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Diario literario 2024, octubre (parte II): Saodat Ismailova, Rosa & Hildegard, art brut en Milán, hacia una definición de la cultura
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Milán, lunes 7 de octubre de 2024
Saodat Ismailova
Pocas ciudades tan legendarias en el extendido continente asiático, generoso en mitos y leyendas, como Samarcanda. En sus 2700 años de existencia, la historia la relaciona con las figuras no menos legendarias de Alejandro Magno, Gengis Kahn, Marco Polo o Tamerlán. Fue una de las paradas inevitables de la ruta de la seda, y, ya en la época de Marco, contaba con una cosmopolita población integrada por comunidades musulmanas, cristianas y hebreas. En el siglo XXI se le conoce como el segundo centro urbano más desarrollado de la exrepública soviética de Uzbekistán, donde se encuentran algunas de las muestras más hermosas de la arquitectura islámica. Integra la cultura de la llamada Asia central, como si fuera posible encontrarle un centro a Asia. Escenario, o al menos lo fue una vez, de una excitante mitología. Algunos árboles son de temer, dice uno de estos mitos, porque las ramas esconden criaturas malignas que salen en la noche para matar a los hombres, razón por la cual no es prudente dormir bajo la copa de estas especies. La artista y directora de cine Saodat Ismailova, nacida y educada en Kashten, capital de Uzbekistán, ha dedicado su trabajo al rescate de un mundo del cual cada vez queda menos. Una cultura de estepas y nomadismos donde el mito, a pesar de todo, vive y hace vivir a las poblaciones esteparias. Ismailova presentó sus trabajos, casi siempre documentales, en la más reciente Bienal de Venecia, y son ahora presentados en el Hangar Bicocca Pirelli, de Milán. Además de inquietantes esculturas y pinturas, la muestra del Bicocca destaca lo mejor de la producción fílmica de la artista. Varios documentales, cuyos protagonistas son las ruinas del paisaje, como la desaparición del mar de Aral, que terminó convertido en el desierto de Aral, víctima de las política oficiales de irrigación. Con el paisaje, los sobrevivientes y sus sueños, de los cuales la Ismailova tiene un nutrido archivo. La artista de Uzbekistán ha regresado, y nos invita a regresar, a las fuentes del arte y de la vida, que son los mitos y leyendas en busca de la famosa identidad perdida, la más lamentada de las víctimas de la modernización. “Una semilla bajo la lengua”, es como ha llamado a su estupenda presentación en el siempre excitante Hangar Bicocca, bajo la dirección curatorial de Vicente Todoli.
Milán, martes 8 de octubre de 2024
Rosa & Hildegard
Rosa Luxemburgo (1871-1919) es una de las figuras más fascinantes y trágicas del siglo pasado en Occidente. Polaca de origen hebreo, se trasladó a Alemania después de conocer la prisión en su país natal por actividades revolucionarias. La nación germana era el destino insoslayable de todos los socialistas. Después de su rápida industrialización, era una de las pocos países preparados para llevar a cabo una revolución. Rosa naturalmente se distancia de los socialistas de derecha y escoge la salida más radical, la propuesta por Marx en oposición a las conservadoras del “renegado Karl Kautsky”. Al final, no se reservará críticas al divino Lenin, lo que le costará el repudio de los bolcheviques. Rosa condenaba no solo los medios utilizados por Lenin para la toma del poder, sino el sectarismo de la posición asumida una vez encargado de los destinos de lo que iba a ser la Unión Soviética. En uno de sus libros más difundidos, La revolución rusa, se atrevió a escribir tan tempranamente como 1919:
Lenin, en la utilización de los medios se equivoca completamente: decretos, poder dictatorial de los inspectores de fábricas. Castigos dacronianos, terrorismo, son solo paliativos. La única salida que conduce al renacimiento es la escuela misma de la vida pública, la más ancha e ilimitada democracia, la opinión pública. El reino del terror desmoraliza… Lenin y Trotsky han sustituido los cuerpos representativos electos por sufragio universal por los soviets como única representación de las masas trabajadoras. Con lo que han sofocado la vida política en todo el país
De haberle prestado más atención, Lenin y Trotsky hubiesen construido un socialismo como el que imaginó y hubiesen evitado la muerte de decenas de millones de hombres y mujeres, y el colapso de lo que era la única salida a las reiteradas barbaries del capitalismo.
