Diario literario 2023, septiembre (parte III): Ulises “voluntario” de Tennyson, cuentos de Voltaire, Dalí en el MOCO, “Micromegas”

16/09/2023

Los espíritus llameantes de Ulises y Diómedes, ilustración de Paul Gustave Doré colorizada digitalmente. Imagen de Meisterdrucke.es

Milán, sábado 9 de septiembre de 2023

Todo los escritores han querido escribir, o han escrito, su propio Ulises. Una deriva que se ha manifestado de forma tan hipetrófica y brillante como en el Epos de Kazantzakis. O de manera tan minimalista y envidiada como la de Kavafis. Como hubiese comentado Hamlet, no había llegado el héroe de Homero a Ítaca, cuando ya los imitadores habían comenzado a escribir sus interpretaciones. No deja de asombrar, en un mundo sin asombros, que miles de años después siga siendo la original la mejor de las versiones. Incluso un genio multiforme como el de Virgilio se sintió honrado con ser sólo “casi el primero”, como lo llamó Dryden, sin disimular su admiración por el vate romano. El cine no escapó al desafío y ha incurrido en el tratamiento del tema en forma reiterada. Sigue siendo el más notable el que situó la aventura de Ulises en el año 2001. Después de Virgilio es a Dante a quien debemos agradecerle la mejor visión de Ulises. Porque visionaria, sin antecedentes post-griegos conocidos por el italiano, es la historia que cuenta en su Commedia. El primero que se ocupa de un Ulises intuido pero no confirmado, uno que lo hace volver a la aventura después de un tiempo no largo en la anhelada Ítaca. Allí, en su palacio, descubrió que su esforzado ingenio no había bastado para revelarle que el sueño de sus ojos no era la paciente Penélope, sino la peligrosa vida aventurera. Dante se imaginó a Ulises cuando disponía las velas para su regreso a la mar procelosa y se lo encontró,  más tarde, en el Infierno. Le preguntó por su muerte y las razones de su residencia en lo más profundo de la topografía infernal. El de Dante será el modelo de nuevas imitaciones. Una de ellas, una de las más gloriosas, es la de Giovanni Pascoli. Otra, anterior, es la del inglés Alfred Tennyson, modelo cercano de Pascoli. Tennyson utilizó la más anglosajona de las formas, el pentámetro yámbico sin rima, preferido de Shakespeare. Estas son primeras líneas del poema de Tennyson en versos “libres” castellanos:

 

De nada sirve que viva como un rey,

 ocioso, frente a un apagado hogar,

 entre áridos peñascos, en compañía

 de una envejecida esposa, ingeniando

y promulgando leyes desiguales

 para un pueblo barbárico, que sólo

 piensa en acumular y dormir y comer

 y que me desconoce. No podría

 dejar de viajar; beberé la vida

 hasta las heces.

Alfred Tennyson. Litografía publicada en The Modern Portrait Gallery, 1890.

Milán, lunes 11 de septiembre de 2023 

El Ulises de Tennyson (2)

Alfred Tennyson no fue uno de los poetas preferidos del siglo XX, que favoreció la mediocridad como poeta de Poe, confundiendo su genio como teórico y narrador con sus supuestas virtudes como bardo. De Tennyson, sin embargo, son algunos de los mejores poemas de la lírica escrita en Inglaterra, la mejor, sin duda, de todas las poesías escritas desde la caída del imperio. “Ulises” es uno de esos textos inmortales. Giovanni Pascoli lo tradujo en hexámetros al italiano, considerando, con razón, que era el mejor equivalente al pentámetro yámbico del poeta británico. Para el idioma castellano, que es el que hablamos después de la desaparición de las lenguas aborígenes, pentámetro y hexámetros no se acomodan, por su longitud, a nuestros oídos, para los cuales el verso de apenas ocho sílabas es suficiente. Y, en su defecto, el de once, llevado de Italia a España durante el Renacimiento. Para mi proyecto de traducir a Tennyson lo he preferido, a pesar de que los versos no tienen la elegante longitud del original. El texto, de acuerdo a la primera poesía en inglés, es sin rima. Con las del comienzo, estas son las treintas y dos primeras líneas del original, aumentadas a cuarenta y seis versos endecasílabos.

