Diario Literario

Diario literario 2024, mayo (parte I): fatiga del exilio, Tomasz Rózycki, Viaggio in italia, Malgorzata Lebda

04/05/2024

Julien Green. Fotografía de HARCOURT | AFP

Milán, domingo 28 de abril 2024 

Y así se nos fue este abril, tan callando. Que eso tiene el tiempo, que no habla ni se oye, como la luna y el viento. Él se presenta, mejor dicho, está allí, esperando que nos despertemos para que comience la pesadilla, ese su fugit irreparable. Hasta en su paso hace halago de su inclemencia. Cuando nos sentimos mal, se demora; cuando estamos disfrutando la existencia, una de esas raras ráfagas de felicidad, se acelera, inasible como la anguila de San Jerónimo. El tiempo del exilio no es distinto, sólo que en ocasiones cansa. No importa lo bien que se pueda estar viviendo en otro país, y yo me considero un privilegiado. Es el cansancio de la “unidad” (Lukács) fracturada. Para bien o para mal, el ser es uno, con su paisaje natal. Y con su historia, que carga en sus espalada como un back-pack.

Nada y religión

Mientras los jóvenes escritores franceses de la post-guerra discutían animadamente sobre las posibilidades existenciales de una intuición que estaba a la moda y que llamaban la nada (le néant), en la misma ciudad, pero en la otra orilla del Sena, la burguesa rive droite, Julien Green estaba trabajando en su novela Cada hombre en su noche, que publicaría en 1954. Para los protagonistas del libro existían asuntos más graves que la nada. Entre otros, la fe; una inquietud superada para aquellos hijos de Nietzsche, quienes daban como un hecho científico la muerte de Dios. En una escena de rara intensidad que, por un momento, me hizo pensar en la muerte del Andrei de La guerra y la paz, el moribundo tío Horacio, un anciano que dilapidó su fortuna en juerga perpetua, le confiesa a Wilfred, su sobrino y protagonista de Cada hombre

Escucha, te dije que no tenía miedo, pero no es verdad… No entiendes. Se trata de otra cosa. Ya no creo (en Dios)… Escuchaste lo que dije hace un segundo? No creo. No puedo. He perdido la fe… Pero, qué quiere decir eso creer?

Al final del tenso diálogo entre el viejo pecador a las puertas de la muerte y el sobrino, él sí creyente, éste se arrodilla y reza: “Dios mío, concédenos a los dos la fe. Haz todo lo que puedas, pero concédenos la fe”. Uno no se imagina a Pablo, el personaje principal de los tres pesados tomos de Los caminos de la libertad, de Sartre, cargando con estas preocupaciones. Para él hay temas de conversación más urgentes que precisan de su intervención. El futuro de la revolución comunista en Occidente. O el compromiso de los escritores con el proyecto revolucionario y la insoslayable necesidad de “être engangé” (estar comprometido). O el destino de la detestada burguesía. Dios y la religión sólo eran buenas para deficientes que consumían el opio del pueblo y daban la espalda a la sociedad. Julien Green era uno de ellos. Y, nuestros días, el noruego Jon Fosse es otro.

Palazzo Marino, Milán. Fotografía de Jacqueline Poggi | Flickr

Milán, martes 30 de abril de 2024

Julien Green en Milán

Si hubiese vivido en Milán en 1994 habría sido sido el primero en presentarme en Palazzo Marino, sede de la alcaldía milanesa, para asistir a la ceremonia en la cual se le concedió a Julien Green el reconocimiento de Ciudadano Honorario. Entre otras cosas, confesó que, “Italia siempre me ha recibido con los brazos abiertos. Es un verdadero privilegio para mí convertirme en el segundo francés que recibe este título. El primero, como ustedes recuerdan, fue Stendhal”.

 

EL JARDÍN DE TOMASZ RÓZYCKI

EL JARDIN

No había dinero, pero viajamos al sur para
dormir en el pasto y comer del árbol
que crecía detrás de una piedra en medio del jardín,
observados por la humeante espada del sol.

