Perspectivas

“Gambito de Dama”: Jaque mate a la inmadurez

Fotograma de The Queen's Gambit. Scott Frank (2020)

19/12/2020

[ALERTA DE SPOILERS]

“La educación es algo admirable, sin embargo, es bueno recordar, que nada que valga la pena se puede enseñar”. Oscar Wilde

Durante el romanticismo, los alemanes desarrollaron una forma literaria que se denomina Bildungsroman o “novela de formación”, la cual se distingue por el énfasis que pone en cómo durante su juventud el protagonista diseña su propia personalidad. Tal vez el ejemplo más arquetípico sea Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Goethe. Este tipo de novela no trata de mostrar ninguna instrucción profesional o académica, sino exaltar cómo el protagonista logra desarrollar su carácter de forma que pueda responder a su pulsión de trascendencia. Los personajes de esta forma literaria no son conformistas, aspiran a hacer algo grande con su vida. La formación, Bildung, es propia de quienes tienen hambre de infinito.

Escrita y dirigida por Scott Frank, quien se ha labrado un prestigio como director de thrillers como The Lookout y A Walk Among the Tombstones, irrumpe ahora con Gambito de Dama en Netflix. Frank es un autor que ha sabido aprovechar las nuevas oportunidades de la era del streaming. En dicha plataforma, ya cuenta con el éxito de su ambiciosa miniserie, de género western, Godless, ambientada en un pueblo minero, habitado exclusivamente de viudas, quienes son amenazadas por una banda de asesinos liderados por un maniaco religioso.

El argumento de Gambito de Dama está basado en la novela homónima del escritor norteamericano Walter Tevis sobre una joven prodigio del ajedrez, la cual debe atravesar una dura niñez, una paternidad ausente, así como la orfandad materna. Y con esos materiales, enfrentar un destino de vientos en contra.

La obertura de la serie es desconcertante. En un ambiente de fines de la década de los 60, la joven Beth Harmon (Anya Taylor-Joy) se despierta tarde en una desordenada habitación de un elegante hotel en París. Mientras se viste apresuradamente, se traga unas pastillas empujadas con el licor del minibar. Corre para llegar a tiempo a una importante partida de ajedrez. Por la forma en que desentona con el ambiente de los circunspectos y masculinos participantes del certamen, podemos sospechar que ella es un ángel travieso que se convertirá en una glamorosa portadora de caos.

Después de esta espectacular entrada, ocurre un brusco cambio temporal. La acción se remonta una década atrás. A la época cuando Beth era una niña desamparada. Somos testigos de cómo es ingresada en un orfanato de Kentucky después de sobrevivir al accidente automovilístico, en el cual muere su madre, una investigadora de matemáticas. El orfanato es un lugar represivo y pacato. Allí se mantiene a las chicas dóciles suministrándoles sedantes. En ese opresivo ambiente, la tímida Beth encuentra consuelo en el descubrimiento del juego de ajedrez.

Alcoholismo y mutantes

De las seis novelas de Tevis, dos fueron adaptadas para películas importantes, y una para esta miniserie de televisión. La novela El buscavidas (The Hustler, 1959) fue realizada por Robert Rossen (1961), y El color del dinero (The Color of Money, 1984) fue dirigida por Martin Scorsese (1986). En las dos se sigue las aventuras del ficticio estafador del billar Eddie “Relámpago” Felson. También, en ambas películas, vimos a Paul Newman encarnar al astuto “Relámpago”. La otra novela fue El hombre que cayó a la Tierra (The Man Who Fell to Earth, 1963), la cual encontró su versión cinematográfica a manos de Nicolas Roeg (1976), con David Bowie en el papel protagónico.

Beth se tropieza con el juego ciencia cuando la envían a hacer un recado al sótano del conserje del orfanato, el señor Shaibel, un personaje hosco, cuya distracción es el ajedrez en solitario. Aunque la existencia es un absurdo para ella, descubre en el juego un sentido para su vida. Por la noche, a oscuras, en el opresivo dormitorio, repasa las jugadas. Entonces tiene lugar el portento. En un estado alterado de conciencia, producido por el efecto de sedantes, aparece un tablero imaginario donde se le revelan las estrategias invencibles.

Luego, un salto a Beth ya adolescente. Nos enteramos de su providencial adopción por una señora errática, aunque solidaria. A partir de esa nueva situación, se le hace más fácil comenzar su meteórico ascenso en el mundo del ajedrez. Es una odisea hacia el éxito, como en una película de Rocky. Lo más resaltante es que se trata de una historia que narra la forma en que una muchacha se hace mujer en un mundo dominado por hombres, luchando con un régimen insistente de licor y sedantes.

