Perspectivas

El triunfo de Epimeteo o la amenaza a la universidad

Fotografía de Federico PARRA | AFP

17/11/2021

“El progreso tecnológico se permite sólo cuando sus productos pueden aplicarse de algún modo a disminuir la libertad humana”. George Orwell

Cuenta la mitología griega que el titán Prometeo tenía un hermano de nombre Epimeteo. Las etimologías de sus nombres nos dan pistas sobre sus distintos caracteres. El nombre de Prometeo significa el que piensa primero, mientras que Epimeteo es quien piensa después.

Al comienzo, ambos hermanos eran benefactores de la humanidad, ​ pues le brindaron la tecnología a los mortales para que salieran del estado salvaje y accedieran a la civilización. Mientras Prometeo se caracterizaba por ser previsor e ingenioso, Epimeteo se representa como precipitado e irresponsable. Según Hesíodo, Epimeteo fue quien aceptó irreflexivamente como esposa a Pandora, una hermosa mujer creada por Hefesto por órdenes de Zeus como castigo a los mortales por haber aceptado el regalo de los titanes. Esa es la razón por la cual Pandora trajo la ruina para la humanidad, pues venía acompañada por una caja que, al ser abierta por curiosidad, liberó los males que aquejan a nuestra especie. Aunque, en un acto de misericordia, el propio padre de los dioses colocó, en lo profundo de la caja, un pajarito que simboliza la esperanza.

El cultivo de la filosofía está asociado a la idea de pensar antes. En otras palabras, la filosofía educa a la mente a actuar de forma prudente, de acuerdo a las leyes del pensamiento.

Tal forma de educación está conectada con la política. Una saludable democracia escucha a los pensadores de su sociedad. En cambio, los abiertos enemigos de la democracia, o sus malos amigos, evitan escuchar lo que los pensadores tienen que aportar.

Uno de los rasgos de la cultura de la posdemocracia, o democracia en decadencia, es su hostilidad contra la filosofía. Fernando Savater ha denunciado cómo el gobierno español ha conspirado para eliminar de hecho la asignatura de filosofía de los estudios secundarios obligatorios. Ante tal hecho, el filósofo ha asumido la defensa de esa asignatura:

«No solamente por motivos gremiales, sino racionales. La Filosofía y la democracia nacen en el mismo lugar y en el mismo tiempo, y hay una vinculación entre ellas. La Filosofía es la autonomía de la persona, y la democracia la autonomía del grupo».

Acá, en Venezuela, hemos visto a Nicolás Maduro, irrumpir en el recinto de la Universidad Central de Venezuela. La imagen da lugar a muchas interpretaciones, muy pocas positivas, en especial en relación con la autonomía universitaria y la libertad de pensamiento.

En ambos casos, el propósito es minimizar la filosofía o degradarla a ideología. Para eso, hay que convertir la universidad en una escuela profesional, que satisfaga al mercado laboral. De esa manera, el pensamiento no cuestionará la tecnocracia que promueven las ideologías totalitarias.

Es difícil comprender la dimensión de estas estrategias si no se tiene en cuenta cuál es la función de las humanidades en general y de la filosofía en particular. La filosofía tiene fama, entre escolares, de ser una materia abstracta y aparentemente inútil. Tal vez esto se deba a la falta de divulgación de lo más importante de esta: su capacidad de aspirar a una síntesis del conocimiento de una época con el sentido de la vida. Planteado de esta manera, es la culminación de la formación del humano libre.

Entre la tecnocracia y la sabiduría

La democracia está entre dos opciones: una es seguir el camino de la tecnocracia mientras que la otra es el camino de la sabiduría, o más bien, de la búsqueda de la sabiduría. Es importante contar con buenos técnicos para realizar las tareas especializadas, pero no se le puede confiar a estos profesionales lo que es propio de una conciencia de orden superior.

Parece que eso es lo que quería decir Platón en los diálogos socráticos. En dichas obras tempranas, se demuestra que la técnica es superior a la ignorancia, pero, a la vez, la sabiduría es superior a la técnica. Las técnicas son neutralmente valorativas, en consecuencia, no nos dicen nada cuando algo está bien o mal desde el punto de vista moral. Las técnicas no son fines en sí mismas, son instrumentales. Por tanto, no está en su competencia la evaluación moral. Tan solo la sabiduría nos capacita para decidir sobre lo que es un valor en sí mismo.

Es bueno aclarar que las técnicas no son el problema. Ellas nos han proporcionado posibilidades asombrosas. El problema es la ideología que se constituye en su nombre. Es legitimar una forma de dominación en nombre de la eficacia tecnológica. Al final, no es control del hombre sobre la naturaleza, sino la dominación de los otros hombres a través de la tecnología.

Las democracias entran en decadencia cuando la tecnocracia predomina en la cultura política. Si bien el político debe dominar las técnicas de acceder al poder y mantenerse en él, esta habilidad debe estar sometida al bien común y la ética. De no ser así, la tentación es complacer a los intereses particulares.