 

… Siempre disfruté con holgura, y no he

 sufrido menos, con los que me

han amado, o estando solo, a orillas

 del mar, o cuando las lluviosas Hiades,

de aladas corrientes, al mar oscuro

irritaban. Me he procurado un nombre.

Es bastante lo que, sin darme pausa,

con un corazón insaciable, he visto

y conocido: las ciudades y hombres,

con sus costumbres, sus climas, consejos

y gobiernos; no fui nunca ignorado,

 sino en todas ellas honrado. Apuré

con mis pares el placer de la guerra

en las sonoras planicies de Troya

con sus borrascas. De todo aquello que he

 conocido soy parte porque un arco

es toda experiencia a través del cual

 se vislumbra el mundo desconocido

 cuyos límites se borran a medida

que avanzo. Detenerse es aburrido,

llegar, sin lustre oxidarse, no brillar

en acción. ¡Como si respirar fuera

vida! Una vida sobre otra no es gran

cosa, y de la que tengo es muy poco

lo que queda, pero cada hora a salvo

me mantiene del silencio eterno,

 algo nuevo suma, algo nuevo aporta,

pero sería indigno protegerme

 y aislarme durante tres largos soles,

 con este espíritu, que arde de deseos

de perseguir el conocimiento

como se persigue a una estrella que cae

 más allá del límite del pensamiento

 humano.

El Ulises de Homero es involuntario. El rey de Ítaca nunca quiso ser Ulises. Le bastaban los pingües ganados de su isla, la pesca, la caza en los bosques, su joven reina y su hijo niño. El más burgués de los héroes, como lo precisó Horkheimer. Nada más lejos de su proyecto existencial que perseguir la gloria en el asedio a una ciudad lejana. Y ya de regreso también fue involuntaria la odisea que lo demoró ocho años en lechos ajenos y dos años a merced de la adversidad. Hubiese querido para sí la suerte del grisáceo Menelao, quien llegó a su patria tierra sin mayores percances. Fue Dante el inventor, al menos para los tiempos post-helenos, del Ulises voluntario. El héroe existencial que se define en sus decisiones. El Ulises voluntario de la Commedia no sólo decide regresar a la aventura, sino que decide su propia perdición y la de los suyos con sus muestras de inaceptable arrogancia. También el de Tennyson es un Ulises voluntario. Y también el de su seguidor, Giovanni Pascoli. Son héroes que escogen la aventurada y mortal heldenleben, la vida de héroe.

Giovanni Pascoli.

Poblenou, miércoles 13 de septiembre de 2023

Ayer en la Sagrada Familia, el gran proyecto arquitectónico de Gaudí, construido para honrar la imagen de la Sagrada Familia. Terminaría, de manera involuntaria, siendo más un monumento al genio del arquitecto que a las figuras cruciales del cristianismo. A pesar de su profesada humildad, percibo al raro ingenio por todas partes del formidable templo y muy poco al Creador. Como en una iglesia protestante, una suerte de iconoclasia colabora a este ayuno de experiencia religiosa, contribuye a que no haya sentido la más tenue experiencia religiosa. Incluso los vitrales excluyen las imágenes, convertidos en musicales composiciones abstractas. Incluso el altar parece reducido, sin la magnificencia del que diseñó el mismo Gaudí para la catedral de Palma de Mallorca. No se va a la Sagrada Familia a orar, la invitación es a admirar el espléndido talento del arquitecto. Un iluminado que queriendo anularse en este monumento a su Señor, terminó realizando este dilatado homenaje a sí mismo.

Sagrada Familia. Fotografía de Josep Lago | AFP.

Los cuentos de Voltaire

“Micromegas” es uno de los “cuentos filosóficos” más difundidos de Voltaire. Se trata de una serie de exóticas narraciones, donde el pensador francés se sirve de la ficción para exponer parte de su ingenioso y transgresor ideario. No deja en estas narraciones Voltaire de ser polémico, porque siempre lo fue. El espíritu crítico es una condición de la ideología del Iluminismo, “critico, luego existo”. De este modo, y sin razón aparente, arremete contra Pascal, portavoz del más doloroso misticismo: “Blaise Pascal, quien, a decir de su hermana, se convirtió en matemático mediocre y un pésimo metafísico” (un fort mauvais métaphysicien).

