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Diario literario 2024, agosto (parte V): Rossini en Pesaro, “El sur” de Víctor Erice, “Mogens” de Jacobsen, Joseph Roth poeta
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Pésaro, lunes 26 de agosto de 2024
Rossini
Desde ayer en esta ciudad de las Marcas, conocida por todos por ser la ciudad natal de Rossini. A pocos metros del centro se encuentra la casa del maestro, en cuya planta baja funcionó en sus tiempos una barbería, que los encargados de convertir la vivienda en museo, optaron por mantenerla intacta. Es lo menos que podían hacer tratándose de un compositor cuya inmortalidad está garantizada por cantar las gloria y peripecias de un profesional de las tijeras. También como homenaje la ciudad, desde hace cuarenta y cinco años, presenta durante los meses de agosto (el de este año, ay, clausuró hace tres días) el Festival Rossini. En la edición de 2024 brilló la nueva producción de L’equivoco stravagante, que vino a reemplazar la también brillante del 2019, la cual conozco por la grabación de la RAI. También, en una emisión de la televisora italiana, pude disfrutar el montaje de Bianca e Falliero, la ópera que dio inicio a la edición XLV del Festival.
Milán, martes 27 de agosto de 2024
“El sur” de Víctor Erice
El sur, fue la segunda película del homenaje que el Cine-Club Ambrosiano rindió a Víctor Erice, quien se hiciera conocido por El espíritu de la colmena. El sur fue estrenada en 1983, justo diez años después del El espíritu… España ya no era la misma con la muerte del dictador, y una nueva cinematografía se había difundido con impensado éxito durante el cacofónico “destape”, a la cabeza de la cual se reconocía a Pedro Almodóvar. La cinta de Erice habría pasado como un exquisito melodrama a no ser por la incursión del realizador en la llamada poética de “l’image volée” (la imagen robada), que le otorga una inquietante contemporaneidad. De acuerdo con esta difundida práctica, los artistas o escritores se apoderan, literalmente, de las imágenes o expresiones de otros artistas o autores sin acuerdo previo. La técnica tiene, como casi todo, su origen en Duchamp, pero se extendió a nivel planetario en las últimas décadas del siglo XX. Fotógrafos como Richard Prince, artistas como Kippenberger o cineastas como Javier Tellez. En el caso de Téllez, se trata de su film Caligari y los sonámbulos (2008), que fuera incluido en la epocal muestra Sanguine, coordinada por Luc Tuymans para la Fondazione Prada en 2018. Con las partes en las que algunos actores reproducen una administración de electroterapia a un paciente o los recluidos del psiquiátrico asisten a la proyección del film de Robert Wiene, el artista venezolano incluía largas secuencias de El gabinete del Dr Caligari, cuya historia Tellez relaciona con algunas formas del tratamiento de las enfermedades mentales. En El sur, la versión de l’image volée por parte de Erice, es fascinante. En efecto, en la ficción de la película, la joven protagonista se inquieta por la frecuencia con la que su padre, en sus escritos, se refiere a otra mujer. Por azar, descubrirá que es el nombre de una actriz que fuera amante de su padre y de la cual sigue enamorado. El descubrimiento de la relación fue al acaso. Mientras deambulaba por la ciudad, la adolescente encuentra el nombre en el afiche de una película. En una de las mejores secuencias de El sur se presenta al padre, en el cine del pueblo, viendo una cinta donde el rol estelar le corresponde a Irene Ríos, la amante abandonada y anhelada. Al final de la secuencia, la mujer es abaleada por su examigo. La práctica de la “imagen robada” es aquí la más imaginativa. Erice se apodera y utiliza escenas de otra película, una que nunca se filmó, protagonizada por una actriz (Irene Ríos es un seudónimo), cuya existencia se limita a su aparición en Flor en la sombra, que es el nombre del inexistente film. La acción de El sur transcurre en una aislada población del norte de España en pleno auge de la represión. Sus padres, ambos con simpatías republicanas, pertenecían a la numerosa clase de “represaliados”, la ominosa designación empleadas por las autoridades para referirse a los “infieles” que alguna vez dudaron del papel de “ungido” de Franco. La casa familiar es una imagen de la España de la época: silenciosa, opaca, resignada, “culpable”. El padre de la protagonista, una niña y luego adolescente, es un hombre destruido. Un reflejo de la España derrotada, en exilio, represaliada o alimentando vanas esperanzas de regreso en la frontera con Francia. Recuerda en esto La guerra ha terminado. Sólo que Erice es más poeta que Costa- Gavras. El título del film se refiere a la Andalucía natal de la familia, de la cual fue apartada en otra de las infinitas represalias del régimen franquista. Al sur, lugar de residencia de la Irene Ríos de carne y hueso, quien no quiere saber nada del examante, realizó el protagonista su última llamada antes de morir trágicamente.