A lo lejos, el mar ardía y se alejaba como
un hueso ardiente. El amor crecía de tal manera
que podía escondernos. Pero algunas veces,
en la ventana opuesta, un compositor

medio loco y barbudo, aparecía ensayando
durante horas fragmentos que no lograba
combinar. Nada más: un cardo, moscas que picaban
y una serpiente en el camión de la basura.

El domingo, un aguacero lo inundó todo,
dos arañas y un escorpión flotaban en nuestros zapatos.
Parecía que el tiempo no iba a encontrarnos,
pero al morder un durazno, ya estaba allí.

Tomasz Rózycki. Fotografía de Rafał Komorowski | Wikimedia

Milán, miércoles 1º de mayo de 2024

Tomasz Rózycki

Rózycki (1970) parece haber venido a sustituir a otro poeta polaco, Adam Zagajewsky, en el favor de la crítica y los jurados internacionales. Ha publicado 12 libros y se ha ganado, o casi, la mayoría de los premios europeos y norteamericanos de poesía. En todo caso, es uno de los últimos reconocidos vates en una tradición de envidiable calidad que cuenta entre sus integrantes nombres como Alexander Watt, Czeslaw Milosz, Zbigniew Herbert, Wislawa Szymborska, Tadeus Rosewicz y el mencionado Zagajewsky. Seguramente son más, pero suficientes para hacer de la lírica polaca de los últimos cien años una de las más interesantes de Europa. Acaso la de sus vecinos rusos sea la única comparable (Block, Essenin, Pasternak, Ajmatova, Mandelstam, Cvetaeva, Gumilov, Maiacovsky, Evstuchenko, Ajmadulina, Olga Sedakova). El poema “Sombra”, como “El jardín” y “Fantasma” los he traducido de la versión al inglés de Mira Rosenthal:

 

SOMBRA

A ti dejo los lugares de donde estoy ausente.
El de la ribera del Oder y el de la Represa,
aparte de las camas, buhardillas y un colchón.
Especialmente el colchón. Será más fácil

pensar en ti mientras lo llenas, creciendo
y recorriendo sitios vacíos y los que están
en otra parte. Tal vez desde la sombra me observas
mientras cruzo la puerta chasqueando.

Ya no estoy, me fui. Guarda para ti lo que
se desmorona, se quema, lo que cambia de forma
y altera su naturaleza, lo que consume en la tumba
un gordo gusano que ya es arcilla,

hierba madera y camomila. Por favor, vive allí
y úsalo a tu manera, sube a mi ropa y métete
en mis zapatos, pon la mesa, bebe con los vecinos.
Es mi última palabra, esta carta contra ti y tus minutos.

 

Como reconoce su traductora, la también poeta Mira Rosenthal, la de Rózycki es una poesía culta, ajena a la banalidad, atenta a viejos topoi y arquetipos. No es fácil, como la de tantos vates de la hora. Una reflexión necesaria en estos tiempos confusos, aparte de indigentes. La ambigüedad es la marca de la lengua poética, expresiones que sacrifican el sentido por la belleza, “La aurora de rosáceos dedos” (¿quién ha dicho que la aurora tiene dedos?), “El sol bebía los arroyos del hielo desatados” (¿O que al sol le da sed?). El texto de Rózycki en una primera lectura es confuso, y lo sigue siendo hasta que nos damos cuenta de que el narrador se habla a sí mismo. Que se ha desdoblado, y el diálogo se ha establecido entre él y su doble, uno de los grandes asuntos de la literatura de todos los tiempos. El que ve Rózycki desde la sombra es el mismo Rózycki, en suma.

 

FANTASMA

Menos mal que no estás aquí. Te sorprendería
todo lo que ha pasado. Cómo lo hemos superado
a pesar de las dificultades. Después de todo,
el río se congeló en invierno y se secó en verano.

Estamos ensayando en nosotros mismos las posibilidades,
probando todas las plantas que brotan en el jardín
-ya deberíamos estar muertos. Pero esta envidia
es una espina en el costado. A pesar de que no estás aquí

hemos hecho progresos en el arte de modelar
tu fantasma, y en esto somos buenos a pesar de las fallas
de energía y de los animales que vienen a aullarle al planeta.
En cierto modo menos mal que no estás aquí.

