Es como una patada al pecho

Fotografía de Liselotte Sabroe | Ritzau Scanpix | AFP

26/06/2021

No soy de los que llega a saber tantos detalles sobre fútbol, como que el número 10 de Dinamarca juega con el Inter de Milán, pero sí soy lo suficientemente aficionado como para tener el televisor prendido todo el día durante la Eurocopa y la Copa América. Por eso lo vi en vivo. Fue en la segunda jornada de la Eurocopa, uno de esos juegos de trámite que tanto abundan en el calendario de un gran torneo: Dinamarca contra Finlandia en Copenhague. Quedaban pocos minutos para que se terminara el primer tiempo y el juego estaba 0-0. Fue en un ataque de Dinamarca por el lado izquierdo de la cancha cuando,  sin razón alguna, el centrocampista se desplomó detrás del balón. He visto que ocurre en el béisbol, el básquetbol y también el fútbol, debe de ser una norma que se aprende en las escuelas de telecomunicación; basta que un espontáneo salte al campo de juego para que el director corte la transmisión en vivo. Algunas veces, en medio de la confusión de los camarógrafos, se llega a ver al personal de seguridad del estadio corriendo detrás de un fanático con una bandera o pancarta o, algunas veces también, detrás de alguien desnudo. Pero este no fue el caso del 12 de junio. Pareciera que no hay un protocolo que diga qué hacer en caso de que un jugador sufra un paro cardíaco en pleno juego. Después que Christian Eriksen cayó, y quedó tendido en la grama, las cámaras seguían sobre él. Los compañeros de selección tardaron pocos segundos en darse cuenta que la situación era grave. Mientras unos lo trataban de asistir, otros llamaban desesperadamente al personal médico. Todo fue muy rápido. Los comentaristas, igual que yo frente al televisor, no sabían lo que estaba pasando y se limitaban a hacer conjeturas. A medida que pasaban los minutos la situación se hacía más crítica. Los compañeros de equipo decidieron hacer un escudo humano para evitar que se siguiera viendo lo que ocurría. El árbitro principal iba y venía sin tener ningún VAR al que consultar y le indicara qué decisión tomar. La esposa de Christian Eriksen se acercó al borde de la cancha y el capitán del equipo de Dinamarca se encargó de consolarla con un abrazo que tenía más pinta de condolencia y resignación que señal de ánimo. Transcurrieron unos minutos más y los jugadores de ambos equipos, junto a los paramédicos, improvisaron una cortina con unas banderas de Finlandia que fueron lanzadas por el público. Bajo la incertidumbre, sobre una camilla, sacaron del campo de juego a Christian Eriksen. Nadie sabía si estaba vivo o muerto.

A Reinaldo lo conocí en 1989, un domingo montando bicicleta en la Cota Mil.  Acababa de llegar de Groningen, un pueblo al norte de Holanda, donde pasó un año  y medio como parte de un intercambio estudiantil. Mientras cursaba el equivalente a quinto año entrenaba y competía en algunos triatlones. Yo recién estaba comenzando a montar bicicleta, con la intención de hacer algún día un triatlón. Unos decían que gracias a la genética yo le agregaría la disciplina a la hora de entrenar y las enormes ganas por ser el primero. Pero lo cierto es que Reinaldo siempre ganaba los triatlones que se hacían en Venezuela. Por alguna razón, que todavía no entiendo, nos hicimos amigos. Comenzamos a entrenar  a la misma hora y en los mismos lugares, pero no juntos. Yo no soportaba ni en la piscina, ni sobre la bicicleta, y mucho menos corriendo, tantos kilómetros ni tanta intensidad. Más de una vez viajamos a triatlones afuera de Venezuela y siempre se repetía el mismo patrón: Reinaldo, cuando no ganaba, llegaba entre los primeros y yo, apenas cruzaba la meta muchos minutos después, siempre terminaba en la carpa de primeros auxilios con una bolsa de solución salina conectada a uno de mis brazos a través de una vía. Tanto viajamos juntos que en 1992 fuimos a parar a Hawái. Reinaldo aterrizó en el aeropuerto de la isla de Kona convencido de que podía terminar entre los tres primeros juveniles del Ironman, yo lo único que quería era terminarlo. Con 19 años Reinaldo completó el triatlón en 9 horas con 18 minutos. Le dio suficiente tiempo para subir a la habitación del hotel, pedir una hamburguesa, dormir un poco y bajar a verme cruzar la meta. Ese día, también, miembros del personal médico me cargaron deshidratado, lleno de calambres y me llevaron a la carpa de primeros auxilios. Reinaldo tenía un 8 cilindros en V y yo un motor diésel que se recalentaba. En 1994 fuimos hasta Penticton, un pueblo al sur de la Columbia Británica, no muy lejos de Vancouver, para el Ironman de Canadá.  Reinaldo a competir, yo a cargarle la bicicleta y a tomarle fotos en la ruta. Así vivimos varios años: viajábamos, competíamos y de paso conocíamos.

