Diario literario

Diario literario 2024, septiembre (parte I): Dumas y el mal, Poe en Basilea, hijos del Rin

07/09/2024

Milán, sábado 31 de agosto de 2024 

Summer’s end blues

Una tarde decadente del verano 2024. En tres semanas debe comenzar el otoño, la estación se despide con una sensación de soledad existencial, como el muelle en el alba de Neruda, pero por dentro. Cuando se termina el verano, se termina el año. En lo sucesivo, lo que queda, rueda cuesta abajo a una velocidad cruel y sarcástica. Hasta ahora, pasaba el tiempo con un optimismo propicio para nuevos planes, libros, viajes, lecturas, publicaciones, buenos vinos, encuentros, exposiciones. La situación política venezolana gravita en esta percepción del tiempo. Acostumbrados a la incertidumbre, los venezolanos se resisten a vivir una nueva decepción. How all occasions, cómo todas las circunstancias se reúnen en mi contra, decía un atribulado príncipe. Me digo lo mismo en este atardecer caluroso y húmedo, mientras leo unas preciosas páginas del Niels Lyhne, de Jacobsen, en la melodiosa traducción al italiano de Giuseppe Gabetti, que el azar puso en mis manos mientras esperaba los resultados de unos exámenes en una clínica de la ciudad. No puedo saber cómo será la versión en el original, idioma que Rilke aprendió para poder leer a su admirado Jacobsen en el original.

Dumas y el mal

“El mal cuando entra en el corazón humano, logra impresionantes progresos”. Dumas, El tulipán negro.

“Kant es a la vez un ilustrado que confía en el progreso de la especie humana y un luterano convencido de la universalidad y radicalidad del mal”. J-L Bruch, La philosophie religieusse de Kant

Detalle de «El cuerpo de Cristo en la tumba». 1522. Hans Holbein

Basilea, domingo 1º de septiembre de 2024

Para contemporáneos y no-contemporáneos

Antes de llegar a una tormenta en la autopista como las que describen los grandes navegantes como Melville o Conrad. Por fortuna no llegó hasta esta ciudad del Rin, conocida entre el público contemporáneo por sus famosas ferias de arte, y entre los menos contemporáneos por la estupenda Fundación Bayeler y por el Kustmuseum, una de cuyas pinturas más conocidas es el estremecedor “Cristo muerto”, de Hans Holbein, de la cual se sirviera el post-mo italiano Maurizio Cattelan en un ingenioso alarde de su dominio de la poética de la “image volée” (imagen robada).

Fotografía de Mellifluente | Wikimedia

 

Basilea, lunes 2 de septiembre de 2024

La Pléiade

En una librería a pocos metros de este apartamento, una librería con una de sus vitrinas ocupada por un despliegue de libros viejos en francés. Casi todos pertenecientes a La Pléiade, la admirable colección de clásicos antiguos y modernos publicada por Gallimard desde hace casi un siglo. Algunos (muchos) de los títulos los guardo en mi biblioteca en Venezuela. Mis primero ejemplares fueron los dos tomos de las obras completas de Gerard de Nérval, que compré en la vieja dirección de la Librería La France en la calle Acueducto de Sabana Grande en Caracas. Recuerdo que era tanta mi emoción, que dejé los libros en el techo del carro, los cuales, a los pocos metros, en uno de los espectáculos más escalofriantes que me ha tocado presenciar, rodaron por el suelo, un drama que, con lujo de detalles, pude observar por el espejo retrovisor. Gracias a la intervención de Santo Tomás, cuyo atributo más distinguido son los libros, mis preciosos ejemplares, protegidos en sus estuches de cartón, no sufrieron daños. Después, a lo largo de muchos años, me hice con una buena cantidad de títulos, que incluyen los cuatro tomos de Rousseau, editados por Jean Starobisky, o el de Hölderlin bajo la dirección de Philippe Jacottet, o los dis dedicados al Romanticismo alemán, o los ocho tomos de la Corrrespondencia de Voltaire o los de Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, Perse y tantos otros. No me pesa pensar que, el día que regrese a Venezuela, los donaré a alguna biblioteca y dejarán de ser míos. No me lamento. Al contrario, ha sido un don y un privilegio haberlos tenido, haciéndome compañía en las oscuras horas de la provincia venezolana, durante tantos años.