Una constante de la obra literaria de Tevis es el alcoholismo. En El hombre que cayó a la Tierra, describe a un visitante extraterrestre abandonado en nuestro planeta. La frustración y la soledad lo condenan a la dipsomanía. En nuestra serie, Beth es el retrato de una mujer alcohólica a la par de los personajes femeninos tanto de El Buscavidas como de El hombre que cayó a la Tierra.

Como libretista, Scott Frank ha estado interesado en los niños prodigios. Desde el chico superdotado de Pequeño Tate (Little Man Tate, de Jodie Foster, 1991) hasta Logan: Wolverine (2017), donde quien que fuera uno de los líderes de los X-Men se encuentra envejecido y tratando de salvar a una niña mutante. Es una coincidencia significativa que la actriz Anya Taylor-Joy haya interpretado el papel de una mutante en una película del Universo Marvel. Anya le presta sus ojos desmesuradamente grandes a Beth para darle un aspecto de anómala inteligencia.

La escuela de la vida

Como se dijo al comienzo, nuestra apuesta hermenéutica para comprender esta historia es la formación del carácter. No hay aprendizaje sin pasar del error a la verdad. Beth tendrá que aprender algunas lecciones por su cuenta y de la manera difícil.

La primera lección es evitar caer en el estereotipo romántico del genio torturado. Beth se siente condenada al aislamiento debido a los traumas de infancia, así como a la adicción a la que fue inducida en el orfanato y, además, por su talento excepcional. A esto se une que debe enfrentar a campeones del ajedrez, varones y despiadados. A pesar de todo lo amenazante que pueda resultar ese escenario, su peor oponente está dentro de sí misma. Encuentra en las adicciones alivio a sus sufrimientos emocionales, pero también son el detonante de su genio. Poco a poco, tendrá que aprender que, si bien sus demonios la han encumbrado a sus triunfos iniciales, también pueden conducirla al abismo.

La segunda lección es también evitar caer en el estereotipo del campeón huraño. Beth rechaza las relaciones estables para ver el juego con claridad. También se muestra reacia a recibir ayuda. Su aprendizaje consistirá en reconocer que sus logros se deben a la acumulación de colaboraciones de los aliados que han aparecido en su vida, los cuales incluyen a su compañerita de orfanato, Jolene, el señor Shaibel, su madre adoptiva, así como al equipo de apoyo de ajedrecistas amigos que quieren verla triunfar sobre los temibles soviéticos.

Su mentor Benny se lo advierte: «¿Sabes por qué los rusos son los mejores jugadores de ajedrez del mundo? Es porque ellos juegan juntos, como equipo, especialmente durante los aplazamientos. Se ayudan entre ellos. Nosotros, los americanos, trabajamos solos porque todos somos muy individualistas».

La tercera lección, tal vez la más importante, es comprender que el fin de la vida es ser dueño de nuestro propio poder creativo. Contra eso conspira la adicción a los barbitúricos y al alcohol, gracias a los cuales Beth accede al estado alterado de conciencia, que le permite visualizar el imaginario tablero donde construye sus victorias, a costa de su propia destrucción. Su mente alcanza la genialidad de manera forzada. El desafío de su aprendizaje consiste en poder activar su imaginación de manera voluntaria y natural.

Camino al andar

El progreso de Beth ha sido posible porque, desde un principio, ha estado convencida de que debería seguir su propio camino, tal como su madre biológica, Alice Harmon, le inculcara:

«La persona más fuerte es aquella que no teme estar sola. Son los demás quienes deben preocuparte. Los demás te dirán qué debes hacer, sentir… Antes de que te des cuenta, descubrirás que malgastas tu vida buscando algo que otros te han dicho que busques».

Esas palabras no son muy diferentes a lo que aconsejaba Mark Twain: «Siempre que te descubras en el lado de la mayoría, es hora de ponerte a reflexionar». En su Religion and the Rebel, Colin Wilson afirma que la educación del inconforme consiste en deshacerse de lo trivial e inmediato e introducirse en el mundo de nuevas percepciones y autodescubrimiento. Todo esto implica la liberación del tiempo, el ego y el materialismo.

Para lograr dicho propósito, además del impulso egregio, la Bildung implica no solo rechazar la educación recibida, sino, sobre todo, superarla. Esto es algo que no se puede enseñar, pero sí se puede aprender. En este proceso, tal como hace nuestra Beth Harmon, hay que descubrir los propios límites y traspasarlos. En palabras de Bernard Shaw: “La vida no trata de encontrarse a uno mismo, sino de crearse a uno mismo”.


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