Poblenou, jueves 15 de septiembre de 2023

MOCO

MOCO Barcelona es la versión catalana de un proyecto museístico iniciado en Copenhagen, cuya justificación es la de difundir manifestaciones importantes del arte contemporáneo fuera de los limites de las galerías y bienales. Situado en el Born, a pocos metros del Museo Picasso, el MOCO se aprovechó de las instalaciones de un viejo palacio familiar para disponer, no siempre de la manera más cómoda, sus salas. Una apertura bienvenida en Barcelona, la ciudad más culta de la península y relativamente la menos generosa en espacios de exposición. Es probable que el espléndido Museo Europeo de Arte Moderno, de Richard Wright, haya sido la última de estas iniciativas. Aunque todavía discreta, la colección está claramente orientada a la promoción de artistas per-contemporáneos, como Basquiat o Warhol, y estrictamente “contemporáneos”, como Hirst, Kusama, Banksy, Kaws, Guillermo Lorca, LaChapelle, OsGemeos, NFT o Refik Anadol. No obstante, en este contexto de contemporaneidad, tal vez lo más sorprendente sea el bronce de más de dos metros a la entrada de las salas. Al principio familiar, terminé confundido al tratar de relacionarla con los artistas a su lado. Poco después fue que pude precisar que se trataba de la “La mujer en llamas”, realizada por  Dalí a sus setenta y seis años (1980). Se trata de un Dalí que con holgura comparte su contemporaneidad con Demian Hirst, representado en la sala contigua con una bonita selección de sus obras. Nada me hubiese extrañado si el estupendo bronce hubiese estado firmando por el artista británico. En verdad “parece de él”. Si bien nunca fui un gran seguidor del Dalí moderno, me confieso admirador de este Dalí “contemporáneo”.

“La mujer en llamas”, de Salvador Dalí, en el MOCO Museum Barcelona. Fotografía de MOCO Museum.

Poblenou, viernes 16 de septiembre de 2023

Lo más grato de esta grata localidad, donde me encuentro invitado por dos grandes amigos venezolanos, es la brisa marina que sopla todas las mañanas desde el nada distante Mediterráneo. Algo propio de las ciudades venezolanas, Valencia y Caracas, donde he vivido, pero cuya ausencia lamento en el Milán de estos años, equidistante de los lejanos mares Adriático y Tirreno.

Voltaire, retratado por Maurice Quentin de La Tour.

Micromegas

Uno de los cuestionamientos más graves que hace Voltaire a la tradición cristiana se refiere al dogma según el cual el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Porque, de ser así, como sostiene el catecismo, sería bien poca cosa Dios porque la visita a la Tierra de dos viajeros de otros planetas nos descubrió tristemente reducidos a una dimensión lamentable, simples átomos, para ser vistos a través de un microscopio. Uno de los filósofos (el mismo Voltaire) que se entrevista con los visitantes les ofrece una acabada descripción de la tribu humana: “A excepción de un reducido número de habitantes, muy poco estimados por los demás, el resto es una muchedumbre de dementes, malvados y desgraciados. En el mismo momento en el que les estoy hablando, cien mil insensatos de nuestra especie, con sombreros en la cabeza, aniquilan a otros cien mil que llevan turbantes, o son masacrados por ellos… Aunque no son ellos quienes deben ser castigados, sino sedentarios bárbaros quienes desde la comodidad de sus estudios ordenan, mientras hacen la digestión, la masacre de un millón de hombres, para después agradecerlo a Dios solemnemente”. No le faltaban razones a la iglesia para prohibir la lectura de las obras del “filósofo” francés. Como se sabe, la prosa de Voltaire no tiene la belleza de la de Rousseau ni la elegancia de la de Chateaubriand; no obstante fue una de las prosas “instrumentales” más brillante de su tiempo, el vehículo adecuado para la difusión de un pensamiento marcador en la historia de la cultura occidental.


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