El tulipán negro

“El mal cuando entra en el corazón humano, logra impresionantes progresos”. Es lo que le ocurre a uno de los personajes de la novela de Dumas. Un simple (los hombres simples suelen ser los más peligrosos) cultivador de tulipanes en la agitada Holanda de 1672, llevado por la envidia deja que el mal entre en su psique y él mismo, poco después, se sorprenderá de sus alcances. Sin mayor pesar, y es lo que ocurre siempre en estos casos, se sorprenderá él mismo de cómo todo lo que hace en su vida es en función del mal. Su vecino (el mal no es bueno siempre a largas distancias, prefiere lo que tiene al lado para ejercer su influencia) será el oscuro objeto de su obsesión. Se trata de otro cultivador de tulipanes quien, por su dedicación, inteligencia y buena suerte (o buena mano), ha conseguido una serie de tulipanes que le han estado negados a su oscuro vecino. No otra cosa es lo que ocurre con los líderes. Una vez que el mal se planta en su psique comenzará a crecer, cumpliendo con los impresionantes progresos de los que habla Dumas. Con el desarrollo, crecen también las dimensiones de su influencia. Lo que generalmente comienza por un individuo, termina extendiéndose por poblaciones enteras. Millones fueron víctimas de la “voluntad de mal” de Stalin, Mao, Pol Pot, Castro o el actual mandatario venezolano. Nadie se devuelve del mal. Una vez entrado, la misma psique cierra las puertas para que no salga. Es lo que cuenta y canta Conrad en El corazón de las tinieblas.

 

Poe+Poe en Basilea

En la misma librería francesa donde se exhiben los tomos de La Pléiade, un ejemplar de segunda mano de un volumen que incluye el original de El cuervo de Poe”, y las traducciones al francés de Baudelaire y Mallarmé. Es la misma edición que tengo acá, en Milán, entre los pocos libros que están conmigo, gracias a la generosidad del paisano Javier Téllez. En efecto, durante un encuentro en Laussane, en marzo de 2022, con Diana López y Herman Sifontes, Javier les encargó gentilmente que me trajeran el regalo. El volumen, editado en Suiza, incluye el original de “El cuervo”, las traducciones de Baudelaire y Mallarmé, así como los dos textos emblemáticos de Poe, “Génesis de un poema” y “Filosofía de la composición”. Las estupendas ilustraciones de Manet ilustran la preciosa edición. Esto me ocurrió ayer, y me pareció una casualidad, como otras tantas. Lo que ya era menos “normal” es que hoy, al abrir las páginas de La lettura suplemento literario de Il corriere della sera, me tropezara con una reseña de un volumen recién publicado en Italia. Se trata del famoso Cuervo (Il corvo) en la versión original con las mismas traducciones al francés de Baudelaire y Mallarmé y la italiana de Ernesto Ragazzoni.

Poe en Basilea (2)

Es del todo probable que “El cuervo” no sea un gran poema, demasiado artificioso y complaciente (nada que ver con la poesía de Baudelaire y Mallarmé), pero sí un gran problema. La recepción que ha tenido fuera de los Estados Unidos es inmerecida. No es fácil explicar cómo ese poema, habiendo tantos mejores, incluso del mismo Poe, pudo impresionar tanto a Baudelaire y Mallarmé en Francia, a Pérez Bonalde en Venezuela y a Pessoa en Portugal. Fiel a la tradición de su país, Yves Bonnefoy, el poeta más reconocido en Francia en la segunda mitad del siglo XX, se refirió al poema como, “uno de los grandes acontecimientos de la poesía moderna”. Cuidándose, diplomáticamente, de decir si se trata o no de un gran poema. A mis alumnos en la universidad solía decirles que “El cuervo” es un gran poema sólo en la versión al castellano del venezolano José Antonio Pérez Bonalde, cuya influencia en el modernismo, y en la poesía de José Asunción Silva, es central. Si Poe fue determinante, como ningún otro, en el surgimiento de la poesía anglosajona, no lo fue por este poema, sino por sus textos teóricos, en los que dejaba, olímpicamente, de lado, el respeto secular por la inspiración y las necesidades expresivas (“el asunto de la necesidad de escribir un poema es irrelevante”). El “problema-Cuervo” es cómo pudo ser tan admirado y traducido (la traducción es la forma superior de la admiración, según José Solanes) por poetas como Baudelaire, Mallarmé, Pessoa y Pérez Bonalde. Los dos primeros, para evitar las complicaciones rítmicas y fonéticas, optaron por la traducción en prosa. Pessoa lo tradujo en versos; lo mismo que Pérez Bonalde, quien logró el milagro de conservar las rimas y ritmos del original (“Una originalidad imposible y, sin embargo, cierta”, de acuerdo al cuidadoso Eugenio D’Ors; “En el aspecto fónico Pérez Bonalde es capaz de forzar todas las posibilidades de la lengua española en busca de un efecto estético similar al que Poe consigue”, escribió J.M. Zarandona autor de uno de los mejores acercamientos que conozco a la versión del venezolano. Lo que sigue son las primeras líneas del original y de las cuatro versiones mencionadas:

 

 

POE

Once upon a midnight dreary, while I podenred, weak and weary,

Over a many quaint and curious volume of forgotten lore,

While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping,

As of some one gently rapping, rapping at my chamber door

Only this and nothing more.

 

 

BAUDELAIRE

Une fois, sur le minuit lugubre, pendant que je méditais, faible et fatigué, sur maint

précieux et curieux volume d’une doctrine oubliée, pendant que je donnais de la tête,

presque assoupi, soudain il se fit un tapotement, comme de quelqu’un frappant

doucement, frappant à la porte de ma chambre. «C’est quelque visiteur, –murmurai-je–

qui frappe à la porte de ma chambre; ce n’est que cela et rien de plus».

