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El Dr. Isaac Abadí: la medicina como actitud, ciencia y arte

05/04/2020

El Dr. Isaac Abadí falleció este primero de abril a los 84 años de edad, víctima del Covid-19, en insuficiencia respiratoria. Mientras estuvo hospitalizado en cuidados intensivos, al tanto de sus radiografías de tórax y consciente de su evolución y pronóstico, envió mensajes que tranquilizaban a su familia, a la vez que expresó su voluntad de no ser intubado ni sometido a maniobras de resucitación.

La medicina como actitud, ciencia y arte. 

Para los estudiantes de pregrado y postgrado de medicina interna del Hospital Universitario de Caracas (HUC), la pasantía con el Dr. Abadí ameritaba de un acentuado esfuerzo en la dedicación a los pacientes y muchas horas de estudio. Imposible rendir todas sus exigencias y preguntas, pero sus observaciones y correcciones a veces ruborizantes, estimulaban el pensamiento y la disciplina en el juicio clínico. El Dr. Martín Rodríguez, uno de sus dilectos discípulos, ha escrito en su semblanza: “Su permanente exigencia de la búsqueda de la excelencia y por el rigor del pensamiento clínico hacían su persona un desafío límite para todos sus alumnos, sembrando una semilla cuyos frutos se harían luego siempre presentes”.  

Crítico, develador de los sesgos en el juicio clínico que conducen a diagnósticos inmediatos, fue de los primeros promotores de la Medicina Basada en Evidencias (MBE). Señalaba que pocas veces los diagnósticos resultan analógicos, y que los pacientes no pueden ser catalogados en enfermedades para prescripciones inmediatas y esquemáticas: que era primordial obtener un perfil de la persona que consulta, y comprender el contexto en que desarrolla su enfermedad, pues la psique y lo somático se expresan juntos en su relación con el entorno.   

La docencia para el Dr. Abadí no era la transmisión de información o conocimientos que aparecen publicados en los libros y revistas médicas, sino cómo hacerse de la información, cómo pensar, cómo hacer juicios críticos acerca del conocimiento, para aplicarlos en el contexto de cada paciente. Estudioso y actualizado, en la frontera epistemológica de la medicina, temprano promovió la discusión de las publicaciones del Dr. Alvan Feinsten en sus propuestas de matemáticas y estadísticas aplicadas al conocimiento médico, a finales de los sesenta. Feinstein llegó a ser uno de los padres de la epidemiología clínica y uno de los gigantes de la medicina de los últimos cincuenta años. 

El Dr. Abadí era muy frecuentemente consultado para casos difíciles y quizás ha sido el médico más convocado a participar en juntas médicas. En sus actividades docentes de postgrado, enseñaba cómo relacionarse con otros médicos sin perder el enfoque estricto en beneficio del paciente, así como la metodología para que la participación en juntas médicas fuese provechosa. 

Las tardes de los viernes, en el último año del postgrado de medicina interna del HUC, eran para la discusión de casos clínicos complejos que involucraban varias especialidades médicas. Se presentaban casos difíciles que él no conocía, verdaderos retos. Todos obtuvieron orientación al diagnóstico. Su sabiduría no consistía solo en la cantidad de conocimiento que había acumulado, sino en cómo seleccionar los datos duros, depurarlos, procesarlos, integrarlos; seleccionar los estudios complementarios e interpretarlos, para finalmente documentar las conclusiones diagnósticas. Exigía excelencia y dedicación, y como insistentemente decía, esperaba formar médicos asertivos.   

Para esa época, cuando era muy poco lo que la medicina podía ofrecer para detener la evolución de la deformidad e incapacidad de la artritis reumatoidea, acompañando al Dr. Abadí en su consulta de reumatología, con numerosos pacientes en sillas de ruedas en el pasillo de espera que lo saludaban, le preguntaba si no le afectaba ver tantos pacientes limitados, adoloridos, depresivos, y por quienes ya no había nada que hacer. Su respuesta fue inmediata, luego de su acostumbrado gesto de acomodarse los lentes: “Siempre hay algo que hacer por un paciente”.  

