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Grecia: una decepción llamada Tsipras

Parlamento griego. Fotografía de Thomas Wolf | Wikimedia

08/07/2019

Finalmente ocurrió lo que ya las encuestas habían vaticinado. La centro-derecha griega, representada por el partido Nea Demokratía, se impuso con un 39,9% en las elecciones de ayer domingo, cuando se debían renovar los escaños del Consejo de los Helenos, la Vulí, como la conocen los griegos, el máximo organismo legislativo.

Los resultados otorgan la mayoría absoluta a ND, mientras que dejan afuera al grupo xenófobo de extrema derecha “Amanecer Dorado” (en Grecia los partidos que no alcanzan el 3% de los votos quedan sin representación parlamentaria) y el Partido Comunista (KKE) alcanzó apenas un 5%. La sorpresa es que la formación DiEm25, del exministro Yannis Varoufakis, consiguió el 3,4% (una decena de diputados). Desde luego, el partido SYRIZA del actual Primer Ministro Alexis Tsipras se convierte en la primera fuerza de oposición, con el 31,6% de los votos.

Este “giro a la derecha” debe ser considerado en el contexto de los últimos comicios realizados en Europa. En Francia, las elecciones de mayo de 2017 dieron el triunfo a Emmanuel Macron, alejando, al menos temporalmente, el peligro de la extrema derecha capitaneada por Marine Le Pen. En España, el surgimiento de un partido como Vox, así como el desgaste del PP y del gobierno de Rajoy, abrumados por los escándalos de corrupción, llevaron a los votantes a escoger una solución de centro-izquierda, representada por Pedro Sánchez y el PSOE. En Alemania, la formación Alternative für Deutschland, brazo político del extremismo xenófobo, no consigue aún hacerse con el poder, a pesar de su innegable ascenso y el debilitamiento del CDU de Angela Merkel. Al parecer, ya no son tiempos para extremismos en Europa. El entusiasmo de los radicalismos antieuropeístas ha pasado, al menos por ahora, si bien persisten las fuertes tensiones que los originaron.

Pero, ¿quién es Kyriakos Mitsotakis, a quien todos señalan como el próximo Primer Ministro de Grecia? La carrera de este político de 51 años ha sido meteórica. Licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad de Harvard y después en Relaciones Internacionales por la Universidad de Stanford, con un Master en Administración de Empresas de nuevo en Harvard, trabajó como asesor financiero en Londres y Atenas. Aparece por primera vez en la escena política como asesor en la campaña de Nea Demokratía para las elecciones al Consejo de los Helenos del año 2000. En 2004 él mismo es electo miembro del parlamento. Diputado a partir de ese año, entre 2011 y 2015 lo tenemos como Ministro para la Reforma Administrativa (la gran asignatura pendiente del Estado griego) y el Gobierno Electrónico durante el mandato de Andonis Samarás. Es sin embargo a partir de su llegada a la presidencia de Nea Demokratía en 2016 cuando las encuestas ponen al partido por encima de la coalición gobernante. En una encuesta publicada el mes pasado, ND aparecía con el 34% de intención de voto, frente a un 24% de SYRIZA.

Claro que en un país en teoría políticamente progresista, pero conservador en la práctica (sí, leyeron bien) una vertiginosa carrera como la de Kyriakos Mitsotakis no surge de la nada. Aunque él insiste en que su apellido no le ha servido de mucho, la verdad es que su padre, Costantinos Mitsotakis, fue también Primer Ministro entre 1990 y 1993. De hecho, un recién nacido Kyriakos tuvo que exiliarse junto a su familia en París de 1968 a 1974, cuando la Dictadura de los Coroneles. En Grecia, donde históricamente pocas familias han detentado el poder (pregúntenle a Kostas Karamanlís, Primer Ministro hijo de Primer Ministro, o a Yorgos Papandreu, hijo y nieto de Primeros Ministros), Kyriakos Mitsotakis no puede ser excepción: hijo de Constantinos Mitsotakis, Primer Ministro entre 1990 y 1993, su hermana mayor, Dora Bakoyannis, fue Ministra de Cultura, de Relaciones Exteriores y alcaldesa de Atenas, y su sobrino Kostas Bakoyannis fue gobernador de Grecia Central y acaba de ser electo alcalde de Atenas. La trayectoria de Kyriakos Mitsotakis tampoco ha estado exenta de escándalos, como el que lo vinculó con el caso de los sobornos de la empresa Siemens en 2007.

¿Qué pasó, pues, con la popularidad de SYRIZA y del Primer Ministro Tsipras en sus primeros años? Personalmente viví el proceso electoral que lo llevó al poder en enero de 2015 y sus primeros meses de mandato. Recuerdo que la noche de su triunfo el centro de Atenas era una fiesta. Estuve entre la multitud que esperó por horas esa fría noche de invierno para escuchar sus breves palabras ante la fachada del Rectorado de la Universidad en la avenida Panepistimiou. Eran también los tiempos del ascenso de Podemos en España, con quienes el flamante Primer Ministro se apresuró a estrechar vínculos, así como con el “camarada” Maduro, como le llamaba en afectuosas cartas a las que después tuvo acceso la prensa.

