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Los Cinco de Cambridge fue un círculo de espías que, especialmente durante los años de la Guerra Fría, suministraba información confidencial a la Unión Soviética desde suelo británico. Guy Burgess fue el más destacado. Gracias a ellos, la URSS supo de acciones estratégicas de la Oficina de Asuntos Externos del Reino Unido, informes de la inteligencia británica, planes de la OTAN y desarrollos del Plan Marshall, la estrategia para la recuperación económica de Europa en la posguerra.
Burgess era hijo de un oficial de la marina. Como los demás miembros del grupo, pertenecía a la clase alta y asistió a las mejores instituciones educativas. Al llegar a la Universidad de Cambridge conoció a Antony Blunt, un historiador de arte también reclutado como espía por los soviéticos, así como Kim Philby y Donald Maclean. Todos coincidieron en una suerte de sociedad secreta de estudiantes conocida como “Los Apóstoles”. Todos destacaban en sus áreas. Blunt, por ejemplo, era profesor de Historia del Arte y curador en la Colección de Arte Real, y por eso se le considera el responsable de reclutar a los miembros del grupo, exceptuando a Burgess.
El círculo ya estaba formado y en plena colaboración con los soviéticos antes de que Europa entrara en la Segunda Guerra Mundial. Incluso, durante el conflicto, Blunt fue reclutado como oficial de seguridad por la inteligencia británica, colocándolo en una de las posiciones más aventajadas del espionaje de la época.
En 1944, Burgess comenzó a trabajar para el Departamento de Información de las relaciones exteriores, una posición que le dio acceso a muchísima información. Al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Partido Laborista asumió el poder en la figura de Clement Attlee, Burgess pasó a ser asistente de Hector McNeil, el ministro de Política Exterior. Desde ese puesto clave, filtró documentos clasificados a la KGB: extraía los papeles en la noche para fotografiarlos y, en la mañana, estaban otra vez en el escritorio de su superior. Su nivel social, su educación y cierta facilidad para el roce social le permitieron moverse con habilidad entre la burocracia diplomática, hasta ubicarse en la división encargada de los temas del Lejano Oriente, con vínculos directos con la embajada británica en Estados Unidos.
El grupo no fue descubierto en su conjunto, pero sus miembros fueron detectados como espías soviéticos por separado. Maclean y Burgess, por ejemplo, fundamentales al otorgar información clave sobre la colaboración de agencias de inteligencia británicas y estadounidenses durante y después la posguerra —en misiones como la Iniciativa Verona—, fueron descubiertos casi simultáneamente.
Al comenzar la década de los cincuenta, Burgess envió a los soviéticos información clave sobre las negociaciones del Plan Marshall, con la ayuda vital de Donald Maclean. A pesar del éxito, decide partir a Washington alegando que quiere recuperarse de un accidente que tuvo al caer por unas escaleras. Sus superiores tenían algunas sospechas, pero tenían más ojos puestos sobre Maclean. Ambos fueron a Moscú en 1951 y allí estuvieron un buen tiempo.
Mclean, además de obtener la ciudadanía rusa, alcanzó una posición clave como asesor en asuntos externos para la cancillería soviética. Burgess, en cambio, nunca se adaptó bien a la vida detrás de la Cortina de Hierro. No se preocupó por aprender ruso ni adoptar la ciudadanía soviética, en parte deprimido por la fiereza con la que el sistema comunista amenazaba su homosexualidad. Permaneció en la URSS hasta su muerte en 1963.
Blunt tuvo grandes éxitos —como haber recuperado una serie de cartas que el Duque de Windsor escribió a Adolf Hitler y otros líderes nazis—, pero también el final más vergonzoso: al ser descubierto en 1965, no pudo huir a la URSS y fue expuesto ante la opinión pública. Su título de caballero fue removido por la Reina Isabel II.
Kim Philby fue, quizás, el más exitoso del grupo. Llegó a ser condecorado con la Orden del Imperio Británico y tuvo una dinámica actividad periodística como corresponsal del London Times y The Economist. Trabajó para la inteligencia británica hasta 1955 y logró esquivar con éxito cualquier sospecha de su colaboración con la KGB hasta 1961, cuando Anatoliy Golitsyn desertó de las filas de la KGB y lo delató. Fue en esa confesión de Golitsyn donde por primera vez se registró el término “Los Cinco de Cambrigde”.
¿Pero quién es el quinto hombre de Cambridge? Un sospechoso recurrente en los informes es Michael Straight, un escritor estadounidense y espía confeso, quien estudió en Cambridge a mediados de los años treinta y coincidió con los otros cuatro. Victor Rothschild es otro nombre posible, un miembro de esa prominente familia europea y compañero de habitación de Burgess y Blunt en los años de universidad. Sin embargo, figuras históricas como Oleg Gordievsky —jefe de la KGB en Londres y, a su vez, espía de los ingleses entre 1974 y 1985— ha señalado a John Cairncross como el quinto hombre. Si esto es cierto, la hazaña de la que se le acusa no es poca cosa: haber suministrado a los soviéticos datos sobre el programa nuclear de Occidente conocido como Proyecto Manhattan.
La historia de este círculo de espías y sus miembros ha sido recogida en libros de investigación como Climate Treason (1979), de Andrew Boyle, y Anthony Blunt: His lives (2001), de Miranda Carter. Además, una historia tan poderosa ha influenciado el mundo de la ficción, como las novelas de John Le Carré Tinker, Tailor, Soldier, Spy (1974) y The Perfect Spy (1986), el filme de Terence Young protagonizado por Lawrence Olivier y Michael Cain The Jigsaw Man (1983), y la miniserie de la BBC Cambridge Spies (2003).
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Este texto fue publicado originalmente en Prodavinci el 22 de mayo de 2013.
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