Doctor proviene del latín docere, enseñar. Abadí ejercía permanentemente su condición docente. Podía ser simpático, cariñoso y bromista, pero también tenía ocasionales palabras, tonos, miradas ásperas y destempladas en su comunicación con estudiantes y médicos, e incluso con sus pacientes. Pero detrás de esa aspereza, se descubría un corazón y un espíritu bondadoso, que buscaba una reacción en el otro, una intransigente intención de enseñar y transmitir alguna enseñanza. En los corrillos hospitalarios, los estudiantes lo criticaban por enfocarse en enfermedades de alta complejidad y poca frecuencia, como el lupus eritematoso sistémico, por ejemplo; pero solo a través del aprendizaje de enfermedades complejas se puede hacer sencilla la comprensión de las enfermedades menos complejas.   

Formación y obra

Isaac Abadí nació en la ciudad de Mérida y se graduó de médico en La Universidad del Zulia (LUZ). Formó parte del primer curso del postgrado de Medicina Interna en el HUC que comenzara en 1959, contando con docentes de talla extraordinaria como lo fueron, entre otros, los doctores Henrique Benaim Pinto, Augusto León, José Lamberti, Gustavo H. Machado, José Pérez Guevara y Francisco Herrera Luque, con la coordinación del impecable Dr. Pedro Armas Nurse. Completado su postgrado, ejerce como internista por dos años en el Hospital Central de San Cristóbal. Su formación en Reumatología la realiza en el Hospital for Special Surgery de la Universidad de Cornell, en Nueva York. A su regreso reúne un grupo de médicos reumatólogos para fundar el servicio de Reumatología y luego el curso de postgrado de Reumatología de la Escuela Luis Razetti, de la Facultad de Medicina de la UCV, siendo su director hasta 1997. 

En 1976 instituye el Centro Nacional de Enfermedades Reumáticas, con el apoyo del Dr. Virgilio Paz Martínez (fundador para esa misma época del Centro Nacional de Diálisis y Trasplante) y de los doctores Tápanes, Armas y Bravo Conde, y que como menciona el Dr. Martín Rodríguez, “es un sistema único en América Latina, constituido en red nacional de 12 unidades en hospitales regionales del país, que funcionan con un modelo común adaptado a las condiciones y recursos de cada centro, sostenido en la atención óptima del paciente reumático, la docencia para la formación de los recursos humanos necesarios y la investigación para comprender la magnitud y singularidades de estas enfermedades en nuestro medio”. 

Con actividad docente continúa tanto en el servicio de Reumatología como en el de la cátedra de Medicina A de la Escuela Luis Razetti del HUC, y en el postgrado de Medicina Interna, ocupó también la jefatura de la cátedra, la dirección del departamento de Medicina, y luego la dirección de la misma escuela. 

Dictó numerosas conferencias, muchas de ellas ponencias centrales en congresos y eventos académicos y científicos de medicina. Merecedor de numerosos reconocimientos y premios a nivel nacional e internacional, entre ellos el de Master of Rheumatology PANLAR (Panamerican League against Rheumatism), fue sobre todo merecedor de admiración, reconocimiento y respeto por generaciones de médicos, para quienes su legado es fuente de inspiración. 

Paradojas

Activo en su ejercicio y en la atención de sus numerosos pacientes, comprometido con el país y con una medicina de excelencia en calidad de atención, viajó para asistir al Bar Mitzvah de un nieto en la ciudad de Miami, donde contrae el SARS-CoV-2. Desde que comenzaron sus síntomas hasta que fuera ingresado en la UCI del Jackson Memorial Hospital transcurrieron unas 24 horas. La Dra. Lilian Abbo, su sobrina, es jefa del servicio de enfermedades infecciosas de ese hospital.   

