Fotografía de STR | AFP
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Con el título de la película dirigida en 1982 por el australiano Peter Weir, protagonizada por Mel Gibson y Sigourney Weaver, podría titularse este año 2020 por lo que ha significado en nuestras vidas. La pandemia que se inició en China a finales del 2019, tomándonos por sorpresa con numerosos enfermos y muertos y con un encierro casi global a partir del mes de marzo pasado, nos hizo cambiar buena parte de nuestros hábitos hasta confinarnos en mayor o menor grado, enfrentándonos a una realidad de futuro incierto que, en el caso venezolano, más allá de lo económico, se agudiza al estar acompañada por una complicada situación social.
Ante tanta angustia, aun en el más equilibrado de los casos, el arte pareciera ofrecernos el necesario refugio –pequeño o grande– generado desde la ansiedad, capaz de darnos al menos cierta paz que calme la angustia producida por todo lo que ocurre. Algunos encuentran sosiego en la literatura; otros, en la pintura, la escultura o la música; un grupo importante, en el cine. Aunque en este último caso el disfrute se vea limitado a formatos que no corresponden al de la pantalla grande, donde hasta hace unos pocos meses podíamos aislarnos de la regularidad de nuestras vidas.
Tratándose de eventos que activan los sentidos, la creatividad humana se manifiesta como tabla salvadora al menos en los aspectos anímicos y emocionales de nuestro ser, por lo que nos aproximamos a ella con avidez durante estos días, pese a las restricciones que para acceder a sus bondades se nos presenten.
La experiencia cinematográfica, definida por autores como Ian Jarvie (Towards a sociology of film), Andrew Tudor (Images and Visual Arts) y Garth Jowett y James M. Linton (Movies as mass communication) como un proceso comunicativo que se ubica en un entorno social y cultural, el cual busca conmover a través de las emociones y que genera, además, actitudes individuales que pueden resultar transformadoras –desde lo personal hasta entornos más inmediatos–, se ha visto limitada en su impacto debido a las restricciones en su exhibición.
El cierre de los cines en buena parte del mundo a causa del Covid-19 ha generado una particular crisis dentro la industria cinematográfica. Si bien es difícil cuantificar este impacto, al menos en sus sectores de producción, distribución y exhibición se prevé, para finales del mes de mayo, una pérdida a nivel económico cercana a los diecisiete billones de dólares, partiendo de las cifras estimadas que las películas hubiesen podido recaudar en taquilla durante estos cinco meses.
A partir del cese de actividades en los 70.000 cines ubicados en China –los primeros en cerrar– se sucedieron iguales suspensiones en salas de Italia, España, el mundo árabe, Francia y así sucesivamente; incluida Venezuela, donde a partir del viernes 13 de marzo también cesaron temporalmente sus operaciones.
En Estados Unidos, algo más de 41.000 salas de cine se mantienen en iguales condiciones a pesar del intento en algunos estados por reiniciar cierta actividad. En 1918, con la llamada «gripe española», entre los meses de octubre y noviembre de ese año, las 20.000 salas existentes para aquel entonces, ante el terrible avance de la enfermedad, interrumpieron sus actividades afectando la industria del entretenimiento considerada entonces como la de mayor crecimiento y la cuarta en importancia del país (detrás de la agricultura, la minería, el acero y el transporte). Sus actividades se regularizarían en la primavera de 1919, cuando volverían a exhibir películas tras la muerte, incluso, de algunas celebridades de la época, como el ídolo de las matinés Harold Lockwood y la estrella del cine soviético Vera Kholodnaya, entre otros.
Los grandes estudios de Hollywood han ido cambiando las fechas de estreno de sus películas. A partir del salto dado por la nueva producción de James Bond, Sin tiempo para morir, cuya salida en salas se pospuso para el 25 de noviembre, otros títulos fueron cambiando de fecha moviéndose para finales de 2020; algunos para 2021 y otros más originalmente pautados para el próximo año se han reprogramado para 2022.
Algunas películas como Hamilton movieron directamente sus estrenos a plataformas digitales. De momento, la única que mantiene su fecha es Tenet, la nueva película dirigida por Christopher Nolan, cuyo estreno en Norteamérica está fijado para el 17 de julio mientras que para Latinoamérica ha sido pautada para el fin de semana del 24 de julio. La misma fecha fijada también para Mulán, la producción más importante de Disney para la temporada.
Los festivales de cine, como el de Cannes, han suspendido sus celebraciones (al menos los que se efectuaban hasta finales del verano en el hemisferio norte) con la intención de realizarlos el próximo año. Veremos qué ocurrirá con otros como los de Toronto y Venecia programados para finales de 2020. Algunos de los eventos suspendidos han decidido mantener cierta actividad en línea.
Las plataformas digitales han asumido mayor protagonismo durante estos días de cuarentena, si bien Venezuela mantiene una situación excepcional al respecto debido a su crisis económica y a la intermitencia del servicio de internet, a la que se suma la reciente salida de DirecTV lo cual limita enormemente las posibilidades recreativas a las que hoy tiene acceso el venezolano.
Con relación a las plataformas de streaming, un trabajo publicado recientemente por The New York Times ubica a Netflix como líder mundial (existen más de trescientas empresas con características similares) con 182,8 millones de suscriptores, de los cuales 16,6 millones se sumaron durante los primeros tres meses del año. De ese número acumulado, casi 70 millones corresponden al mercado norteamericano, mientras que cerca de 113 millones se distribuyen en el resto del mundo.
Si bien la reapertura de salas aún luce incierta, China y Japón, el segundo y el tercer mayor mercado para la exhibición cinematográfica después de Norteamérica, han anunciado actividades parciales en zonas menos críticas, respetando los protocolos de seguridad previstos para la pandemia como el uso obligatorio de mascarillas sanitarias y el cumplimiento del llamado distanciamiento social mínimo requerido, entre otras medidas higiénicas.
La experiencia comunal que significa el disfrute de la actividad cinematográfica como evento social, de momento es dudosa para buena parte del planeta. ¿Se animará el público a regresar a las salas de cine en la forma que solía hacerlo? ¿Significará esta pandemia un paso importante para posicionar las plataformas digitales como la principal forma de entretenimiento? Como reza el refrán popular: «amanecerá y veremos». Esperemos que con salud.
José Pisano
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