BeisbolSerie Mundial

El juego que empezó en la tarde y terminó de madrugada

27/10/2018

Fotografía de Kevin Sullivan (@sullikevphoto)

Los Medias Rojas de Boston y los Dodgers de los Ángeles no se veían las caras desde la Serie Mundial de 1916.

En aquel tiempo los Dodgers no se llamaban así, sino Brooklyn Robins, y después pasaron a llamarse Dodgers de Brooklyn, hasta que en 1958 se mudaron a Los Ángeles. Pero es la misma franquicia.

En esa serie de la cual solo hay registro en crónicas que reposan en las hemerotecas, box escores y en fotografías en blanco y negro, estuvieron en el terreno 9 hombres que más tarde ingresaron en el Salón de la Fama de Cooperstown: por los Robins, el mánager Wilbert Robinson, Rube Marquard, Zack Wheat y Casey Stengel; por los Medias Rojas, Harry Hooper, Herb Pennock y Babe Ruth; y Hank O’Day y Tommy Connolly en representación de la autoridad.

El trofeo de campeones se lo llevaron los Medias Rojas, que jugaron en Braves Field, porque tenía mayor capacidad que el casi recién construido Fenway. Precisamente en ese Parque de los Valientes, ocurrió el juego más inolvidable de los 5 que disputaron, tan histórico y extraordinario que debieron pasar ciento 2 años para derribar el récord del juego más extenso en episodios en Serie Mundial.

En el segundo encuentro, los de Boston usaron a un joven que había debutado en 1914, y quien apenas vio acción en 5 juegos. En la temporada siguiente actuó en 42 cotejos y dejó promedio al bate de .315 con efectividad de 2.44 y foja de 18-8.

En 1916, el jovencito fue mejor desde el montículo, ganó 26 y perdió una docena, fue líder en aperturas con 40 y en efectividad con 1.75. Por eso el mánager patirojo, Bill Carrigan, le dio la responsabilidad de abrir el segundo duelo de la Serie Mundial.

Aquel choque, ante 47.373 aficionados, se extendió 14 innings. Hasta la tarde noche del viernes y la madrugada del sábado en el Dodgers Stadium, era el récord de estas alturas de la postemporada.

Por 14 entradas los abridores de Brookly y Boston se mantuvieron en la lomita, y aunque el extra inning fue tan largo, el juego sólo duró 2 horas y 32 minutos.

En el inning 14, el emergente Del Gainer impulsó a Mike McNally quien había entrado como emergente por Hal Janvrin, que conectó doble y los Medias Rojas dejaron en el terreno a los Robins. El perdedor fue Sherry Smith y el ganador fue el joven lanzador Babe Ruth.

A las 5 de la tarde, hora del oeste, se escuchó la voz play ball en Los Ángeles. Nadie podía presagiar que terminaríamos de madrugada, cuando a los fantasmas les gusta aparecer.

A medida que se prolongaba la noche fue preciso recurrir a la historia para darle dimensión a lo que estábamos viendo, una magnífica razón para devolverse a 1916 y de nuevo volver al futuro para disfrutar mejor de ese juegazo que dejó una pila de récords y nos hizo trasnochar con justicia.

En las crónicas de los escritores que estuvieron desde el elevado palco de prensa, están todos los detalles de lo que vimos y que varias veces debieron ser reescritas.

Será difícil de superar, tal vez el beisbol cambie tanto que sea imposible igualarlo, así como nunca mas veremos a 2 abridores permanecer 14 capítulos en el morrito.

Se jugaron 18 innings en 7 horas 20 minutos, para ser definitivamente el más extenso en tiempo y entradas: participaron 46 jugadores, 18 de ellos lanzadores, se consumieron 118 veces al bate, entre ambos despacharon 18 pelotas inatrapables, hubo 34 abanicados y se anotaron 5 carreras.

Con 97 pelotas al plato, Nathan Eovaldi, se convirtió en el relevista que más lanzamientos ha efectuado en esta instancia. Aunque perdió, solo ver su línea nos cuenta que fue sin duda uno de los héroes de la noche: 6 innings, 3 hits (uno de ellos el jonrón que los dejó en el campo), 2 carreras, una limpia, un boleto, y 5 ponches con 62 strikes. Vale destacar que tiraba humo a la mascota del catcher Sandy León.

El otro héroe entre todos los protagonistas de este juego increíble fue Max Muncy, quien tiene una historia para contar, porque es otro de esos jugadores que en una noche se inscriben para siempre entre las leyendas.

Inició su carrera en los Atléticos, y apareció en 96 alineaciones entre 2015 y 2016, y conectó 5 cuadrangulares. Fue dejado en libertad por Oakland en marzo de 2017, adquirido como agente libre en abril y bajado a Triple A, donde debió hacer los ajustes que le permitieron regresar a la Gran Carpa para esta temporada.

Habrá quien dirá que sería otra la historia si Ted Barrett y Jim Reynolds, auxiliar de tercera, le hubieran cantado el tercer strike en el inning 13, todo habría quedado allí, porque justamente fue Muncy quien anotó la de igualar las acciones, pero si algo es inútil en el beisbol, como en la vida, es hablar de lo que habría podido suceder si pasa esto y no lo otro.

En el turno siguiente turno, en el inning 15, Muncy conectó un foul que por milímetros no fue cuadrangular. Terminó el episodio y siguió el duelo extenuante.

En el capítulo 18, cuando era de esperarse que el final lo decretara un batazo de vuelta completa, de nuevo el jugador nacido en Midland, Texas, conectó la pelota para desaparecerla en las gradas, no había nada qué hacer, los Medias Rojas quedaron en el terreno.

En las cuentas de ambos equipos hay fotos a full color para el recuerdo, para el registro gráfico de todo lo sucedido en ese juego que parecía interminable.

De todas las imágenes, mi favorita es una que se tomó temprano, cuando el joven abridor Walker Buehler concluyó su brillante trabajo de 7 episodios en los que pudo amarrar los bates de la peligrosa toletería de Boston, y junto al resto de los presentes en el parque, uno de los mejores lanzadores del beisbol y amo absoluto de esa lomita, Sandy Koufax, también se puso de pie para despedir al muchacho.

El protagonista de la historia de glorias pasadas aplaudía al futuro que ya está haciendo historia.

No sé si el beisbol es el mejor deporte del mundo, o el más bonito, creo que sí, pero son juegos como este los que nos hacen eso que logra siempre el amor, que nos desvelemos con gusto.


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