Florence Nightingale y el Día Internacional de la Enfermería

12/05/2019

Florence Nightingale (1872). Imagen de Wellcome Collection

“Si no hubiera nadie descontento con lo que tiene, el mundo nunca alcanzaría algo mejor”
Florence Nightingale

 

El 12 de mayo se celebra el Día Internacional de la Enfermería en honor a la británica Florence Nightingale, conmemorándose este año el aniversario 199 de su nacimiento. Nacida en la ciudad de Florencia, Italia, su vida fue un apostolado del cuidado y atención de los enfermos y heridos de guerra. Virtuosa e innovadora en su oficio y gran inspiradora de la causa femenina y los derechos de las mujeres, también representó un hito en el impulso en la profesión de la enfermería, que hoy atraviesa una crisis mundial.

De familia acaudalada y aristócrata, Florence Nightingale recibió una intensa formación educativa en idiomas, matemática, filosofía y religión. Inclinada desde temprana edad a la ayuda de sus congéneres, mientras a sus 18 años viajaba por Europa y Egipto, su extraordinaria capacidad de observación le permitió estudiar diferentes sistemas de atención hospitalaria. Decidió dedicarse a la enfermería, un oficio que no era tradicional en su nivel social y económico.

A pesar de la resistencia de su familia, Florence comenzó a entrenarse en el Instituto San Vicente de Paúl en Alejandría, Egipto; luego en el hospital del Pastor Theodor Fliedner, cerca de Dusseldorf, para mudarse a un hospital en el poblado de Saint-Germain, cerca de París, dirigido por las Hermanas de la Caridad. A sus 23 años regresa a Londres y asume el cargo sin paga de Superintendente en el Establecimiento para Damas Inválidas, mientras se dedica a profesionalizar los cuidados de enfermería. De oficio poco valorado, Nightingale convierte a la enfermería en la profesión por excelencia dedicada al cuidado de los enfermos. Con acuciosidad de observación, mentalidad estadística, disciplina y metodología, se dedica a registrar resultados de los métodos de cuidado y tratamiento, basándose en evidencias. Tuvo una relevante participación en la atención de los soldados británicos heridos en la Guerra de Crimea (1853-1854), donde se acompañó de 34 disciplinadas enfermeras jóvenes de clase media. Allí entendió la importancia del entorno en que se atendía a los enfermos, mientras con su sistema de registros y comparación de resultados que permitía seleccionar métodos para los cuidados y la reorganización hospitalaria, lograba la reducción significativa de tasas de mortalidad hospitalaria. Más adelante atendió peticiones de Estados Unidos y de Canadá para asesoría en la organización del sanitarismo militar.

Los aportes a las estadísticas del ejército y de los resultados hospitalarios le valió convertirse en la primera mujer electa socia del Royal Statistical Society.

Valorando la disposición del profesional de la enfermería para escuchar, comprender y satisfacer las necesidades individuales de los enfermos, Nightingale tenía un alto concepto de la persona como individuo único e irrepetible. En tal sentido instituyó un modelo educativo para profesionales de enfermería con las premisas de las pasantías prácticas obligatorias en los hospitales y en la disciplina de rigurosa obediencia y apego a normas hospitalarias. Impuso un esquema de organización de enfermería en la que se pudieran desarrollar teorías y marcos conceptuales que permitieran avances permanentes en la calidad de atención.

El modelo educativo incluía sus formulaciones y teorías sobre el entorno, tanto para evitar enfermedades como para la mejor curación del enfermo, considerando variables como la adecuada ventilación, temperatura, iluminación, nutrición, higiene, ergonomía, diseño hospitalario y ruido, entre otras.

Florence Nightingale fue más allá, pues hacía referencia a la calidad de las viviendas y precarias condiciones de vida de los pobres. Esas variables son tan indispensables en la actualidad como hace 150 años. Adelantándose a su época, y para reducir el contagio de enfermedades infecciosas, sus observaciones del entorno le permitieron recomendar en lo posible el baño diario de los pacientes y el riguroso y minucioso cambio de ropa y frecuente lavado de manos por parte del personal de salud. Los principios de Nightingale sirvieron de modelo universal para las primeras escuelas de enfermería, las cuales pueden observarse en los actuales programas educativos.

Resulta sorprendente que definiera salud desde el punto de vista del enfermo, como la sensación que tiene cada persona de sentirse bien y no tener limitaciones para utilizar todas sus facultades al máximo.

Para Nightingale la enfermería consistía en colocar al paciente en las mejores condiciones para que la naturaleza y el cumplimiento de las actuaciones médicas ejercieran su función. Ejercer la enfermería implicaba hacerse cargo de la salud de otro y con mayor número de personas formadas en el cuidado de los enfermos, consideraba que los profesionales en enfermería podrían dedicarse más a aspectos preventivos y a vigilancia continua de los asuntos de salud de las comunidades.

Los aportes de Florence Nightingale fueron inspiración para que el empresario filántropo y humanista Henry Dunant creara la Cruz Roja en 1863 como cuerpo de voluntarios para socorrer a los heridos de guerra sin distinción del bando en que estuvieran.

Florence nunca se casó, y postrada en cama durante largos años por una enfermedad que contrajera durante la Guerra de Crimea, murió a los 90 años. Está enterrada en la Iglesia de Santa Margarita, en Hampshire, Inglaterra. Desde entonces en gran parte del mundo los profesionales de la enfermería realizan un juramento en su nombre al graduarse.

La Enfermería del siglo XXI

La enfermería ha avanzado con los predicamentos de Nightingale. Para la OMS la profesión “abarca la atención autónoma y en colaboración dispensada a personas de todas las edades, familias, grupos y comunidades, enfermos o no, en toda circunstancia. Comprende la promoción de la salud, la prevención de enfermedades y la atención dispensada a enfermos, discapacitados y personas en situación terminal”. Año tras año se imponen nuevos retos en cuanto a cantidad de personas por atender, como también en la capacitación en numerosas especialidades de cuidados médicos y quirúrgicos.

Uno de los principales retos de la OMS es poder solventar el déficit mundial de más de 7.000.000 de profesionales de la enfermería en el mundo, lo cual representa un 42%. La cifra del número de enfermeras/os por habitante debería estar entre 1:250 a 1:400 habitantes.

En Venezuela, el déficit histórico ha sido del 60%, pero según el Informe sobre la situación del Derecho a la Salud de la población venezolana en el marco de una Emergencia Humanitaria Compleja. Sept 2018, con la pérdida de personal entre los años 2017 y 2018, el déficit podría alcanzar el 90%. Según el mismo informe los gremios de enfermería “han señalado que 3.000 enfermeras/os han renunciado o abandonado sus cargos por las extremas deficiencias del sistema sanitario y altos riesgos para su propia salud. En un hospital público, una sola enfermera/o puede atender a diario un promedio de 80 personas”.

El gremio de enfermería, a pesar de las muy severas limitaciones a que está sometido, no solo lo vemos cumpliendo su misión con virtud; también reclamando con toda nobleza y en primera línea los derechos de los enfermos y de toda la población, aunque su bajo salario les imponga las peores condiciones de vida.


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