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En abril se cumplieron 10 años de la muerte de Mark Fidrych, un jugador inolvidable. Era un muchacho alto y un tanto desgarbado, irreverente con unos largos rulos rubios; su apariencia le valió a los pocos días de aparecer el apodo que le acompañó toda la vida por su parecido a Big Bird de Plaza Sésamo.
Subió por primera vez al montículo el 20 de abril de 1976 en el noveno inning, contra los Atléticos de Oakland. El juego estaba empatado a cinco carreras, con Claudell Washington corriendo en tercera y Don Baylor al bate. Baylor le conectó un sencillo y los Tigres quedaron en el terreno.
Fue el 15 de mayo cuando lució los movimientos, gestos y rituales que impresionaron a los aficionados del béisbol y de los Tigres de Detroit, que atravesaban un época difícil, habiendo quedado en la campaña anterior con récord de 57 ganados y 102 derrotas.
Ese día, su compañero Joe Coleman perdió el turno en la rotación por una fuerte gripe y en su lugar llegó el joven de 22 años, nacido en Worcester, Massachussets.
Fue impresionante aquella salida frente a los Indios de Cleveland, laboró seis episodios sin hits, retiró en fila a los primeros 14 bateadores y perdió el no-hitter en el séptimo inning, cuando permitió par de hits consecutivos de Buddy Bell y otro de Rick Manning. Bell anotó gracias a un rolling al cuadro del dominicano Rico Carty, quien produjo la única rayita que permitió Fidrych.
Así que en su primera salida lanzó completo, aceptó dos hits, una carrera, ponchó a 5 y ganó. Fue un sábado en Detroit ante sólo 14.583 fanáticos que quedaron fascinados y deslumbrados, no sólo por la eficiencia del lanzador de aspecto tan peculiar, sino por todo lo que hizo y que se convirtió en parte de la «gracia» de verlo en acción.
Conversaba con las pelotas, les hablaba con dulzura, sonreía, les indicaba, apuntando con ellas por cuál zona del plato debían pasar, las acariciaba tiernamente y tiraba un strike.
Se bajaba del montículo y le daba vueltas, arreglaba la tierra, hablaba con él mismo antes de cada pitcheo y celebraba cada out con sus compañeros chocando manos. Si el jardinero derecho hacía una atrapada, pues él iba hasta allá a agradecerle. Si le daban un hit, entonces pedía que le cambiaran la pelota.
La rotación de abridores fue modificada para incluir a Mark Fidrych, quien tuvo su segunda salida frente a Luis Tiant y los Medias Rojas de Boston. Perdió sin respaldo 2-0, pero fue una buena aparición.
Luego de esa derrota hilvanó ocho ganados, incluyendo dos juegos seguidos de once entradas completas: uno el 31 de mayo ante los Cerveceros de Milwaukee y el otro el 5 de junio contra Texas y Bert Blyleven. El 6 de julio lanzó otro juego de 11 capítulos y ganó 1 a 0 a los Atléticos de Oakland.
Sin embargo, sólo en la prensa se hablaba de Fidrych. Unas pocas imágenes de su insólito estilo salían en la televisión. En realidad no muchos lo habían visto hasta que jugó contra los Yankees y les ganó…
El 28 de junio, Fidrych trabajó nueve innings contra los “Bombarderos del Bronx”, a quienes sometió permitiéndoles solo una carrera. Ganaron los Tigres 5 a 1, la única anotación gracias a cuadrangular de Elrod Hendricks.
El juego fue transmitido por la cadena ABC y desde ese día Mark Fidrych se convirtió en una celebridad nacional, era carismático y eficiente.
Todos querían ir a verlo. Se convirtió en una gran sensación. Tanto que recibió la oportunidad de abrir el Juego de las Estrellas siendo un novato.
Terminó la campaña con 19 ganados y 9 perdidos, líder en efectividad de la Liga Americana con 2,34 y líder en juegos completos con un increíble número de 24 partidos.
Al terminar la temporada recibió el premio Jackie Robinson al novato del año y llegó de segundo en la votación del premio Cy Young, que “perdió” nada menos que con el estelarísimo abridor de los Orioles de Baltimore, Jim Palmer, quién ganó 22 juegos con 2,51 de efectividad.
Apareció en portadas de revistas como Sports Illustrated y The Sporting News y fue el primer atleta de cualquier disciplina en salir en la portada de la revista Rolling Stone.
Aunque los Tigres del 76 terminaron quintos (penúltimos) en la división Este de la Liga Americana, con récord de 74 ganados y 87 perdidos, se hicieron inolvidables gracias Mark Fidrych “The Bird”.
Mi papá decía que no creía que estaba loco, «ni siquiera un poquito», pensaba que era muy sospechoso que luego de ese «show» tirara un strike u obligara a batear un rolling al cuadro. Decía que todo lo que hacía desconcentraba hasta al recoge bates del equipo contrario…
Yo también pienso que no era loco. Tenía 9 años y Big Bird era uno de mis personajes favoritos, aunque ya no estaba en edad de Sesame Street. Mi afición por los Muppets viene desde entonces.
Mark Fidrych se divertía con una pelota de béisbol, si eso no es normal, diga el amable lector qué cosa es normal.
Mari Montes
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