Tu singularidad sería cada vez más grande, ya que todavía
tenemos un espacio para ti en nuestros corazones,
así que nos multiplicamos y miramos hacia el cielo,
hacia el vacío encima de los rascacielos.

 

Sobre Rózycki escribió Zagajewski, el más conocido de los poetas de una generación anterior: “Tomasz Rózycki no rechaza el pasado, las tumbas, los fantasmas, sino que los integra, hace que formen parte de su vida. Y también integra su vida en todo lo que ha sucedido, en el río de la historia. Aunque también nos ofrece excelentes poemas de amor como si dijera: miren, podemos vivir perfectamente de manera simultánea en el pasado y en el presente”. Leo en traducciones esta poesía, desconozco en profundidad lo que ha querido decir Rózycki en estos poemas, pero quedo con la impresión de que, a diferencia de la mayoría de los vates de su tiempo, Rózycki es un poeta que rinde culto a la incertidumbre, a la duda, al desasosiego.

Fotograma de Viaggio in Italia (1953)

Milán, jueves 2 de mayo de 2024

Viaggio in Italia

Después de mucho tiempo, desde los días de la Cátedra de Cine Pietro Germi, he vuelto a un clásico del cine italiano. Estoy hablando de Viaggio in Italia, una de las películas más interesantes de Roberto Rossellini. Rodada en 1953, es uno de los primeros movimientos del director para tomar distancia de la poética del neo-realismo del cual había sido uno de los inventores. La idea era superar el duro realismo de sus producciones anteriores para abrir espacio a la fantasía y el lirismo. Se le ha señalado, también, como el antecedente de la figura de la mujer existencialmente insatisfecha de los años del sorpasso económico. Y, ciertamente, la Bergman expresa esa desazón en el mundo, que va a marcar la imagen de Monica Vitti en la tetralogía de Antonioni. Viaggio in Italia es Il desserto rosso sin Richard Harris. La Bergman, apoyada en el siempre eficaz Georges Sanders, es el potrait d’une femme “existencialista”, un ser urbano, contemporáneo, que en el altar del individualismo ha sacrificado su posibilidad de tener descendencia. Su vida gira alrededor de una fe kantiana en los poderes de la razón. Una crítica de la irracionalidad de los años treinta y cuarenta. Su adinerado esposo no cae en las tentaciones de la transgresión, entregado a su trabajo con ética protestante. Son dos ingleses aristócratas, llegados a Nápoles a negociar la herencia de una hermosa residencia en la punta de Possilipo, con el metafísico paisaje del Golfo en cada ventana. Lo de “ver Nápoles y después morir”, se hace efectivo en la pareja. Ingrid no será la misma después del encuentro profundo con la muerte en la Nápoles subterránea, y de la revelación de oscuros arquetipos y mitos en su visita a la Colección Farnese del Museo Arqueológico. Su esposo, fastidiado de su fastidio, busca inútilmente la liberación en eros en dos inútiles encuentros con lo femenino fuera de las fronteras conyugales. No obstante, va a ser la insurgencia de lo irracional en una procesión callejera, la que va a conducir al milagro de la reconciliación. Al fin y al cabo, como recordaba Sándor Márai, los napolitanos no creen en Dios sino en los milagros. En lo sucesivo seguramente esta pareja de británicos se hizo cómplice de esa actitud. La fotografía post-expresionista y todavía neo-realista es impecable. Enzo Serafin, el director de fotografía, lo conocemos por la Crónica de un amor, de Antonioni. Como decía, Viaggio in Italia es una de las películas más interesantes de Rossellini, donde por primera vez en su cine se propone la superación del neo-realismo. Un poco de poesía es un ingrediente esencial del gran cine. El lírico dramatismo de Viaggio es el mismo de El jardín de los Fizzi Contini, de De Sica, estrenada dieciséis años después. Que veinte años es nada.