Milán, miércoles 28 de agosto de 2024
“Mogens” de Jacobsen (1)
Durante mis años de formación como poeta, la figura de Rilke era el modelo a seguir. Su dedicación, su soledad absoluta (más tarde descubrí que no era tan absoluta), su desarraigo, su vida exiliada y su muerte propia y relativamente temprana (51 años) eran atributos codiciados en mi condición de aprendiz mientras estudiaba segundo año de Medicina. Me consolaba pensar que la experiencia de los hospitales la compartía con el poeta de los Sonetos a Orfeo. Sus libros no eran de fácil acceso y me beneficiaba con los de mi hermana Alicia, amiga de los poetas de Caracas, uno de los cuales me dejó leer la versión argentina (la única completa) de los Sonetos y las Elegías de Duino, incluidos en la admirable colección de poesía de Ediciones Assandri, con sede en la argentina Córdoba. También en Argentina, pero en Buenos Aires, la editorial Sur había publicado la admirable biografía que Angelloz dedicara al poeta. Con paciencia y buenos amigos fui haciéndome de una pequeña biblioteca de Rilke en español, incluyendo el memorable Malte. Sin embargo, la frustración no cesaría ante la imposibilidad de conseguir uno de los libros que, según su propio comentario, más habían influido en su formación. Se trataba de Maria Grubbe y otras narraciones de de Jens Peter Jacobsen, escritor danés reverenciado por autores como Thomas Mann, Hesse, Joyce y Zweig, y músicos como Schönberg (de Jacobsen son los textos de su Gurre Lieder) y, por supuesto, Rilke. En la segunda de las Cartas a un joven poeta había escrito:
De todos mis libros sólo algunos pocos son indispensables, y de ellos dos siempre están conmigo. Aquí los tengo, a mi lado: la Biblia y los libros de Jens Peter Jacobsen. ¿Conoce su obra? Consígase el libro Seis historias de J.P. Jacobsen, y comience con Mogens. Un mundo se extenderá frente a usted, la felicidad, la abundancia, la inconcebible vastedad del mundo. Viva por un tiempo en esos libros, aprenda de ellos lo que usted cree que vale la pena aprender y ámelo. Este amor le será retornado miles y miles de veces no importa en lo que se convierta su vida…
Tomado por otro intereses (Homero,Goethe, Pound, Eliot, Lowell), la novela del danés desapareció de mis preferencias bibliográficas durante las últimas cuatro décadas. Pero el azar me tenía reservado un tardío encuentro con Maria Grubbe y otros relatos, que se produjo hace un par de semanas al encontrar, en su versión italiana, y entre los libros usados a disposición del público en la sala de espera de una clínica (esto le hubiese encantado a Rilke), el libro de Jacobsen. No pude en mi juventud seguir el consejo de Rilke, pero un buen consejo no envejece, así que me dispongo a leer, de la manera más inesperada Mogens, la novela recomendada a su joven amigo por el príncipe de los poetas.
Joseph Roth poeta
Michael Hofmann (hijo de Gert Hofmann), uno de los mejores traductores de Joseph Roth al inglés, destacaba en una reseña la naturaleza lírica de la prosa de Roth. La imagen oportuna, la depurada sintaxis, la musicalidad de su dicción, atributos de la gran poesía. No está de más recordar que Roth perteneció a la generación de grandes poetas expresionistas alemanes y austríacos, no pocos de los cuales escribieron la mejor lírica en alemán del siglo XX. Nombres como los de Georg Trakl, Else Lasker-Schüller, Georg Heym y Gottfried Benn son de presencia obligada en cualquier antología seria de lírica en alemán. A esos nombres, aunque con una nota al pie de página, se podría incluir al primer Brecht. Roth coincidió con ellos en Viena y Berlín, y escribiría poemas en su juventud en el modo expresionista (imágenes violentas, tono provocador, cuestionamiento feroz de la generación anterior y veneración por los excesos del yo romántico). No obstante, la lírica de Roth ha sido la menos accesible. La profusión de traducciones a todos los idiomas no incluye su trabajo como poeta. Y es una lástima. Es la certeza que deja la lectura de la antología bilingüe traducida con decoro al italiano por Claudia Sartoni y publicada, en 1990, por Edizioni Moby Dock. En su reveladora introducción, Enrico Quarneti reconoce tres períodos en la lírica del autor de La cripta de los capuchinos. A los inicios expresionistas, donde no es difícil apreciar la gravitación del Gottfried Benn de Morgue, siguió la poesía de los años de la Primera Guerra, en la cual participó como súbdito de Su Majestad Imperial, para terminar con los escasos poemas escritos en los atormentados y alcohólicos años de su madurez. Este es un breve poema de juventud, escrito de manera convencional con líneas rimadas hacia 1912, cuando Roth tenía dieciocho:
Heute sind vorbei die Zeiten
Ya pasaron los tiempos
en los que era un muchacho
con grandes trasnochados ojos azules
y rubios cabellos
pienso con tristeza en esos días,
qué rápido se fuga todo lo que es bello!
