Gustavo Márquez contra tanto silencio

14/05/2018

Fotografía de Daniel Guarache

A Gustavito Márquez le tocó morir en medio de algo que se parecía demasiado a una guerra. Después de atravesar un proceso que lo mantuvo durante un mes en la Unidad de Trasplante de Médula Ósea del Hospital de Clínicas Caracas, posible gracias a un crowfunding, le tocó seguir un tratamiento que resultaba costoso, difícil de conseguir y de financiar. Palabras como Rituximad, Citarabina y Melfalán empezaron a ser más frecuentes en su cotidianidad que los nombres de Victor Wooten, Nathan East o Jaco Pistorius. Aun así, fue posible gracias a la ayuda económica, artística y moral de mucho amigos y seguidores.

A Gustavito Márquez le tocó morir en medio de una buena noticia. Después de vivir una semana prácticamente en coma, despertó y se vio rodeado de sus afectos en una Unidad de Cuidados Intensivos. Y así, con las intermitencias de la alegría, nos dejó saber que había vuelto a esta galaxia mediante su cuenta en Instagram: «Y la familia siempre estaba allí. Siempre».

A Gustavito Márquez le tocó morir en medio del silencio de quienes no sabemos, no entendemos, no sonamos.

Cuando entró a C4 Trío, heredó sin miedo las responsabilidades que Rodner Padilla, de Roberto Koch y de Gonzalo Teppa dejaron en nuestros oídos. Y cuando la tierra decidió que era momento de que el mundo escuchara la voz de Betzaida Machado, hizo lo mismo en el Aquiles Báez Trío. Gustavito fue el bajista residente de un momento de expansión inédito en la historia de nuestra música. Fue quien se quedó haciendo la guardia. Fue el encargado de sostener los tiempos de esto que nos quedaba por cantar. Fue el testigo.

En más de una entrevista, el gran bajista Víctor Wooten ha dicho que el bajo no es lo que hace la música, sino la vida de quien lo toca. En ocasiones, se quejaba Wooten, los espectadores prestamos demasiada atención a lo que sucede en los trastes del instrumento, sin darnos cuenta de que la música en realidad está teniendo lugar en otro sitio: en la cabeza, en el corazón, en el alma. En cualquiera de esos lugares, pero no en el espejismo del instrumento. Pues bien: este duelo por Gustavo Márquez puede parecer un asunto de la música, pero está en un lugar mucho más hondo.

A Gustavito Márquez le tocó morir en medio de algo que se parecía demasiado a un ruido al que nos hemos terminado acostumbrando, el zumbido de un insecto capaz de resonar en nuestros muertos sin respuesta, al basso-continuo de un duelo que no termina nunca.

A nosotros, a quienes nos tocó quedarnos, todavía nos puede secuestrar el silencio. No dejemos que suceda. Sonemos, como siempre sonó Gustavo.


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