de batalla y murió en Francia en diciembre de 1914. Es una historia con final triste, que en sí misma tiene su impacto estético, pero que va más allá: nos dibuja las vidas de miles de alemanes que marcharon a Venezuela, hicieron fortunas mayores o menores en las casas comerciales de connacionales (y, no pocas veces, de otras nacionalidades o venezolanas), decidieron fundar familias y levantarlas dentro de una lógica atlántica, y que, en los casos en los que la Gran Guerra se atravesó en su destino, los afectó de diversas maneras. La mayor parte no pudo ir al frente, en parte porque el bloqueo de Alemania impidió que pudieran embarcarse para su país, pero no por eso la guerra dejó de afectarlos de diversas maneras. Walter no explica el proceso sólo con números y gráficos, como podría esperarse del historiador de la economía que es, sino a través de microhistorias como las de Hermann Otto Elfeld.

Como puede entreverse, este libro no es de amores tranquilos. Son tórridos, porque es tórrido el tiempo que abarca. Entre 1914 y 1945 Europa vivió lo que algunos han llamado la “gran guerra civil europea”, una que, por el impacto global del continente, se hizo global. La categoría no deja de causar reservas, pero señala muy bien el proceso en sí: un medio siglo en el que el continente vivió una seguidilla de guerras que, en el fondo, fueron una sola, y que pueden definirse como la gran crisis existencial de su civilización, que llegó a un callejón sin salida. Alemania estuvo en el centro de aquel volcán en erupción. No es posible que un libro que es, como se ha dicho, de la historia de Alemania, de la venezolana y de sus conexiones, se sustraiga de aquello. Una y otra vez aparecen las historias de alemanes muy exitosos en Venezuela, sobre todo exportando café, que deben enfrentar a la Listas Negras, a los problemas cambiarios de la Hiperinflación alemana de 1922-23, a la Segunda Guerra Mundial y su devastación. Como en toda historia de amor clásica, los alemanes aman a Venezuela y son, en general, correspondidos, pero son muchos los infortunios que se interponen entre ambos. Tal vez para los venezolanos de hoy sea una sorpresa, pero, en aquellos años, los infortunios vienen casi todos de Europa. Veámoslo ahora desde el ángulo venezolano: Buenaventura Beltrán Dalla Costa, por ejemplo, de Ciudad Bolívar y ya, después de casi un siglo, firmemente venezolana, mercadeaba productos en la Orinoquia con éxito, no obstante, de un día para otro, por el asesinato de un príncipe heredero en un sitio de los Balcanes que la mayor parte de sus relacionados, casi con toda seguridad, no había oído jamás, y por la reacción en cadena que desató en Europa, su suerte cambió. Resulta que Dalla Costa tenía entre sus principales clientes a casas alemanas, por lo que fue incorporada a las listas negras. De eso se trata la dimensión global (y en particular atlántica) de nuestras vidas, y Walter se encargó de demostrarlo en todos los casos.

Comerciantes alemanes en Maracaibo

Si algo ilustra bien el libro es la vida de las casas comerciales de inicios del siglo XX, cuyas cotidianidades no están muy bien estudiadas. Cómo se hacían las transacciones, cómo eran los tratos y las contrataciones, cómo se trasladaba el dinero y las mercancías, que se dejan ver bien en los testimonios que consigna el autor. Veamos cómo eran las transferencias en la década de 1910:

…las transferencias de dinero, eran enviadas desde los EEUU, en pequeños toneles contetivos de oro acuñado, cuyo fácilmente podía sobrepasar los 50.000 dólares (…) Resulta interesante que hasta los años 1920 las operaciones de pago en los Andes se tramitaban sin billetes. Los instrumentos de pago eran exclusivamente la letra de cambio y las monedas de oro y de plata. Durante la cosecha, la caja en Maracaibo debía estar repleta de dinero. Los bolívares necesarios (la moneda venezolana) normalmente se conseguían vendiendo letras de cambio con Nueva York o cambiando libras con Londres. Después y en el momento dado, los retiros en dólares se cubrían con café; cuando el mercado se mostraba desfavorable, más bien se renovaban las letras de cambio a la vista, por noventa días más.