Parte de su destino trágico fue el de ser malquerida por la derecha y la izquierda, pero amada por un reducido grupo de familiares, amigos y amantes. Entre sus amistades filosóficas, Karl Liebknecht, fundador con ella del grupo “Espartaco”, líderes del efímero y violento levantamiento contra la apenas nacida República de Weimar. Y que sería sofocada con un baño de sangre promovido por los Freie Korps, de los mismos aliaos que fueron incapaces de vencer a los enemigos en la Primer Guerra. A esta personalidad brillante, compleja y trágica, Margarethe von Trotta dedicó una célebre cinta que apenas he podido ver en estos días. Es célebre por varias razones, la no menos notables es el protagonismo de Barbara Sukova como Rosa, que sería reconocido con la Palma de Oro a la mejor actriz en el Festival de Cannes de 1986. La versión de von Trotta es la de una Rosa Luxemburgo trágica, como Antígona, con la misma belleza moral y el mismo pathos. No incursiona, porque no es el caso, en las complejidades y originalidad del pensamiento de Luxemburgo, ni en sus diferencias con Moscú. En ocasiones un poco demasiado heroína romántica, pero siempre impecable en su dignidad y amor por el proletariado. La directora es también la guionista, y la fotografía de Franz Rath es el mejor soporte que ha podido encontrar para el trabajo de la Sukova. La película es una pieza más del fresco sobre las mujeres alemanas al cual ha integrado von Trotta sus mejores trabajos: El honor perdido de Katharina Blum, Las hermanas alemanas, Hanna Arendt, Visión.
Si Rosa Luxemburgo, como Hanna Arendt, es una estupenda película, con Visión (2009) la von Trotta ha logrado una de las mejores realizaciones del cine alemán de las últimas. Se trata de su aproximación muy personal a la figura de Hildegard von Bilden, la monja benedictina que, en el siglo XII, en tiempos del emperador Federico Hohenstaufen, Barbaroja, propició una serie de actitudes de una desconcertante modernidad. Ya como visionaria y narradora de sus experiencias, como compositora, filóloga, poeta, dramaturga, profeta médico, la alemana tendría un lugar reservado entre los exponentes del pensamiento europeo. No obstante, es su vía hacia al conocimiento, a partir de la experiencia con lo real, lo que le ha valido el reconocimiento y admiración de pensadores y creadores contemporáneos. Se adelantó a todos, desde Teresa de Jesús hasta Rousseau o Claude Bernard. El trabajo de la von Trotta es admirable, una lección del mejor cine. De nuevo acudió a la formidable Barbara Sukova, secundada por un grupo actoral digno de respeto. El guión, como casi siempre es suyo, y la fotografía, de nuevo de Franz Rath, preciera modelada, en su manejo de luces y sombras, en artistas como George de la Tour o Rembrandt. No está toda la von Bilden en los 111’ de la cinta, pero suficientes para animar al espectador en el descubrimiento de una de las figuras femeninas más importantes de la prolongada Edad Media, quien, entre otras habilidades, fue compositora, una habilidad utilizada por la directora para enriquecer su soundtrack.
Milán, miércoles 9 de octubre de 2024
Art brut
Buenos tiempos para el “art brut” en esta ciudad. En pocos días, el MUDEC (Museo de la cultura) inaugurará una muestra dedicada al padre de la criatura, el polifacético Jean Dubuffet. Al mismo tiempo, se pueden visitar otras muestras de importantes artistas “derivados” del “art brut”. En el mismo MUDEC, una magnífica retrospectiva de Niki de Saint Phale. Por su parte, el Palazzo Reale acoge en su Sala de las Cariátides, una esperada individual del inquietante patafisico (una deriva filosófica fundada a principios del XX por Alfred Jarry). Y, por fin, los insólitos espacios del Hangar Bicocca Pirelli han sido preparados para recibir las maquinarias sonoras y autodestructivas del suizo Yves Tinguely. Si bien Dubuffet fue el padre “oficial”, el “art brut “ tuvo un padre “anterior”, que es como debemos llamar al visionario psiquiatra catalán Francesc Tosquelles. En efecto, Tosquelles, el más activo y conocidos de los integrantes de la visionaria maltrecha escuela catalana de psiquiatría, a partir de l940, había comenzado a seleccionar y organizar las muestras del trabajo plásticos de los pacientes psiquiátrico de la cínica Saint-Alban, en sudoeste de Francia. Hasta allí habría de llegarse Dubuffet para enterarse de los detalles de estas actividades y conocer en persona al gran Auguste Forrestier, residente fijo del manicomio después que intentó descarrilar un tren colocando piedras en las líneas. Como bien puede y suele suceder, los dos padres, el “oficial” y el “anterior”, no se entendieron. Tosquelles sospechaba de las intenciones de Dubuffet, por encontrarle un criticable sentido comercial y auto-propagandístico. Dubuffet le reservará la mayor indiferencia, y lo excluirá de la galería de padres “posteriores”, con los que fundó la Compañía