Tsipras fue electo Primer Ministro gracias a una serie de promesas que sonaron como música para los oídos de los ciudadanos griegos, agobiados por las duras políticas de austeridad impuestas por la troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI). A cambio, Grecia recibiría 280 mil millones de euros en rescates que urgentemente necesitaba su economía. Tsipras prometió acabar con la austeridad y someter a referéndum el duro programa de ajustes. Si ganaba el “No” y el paquete era rechazado, Grecia debía abandonar la zona Euro, el famoso “Grexit” que nunca ocurrió. El referéndum, en efecto, tuvo lugar el 5 de julio, y el resultado fue un rotundo rechazo a la troika por parte del 60% de los votantes. En teoría, Grecia quedaba fuera del euro. Sin embargo, en la práctica y ante la apremiante situación, Tsipras no solo no pudo cumplir el mandato popular, sino que se vio obligado a renegociar con la troika un paquete aún más severo que el rechazado en referéndum. Para colmo, el nuevo paquete debió ser aprobado en el Parlamento con la oposición de su propio partido, SYRIZA, y con el apoyo de los partidos europeístas como Nea Demokratía.

El episodio costó a Tsipras la renuncia de su Ministro de Finanzas estrella, el carismático Yannis Varoufakis, pero además el mismo Tsipras tuvo que reconocer su fracaso, por lo que dimitió como Primer Ministro el 20 de agosto, convocándose a nuevas elecciones para el 20 de septiembre. En estos nuevos comicios SYRIZA repitió los estupendos resultados electorales alcanzados en enero y Tsipras volvió a asumir la primera magistratura. En su segundo mandato, Tsipras no tuvo más remedio que seguir al pie de la letra las duras medidas dictadas por la troika. Por otra parte, y para poder implementar ciertas ayudas a las clases más vulnerables, hizo aprobar una serie de impuestos que llevaron la economía a una mayor recesión, acabando con lo poco que quedaba de la clase media. Las jubilaciones fueron rebajadas en un 30%, el IVA subió a un 24% y, en un país que vive del turismo, se aplicaron impuestos a la gasolina, el tabaco, las bebidas alcohólicas y ¡al café! Si bien a mediano plazo se logró estabilizar la macroeconomía, hoy una buena parte de los jóvenes profesionales griegos piensa que su única salida es emigrar.

Además de estos decepcionantes resultados, que no pueden ser atribuidos, es verdad, a la sola responsabilidad de Tsipras, los ciudadanos griegos guardan un memorial de agravios que sin duda han pesado sobre los resultados de este 7 de julio. Por una parte, y aunque nos cueste entenderlo a los que no somos griegos, el asunto de Macedonia del Norte pesó en el ánimo de los electores. A la desintegración de Yugoslavia, la Antigua República Yugoslava de Macedonia declaró su independencia en 1991. La nueva república ocupa parte de la antigua Macedonia, pero no toda. La otra parte se encuentra en el norte de Grecia. En un intento por forjarse una identidad histórica, los macedonios se apropiaron de una serie de símbolos que los griegos sienten como suyos: la figura de Alejandro Magno, el “Sol de Vergina”, que aparece en su bandera y que era el símbolo de Filipo II (padre de Alejandro y fundador del imperio Macedónico) y, sobre todo, el nombre. Los griegos se apresuraron a boicotear la creación de la nueva república, temiendo futuras reclamaciones territoriales. Para ello impulsaron un bloqueo económico e incluso vetaron su ingreso a la OTAN. El 12 de junio de 2018, los Primeros Ministros de ambos países, el macedonio Zoran Zaev y Alexis Tsipras, anunciaban que habían llegado a un acuerdo, según el cual la nueva república aceptaba adoptar otro nombre a cambio del levantamiento del veto griego para su ingreso a la OTAN. Ahora se llamaría República de Macedonia del Norte.

De inmediato el llamado “Acuerdo de Prespa” suscitó una frontal oposición por parte de grupos nacionalistas, la iglesia ortodoxa y más del 70% de los griegos, quienes tacharon a Tsipras de “traidor”. A pesar de ello, el acuerdo fue ratificado por el parlamento y entró en vigencia a comienzos de 2019. Otro de los episodios que sin duda restaron popularidad al Primer Ministro fue la tragedia de Mati, en verano de 2018, cuando un incendio forestal acabó con un poblado a unos 40 kms. de Atenas, con un saldo de al menos 50 muertos y más de 150 heridos. La tragedia puso en evidencia la precariedad de los organismos de defensa civil, que los griegos achacaron al gobierno. Finalmente está el escándalo de Novartis, según el cual una cantidad de vacunas destinadas a la Seguridad Social fueron comprados con sobreprecio en febrero de 2018. Todos estos sucesos pesaron sin duda en las votaciones del 26 de mayo pasado, cuando se eligieron autoridades europeas, regionales y locales. Allí SYRIZA recibió una aplastante derrota. Ante tales resultados, y estando al tanto de que las condiciones le eran más que desfavorables, Tsipras optó por adelantar para este domingo 7 las elecciones parlamentarias, que no debían realizarse hasta octubre.

Alexis Tsipras es un político joven y talentoso, cuya carrera está lejos de terminar, y que sin duda dará mucho de qué hablar como próximo jefe de la oposición griega. “Me voy con la frente en alto”, dijo al reconocer su derrota. Sin embargo, su paso por el Palacio de Maximú entre 2015 y 2019 será recordado como un período en el que, efectivamente, Grecia superó lo más agudo de la crisis, pero los griegos no pudieron alcanzar, ni remotamente, las expectativas que él les creó. Quizás Tsipras sea recordado como un político que prometió una cosa e hizo exactamente lo opuesto. Si es así, no sería ni el primero ni el último. Su error fue haber querido jugar al populismo de izquierdas en una Europa cuya economía está férreamente controlada desde Alemania y desde Bruselas. Su mérito fue haberlo comprendido y no haberse aferrado al poder. En lo que respecta a nosotros los venezolanos, el saliente Primer Ministro tendrá que explicar su apoyo y sus opacas relaciones con un gobierno desprestigiado y altamente cuestionado.


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