Diario Literario

Diario literario 2024, agosto (parte II): Toscana y Cavalcanti, Ajmátova y Blok, Leopardi

Barberino Val di Pesa. Fotografía de Alex Berger

10/08/2024

Barberino Val di Pesa, domingo 4 de agosto de 2024 

Aunque el calor no es menor que en Milán, Toscana es bendecida por frescas brisas que llegan del Tirreno. Esto, y su luz no menos privilegiada, es lo que ha hecho de la región, como en Provenza, una de las geografías más generosas en genios de todo tipo. Toscana es el país natal de Giotto y Duccio, Sasseta y Piero o Massaccio y Bruneleschi. También de grandes vates, como Dante, el más grande exiliado de la cristiandad, como Ovidio lo fue del mundo clásico. En Radio Classica, Satie interpretado por Aldo Ciccolini, uno de los responsables de la reactualización del maestro francés a finales del XX. Tuve la suerte de escucharlo en un bar del Village hacia 1979. En aquel entonces, escribí en un poema que “cada ciudad es un exilio”. No sabía que hablaba de mi cuarenta años después y que la ciudad de mi exilio se llamaba Milán.

Barberino Val di Pesa, lunes 5 de agosto de 2024

Toscana es bien conocida por su protagonismo durante el Renacimiento. Conocemos el nombre de los maestros que transformaron para siempre el arte occidental. Sin embargo, se le conoce menos como inventora de la lengua que se habla en Italia. No era algo obvio en el siglo doce, cuando un mosaico de brillantes dialectos se repartía las preferencias de los habitantes de diversas regiones. Aun antes de la Divina Comedia, el monumento que define la preminencia del toscano, un grupo de estupendos poetas había producido una poesía de tal sofisticación que le facilitarían a Dante componer su opus magnum. Los poetas del llamado dolce stil nuovo, émulos de la escuela siciliana y de la tradición provenzal en su empeño de crear una lengua nueva. Dante perteneció al grupo, lo mismo que Cavalcanti, Guinizelli o Cino.

Guido Cavalcanti. Ilustración para la edición de 1813 de Rimas de GUido Cavalcanti. Autor desconocido

Barberino Val di Pesa, martes 6 de agosto de 2024

Guido Cavalcanti

Hace muchos años escribí un pequeño ensayo sobre las lecturas que Ezra Pound hizo de Guido Cavalcanti, y que fueron fundamentales para dar a conocer la brillante lírica del preterido poeta toscano. Pound precisó la modernidad de Cavalcanti y la urgencia para los poetas modernos de leerlo con atención y de imitarlo. Una de las composiciones más difundidas del vate florentino es su balada escrita durante su exilio terminal. La que sigue es la primera de las muchas versiones que me propongo hacer para no ser tan injusto con el gran Guido.

 

PERCH’I NON SPERO DI TORNAR GIAMMAI

Porque no espero regresar jamás,
anda a Toscana,
baladita dulce y sencilla,
donde vive mi amada
quien te atenderá con su gentileza.

Suspirando habla
de mi dolor y mis miedos,
pero que nadie te vea,
alguien de la amabilidad enemigo,
porque aumentaría mi desventura
y serías rechazado, para mi mal,
por ella. Y, después de mi muerte,
sólo habría penosas lágrimas.

Sabes, baladita mía, que la muerte
me aferra y la vida me abandona.
Siente cómo fuerte late mi corazón
por los desarreglos del espíritu.
Estoy de tal manera destruido
que no podría más sufrir.
Si quieres seguir a mi servicio,
llévate mi alma contigo
(te lo ruego)
cuando abandone mi corazón…

Dante y Virgilio se detienen a hablar con Cavalcante di Cavalcanti, padre de Guido Cavalcanti. 1478. Guglielmo Giraldi

Milán, miércoles 7 de agosto de 2024

Toscana y Cavalcanti

Guido Cavalcanti, a quien, en su Vita Nuova, Dante llama “il primo del miei amici”, no aparece en la Divina Comedia porque aún estaba con vida cuando el Alighieri escribió su poema. No obstante, se habla de Guido en” Infierno” X, cuando el padre, Cavalcante dei Cavalcanti, le pregunta al poeta por su hijo. Guido murió en el exilio a los cuarenta y uno. Precedió en esta condición a Dante, quien moriría, sin volver giamai a Florencia, en 1325 en la ilustrísima ciudad de Ravena.