 

s polacos: Malgorzata Lebda 

Como si la tradición de los Cinco Grandes de la poesía polaca (Watts, Milosz, Herbert, Szymborska, Rózewicz) no estuviera asegurada con poetas posteriores como Zagajewski y Rózycki, la más reciente Malgorzata Lebda (1985) parece preparada para prolongarla en el siglo XXI. Ha publicado seis libros de poesías, de los cuales los más destacados serían La celda real y Mer de glace (2021) reconocido con el prestigioso premio Wislawa Szymborska. En 2023 publicó su primera novela y es, además, fotógrafa y maratonista. La editorial Valigie Rosse, especializada en poesía de Polonia, acaba de publicar Mer de glace (es el nombre de un famoso glaciar en el Montblanc), de donde he tomado este poema para traducirlo al español a partir de la versión italiana de Linda Del Sarto:

 

DEL CUERPO: NUEVE

Escribe diciembre el primero de sus días. Un movimiento anti-frío,
una bellota pisoteada, una espina de rosa salvaje que se introduce
en la piel de la mejilla. La nieve convertida en musgo.

En la noche una mirada a las plantas de la casa: los brotes del espárrago
se alargan en la claridad, la calathea repone las hojas por la noche,
me pongo un de siempreviva en la lengua (se los recomiendo).

Algo corre ahora por el bosque, creo. Algo corre ahora
por el bosque, tal vez sigue unas huellas que están creciendo.

 

El pasado marzo Lebda fue invitada por el Instituto Polaco de Roma para que presentara Mer de glace, su último libro de poemas. Entre los textos que se leyeron estuvo está secuencia en la versión al italiano de Elzbieta Wójecik-Leese, de la que me servido para esta traducción al castellano:

 

fuego:limpieza

sobre la tapa de una olla grande mi padre vierte
alcohol metilado y deja que les pegue fuego

 

sobre la llama chamusca el cuerpo frío de un pato
¿corazón o hígado? aunque sabe que la madre
apartará el hígado para mí aparentemente gracias
a esto recuperé la sangre después de la enfermedad

 

 

noviembre: mal i

para tu larga enfermedad utilicé
remedios naturales y sobrenaturales y la vieja rogowska
mientras más se parecía a un pájaro del desierto
más sacudía el mal de tu cuerpo

 

ese noviembre llegué a pensar
que ella se metía el mal en su carnosa joroba

 

 

noviembre: mal ii

cuando sentíamos que la vieja rogowska estaba llegando
el padre agarraba una botella de vodka con miel
usaba su bastón para golpear
la ventana de la cocina

 

en el umbral de ese invierno sus manos
se convirtieron en garras de aves de rapiña (lo sabíamos),
celebraba calladas misas sobre nuestras cabezas
y olía como tierra húmeda excavada con carburo

 

 

noviembre: mal iii

especialmente durante tu larga enfermedad
me escabullía para tener cerca el calor que la infección
almacenaba en tu garganta eras tan indefensa
como el más pequeño de los pichones que usaba para tu consomé

y cuando robabas gatos del cobertizo
cerraba los ojos

con estas excepciones fui un padre estricto
e injusto, dirías tú

Malgorzata Lebda. Fotografía de Kuba Ociepa | Wikimedia

La lírica de Lebda es una inquietante expresión de la “Nueva Poesía”, que es como llamo la escrita por la generación más reciente y que insiste en tratar tema soslayados por la poesía anterior. Asuntos casi siempre ecológicos, de regreso y diálogo con la tierra primigenia; de desvelo por el desgaste del paisaje y de redescubrimiento de sabidurías poco consideradas por la ideología oficial, como la de los chamanes y de visionarios tan soslayados como Rudolf Steiner. Santiago Acosta, en Venezuela, es uno de ellos. Lebda, en su Polonia natal, es otra. En la contraportada de Mer de glace, se puede leer esta interesante nota:

Los versos de Malgorzata Lebda resuenan con voces arcaicas, describen un mundo rural en el cual el lazo del hombre con la naturaleza pertenece al universo como organismo viviente, como un ecosistema de redes complejas. Introducen al lector en un paisaje saturado de vida y muerte. De humores y olores, fotografiando la complejidad de la existencia en un viaje de formación entre recuerdos de la mente y el corazón, siguiendo el camino de un luto profundo y acaso superable sólo con el coraje de recorrer un camino doloroso pero necesario para acoger lo inevitable del misterio escondido en el útero fecundo de la Madre Tierra.


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