Un tema del que recurrentemente hablaba el Dr. Abadí era el del axioma que sostiene que “los médicos y sus familiares siempre se complican”. Obviamente, con su prestigio, recibía muchos médicos y familiares de médicos que se complicaban. Analizaba, entre otros factores, la influencia de los vínculos y sesgos emocionales del binomio médico-paciente, que pueden conducir a decisiones e interpretaciones erradas, con sus consecuencias, y de la necesidad de desprenderse de cualquier nexo afectivo para beneficio del paciente. También se refería con alguna frecuencia a los aforismos de Sir William Osler, uno de los padres de la Medicina Interna, entre ellos que “un médico que se trata a sí mismo tiene un tonto por paciente”. 

Cuenta su sobrino, el Dr. Aholeab Toledano Abadí, que en conversación que sostuvieran a finales de este mes de febrero, le comentó que estaba revisando publicaciones científicas que recolectó sobre el nuevo virus SARS-CoV-2, su curioso y letal comportamiento, y lo extraño de la posibilidad de que pudiera responder a drogas no antivirales. Leía, además, dos libros del consagrado historiador e historiador del arte, Simón Schama, The Story of the Jews y A History of Britain.

Para el Dr. Virgilio Paz Martínez, connotado internista y nefrólogo, su compañero de postgrado e íntimo amigo, resulta anecdótico que el Dr. Isaac Abadí (Zaqui) fuera testigo de su propia condición crítica, siendo conocedor de su evolución y pronóstico y diera a conocer su voluntad como paciente. 

Siendo promotor de la Medicina Basada en Evidencias (MBE), hará unos diez años señalaba con inquietud, cierta tendencia de la MBE al establecimiento de pautas terapéuticas sin fundamentación clínica completa ni conexión ajustada al enfermo, con poca atención a la probabilidad de respuesta, las vulnerabilidades del paciente y los potenciales efectos adversos de los tratamientos, por encima del juicio clínico. Por lo que la MBE sola, decía, no representa el enfoque científico de la medicina, sino una interpretación parcial. 

Ante una enfermedad nueva y por conocer como el Covid-19, cuando conduce al paciente a condiciones altamente críticas y al borde del fallecimiento, no hay opciones distintas a ensayar drogas con probables beneficios, aunque conlleven efectos secundarios. El Dr. Abadí fue también testigo de esta única opción terapéutica recibiendo Tacrolimus, esteroides y el biológico Tolicizumab.  Al final, decidió partir tranquilo, sin fatiga ni dolores, bajo una infusión continua de morfina.

El Dr. Ernesto Rodríguez, hasta hace pocos meses jefe del servicio de Psiquiatría del HUC, compañero de pregrado y postgrado de Medicina Interna, quien fuera reclutado por Abadí para formar parte del equipo multidisciplinario del Servicio de Reumatología, escribe en su Facebook que habló hace unas seis semanas con el maestro, quien le dijo: “Ernestico, uno debe escribir sobre su historia, sobre todas las vivencias y experiencias en la formación como médico, y así honrar a los maestros, eso le hace mucha falta hoy en día a las generaciones en formación. Comienza a escribir, yo lo estoy haciendo y hablamos en tres semanas a ver cómo vamos…”. 

Su legado

Su pasión no fue solo la medicina y la excelencia en su ejercicio integral, sino también su país y las instituciones en las que se desempeñó y las que constituyó. Estudioso, integral, de pensamiento universal, gran lector de disciplinas diversas, siempre con algún libro que recomendar, melómano y profundo conocedor de música clásica, pero también de la música caribeña y las rancheras, dado al baile y a compartir con los amigos, tenía siempre un motivo interesante de conversación. Para su familia, a pesar de trabajar y estudiar hasta altas horas, el Dr. Abadí fue asequible, amoroso, dedicado, responsable y ocupado en la formación integral y la felicidad de los suyos. 

Isaac Abadí nos deja grandes gratos recuerdos. Nos queda como modelo de inspiración y de perseverancia para el ejercicio de la medicina, con criterios de excelencia en Venezuela o en cualquier parte del mundo donde se ejerza.


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