 

PERCH’I NON SPERO DI TORNAR GIAMMAI (2)

Ah, balada mía, a tu amistad encomiendo
esta alma temblorosa,
piadosamente llévala contigo
a la bella dama a quien te envío.
Y dile, suspirando, cuando
la tengas frente a ti:
“El alma que ahora está a tu servicio,
llega, de parte de aquel
que fue siervo del amor,
para estar contigo”.

Y tú, menguada y temblorosa voz,
que has salido de un pecho entristecido,
anda con mi alma y esta balada
y háblale de mi mente destruida.
Hallarás a una exquisita joven
con un tan dulce espíritu
que será un placer estar frente a ella.
Y mi alma, eternamente,
por sus dones, la amará.

 

Guido terminó su balada en Sarzana (Liguria) durante el verano de 1300, pocos meses antes de su muerte exiliada. Todo el poema está marcado por lo que John Keats (no es primera vez que lo escribo)

llamaba “the true voice of feeling”. El Cavalcanti superó los artificios comunes del dolce stil nuovo, para escribir un texto estremecidamente autobiográfico. Un poema confesional, en una época en el cual el modo confesional era impensable. De allí la modernidad de la escritura de Guido Cavalcanti, una de las glorias del cultura toscana. Ezra Pound, el mejor traductor al inglés de Cavalcanti, le reserva un lugar a Guido en el “Segundo libro” de su autorizado Canon, con otros poetas como Safo o Teócrito, quienes no cantaron toda las emociones del ser humano, pero fueron excelentes al hacerlo con la que conocieron, en este caso el amor. El Primer Libro, lo reserva Pound para los grandes “profetas” como Homero, Dante o Shakespeare. Y Virgilio, añado yo.

Busto de Gonzalo de Berceo. Fotografía de Artistosteles | Wikimedia

Milán, jueves 8 de agosto de 2024 

Gonzalo de Berceo

En España, para la época de Guido Cavalcanti, brillaba el genio de Gonzalo de Berceo (1200-1264), canónico y el “primer poeta con nombre de la lengua española”. Ajeno a la influencia de la poesía amorosa provenzal y del dolce stil nuovo, con sus nuevas formas como el soneto, Berceo se limita a los asuntos de la religión. No obstante, cuando se libera de este peso, Berceo es el fundador de la poesía moderna pastoral y primer vate de los asuntos humanos, como en estas inspiradas líneas donde aparece como precursor de San Juan de la Cruz, en el siglo XVI, y no menos de Antonio Machado en el XX:

 

Amigos e vassallos   de Dios omnipotent,
si vos me escuchássedes   por vuestro consiment,
querríavos contar   un buen aveniment:
terrédeslo en cabo   por bueno verament

Yo maestro Gonçalvo   de Verceo nomnado,
yendo en romería   caeçí en un prado,
verde e bien sençido,   de flores bien poblado,
logar cobdiçiaduero   pora omne cansado

Davan olor sovejo   las flores bien olientes,
refrescavan en omne   las [carnes] e las mientes,
manavan cada canto   fuentes claras corrientes,
en verano bien frías,   en ivierno calientes

Avién y grand abondo   de buenas arboledas,
milgranos e figueras,   peros e mazanedas,
e muchas otras fructas   de diversas monedas,
mas no avié ningunas   podridas [nin] azedas

La verdura del prado,   la odor de las flores,
las sombras de los árbores   de temprados savores,
refrescáronme todo   e perdí los sudores:
podrié vevir el omne   con aquellos olores

Nunqua trobé en sieglo   logar tan deleitoso,
nin sombra tan temprada,   [nin] olor tan sabroso:
descargué mi ropiella   por yazer más viçioso,
poséme a la sombra   de un árbor fermoso

Yaziendo a la sombra   perdí todos cuidados,
odí sonos de aves   dulces e modulados:
nunqua udieron omnes   órganos más temprados,
nin que formar pudiessen   sones más acordados

 

Antonio Machado, agradecido, le dedicó a Berceo estos sonoros versos, compuestos en cuaderna via, la forma favorecida por Berceo, que se basa en versos de catorce versos divididos en dos hemistiquios.

