Mitología

El nacimiento de Dioniso

Júpiter y Sémele. 1640. Peter Paul Rubens

16/09/2022

La característica de Dioniso de ser el dos veces nacido está presente en la variedad de los mitos de su nacimiento.

Dioniso es víctima de una terrible muerte en el momento de su gestación. Cuando el dios es consumido por las llamas en el vientre de su madre, tal circunstancia es recibida por el joven dios como si fuese un mortal más: de un modo definitivo y absoluto. Es gracias a los esfuerzos de su padre que puede recuperar la vida. De esta forma se despierta en Dioniso su esencia divina y hace que la muerte sea para él una experiencia única entre los dioses. El que más se le acercaría sería Apolo, quien tuvo que conocer la experiencia del trabajo agotador cuando se vio forzado a construir las murallas de Troya, seguido por Afrodita, quien, tras una existencia despreocupada, conoció el dolor de perder el ser amado cuando Adonis murió atravesado por las flechas de Artemisa, sufrimientos que solo son derivaciones del último mal: la muerte. Es por ello que «ya en su concepción y nacimiento anuncia el carácter misterioso y paradójico de su naturaleza» (Walter Otto, Dioniso, Madrid, Ediciones Siruela, 2006, p. 46).

Otto nos da su versión del mito:

El padre no dejó que el hijo pereciera. Frescas ramas de hiedra lo protegieron del calor que abrasó a la madre. Y él mismo ocupó su puesto. Acogió al retoño, aún inmaduro, en su cuerpo, y cuando se cumplió el número de lunas, lo trajo al mundo (…) Y sin embargo, al propiciador de placeres le estaban destinados padecimientos y muerte; ¡los padecimientos y muerte de un dios! Y sobre su casa materna, sobre la que se cierne la magnificencia del cielo, no trajo únicamente bendiciones, sino sufrimiento, persecución y muerte. (Otto, Ob. cit., pp. 53-54)

Sémele muere y no puede dar la vida a Dioniso, pero le otorga, por medio de sí misma, la potencialidad de todas las experiencias humanas cifradas en dos sucesos. Tomemos en cuenta que en este relato la muerte de Dioniso no es clara debido a que es salvado del fuego por las ramas de la hiedra. Sin embargo, podemos decir que recibe la experiencia de la muerte a través de su madre con quien estaba conectado:

Sémele era una humana que concibió a su hijo en brazos del dios del cielo. Pero la mortal amante no pudo soportar la relampagueante majestad del dios. En la tormenta le trajo a ella la muerte, parió prematuramente a un niño que habría de convertirse en un gran dios. Y por ello, porque como humana había sido demasiado débil, tuvo que apiadarse el padre del hijo y completar la obra de la madre fallecida mediante un segundo nacimiento. (Otto, Ob. cit., p. 58)

Al ver el feto en llamas, según la versión de Otto, Zeus se apiada de él como si se hubiese podido reconocer en el hijo no nacido. De ser así, el primer acto de catarsis causado por Dioniso se habría producido con su muerte prematura y sobre su propio padre, el soberano del Olimpo. No es sino por una purificación de las emociones desatadas al ver al hijo muerto a sus pies que florecería la conmiseración en Zeus para coserse a su hijo al muslo y devolverle la vida.

El primer himno homérico a Dioniso hace mención a su segundo nacimiento.

Comienza transmitiendo los rumores sobre los distintos lugares del paisaje griego en los que Sémele ha podido alumbrar al dios. Sin embargo, los desmiente todos, explicando que es Zeus quien lo alumbró, oculto en una caverna: «Pero mienten todos, que a ti te dio a luz el padre de los hombres y de los dioses, lejos de los humanos, escondiéndose de Hera, la de los níveos brazos» (Homero, Himnos, Barcelona, Edicomunicación, 1999. p. 17).

Esta mención guarda similitud con el mito de Zeus que indica que el dios tuvo que ser escondido en una caverna durante su infancia para que Kronos no lo devorara. Así, el olímpico se encuentra a sí mismo en la fragilidad de su hijo y lo salva, de la misma forma que su madre Rea lo salvó a él.

Un antecedente del nacimiento de Dioniso lo podemos encontrar en el dios egipcio Osiris, quien fue descuartizado por su hermano Seth y sus piezas arrojadas a distintos rincones de Egipto. Sobre este episodio, Plutarco cuenta que Isis, esposa y hermana de Osiris, buscó los pedazos de su consorte navegando en un bote de papiro. En el proceso,

la única parte que Isis no encontró fue el miembro viril, pues fue arrojado enseguida al río y el lepidoto, el pargo y el oxirrinco lo devoraron (…) Sin embargo, Isis, en lugar del miembro viril, hizo una imitación de él y consagró el falo, en honor del cual todavía los egipcios celebran una fiesta. (Plutarco, Obras morales y de costumbres (Moralia), tomo IV: Isis y Osiris, Madrid, Editorial Gredos, 1995, pp. 93-94).

