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El complejo del Roger Dean Stadium, hogar primaveral de los Marlins de Miami, abrió sus puertas para comenzar la preparación de la temporada 2022; el trabajo de los prospectos se inició esta semana en los campos de entrenamiento de primavera, mientras el conflicto en las Grandes Ligas no mostró ningún avance.
En el ínterin miraba a los jugadores en sus rutinas de acondicionamiento. Pensaba en lo poco o nada que saben sobre lo que está pasando y que tiene tanto que ver con su futuro.
El juego está trancado. La propuesta de MLB de buscar un mediador, rechazada por los jugadores, indica que la solución está muy lejos. No es posible, a menos que ocurra un milagro, que el Spring Training comience como estaba previsto para los grandesligas, la tercera semana de febrero.
El conflicto de este momento obliga a revisar la historia para recordar por qué se está peleando y, en esa mirada, recordar quién fue Marvin Miller y lo que significó su paso por la historia del beisbol de las mayores. Muchos jugadores, en especial los latinos, no saben quién fue y desconocen su aporte.
Hasta su aparición, los dueños de los equipos controlaban todo el negocio sin que importaran los intereses de los jugadores. Las condiciones eran las mismas desde finales del siglo XIX. La cláusula de reserva ataba a los jugadores a sus equipo, el tiempo que lo propietarios quisieran. Muchas veces se hablaba de la fidelidad de un pelotero con una organización en aquellos años, pero la realidad no era tan romántica. En muchos casos, esa permanencia era por conveniencia de los dueños. Ellos no tenían prácticamente ningún poder de negociación.
Hasta 1966, cuando Miller fue elegido director de la MLBPA, los peloteros no había tenido un representante a tiempo completo. Existía algo parecido a un sindicato desde 1954, pero no había un personal dedicado a procurar mejores beneficios. No participaba en negociaciones colectivas y, de acuerdo a la historia, en la cuenta del banco sólo había 5.400 dólares, dato que aporta el periodista Ricardo Goldstein en su artículo sobre Miller publicado en el New York Times el 27 de noviembre de 2012.
El poder de la organización de Grandes Ligas, a decir de muchos, tenía subyugados a sus trabajadores, los hombres por quienes los fanáticos pagan por ver. A finales de 1965, los jugadores se plantearon la necesidad de mejorar el plan de pensiones que existía desde 1947. En 1966, cuando Marvin Miller fue nombrado director ejecutivo de la asociación, la situación era esta que cuenta Goldstein: “El salario mínimo era de $6 mil, apenas se había movido durante dos décadas. El salario promedio era de $19 mil. El plan de pensiones era débil y las quejas de los jugadores solo podían ser escuchadas por el comisionado, que trabajaba para los propietarios”.
Como resalta su semblanza en la página oficial del Salón de la Fama (fue elevado en 2020): “Al final del mandato de Marvin Miller con la Asociación de Jugadores, el salario promedio de un jugador de las Grandes Ligas, había aumentado de $19 mil a más de $241 mil”.
Sus cualidades como negociador tuvieron mucho que ver con su origen, preparación académica y temperamento. Nació en Brooklyn, Nueva York, el 14 de abril de 1917 y creció como fanático de los Dodgers de Brooklyn. Su padre, Alexander Miller, era vendedor de una empresa de ropa y de joven era activo como sindicalista. Su madre, Gertrud Wald Miller, era maestra de primaria y miembro del sindicato de profesores de Nueva York. Marvin Miller estudió economía en la Universidad de Nueva York en 1938. Trabajó para el gobierno durante nueve años, incluido un período en la Junta Nacional de Trabajo de Guerra. Luego trabajó como economista laboral para la Asociación Internacional de Maquinistas y con los trabajadores siderúrgicos. Los resultados de su desempeño probaron que su elección fue la más idónea. Marvin Miller cambió las relaciones entre los propietarios y los jugadores y con ello cambió el juego, para siempre.
Se lee en el trabajo de Goldstein: “El señor Miller no estaba seguro de ingresar al mundo de los deportes profesionales, y muchos jugadores dudaban de si era bueno crear un sindicato formal. La mayoría eran relativamente incultos, tenían poca o ninguna experiencia con los sindicatos y los propietarios les habían hecho creer, por años, que debían estar agradecidos porque les pagaran por jugar un juego de niños”.