Este tipo de información es un valor agregado del libro que, sin duda, lo hará de consulta obligada para todos los interesados en la historia económica, sobre todo en la empresarial. Tal vez pocos venezolanos y alemanes tengan una idea clara de la importancia que Alemania llegó a tener en la economía venezolana. Para 1917, nos informa Walter, el 36,5% de café que se exportaba desde Maracaibo, se hacía a través de firmas alemanas. En 1912 Alemania era el tercer destino de las exportaciones venezolanas, sólo después de Estados Unidos y Francia; y era el tercer proveedor de productos importados, tras Estados Unidos y Gran Bretaña. En 1918, según los informes de inteligencia estadounidenses, Maracaibo era “el más poderoso núcleo de comerciantes alemanes en el continente de habla española”. Fue una época de oro en las relaciones germano-venezolanas que se tradujo en multitud de familias, cuyos linajes de algún modo siguen uniendo a los dos países. No obstante, fue una época que empezó a declinar en la década de 1930. Venezuela se fue haciendo un país cada vez más petrolero, negocio al que los alemanes no entran, por lo que poco a poco van quedándose en un espacio marginal de la economía, a lo que se sumó la Segunda Guerra Mundial, que llevó mucho más lejos el sistema de listas negras y restricciones, que todo lo hecho en la primera. Además, hubo agresiones concretas: submarinos de la Krigsmarine merodean las costas, atacando a tanqueros que se dirigían a Curazao y Trinidad. En 1942 es hundido uno de bandera venezolana, el “Monagas”, en el que mueren tres venezolanos. Naturalmente, las relaciones se enturbiaron.

Comienza entonces un proceso complejo y no pocas veces dramático que es repasado, a través de multitud de casos, por Rolf Walter en su libro. A veces se trata de casos como el de Daniel Wolfgang Liebster, que tiene una piragua en sur del Lago de Maracaibo, y en la que llevaba maíz y plátano a Maracaibo. En 1942, cuando se prohíbe a los ciudadanos del Eje tener embarcaciones, se la confiscan, con lo que prácticamente fue a la quiebra. A Max Putzer debe cerrar su restaurante en Los Teques, debido a que está muy cerca de la planta eléctrica y el sitio es un lugar de reunión de alemanes, se sospecha incluso que de posibles quintacolumnistas nazis. Maximo Lang, que es viajero comercial de Merck en los Andes, experiencia de la que dejó un vivo libro de recuerdos, es detenido. Otras firmas deben ser vendidas o incorporar venezolanos a sus directivas. Alemanes que trabajaban en otras empresas fueron despedidos. El Club Alemán es cerrado y su sede confiscada. También debe cerrar el Colegio Humboldt. Hay, no obstante, un grupo de alemanes que no levanta sospecha: los judíos que, de un modo otro, empiezan a llegar como refugiados. No es un dato menor que en 1939 fueran aceptados los 251 judíos que venían en los buques Caribia y Königstein, a los que no se les había permitido desembarcar en ningún otro puerto del Caribe.

Pese a todo esto, el libro termina, como ha de ser en toda historia de amor, con la fuerza de la esperanza. El año de 1949 no es en realidad un cierre, sino la apertura de un nuevo tiempo, al que habrá que dedicarle un cuarto tomo. No es casual que la obra haya sido editada por una institución que como pocas refleja ese nuevo tiempo, la Asociación Cultural Humboldt, fundada también en 1949 y hoy celebrando su 75 aniversario (de hecho, la edición es parte principalísima de la efeméride). Alemania logrará reinventarse como un país libre y, muy rápidamente, próspero. Con Venezuela no puede hablarse del todo de una reconciliación, ya que el amor mutuo apenas se empañó, sin romperse nunca del todo, incluso en los peores momentos ni, cuando ocurrió, generó un rencor insalvable.

El tomo que acá presentamos aparece tres décadas después del anterior. Circunstancias personales del autor, así como los avatares de Venezuela, que han sido tantos y tan complejos en este período, han dilatado esta entrega. Pero el resultado justifica la espera. Hace muchos años, cuando siendo en niño lo conocí en Caracas, era Walter un joven historiador iniciando una empresa intelectual sobre la que hablaba, animado, con mis padres. No ha cejado en ella, en una demostración de perseverancia y disciplina notables. En las décadas que nos separan de aquellos días, se convirtió en un notable académico en la Universidad de Jena, escribió de muchas cosas, se dedicó a la cátedra y a los quehaceres, no siempre fáciles, de la gerencia académica; pero de Venezuela, siguió leyendo y fichando. Los amores de Rolf Walter son fértiles y de largo aliento. Este libro y los que, sin duda, habrán de venir, así lo prueban. Enhorabuena por la historia de Alemania, por la historia venezolana y por las interconexiones entre ambas**.

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Notas:

Este texto fue leído en la Asociación Cultural Humboldt, Caracas, 13 de junio de 2024.

** Rolf Walter, Los alemanes en Venezuela. Tomo III, 1914-1949, Caracas, Asociación Cultural Humboldt, 2024, 319 pp.


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