Perspectivas

Extravagancias de Dioniso

27/05/2023

«Baco», por Caravaggio (1598).

Pocos dioses del panteón griego tienen un mito más complejo y sugerente. Cuenta que Dioniso era hijo de Zeus y de una mortal, Semele, hija a su vez de Harmonía y Cadmo, el legendario fundador de Tebas. Semele era, pues, mortal, como también otras tantas amantes que tuvo Zeus. No por ello Hera, la esposa del padre de los dioses, la persiguió con menos saña que si se tratara de una diosa. Se cuenta que, enterada de que Semele tendría un hijo de Zeus, Hera se le presentó tomando la forma de una dulce anciana. Le dijo que Zeus no la amaba en realidad, porque si realmente la amara se le mostrara tal como es, en todo su esplendor. Dejándose llevar por las palabras de la anciana, Semele pidió a Zeus que la complaciera en un único deseo. Zeus accedió y la mujer le pidió que se le mostrara en todo su poder. Zeus la complació y Semele cayó fulminada ante la sola visión del dios. Entonces Zeus se apresuró a extraerle al niño del vientre y se lo cosió en un muslo, y al llegar el momento de su nacimiento lo sacó, vivo y perfectamente formado. Por eso Dioniso es “el dios nacido dos veces”.

Mucho se ha escrito sobre la celopatía de Hera, que no se contentaba con perseguir a las amantes de su marido sino también a sus hijos. Heracles fue una de sus principales víctimas, pero el pobre Dioniso no se quedó atrás. Zeus encargó a Hermes el cuidado del pequeño, y éste a su vez lo confió a Atamante, rey de Orcómeno, y a su esposa Ino. Zeus les pidió que vistieran al pequeño con ropas de niña a fin de despistar a Hera. Sin embargo no valió la estratagema y Hera los descubrió, enloqueciendo a Atamante y a Ino. Otra historia ligada al orfismo (Alberto Bernabé, Orfeo y la tradición órfica, Madrid, 2009) cuenta que Hera pidió a los Titanes que se deshicieran del pequeño. Estos atrajeron a Dioniso con unos juguetes, lo raptaron y se lo comieron. Enterado Zeus, mató a los Titanes y, abriéndoles el abdomen, recompuso las partes del niño. Entonces Zeus decidió llevárselo lejos de Grecia, a un país que los mitógrafos dan el nombre de Nisa, y que unos sitúan en Asia, otros en Etiopía (Herodoto, II 146) o más generalmente en África, “lejos de Fenicia, cerca de las corrientes de Egipto”, dice el Himno homérico. Allí lo confió a unas ninfas para que lo criasen. A fin de despistar a Hera, lo convirtió en cabrito, de donde el epíteto cariñoso que le dan algunos. Ciertos mitólogos y etimólogos relacionan a este lugar fantástico, Nisa, con el nombre de Dioniso, “el dios venido de Nisa”.

Ya Dioniso era adulto cuando descubrió las propiedades de la vid. Entonces Hera lo enloqueció, y así anduvo largo tiempo errante por Egipto y el Asia Menor, llegando hasta la India. De ahí que a menudo sea representado guiando un carro tirado por panteras y tigres. En Tracia fue purificado y curado de su locura por la diosa Cibeles, quien lo instruyó en los ritos de su propio culto. Entonces Dioniso se dedicó a propagarlo por toda Grecia, buscando ante todo ser reconocido como un dios. En Tracia fue mal acogido por el rey Licurgo, quien lo hizo prisionero. Entonces Dioniso enloqueció al rey, haciendo que se cortara sus propias piernas y las de su hijo, convencido de que estaba que cortando las vides. Licurgo terminó siendo descuartizado por sus propios súbditos. En Tebas, la tierra de sus ancestros, introdujo las fiestas Bacanales. El rey Penteo, sucesor de Cadmo, intentó impedir la introducción de un rito tan peligroso y subversivo, en el que las mujeres salían de noche por los campos presa de delirio místico y profiriendo gritos rituales. Ello quebrantaba peligrosamente el estrecho papel que la sociedad griega les asignaba. En Bacantes, Eurípides cuenta cómo Dioniso, en venganza, enloquece a Ágave, la madre de Penteo, quien en pleno delirio decapita y desgarra a su hijo con sus propias manos, creyendo que se trata de un león.

Algunos mitógrafos han pensado que el mito de Dioniso no es de origen griego y que el dios se incorporó al panteón helénico tardíamente. Es la teoría de Erwin Rodhe (Psique. La idea del alma y la inmortalidad entre los griegos, Freiburg, 1894), basado en argumentos lingüísticos. Para Rodhe, los griegos eran ajenos a la idea de la inmortalidad del alma, que fue llevada a Grecia procedente de Tracia como parte del culto dionisíaco. De hecho, Dioniso es llamado frecuentemente “extranjero” en fuentes literarias. Sin embargo, tablillas micénicas anteriores al 1200 a.C. atestiguan su culto ya en fechas tan tempranas. En el Ática este culto estuvo asociado a ciertos ritos de fecundidad, sin duda evocando el episodio en que fue convertido en un cabrito. Como cuenta Aristóteles en la Poética (1449 b), procesiones de agricultores cubiertos con pieles de machos cabríos (tragos) recorrían los campos al llegar la primavera. Los cantos (ôdé) que entonaban dieron origen a las tragedias (tragoôdía). De hecho, el gran festival teatral de Atenas estaba dedicado al dios: las Grandes Dionisíacas. 

En Roma, el culto a Dioniso fue introducido hacia el siglo III o II a.C., procedente de la Magna Grecia o de Etruria. Allí se asoció con el culto a Baco, su equivalente romano. En un principio, las bacanales eran fiestas nocturnas y secretas en las que solo participaban mujeres. La noche del 16 al 17 de marzo las bacantes se reunían en la arboleda de Similia, cerca del monte Aventino. Pronto creció la popularidad de estas fiestas, en las que comenzaron a participar también los hombres, aumentando su frecuencia incluso hasta cinco veces al mes. Su popularidad aumentó de tal modo que las bacanales se convirtieron en un problema de orden público, y en el año 186 a.C. debieron ser prohibidas con la promulgación del llamado Senatus consultum de Bacchanalibus. Sin embargo se sabe que siguieron celebrándose clandestinamente.

«El triunfo de Baco» o «Los Borrachos» es una de las obras mitológicas más conocidas de Diego Velázquez.

En El origen de la tragedia, Nietzsche intenta reducir el significado del mito dionisíaco a una dicotomía pobre y simple. En realidad, la historia y la figura de Dioniso son mucho más ricas y complejas. Hijo de un dios y una mortal, participa de una doble naturaleza. Engendrado y nacido del muslo de Zeus, es decir, nacido dos veces, su padre es también su madre a la vez. Dios travesti, también fue convertido en animal, tal vez por eso Dimorfo es uno de sus epítetos. También encarna antes de Cristo la imagen del dios que, siendo también humano, muere y resucita. De ahí que se le tenga como figura central de una de las pocas religiones mistéricas en la antigua Grecia. En la historia de Dioniso todo es dualidad, ambivalencia y extrañamiento. Quizás esta sea la esencia de los dos retratos que de él pintaron Caravaggio y Velázquez. Asociado a la imagen del macho cabrío, preside los ritos agrícolas de la fecundidad y la renovación de las fuerzas de la naturaleza. Faleno (de falo), le decían. También le llamaban Eleuterio, “liberador”, y Lieo, “que desata”. Como inventor del vino y protector del teatro, preside dos de los momentos en que nos liberamos y, enajenados, somos otros, generalmente más felices.


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