Su paso por los esos sindicatos le hicieron comprobar que la fuerza de sus representados radicaba primordialmente en estar unidos como gremio. “El mayor problema al principio fue la baja autoestima de los jugadores”, dijo Miller. “Habían sido tan golpeados, que realmente no entendían su valor en el juego”. La primera tarea fue cambiar esa mentalidad, y para ello se necesitaba algo clave: conquistas.
Para 1970, Miller había logrado el aumento del salario mínimo en más del 25 por ciento a $10 mil y el derecho de los jugadores a buscar arbitraje para resolver disputas contractuales.
Fue Marvin Miller quien aconsejó a Curt Flood durante su caso en la Corte Suprema, contra la cláusula de reserva, la disposición que vinculaba a los jugadores a sus equipos para siempre. Consta en la semblanza del Salón de la Fama que: “Preparó a Flood para una eventual pérdida, pero usando el caso como un juicio para acciones futuras”.
Después dijo Miller: “Le hice ver que no sería un jardín de rosas. Cuando le dije que la posibilidad de ganar era una en un millón, me respondió: ¿Pero si ganamos el caso no será beneficioso para todos los jugadores? Le dije que sí”.
El futuro no tardó en llegar. En 1975 Miller y el sindicato probaron la cláusula de reserva mediante arbitraje. Los lanzadores Andy Messersmith y Dave McNally jugaron la temporada de 1975 sin firmar sus contratos y luego afirmaron que eran agentes libres debido a la redacción de la cláusula de reserva. El árbitro Peter Seitz estuvo de acuerdo, y así fue como la estructura económica del béisbol cambió definitivamente. La agencia libre se estableció después de la temporada de 1976, cuando el jugador promedio de las Grandes Ligas ganaba $50 mil por año. Cuando Miller se jubiló en 1982, el salario promedio era de $241,497.
La gestión de Miller también incluyó dirigir al sindicato durante los paros laborales. En 1982, Miller renunció como director de la MLBPA.
En una entrevista con Sports Illustrated en 2011, Miller dejó esta reflexión: “Las siguientes generaciones de jugadores saben mucho más sobre el sindicalismo, la solidaridad y lo que puede producir, que sus predecesores. Lo que más me enorgullece es el hecho de que después de todo lo ocurrido, hay observadores que dicen que este podría ser el sindicato más fuerte del país. Creo que es un gran legado”.
En este momento del conflicto patronal, cuando no parece que los propietarios tengan intención de presentar propuestas que destronquen la negociación para llegar a un acuerdo, es bueno recordar que la principal fortaleza de los jugadores sigue siendo permanecer unidos.
El poder de MLB sigue siendo incomparable con relación al que tienen los jugadores en cuanto a recursos económicos y lo que ello significa a la hora de comunicar. Si bien es notable la desventaja, porque el sindicato no tiene medios que puedan compararse en alcance a los que tienen los propietarios, los propios jugadores se están encargando de informar y expresarse, para que también se conozcan sus opiniones.
Entre los mitos más resaltares está la creencia de que esta es una pelea “entre millonarios” y eso no es verdad. Esa leyenda funcionó para la huelga de 1994, cuando la percepción de los fanáticos era que los jugadores eran unos malcriados avaros ambiciosos. Eso ha cambiado, entre otras cosas, porque las redes sociales permiten que los jugadores den sus pareceres.
Una de las debilidades de los peloteros es que mientras de un lado los dueños son un grupo compacto, el universo de los jugadores es muy diverso. Imaginemos un barco crucero. En la parte superior están los de primera clase, los que disfrutan los lujos; en segunda clase están unos que no tienen tantos privilegios, pero que están mucho mejor que los de tercera clase, que no tienen ninguno y son muchos más que los que viajan en los camarotes y cenan con el capitán en el gran salón. Si pensamos en el Titanic, fue por ahí por donde comenzó a entrar el agua y los botes salvavidas no fueron suficientes para ellos.
Todo lo conseguido hasta ahora ha costado luchas, y el origen del conflicto es por esa mayoría que no tiene contratos millonarios. El éxito de una negociación es que ambas partes hagan concesiones, y ambas partes obtengan beneficios por sacrificios. Los dueños tienen como resistir el paso de los días. El desgaste pega más duro a sus oponentes. Por ello vale recordar la filosofía de Marvin Miller: “Ustedes tienen poder, realmente lo tienen, si se mantienen unidos”.
Las noticias sobre el rechazo a la mediación llegaron junto al pronóstico de la marmota Phil, en Pensilvania, que al toparse con su sombra, anunció que la primavera tardaría seis semanas en llegar.
El invierno del béisbol también se extenderá por varias semanas.
Mari Montes
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