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El pernil prometido

Fotografía de Greg Baker / AFP

02/01/2019

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La noche del 19 de diciembre llegó el primer mensaje de la jefa del consejo comunal del edificio. En un breve texto, confirmaba que este año sí entregarían pernil a precios regulados. Solo había un problema, advertía la jefe comunitaria: no habían asignado suficiente cerdo para todos los residentes de Caricuao, la segunda parroquia más populosa de Caracas. Habría que compartirlo.

El año pasado los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) prometieron entregar el cerdo para la cena navideña a los residentes de la UD3, una de las catorce urbanizaciones que conforman Caricuao. Quienes pagaron esa vez se quedaron esperando. Despidieron 2017 sin el pernil prometido.

Este año sí cumplirían, aunque fuese a medias. La jefa del consejo comunal del edificio -una de las veinte torres de la UD3- explicó que los CLAP habían asignado 80 perniles para las 300 familias que viven en los 180 apartamentos del edificio. La solución era dividir cada pernil entre dos apartamentos. La cuenta no daba, pero no explicó qué pasaría con los veinte vecinos que quedarían sin cerdo. Envió los datos de su cuenta y pidió que depositaran los 589 bolívares que costaba el pernil. Como el cerdo sería compartido, cada apartamento tendría que pagar la mitad. Advirtió que estaba prohibido rifar la comida entre los vecinos y pidió a todos “activar la buena vibra” para que este año sí pudieran comer pernil. Apenas llegara el camión, enviarían un mensaje para hacer la entrega.

Los CLAP son organizaciones comunales creadas en marzo de 2016 por el gobierno venezolano como parte de la Gran Misión Abastecimiento Seguro. Su objetivo era producir y abastecer a cada comunidad del país. Aunque son instancias diferentes a los consejos comunales, en muchas zonas se fusionaron.

Tres años después de su creación, los CLAP se encargan de repartir alimentos importados según la asignación del gobierno central. Cada quince días deberían distribuir una caja de comida a precios regulados por familia. Hay lugares del país que nunca han recibido cajas de alimentos y en otros la distribución no es continua. A veces llega y a veces no. Hay zonas que reciben más alimentos que otras y no hay uniformidad en los productos que incluyen. También ha habido denuncias sobre su baja calidad. Además, cada CLAP impone sus propias normas y exigencias para entregar los alimentos. En algunos casos exigen tener Carnet de la Patria -el mismo instrumento que usa el gobierno para contar a sus votantes-. Pero la gente los compra porque los precios son muy bajos en comparación con los mercados. En diciembre, la caja del CLAP costaba 100 bolívares. Un kilo de tomates cuesta 1.000 en supermercados.

La creación de estos comités ha sido criticada por especialistas en el área. La población ha reducido su consumo de alimentos en los últimos cinco años. Con más de un año de hiperinflación, una parte de la población depende de estos alimentos subsidiados para alimentarse. Susana Raffalli, especialista en seguridad alimentaria, considera que los CLAP son un instrumento de dominación política, no un complemento nutricional o un programa social para los más pobres. “El CLAP no es un complemento como lo fue el vaso de leche escolar o un cestaticket, sino el único alimento y lo vende el Estado, quitándole el 60% de la producción a la industria que abastece mercados, abastos y bodegas. La gente de menores ingresos depende de que la caja le llegue”, declaró en una entrevista.

Los CLAP también tienen funciones de “vigilancia y organización” para el orden público, en apoyo a la Fuerza Armada. En el gobierno reconocen su carácter político. En junio el año 2016, cuando era gobernadora de Cojedes, Érika Farías afirmó que son un mecanismo para “profundizar la revolución”. “En los CLAP no puede haber escuálidos”, afirmó. Farías es ahora la alcaldesa de Caracas.