 

MIS POETAS

El primero es Gonzalo de Berceo llamado,
Gonzalo de Berceo, poeta y peregrino,
que yendo en romería, acaeció en un prado,
y a quien los sabios pintan copiando un pergamino.

Trovó a Santo Domingo, trovó a Santa María,
y a San Millán y a San Lorenzo y Santa Oria,
y dijo: Mi dictado non es de juglaría;
escrito lo tenemos; es verdadera historia.

Su verso es dulce y rave; monótonas hileras
de chopos invernales donde nada brilla;
renglones como surcos en pardas sementeras,
y lejos, las montañas azules de Castilla.

El nos cuenta el repaire del romeo cansado;
leyendo en santorales y libros de oración,
copiando historia viejas, nos dice su dictado,
mientras le sale afuera la luz del corazón.

Izq: Lidia Chukovskaia Der: Anna Ajmátova

Anna Ajmátova Y Aleksandr Blok

Un día como hoy, ocho de agosto pero de 1940, Lidia Chukovskaia atiende un llamado de Anna Ajmátova para una nueva sesión de un diálogo que se prolongó a lo largo de tres años. Cuenta Lidia que la gran Anna no se encontraba en su mejor momento. Nada nuevo en verdad desde que cayó en desgracia con el oficialismo. Había sido testigo de la desaparición de Ossip Mandelstam, su gran amigo, aunque no fue la única desaparición que la afectó en esos, los más oscuros de los tiempos del siglo XX. Ni siquiera el veintenio de Hitler había sido peor. La excusa de la Ajmátova para convocar a la amiga era que ese día, pero de 1880, había nacido Alexander Blok, padre de la poesía rusa moderna. A pesar de su devoción, la Ajmátova no se exime de expresar algunas críticas a la poesía de Blok. Lo más admirable no son sus opiniones sobre el trabajo de Blok o el de sus contemporáneos, lo que nos llena de respeto es la dedicación de Ajmátova a sus oficio, el oficio de la poesía. Con los ejercitos alemanes en Stalingrado y amenazando con llegar a Moscú (Stalin, en un gesto típicamente, ruso la evacuaría con el resto de la intelectualidad amenazada), Ajmátova no encuentra otro motivo de conversación que no fuera la poesía. Blok no salió bien parado de esa conversación estimulada por un nuevo aniversario de su nacimiento. Las opiniones de los poetas son, las más de las veces, irrelevantes. Lo que de ellos queda no es lo que dicen sino lo que cantan. La esencia de las relaciones entre Ajmátova y Blok que nos interesa, es la que ella cantó en un texto escrito en 1914, casi treinta años antes del encuentro con la Chukovskaia.

 

A Aleksandr Blok

Llego a casa del poeta.
Un domingo. Precisamente a mediodía.
La estancia es grande y tranquila.
Afuera, en el helado paisaje,

cuelga un sol color frambuesa
sobre cuerdas de humo grisazul.
La mirada escrutadora de mi anfitrión
me envuelve silenciosamente.

Sus ojos son tan serenos
que uno podría perderse eternamente en ellos.
Sé que debo cuidarme
de no devolverle la mirada.

Pero la plática es lo que recuerdo
de aquel domingo a mediodía,
en la amplia casa gris del poeta
cerca de las puertas del Neva.

 

Enero de 1914

 

(Trad. Kyra Galván)

Giacomo Leopardi. 1820. A. Ferrazzi

Cupra marittima, viernes 9 de agosto de 2024

Amanezco, de una manera imprevista, frente al mar que contempló Leopardi durante toda su infancia y adolescencia antes de marchar a Nápoles. Son las aguas procelosas del Adriático de la región de las Marcas. Una noche, respirando esta brisa, en medio de la noche profunda, recibió de los esquivos dioses la inspiración para escribir su inmortal poema, “Le recordanze”, que me propongo traducir para estos cuadernos. Mientras, hago planes para descorchar una botella de “Peccorino” Emidio Pepe, el vibrante blanco de la región

 

Vaghe stelle dellOrsa, io non credea
tornare ancor per uso a contemploravi
sul paterno giardino scintillanti,
e ragionar con voi delle finestre
di questo albergo ove abitai fanciullo,
e delle gioie mie vide la fine.


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