En otro punto, Plutarco se extiende:

Tifón arrojó al río el miembro viril de Osiris y de que Isis no lo encontró, sino que, habiendo hecho y modelado a su imagen una réplica, ordenó que se la honrara y llevara en procesión fálica, ciertamente apunta a eso, a enseñar que el poder fecundador y germinador del dios tuvo como su primera materia la humedad y gracias a la humedad se mezcló con lo que por naturaleza participa de la generación. (Plutarco, Ob. cit., p. 130)

De este relato resaltan dos características similares entre Dioniso y Osiris. La primera es sobre el carácter fálico. Podemos agregar lo que dice Plutarco más adelante cuando relaciona a Dioniso y a Osiris en la naturaleza húmeda, «que nutre y alimenta todo», y continúa:

También los griegos llaman a la emisión del esperma apousía y al coito synousía, y al hijo fhyós a partir de hydor («agua») y de hysai («llover»), y a Dioniso Hyes porque es señor de la naturaleza húmeda y no otro que Osiris; pues también Helánico parece haber oído el nombre de Osiris pronunciado Hysiris por los sacerdotes.

La segunda característica está en el descuartizamiento. El teólogo Clemente de Alejandría nos recuerda la acción de los titanes contra Dioniso cuando apenas era un infante:

Cuando aún era un niño y a su alrededor bailaban en tumulto los Curetes en una danza armada, se introdujeron los Titanes con engaño y, tras engañarle con juguetes infantiles, lo descuartizaron, a pesar de ser aún muy niño. (Clemente de Alejandría, Proptréptico, Madrid, Editorial Gredos, 2008, p. 64)

Seguido el descuartizamiento, Clemente narra la intervención de Atenea, quien rescata el corazón. En esta versión, Zeus hiere a los titanes con un rayo y rescata las demás partes de Dioniso para que fuesen enterradas por Apolo.

Plutarco comenta que este mito concuerda «con los desmembramientos que se cuentan de Osiris, con sus resurrecciones y sus reencarnaciones» (Plutarco, Ob. cit., 128). En el caso de Osiris, una vez que el dios despierta, Tifón ‒como principio de lo seco, lo árido‒ huye debilitado y cede su espacio a Osiris.

De esta forma vemos cómo estos aspectos del relato de Dioniso concuerdan con el de Osiris, quien ocupa un puesto principal en un panteón distinto ‒aunque no demasiado remoto‒ y mucho más antiguo. En relación con Dioniso, observamos cómo dicho descuartizamiento es una antesala a la resurrección, a la reafirmación de la vida en el dios.

Eurípides, en Las bacantes, pone en boca del coro palabras en las que se relatan las condiciones del nacimiento de Zeus y las combina con el culto a Dioniso:

¡Oh caverna de los Curetes y sacras salas de Creta en que nació Zeus! Allí en las cuevas las Coribantes de triple penacho inventaron para mí este redondel de terso cuero. Y en báquica exaltación lo mezclaron al melodioso aire de las flautas frigias y lo pusieron en manos de la madre Rea, redoble para los acompasados cánticos de las bacantes. Lo recogieron los sátiros delirantes de la diosa Madre, y lo enlazaron con los bailes bienales, en los que se regocija Dioniso. (Eurípides, Tragedias, Madrid, Editorial Gredos, 2000, v 120-135, p. 277)

Este segundo nacimiento llegaría a completar su gestación y a otorgarle la inmortalidad, pero no estaría libre de amenazas, pues Dioniso sería perseguido por la furia de Hera. Desde el día en que abre los ojos, Dioniso es presa de la furia de la diosa y debe pasar gran parte de su existencia divina sorteando obstáculos para huir de ella.

El doble nacimiento le otorga otras virtudes al dios. De su madre conserva una traza de humanidad dentro de su divinidad como una cicatriz. Esto se ve primero en la capacidad de aproximarse a los mortales de una manera particular. Dioniso entiende la naturaleza humana, sus pasiones y anhelos, sus carencias y debilidades, pero sobre todo el miedo, los límites y la determinación expresados en la muerte.

El nacimiento en el muslo de su padre lo diferenció de los demás hijos que aquel tuvo con otras mortales, pues le otorgó el regalo de la inmortalidad. Dioniso fue elevado a la categoría divina tras ser insuflado de nueva vida. De lo contrario, hubiese engrosado el panteón de los héroes acosados por los celos de Hera. Esto le permite revivir y contener dentro de sí la muerte como experiencia. De este modo, revive hasta el infinito su danza circular en la que expresa el éxtasis de una vida que irrumpe inesperadamente, para volverse a levantar, una vez más, sonriendo.


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