Hagia Sofia. Fotografía de Kirk K | Flickr
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Los rumores sobre la posible derrota política de Recep Tayyip Erdoğan se disiparon una vez más. El actual presidente de Turquía salió victorioso en la segunda vuelta de las elecciones, celebrada el domingo 28 de mayo de 2023. Con más del 99% de las urnas electorales escrutadas, los resultados arrojaron a Erdogan como ganador, con algo más del 52% de los votos, mientras que su rival, Kemal Kilicdaroglu, alcanzó el 48%.
Los partidarios de Erdogan tomaron las calles de Estambul en celebración, con caravanas de autos y personas ondeando banderas y coreando cánticos en muchas calles y plazas de la ciudad.
Tras el anuncio de los resultados, Erdogan expresó su gratitud a la nación por haberle reelegido presidente para otro mandato de cinco años. Desde un autobús de campaña en Estambul, se dirigió a sus partidarios y se burló de su oponente derrotado, Kemal, llamándole “bye bye Kemal”.
Erdogan parecía estar en desventaja en este ciclo electoral, con la reciente catástrofe del terremoto y el declive de la economía. A pesar de estos desafíos, consiguió otro mandato de 5 años y fue felicitado tanto por Vladimir Putin como por Joe Biden y Emmanuel Macron.
La reelección de Erdogan para un tercer mandato no sólo refuerza su posición y le permite mantener su estilo populista autoritario, sino que también tiene implicaciones significativas en el campo internacional. El impacto de los resultados electorales lo mantendrá por 5 años más entre Europa y Asia, con un papel notorio dentro de la OTAN.
Erdogan por tercera vez
Erdogan consiguió captar el voto nacionalista y obtuvo apoyos dentro y fuera de su propio partido. En la primera vuelta, Sinan Oğan, el candidato nacionalista, obtuvo aproximadamente el 5,2% de los votos. Muchos analistas creían que Oğan podría desempeñar un papel decisivo en la elección del próximo presidente de Turquía en la segunda vuelta. Finalmente, Oğan terminó por anunciar su apoyo a Erdogan en la segunda vuelta, lo que resultó clave para que el presidente lograra retener el poder.
En pleno proceso electoral, Ümit Özdağ, líder del abiertamente xenófobo Partido de la Victoria, que consiguió alrededor del 2,2% de los votos parlamentarios, apoyó al líder de la oposición, Kemal Kılıçdaroğlu. Si bien este apoyo benefició a la campaña de Kılıçdaroğlu, su alianza política con el principal partido político pro-kurdo, Partido Democrático de los Pueblos (HDP), le hizo vulnerable a los ataques de Erdogan y le terminó costando votos fundamentales en la segunda vuelta.
Por sus vínculos con el partido político Kurdo, Erdogan acusó a su rival de estar alineado con el PKK, el grupo separatista armado kurdo, que figura en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado de Estados Unidos, insinuando que Kılıçdaroğlu estaba bajo la influencia de la organización terrorista. Esta acusación fue repetida en medios de comunicación turcos e impactó el resultado de la oposición en las urnas.
La idea del cambio derrotada en las urnas
Siendo el primer político turco en lograr llevar a Erdogan a una segunda vuelta electoral, las perspectivas iniciales de Kemal Kiliçdaroğlu parecían prometedoras. Durante un período incluso se perfiló como favorito para tomar las riendas del país, de acuerdo con las encuestas.
A pesar de una coyuntura que amenazaba la continuidad del presidente Erdogan, incluidos los devastadores terremotos en Turquía y la mala gestión de la respuesta a los desastres naturales por parte del gobierno, sumado a la vertiginosa inflación que llegó a superar el 80%, Erdogan sólo perdió un 0.4% de su ventaja electoral, en comparación con los resultados de las elecciones presidenciales de 2018.
En su discurso de concesión, Kemal Kiliçdaroğlu aseguró que éstas habían sido las elecciones más injustas en la historia reciente de Turquía, afirmando que «todos los medios del Estado se han movilizado en beneficio de un candidato y un partido».