del Arte Bruto, prefiriendo como socios a otros conocidos críticos de arte y coleccionistas menos problemáticos, como André Breton y Jean Paulhan. Sin que nadie se lo propusiera, se presentaría más tarde Claude Levi-Strauss. Después de una existencia movida, influyente y brillante, el “Art Brut” atravesó un período de olvido ante el culto de la forma por los artistas de la post-guerra. Nada menos “brut” que Barnet Newman, Soulages, Rothko, Zao Wu KI Alejandro Otero, Soto, Maldonado, Le Parc, Chillida, Richter, o Frankenthaler y Krasner. No obstante, el siglo XXI, abierto a todo y a nada, ha sido receptivo con la obra de nuevos artistas y manifestaciones derivados del “brut”, como la esculturas de Baselitz, los griffiti de Basquiat o los chicles bazooka de Felix González. Además, en una empresa necesaria y justa, diversas instituciones han dedicado eventos donde se reconoce la “anterioridad” como padre del doctor Tosquelles. Uno de ellos fue el Museo Reina Sofía y, en este agosto de 2024, el American Folk Art Museum de Nueva York, provocativamente situado frente al exquisito MoMA, la propondía como: “Francesc Tosquelles: Avant-Garde Psychiatry and the Birth of Art Brut”. Años antes, el crítico y poeta venezolano, Luis Enrique Pérez Oramas, en su edición de la Bienal de San Paulo de 2011, había concedido un espacio privilegiado a la impresionante obra plástica de Artur Bispo de Rosario, parte de las cuales se exhibiría en la Bienal de Venecia de ese año. Uno de los signos que habla de que el “art brut”, como el pájaro egipcio, ha recuperado su salud, es la aumentada afluencia de visitantes a las dos colecciones oficiales de esta iconografía, el Museo de Art Brut de Lausanne, que hospeda la colección de Dubuffet, y el más pequeño y acogedor Museo de Art Brut de Montpellier. No está demás reconocer el olfato que han tenido las autoridades museísticas de Milán al organizar, en el momento justo, cuatro exposiciones dedicadas o relacionadas con este resurgimiento, merecido por lo demás de una criatura como el “art brut”, concebida por padres tan notables. En Venezuela, en la Colonia Psiquiátrica de Bárbula, el doctor José Solanes, compañero y amigo de Francesc Tosquelles, estimuló la producción “artbrutiste” entre los pacientes de la institución con la apertura de varios talleres y la publicación de una revista, Nanacinder, multigrafiada, con colaboraciones gráficas y literarias de los pacientes.” Art brut” es muchas cosas. Esta es la definición de Dubuffet de su sentido original:
Con arte bruto nos referimos a las obras ejecutadas por gente que no ha estado en contacto con la cultura artística; obras en las cuales la imitación, a diferencia de lo que ocurre con los intelectuales tiene poco o nada que ver, y sus productores sacan todo (temas, materiales, ritmos, patrones) de sus propios recursos y no de las convenciones del arte clásico. Es arte de la manera más “cruda”, reinventado en cada fase de su elaboración gracias a la imaginación de sus creadores.
Como se ve Dubuffet, se servía de las categorías sobre los “crudo” y lo “cocido” de Levi-Strauss, con el cual mantuvo una prolongada correspondencia.
Milán, jueves 10 de octubre de 2024
Jenny Erpenbeck
De Jenny Erpenbeck (1967), la interesante narradora nacida en la República Democrática Alemana, y favorecida con el más reciente Booker International Prize (entre las siete finalistas una argentina y una brasileña), leí y comenté en estos diarios literarios su novela De paso. Mientras espero la traducción al italiano de Kairos, la novela premiada, traduzco algunas de sus respuestas a una reciente entrevista concedida a La lettura, el estupendo papel literario de Il corriere della sera. Erpenbeck pertenece a una generación posterior a la de compatriotas tan distinguidos como Uwe Johnson, Christa Wolf o Birgitte Reimann. La primera generación, por lo demás, que padeció el doloroso proceso de perder, con la caída de una pared, identidad y patria, y pasar a ser ciudadanos de un país apenas conocido, a pesar del idioma e historia. El resultado fue la inefable reunificación alemana, que unió dos países que no estaban tan contentos de ser unidos. La existencia de dos Alemanias era una realidad tan estable e irreversible, como la existencia independiente de Bélgica u Holanda. Nadie más sorprendido con esta reunificación que Jürgen Habermas, que la consideró históricamente imposible. En sus conmovedores diarios, Birgitte Reimman, convencida socialista, reitera las críticas a un gobierno en el cual nunca dejó de creer. Como Christa Wolf, confiaba en un eventual cambio de gobierno que facilitaría el ascenso de un socialismo humanizado y democrático (el ideal de Rosa Luxenburgo). Reimann (1923-1973) no llegó a ver la caída del Muro; Wolf sí, y no podía entender lo que estaba ocurriendo. Ninguna de las dos superó la pérdida del país natal. Nadie lo hace. Jenny Erpenbeck, por su parte, tenía veintidós cuando se abrieron las fronteras. Sus personajes viven una vida escindida entre el viejo e imperfecto país y el nuevo y no menos imperfecto. Algunas de sus declaraciones:
En mi familia se discutía todo el tiempo cómo era posible producir los cambios necesarios. Pero no formábamos parte de la oposición… Al inicio, creíamos en Gorbachov. Pero Mijail Gorbachov entregó también algo que no era suyo: la vida de las personas, y el significado de estas vidas… Después, ha sido muy difícil para los que habían esperado un sistema mejor. Como Christa Wolf o Uwe Johnson. ¿Cómo enfrentas la desilusión cuando debes confesarte a ti mismo que las cosas evolucionaron de otra manera? ¿Qué haces? Uwe Johnson terminó solo en una isla inglesa, Christa Wolf hasta el final esperó por un “socialismo bueno”… La extrema derecha triunfa no sólo en Alemania, también en Italia, en Francia en Suecia. Creo que vivimos en medio del miedo: la guerra en Ucrania, en Gaza… Estamos abrumados por problemas demasiado grandes para poder ser resueltos. Entonces algunos piensan: regresemos a nuestro pequeño mundo, alcemos las fronteras para sentirnos seguros… Los líderes del AfD vienen del Oeste. Un problema de Alemania del Este fue cómo se hizo la transición. La dirigencia, al poco tiempo, fue sustituida por una del Oeste. Millares de personas en las universidades, entre los jueces y compañías perdieron el trabajo. Fue una experiencia colectiva de impotencia. La revolución fue pacífica en los primeros meses. En el mismo momento en que llegó la República Federal, las personas tuvieron que adaptarse a un sistema que desconocían. Desconocían el estrés de tener que acumular dinero. Y así llegó la desilusión… Hay un par de versos famosos de Hölderlin: “Wo aber ist, wächst / Das Rettende auch” (Donde existe el peligro crece, / también la salvación). Sólo debemos esperar que lo que nos salve crezca en otra parte, lejos de nuestros ojos.
Milán, viernes 11 de octubre de 2024
Hacia una definición de la cultura
“Cultura” es una palabra propicia a las confusiones. Resbaladiza, como la anguila de San Jerónimo que, mientras más fuerte la apretamos con las manos más rápido se nos escapa. Se le asocia comúnmente con el arte y los museos. Y con razón. Hasta hace relativamente poco, las instituciones museísticas limitaban su labor a la conservación y exhibición de obras de Arte. Como el Museo de Arte Moderno de Nueva York o el Museo de Arte contemporáneo de Caracas. En su declaración de principios, los fundadores de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) se cuidaron de definirla, insistiendo, sin embargo, en la necesidad de difundirla para estimular la unidad entre los pueblos. Desde entonces la UNESCO se ha empeñado en recordar que el sentido de la palabra es más amplio. En efecto, tanta cultura es la música de Beethoven como la del polo margariteño. Deberíamos la cultura como un conjunto de actividades y costumbres siempre en movimiento. La cultura como algo que, por su propia naturaleza, no es fijo. No hay una cultura que sea siempre la misma, porque se trata de un “work in progress”. Un proyecto que no está hecho sino que se está haciendo. Y ha sido así desde que los griegos acuñaron el término apara referirlo al cultivo de la oliva, ager bene cultus, por ejemplo, para referirse al campo bien cultivado Cultivo, cultura. De este modo, definirla, canonizar el término, no parece la más apropiada. Ya, en 1982, la UNESCO propuso una nueva definición en la cual se incluyeran los “derechos del hombre, las tradiciones y creencias”. Esta aproximación aspira a que la vieja asociación arte-cultura sea desechada de una vez por todas. Debemos entender la cultura de la manera más amplia y abierta. Cultura es la marginada pintura “bruta” de Adán Pinto tanto como los penetrables de Soto. No obstante, fiel a su condición proteica, en movimiento, la vieja acepción del término, con sus raíces mediterráneas, ha sido duramente cuestionada en los últimos años. Que cultura es todo lo que hace el hombre es una definición antropológica que parecía irrefutable. Ha dejado de serlo, no obstante, con el desarrollo de la Inteligencia Artificial que genera inéditas interrogantes. ¿Es, también, cultura lo creado por la AI? ¿La música que genera? ¿La poesía que intenta escribir? Esta nueva consideración de la cultura afecta, naturalmente su gerencia. Que deja de ser la administración de algo estable, inamovible, fijo, para convertirse en una actividad dinámica, que debe adaptarse a los cambios de la actividad a gerenciar. No es lo mismo gerenciar la literatura de las naciones indígenas venezolanas, que hacerlo con las actividades, no siempre descaminadas, de la robótica. Los tiempos nos exigen una nueva definición de la cultura para hacer posible su ajustada gerencia.
Alejandro Oliveros
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