Así fluye mi dolor
en este aterrado canto!
El texto que sigue es de 1924, en plena post-guerra, con Lenin en el poder desde 1917, con su revolución útopica en la cual confiaba un pro-comunista Roth; y Mussolini, profeta de otro milenarista proyecto. Se puede sentir la gravitación de Brecht en esta etapa de la lírica de madurez del que, para entonces, con Mann, Musil y Hesse, estaba comenzando a escribir una de las mejores novelísticas de la época en cualquier idioma.
PARÁSITOS
La república alemana es
una vieja casa con camas viejas.
ningún mueble alemán se salva
de los parásitos:
aquí salta un príncipe, una joven pulga,
allá se rasca los piojos un viejo rey,
le pica la cabeza,
y en todas partes pica no poco,
roen en la oscuridad
a la sombra de un abogado
nuestro tocino, nuestra ropa
las ratas Hohenzollern.
Saltan igualmente a la luz del día
sobre mesas y bancos,
porque el primer deber de cada alemán
es hacer un regalo a las ratas.
El príncipe hereditario, el ratón,
parpadea con la alegría de todos los ratones,
en Postdam en la zona más noble
de los viejos decorados decrépitos.
Un hedor monumental se eleva
de nuestros colchones de paja,
un general, a modo feudal, rasca
con sus garras ensangrentadas
hasta herirnos y causarnos dolor
para nuestro deleite,
y llega el solsticio con la dragona
sobre nuestras espaldas dobladas.
Si en el poema de juventud era posible pensar en la pintura de su contemporáneo Franz Marc, con sus caballos azules y vacas rojas en un campo soñado, en este texto de la madurez es lícito relacionarlo con otros miembros de su generación, como Otto Dix y Georg Grosz, responsables de la más agresiva y grotesca iconografía de aquella época, que conducía directamente, en una veloz autobahn, al holocausto de la Segunda Guerra Mundial. Para lectores como yo, que reconozco un indudable interés en sus poemas, hay más lirismo en las novelas de Roth que en toda su poesía.
Milán, viernes 30 de agosto de 2024
“El tulipan negro” de Dumas
Las mejores lecturas son las que se hacen al acaso. Libros inesperados que se nos presentan en mitad del camino sin que los estuviésemos buscando. Ediciones que, de pronto, aparecen en nuestra biblioteca después de un dilatado olvido. O de segunda mano, que se nos acercan en los lugares menos obvios. En estos momentos, rodeado de libros de Petersen, Roth y Bodganovich, privilegio la lectura de El tulipán negro, la novela de Alexandre Dumas en su versión al italiano, que encontré entre otros libros usados en un bar-restaurant y que no tenía en mis planes inmediato o mediatos de lectura. Como todo lo de Dumas, pero sin la extensión de La San Felice, por ejemplo, El tulipán negro cuenta una historia apasionante. Esta vez, los pormenores del mercado de tulipanes que aseguraron el predominio de Holanda en el comercio internacional a partir del XVII, tiempo donde se desarrolla la acción.
“Mogens” de Jacobsen (2)
Este es un fragmento una página cualquiera de la novela Mogens (el nombre del protagonista) de Jens Peter Jacobsen, que Rilke recomendara encarecidamente al “joven poeta”. Aquí, la exquisita Thora, la novia del protagonista, expresa su panteísmo, un culto favorecido por el autor del Malte. La he traducido de la versión italiana de Giuseppe Gabetti, estampada por Edizioni Sansoni en 1954:
Pero, qué alegría puede usted encontrar a la vista de un árbol, de un arbusto, si no piensa que dentro de él habitan seres vivos de los cuales se abren y se vuelven a cerrar las flores y vienen las hojas que por eso son tan brillantes? Y, cuando contempla un lago con sus claras y profundas aguas, cómo puede sentir que lo ama, si olvida que allí abajo, habitan criaturas que tienen sus alegrías y dolores y llevan su extraña existencia motivada por raros y nostágicos deseos? ¿Y qué puede encontrar de bello en la colina cubierta de hierbas del Bredbjärg, si uno no piensa que allí dentro hay un zumbido y un estremecimiento de pequeñas personitas que suspiran cuando sale el sol y que, con sus bellos tesoros, bailan con el atardecer?
Cuando uno se ve delante de todos estos colores y movimientos, y siente toda esta gracia y levedad de la existencia e imagina la multiforme vida que se alegra, suspira y germina sin fin, y palpita y canta, entonces uno no puede evitar el pensamiento de que todo es tan bello e inaccesible y uno se siente tan solo y perdido en el mundo y la vida se hace dura y pesada.
No se equivocaba Rilke en sus recomendaciones, Mogens es un libro perfecto para un poeta en formación, Sospechaba que era así en mi juventud, ahora, triste, lamento lo que me perdí al no leerla en su momento.
Alejandro Oliveros
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