A pesar del intento de Kiliçdaroğlu por sumar a la extrema derecha tras la primera vuelta electoral, su esfuerzo tuvo poco impacto en las encuestas. El 17 de mayo se colocó estratégicamente frente a un retrato de Mustafa Kemal Atatürk, el fundador de la Turquía moderna, con el objetivo de aprovechar los sentimientos nacionalistas para reunir votos.
Kiliçdaroğlu se comprometió a repatriar a millones de refugiados que residen actualmente en Turquía y descartó categóricamente cualquier negociación de paz con el PKK. Sin embargo, estos intentos de atraer el voto nacionalista no se tradujeron finalmente en avances significativos para él en la clasificación electoral. Era demasiado tarde para revertir los ataques de Erdogan vinculándolo con el grupo terrorista PPK.
La oposición había hecho una promesa de cambio, reconociendo la importancia de revitalizar la democracia turca deshaciendo el establecimiento por parte de Erdogan de una presidencia ejecutiva dominante, que esencialmente sienta las bases de un gobierno unipersonal. Los objetivos opositores incluían liberar a los presos políticos y devolver el poder a instituciones estatales supuestamente independientes, empezando por el banco central y el Parlamento.
La derrota de la oposición en las elecciones otorga a Erdogan la capacidad de mantener su dominio del poder y le permite seguir ejerciendo una autoridad desmesurada bajo los estándares occidentales, garantizando el acatamiento de los tribunales, el banco central y su propio partido político.
Los ganadores: El nacionalismo turco
En las recientes elecciones parlamentarias ha quedado patente la notable influencia de los nacionalistas turcos para inclinar la balanza en el delicado equilibrio de poder.
Sorprendentemente, uno de cada cuatro turcos votó a favor de Partidos Nacionalistas, tanto por aquellos que apoyaron al presidente Erdogan, como los que apoyaron a la coalición de Kemal Kiliçdaroğlu. Además, tres partidos nacionalistas más pequeños recibieron también su cuota de apoyo.
Erdogan había abrazado la causa nacionalista mucho antes que Kiliçdaroğlu, algo que se hizo evidente en su decisión de suspender las conversaciones de paz con el PKK en 2015, lo que dio lugar al encarcelamiento de numerosos activistas kurdos. Además, amplió su ofensiva en el norte de Siria, añadiendo una nueva dimensión a la incesante lucha de Turquía contra los insurgentes. Al adoptar una política nacionalista notablemente más asertiva, Erdogan ha aprovechado un elemento profundamente arraigado en el tejido político de Turquía.
El nacionalismo siempre ha tenido cabida en la cultura política turca, y las recientes elecciones demuestran que la influencia de los nacionalistas, repartidos en múltiples partidos, ha crecido de manera notable, permitiéndole ser un factor clave para definir quién liderará a la nación.
La economía turca y El Banco Central
Uno de los aspectos más significativos es el firme control que mantiene Erdogan sobre el Banco Central. En un intento calculado de reforzar las posibilidades del primer mandatario en las elecciones presidenciales, el banco central había estado vendiendo semanalmente miles de millones de dólares en reservas extranjeras. Esta medida pretendía evitar una crisis monetaria y frenar la escalada de la inflación. Si Turquía tuviera un banco central realmente independiente, la nación probablemente ya habría entrado en recesión. Sin embargo, bajo la influencia de Erdogan, el dinero ha seguido circulando con cierta fluidez, manteniendo así la ilusión de una economía estable y funcional.
En los últimos cinco años, la lira turca, moneda oficial, ha experimentado una depreciación del 80% frente al dólar y sólo ha conseguido estabilizarse con la venta semanal de dólares provenientes de las reservas nacionales. Sin embargo, su valor ha caído en más de 6% desde principios de año.
El lunes 29 de mayo, tras el triunfo de Erdogan en las elecciones presidenciales del domingo, el valor de la lira rondaba los 20,05 por dólar, apenas una fracción por encima del mínimo histórico alcanzado el pasado viernes, cuando se ubicó en 20,06 por dólar.
A menos que Erdogan cambie de rumbo y opte por subir las tasas de interés —decisión a la que se ha negado rotundamente durante los dos últimos años— es probable que la moneda caiga en picada una vez que el banco central agote sus insostenibles mecanismos para defenderla, un momento crítico que los observadores ven venir impetuosamente.
Diego Marcano Arciniegas
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