Andrés Kerese atendido luego de completar un triatlón

Su primer episodio fue en el año 2010, en un triatlón en Miami. Se sintió bien nadando, le costó mucho el tramo en bicicleta, pero terminó desmayándose mientras corría. Como todavía no sabía la razón de los desmayos, después de que se recuperó comenzó a correr otra vez y pudo terminar el triatlón de segundo. Unos meses después se volvió a desmayar montando bicicleta, con la suerte de que estaba pasando por la puerta de un hospital y se despertó entrando a emergencias. Pasaron tres años de mareos, desmayos y visitas al cardiólogo, tratando de conseguir la razón que le causaba las arritmias. Una tarde, unos amigos tuvieron que rescatarlo saliendo de la playa. Se había desmayado muy cerca de la orilla. No llamaron al 911, lo montaron en el carro y se fueron directo al hospital. Esta vez, después de hacerle un estudio de la transmisión eléctrica del corazón, el doctor decidió hacerle una ablación cardíaca. Que no es otra cosa que localizar la zona del músculo cardíaco que tiene actividad eléctrica anormal y, con un catéter, quemarla. Así eliminan la arritmia. Pero el corazón de Reinaldo volvió a armar su corto circuito por otro lado. Tuvieron que repetirle la ablación y, de paso, implantarle un desfibrilador, igual al que acaban de anunciar que van a ponerle a Christian Eriksen en el hospital de Copenhague.  Desde que Reinaldo carga el desfibrilador “Biotronik de Titanio” dice que se le ha activado unas cinco veces. “Un par se ha disparado yo dormido y las otras veces sí me ha dado estando despierto. Ya reconozco cuando viene. Es como un mareo, todo se me pone negro y me voy al piso. Es como una patada al pecho. El aparato primero se carga como por 30 segundos y trata de mandar impulsos y, si a los 30 segundos el corazón sigue sin contraerse bien, manda el corrientazo. Después, en la clínica, te conectan a un aparato vía bluetooth, bajan la información y te hacen los ajustes… Los doctores nunca terminan de decirte si puedes o no puedes volver a entrenar fuerte… Me mandaron también unas pastillas que no me caían bien. Las dejé de tomar hace dos años y desde entonces me siento mucho mejor”.

Reinaldo García

El 12 de junio, en el estadio de Dinamarca, transcurrieron unos quince minutos entre el paro cardíaco de Christian Eriksen, el masaje cardíaco frente a las cámaras de televisión, los choques eléctricos con un desfibrilador portátil detrás de la pared humana hecha por sus compañeros de selección, y su posterior traslado fuera del estadio. Según el médico alemán que lo atendió, las primeras palabras que dijo Christian Eriksen al abrir los ojos fueron: “Aquí estoy… mierda, solo tengo 29 años” . 

El juego entre Dinamarca y Finlandia se reanudó ese mismo día, dos horas después. Dinamarca perdió por un gol. Christian Eriksen sigue en el Hospital del Reino de Dinamarca esperando que le implanten el desfibrilador. No se sabe todavía si va a volver a jugar en el Inter. Reinaldo, aunque está convencido de que puede seguir ganando triatlones, ya no compite. Todavía sale en bicicleta y corre unos kilómetros cerca de su casa. Ahora se dedica más a deportes acuáticos, que requieren más habilidad que corazón. Por alguna razón, que cualquier médico cardiólogo podrá explicar, los atletas de fondo, los que durante muchos años, durante muchas horas al día, exigen al máximo al corazón, son más propensos a sufrir de fibrilación auricular. Le pasó a Christian Eriksen y a Reinaldo García. Por eso, he decidido ir más lento y asegurarme en terminar. Ganar no fue nunca una de mis opciones. Los primeros son muy pocos y están dispuestos a grandes sacrificios.

Reinaldo García


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