 

 

MALLARMÉ

Une fois, par un minuit lugubre, tandis que je m’appesantissais, faible et fatigué, sur

maint curieux et bizarre volume de savoir oubliétandis que je dodelinais la tête,

somnolant presque: soudain se fit un heurt, comme de quelqu’un frappant doucement,

frappant à la porte de ma chambre –cela seul et rien de plus.

 

 

PESSOA

Numa meia-noite agreste, quando eu lia, lento e triste,

Vagos, curiosos tomos de ciências ancestrais,

E  quase adormecia, ouvi o que parecia

O som de algúem que batia levemente a meus umbrais.

«Uma visita», eu me disse, «está batendo a meus umbrais.

É isto, e nada mais».

 

 

PÉREZ BONALDE

Una fosca media noche, cuando en tristes reflexiones,

sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones

inclinaba soñoliento la cabeza, de repente

a mi puerta  llamar;

como si alguien, suavemente, se pusiese con incierta

mano tímida a tocar:

«¡Es –me dije– una visita que llamando está a mi puerta:

eso es todo y nada más!».

Fundación Beyeler. Fotografía de La Fondation Beyeler | Wikimedia

Fundación Beyeler

Nuestro apartamento en el centro de la ciudad, a un par de cuadras del Marketplatz, está decorado con reproducciones de pintura de Ferdinad Hodler (1853-1918), tres hermosos paisajes alpinos con inquietantes insinuaciones metafísicas. Hodler, en su condición de pintor suizo, además de su indudable interés, es uno de los maestros preferidos de los directivos de la Fundación Boyeler, donde se admiran pinturas de todos sus períodos, desde el pre-expresionista retratista hasta el paisajista post-impresionista. La colección Hodler es espléndida, y se adapta como en un acto de magia al diseño limpio, transparente y comunicante del edificio de Renzo Piano. Como en la casa de Mies van der Rohe, las salas del museo dan paso a la naturaleza frondosa que precede a la Selva Negra. Para el arquitecto, como para el coleccionista Beyeler, el espectáculo de los verdes es no menos grandioso que el de las estupendas obras de la colección. Tal vez sea el único sitio expositivo que brinda a los visitantes la posibilidad de ver el paisaje circundante desde cómodas poltrona y divanes que dan la espalda a las obras expuestas. La Fundación Beyeler es una versión suiza de la Fundación Maeght de Saint Paul de Vence, abierta al público hace justo sesenta años. Incluso las preferencias, no pocas veces, son las mismas, Dubuffet, Giacometti, Matisse, Picasso.

Fotografía de Basel.com

Basilea, miércoles 4 de septiembre de 2024 

Estoy escribiendo en un delicioso cuaderno impreso con tinta orgánica sobre papel a base de hoyas y brotes fabricado por la casa holandesa Dille&Camille. Escribo con dos nuevas plumas francesas con precisas plumillas extrafinas. Tienen entre otros atributos (ligereza, balance, precisión) su accesible precio. Ya me fastidia salir con mis viejas y valiosas plumas para dejarlas en algun apartamento o cuarto de hotel. La última fue una formidable Parker fabricada en Alemania. No conozco las plumas helvéticas y espero las sugerencias de mi suizo amigo y plumófilo Andres Boersner para incursionar en ellas.

Hijos del Rin

Invitados por Constanza a la terraza del Troi Rois para observar el espectáculo de las personas que nadan por las verdes aguas del Rin, preferiblemente en horas de la tarde. Cientos de ellas, que guardan sus ropas en una bolsa impermeable y se lanzan a las aguas por una distancia indeterminada, varios kilómetros o apenas unos cientos de metros. Es una tradición de raíces pre-cristianas. No recuerdo si Tácito lo menciona, pero se corresponde con la concepción del Rin como fuente primordial. Así como del Mediterraneo surgió la cultura griega (Zeus nació en Creta, en una cueva a unos pocos metros del cerúleo ponto, mientras Afrodita lo hizo en su propias aguas), las tradiciones germanas nacieron en esta espléndida corriente que se aleja del meridiano para ir a terminar su itinerario en el Mar del Norte. Richard Wagner, para muchos el Homero de las tribus germanas, insistió en esta identidad, y su gran epos se desarrolla a orillas de esta superficie líquida. La marcha fúnebre del gran Sigfrido, el más amado de los héroes germanos, avanza por las riberas del rio, cantado por Hölderlin y buena parte de sus coelgas alemanes. Los actuales nadadores del Rin, nativos y visitantes, reiteran una costumbre inciada en los tiempos tribales, cuando los primeros habitantes escogieron al gran río como objeto de devoción. Una de las causas que explica la catástrofe alemana de la Segunda Guerra, es que Hitler no era alemán sino austríaco, hijos de otro río que tiene su mira en el seductor y confuso Oriente, no en las gélidas, pero transparentes aguas del septentrión.


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