Por otro lado, tal como indica Isaiah Berlin, el bien común no debe ser entendido de forma unívoca por un demócrata consecuente. Esta forma unívoca de entender al bien es propia del tecnócrata, quien supone que el problema del bien está resuelto y, por tanto, basta aplicar la racionalidad instrumental. El buen demócrata, por el contrario, parte del principio de que la concepción del bien es multívoca, por eso debe llegar a acuerdos para actuar.

En defensa de la filosofía

Los enemigos de la filosofía la acusan de ser un conocimiento inútil que hace perder tiempo respecto a la solución de los problemas urgentes. Lo que sucede es que la urgencia nos oculta lo que es realmente importante. La filosofía tiene la molesta función de recordar cuáles son las cosas importantes para la vida. Por eso, pensar es un negocio arriesgado, tal como demuestra la muerte de Sócrates.

Para defender la filosofía, utilizaremos tres argumentos. Al primero lo llamaremos de apelación a la elevación. Según Alfred North Whitehead, la educación consiste en enseñar a apreciar los valores superiores por sí mismos, tales como el bien, la verdad y la belleza. Esto supone que la vida activa no es la forma superior de la vida humana, aunque sea su forma más característica. La forma superior es la contemplación que nos permite acceder a temas trascendentes.

Esto está ilustrado en la anécdota sobre Tales de Mileto que Platón nos relata en su dialogo el Teeteto.  Tales, astrónomo y padre de la filosofía, caminaba tranquilamente observando la grandeza de los cielos cuando cayó a un pozo. De semejante escena fue testigo una esclava tracia, quien se burló del sabio distraído. Desde el fondo del agujero, Tales respondió que es preferible dar un mal paso que dejar de contemplar las estrellas.

El segundo argumento lo llamaremos de apelación a lo económico. Es cierto que, desde el punto de vista metodológico, la actitud teórica no busca intervenir en el objeto. Por ejemplo, el entomólogo no está preocupado de obtener la miel del panal de las abejas sino de observar su comportamiento solo por curiosidad científica. Esto no es obstáculo para que los resultados de su investigación puedan ser utilizados para obtener más beneficios de los que obtienen los apicultores convencionales.

En otras palabras, los productos de la contemplación pueden proporcionar ventajas estratégicas. Esto lo podemos ilustrar también con otra anécdota de Tales.

Cuenta Aristóteles en su Política, que Tales, para dar una lección a quienes se burlaban de su pobreza, debida a la supuesta inutilidad de su amor por el conocimiento, decidió demostrar que podía producir mucho más dinero que todos ellos juntos si se lo proponía.

Gracias a sus conocimientos astronómicos, Tales previó que habría una buena cosecha de aceitunas cuando todavía era invierno. De esta forma arrendó todos los molinos de aceite con una baja inversión. Cuando llegó el momento oportuno, aumentó con urgencia la demanda de estos implementos. Esto lo aprovechó Tales para realquilar los molinos con altos costos, logrando así reunir mucho dinero.

El tercero lo llamaremos de apelación a la justicia. Ya no haremos referencia a Tales, sino a la Orestiada de Esquilo. En el juicio a Orestes, por el asesinato de su madre, tiene lugar la transformación de las erinias vengadoras en euménides vigilantes de las leyes. El significado de esto es que los tribunales tienen como función equilibrar a la sociedad, no mediante el castigo o la venganza, sino mediante la justicia.

Se puede decir que una actitud filosófica es la base de la justicia. Esto queda bien ilustrado en la película 12 hombres en pugna (12 angry men, Sidney Lumet, 1957). El argumento de dicha película es que la mayoría de un jurado está dispuesto a condenar a un acusado por los prejuicios, pero no por las evidencias. No obstante, un miembro del jurado, interpretado por Henry Fonda, insiste en que la función de este órgano legal no es castigar a partir de ideas preconcebidas, sino ajustarse a opinar sobre la calidad de las pruebas. Ese incómodo personaje muestra la actitud contemplativa, pues recuerda la importancia de inhibir a la proyección de estereotipos, así como a actuar de acuerdo a los principios éticos.

En lo profundo de la caja 

Como hemos visto, la filosofía nos invita a pensar antes, mientras que la tecnocracia a secas se deja arrastrar por el pensar después.

La decadencia se debe a que la tentación tecnócrata produce ese fenómeno que C.S. Lewis describió, en ese extraordinario libro, La abolición del hombre, como productora de “hombres sin pecho”. Explica Lewis que la mala educación tiene como premisas tanto el subjetivismo como el relativismo axiológico. El resultado son personas con la voluntad sin educar. En sus mentes, el logos, la razón valorativa, ha sido substituido por la ratio, la razón instrumental. El resultado es que la ratio solo obedece a sus propios apetitos.

Personas educadas así son fáciles víctimas de ideologías y fanatismos totalitarios. Podemos resumir el proceso de esta manera: el cientificismo es la causa de la tecnocracia. A su vez, la tecnocracia es la causa de la posdemocracia: el camino que va de Epimeteo a Pandora.

En Venezuela, hace tiempo hemos abierto la caja de Pandora. No solo estamos en el abismo, sino en el fondo del mismo. El próximo paso es la destrucción espiritual de las universidades, pues la destrucción física de dichos centros educativos se encuentra en una etapa avanzada. Tan solo nos queda la esperanza de libertad, la avecilla que Zeus colocó en lo profundo de la caja.


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