Desde que el gobierno prometió en 2016 que los CLAP entregarían perniles a precios bajos, el mes de diciembre se convirtió en temporada de protestas. Cada año, en diferentes estados del país se repitieron los reclamos por el cerdo que no llegaba a todas las comunidades. Este año la distribución debió empezar el primero de diciembre, pero a medida que se acercaba la Navidad, se multiplicaron las protestas en Caracas. El día antes de que enviaran el primer mensaje sobre los perniles a los residentes de Caricuao, la Guardia Nacional había interrumpido una protesta en El Limón, en la autopista Caracas-La Guaira. Este mes protestaron en Las Adjuntas, Campo Rico, Catia, 23 de Enero, El Paraíso, la autopista Petare-Guarenas. Hasta las puertas del Palacio de Miraflores llegaron los reclamos. También hubo en otros estados, como Carabobo, Lara, Monagas y Nueva Esparta.

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El segundo mensaje de la jefa de la UD3 llegó al día siguiente, el 20 de diciembre. Varios vecinos habían preguntado por el pernil. “Por ahora la prioridad son los juguetes para los niños”, dejó claro. Quedaba menos de una semana para la Nochebuena y los CLAP también entregarían juguetes a precios bajos para las familias con hijos. Los distribuirían por edades: juguetes para niños de 0 a 5 años, de 6 a 10 años, hasta los adolescentes. En algunas zonas, como la Cota 905, los regalos fueron instrumentos musicales, muñecas y carritos. La tradición del Niño Jesús era lo más importante por el momento. Se encargarían del pernil después.

El 24 de diciembre amaneció sin noticias. No hubo reunión ni un mensaje que confirmara lo que ya sospechaban los vecinos. Tampoco hubo peleas públicas, protestas ni reclamos. Quienes querían pernil regulado sabían que el plato navideño quedaría incompleto esa noche. Esperaban los juguetes, la prioridad navideña.

El tercer mensaje llegó esa tarde, horas antes de la entrega tradicional de los regalos de Navidad. No había juguetes suficientes para los niños. Para que los más grandes no se sintieran mal, enviarían un mensaje a cada apartamento para buscar los regalos que llegaron. Por separado, cada familia con hijos menores a 5 años fue llamada y recibió un juguete. Los niños más grandes no recibieron regalos de los CLAP. Tampoco dieron explicaciones sobre el pernil. Tocaba esperar el 31 de diciembre.

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Después de una semana sin explicaciones, llegó un nuevo mensaje. La mañana del sábado 29 de diciembre, la jefa del consejo comunal confirmó que habría pernil para fin de año. No solo entregarían pernil, también combos hallaqueros. Después de medianoche empezarían a distribuirlos. Pidió calma a los vecinos.

Pero llegó la noche y otro cambio de seña: “la entrega se realizará en la mañana”, escribió la jefa comunal sin dar mayores explicaciones.

Amaneció el 30 de diciembre y los vecinos ya estaban ansiosos. Cada cierto tiempo, la jefa enviaba mensajes. “Viene bajando el camión”, “ya viene por el bloque”, “venimos nosotros después”. Todos estaban preparados. Había que ayudar a descargar los combos, los perniles, organizarse en colas para que todos recibieran su asignación.

Eran las 9:00 de la mañana cuando llegó otro mensaje: “La entrega del pernil fue suspendida porque anoche uno de los señores que cortaba el pernil se voló unos dedos. Suspendida la actividad por hoy”. Tocaría esperar.

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Empezaba la madrugada del 31 de diciembre cuando llegó otro mensaje. Era la jefa del consejo comunal del edificio. En un breve texto, confirmó que habían recibido el pernil en la zona. Solo había un problema -una “eventualidad”, la llamó- no habían asignado suficiente para todos. Solo les entregaron 44 piezas de pernil, mezcladas con paleta de cerdo. Si antes debían dividirlos en dos, ahora tendrían que picarlos entre tres. “Tenemos la opción de aceptar paleta de cerdo o que nos den un pollo por familia”, planteó la jefa comunal en otro mensaje.

En menos de una hora llegó el último texto: “Bajen”.

A la 1:00 de la madrugada del 31 de diciembre, en la planta baja de uno de los 20 edificios de la UD3 de Caricuao un grupo de personas se congregó alrededor del camión. Habían esperado un mes para ese momento. Cada uno recibió un paquete: la tercera parte de un pernil con paleta. No sabían cuánto pesaba, quién hizo los cortes ni cuánto le tocó a cada uno. Cuando los recibieron, ya todo estaba preparado.


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