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Diario literario 2023, octubre (parte II): Hand-writing, Salomón de la selva, ¿amigos?, las bolitas de Ito Hiromi
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Milán, domingo 1º de octubre de 2023
Hand-writing
En la última entrega de The Economist, un dossier dedicado al rescate de la escritura a mano (hand-writing), a punto de desaparecer ante la inclinación de los escritores por las pantallas de ordenadores y teléfonos celulares. Escribo lo que escribo en cuadernos y con una variedad de plumas que van desde una Montblanc 1962, que perteneció un viejo escritor venezolano, hasta la inglesa Scriveiner, de reciente adquisición. Las alterno (quedaron en Venezuela casi todas, y aquí, en Milán, apenas tengo una Parker, la inglesa, dos Waterman y el par de exquisitas Delta (fábrica artesanal boloñesa que no resistió la competencia de las computadoras), regalos de Constanza en mis sesenta y setenta), variaciones que están en la dependencia del papel utilizado. Reconozco que se trata de una combinación de costumbre y terquedad, animado por el ejemplo de George Steiner, quien nunca abandonó la tinta y el papel. No dejo de entender que la tentación de la pantalla es inquietante, como todo short-cut (atajo), que nos permite llegar más rápido.
Milán, lunes 2 de octubre de 2023
Salomón de la selva y Rubén Darío
“Cantar” es un hermoso poema del vate nicaragüense Salomón de la Selva (1893-1959), donde canta y cuenta el dolor ante la separación, seguramente definitiva, de la mujer amada. Salomón, sirvió con los ingleses en la Primera Guerra y sabía de lo que hablaba. Su texto canta y cuenta la desesperación del soldado caído, una situación límite cuyo mejor consuelo, y lo es de todas la situaciones límites jasperianas, es el amor. El que habla es el mismo poeta que, a diferencia del protagonista del poema, sobrevivió al horror del desastre.
CANTAR
Mar del Norte, Mar del Norte,
si en ti me ahogo,
lávame los sudores,
mátame todos los piojos,
déjame la carne blanca
y los cabellos de oro.
Que va a venir a tus playas
para buscarme, la novia:
¡No quieras que me tenga asco
cuando me bese la boca!
Mar del Norte, Mar del Norte
si en ti me ahogo
haz de cuenta que te han echado
un manojo de heliotropos,
¡qué blanca tengo la carne
y los cabellos de oro!
Carne blanca que antes era
promesa para mi novia…
¡No quiera que me tenga asco
cuando me bese la boca!
(El soldado desconocido, 1922)
Un hermoso y conmovido texto, escrito impecablemente en sus musicales octosílabos, aunque tal vez demasiado claro y accesible para la oscura poética de la modernidad con su perversa exaltación de una poesía hermética y onanista, que, olímpicamente, dejó fuera de su Antología al vate de Nicaragua. No obstante, “Beauty is a joy for ever”, como escribió el inglés y, en nuestros días, los versos del poema se sienten en toda su belleza. Salomón, además de poeta notable, es un personaje legendario. A los 13 años impresionó con un discurso escolar al dictador Zelaya, quien decidió becarlo en la exclusiva Williams College, además de liberar a su padre, un militante opositor. Después de graduado se quedaría durante un tiempo dando clases de castellano en Williams. En 1915, lo encontramos en Nueva York enseñando en Columbia, en cuya biblioteca acompañaría a Rubén Darío durante su recital en esa universidad. Se hizo amigo de poetas conocidos, como Stephen Benet. Además de ser un efímero y dedicado amante de la grande Edna St, Vincent Millay, a la cual invitó a la Opera de Nueva York para que conociera a Caruso. Pero como héroe sin guerra no es héroe, Salomón se alistó como voluntario en el ejército británico durante el gran conflicto. De esas experiencias es El soldado desconocido, donde no todos los poemas tienen la intensidad de “Cantar”. Apoyó con entusiasmo las causas libertarias y fue activo colaborador de la gesta de César Augusto Sandino. Murió, todavía joven, en París donde residía como embajador de su país. Su dominio del inglés (escribió parte de su poesía en esa lengua) me recuerda el del venezolano Pérez Bonalde. Una maestría que se expresa en todo su esplendor en la traducción de “Autumnal”, de Darío, realizada con Thomas Walsh, como un homenaje a su paisano y maestro. El original es de 1888 y fue incluido en el juvenil Azul, está escrito como una silva con sus versos de 7 y 11 sílabas, aun cuando sus rimas en los versos pares son propias del romance. Estos son los inolvidables primeros versos:
AUTUMNAL
En las pálidas tardes
yerran nubes tranquilas
en el azul: en las ardientes manos
se posan las cabezas pensativas.
¡Ah los suspiros! ¡A los dulces sueños!
¡Ah las tristezas íntimas!
¡Ah el polvo de oro que en el aire flota,
tras cuyas ondas trémulas se miran
los ojos tiernos y húmedos,
las bocas inundadas de sonrisas,
las crespas cabelleras
y los dedos de rosas que acarician!
Esta es la versión de Salomón de la Selva no menos notable que el original de Darío, escrita en pareados rimados, una forma preferida por los poetas ingleses del XVIII, pero que su procedencia francesa parece adaptarse sin dificultad al sentido del texto en castellano:
AUTUMNAL
In the pale afternoon the clouds go by
Aimlessly roving in the quiet sky.
His head between his hands, the dreamer weaves
His dream of clouds and Autumn leaves.
Ah, his intimate sorrow, his longh sighs,
And the glad radiance that has dimned his eyes!
And all the tender glances, the blond tresses,
The rose hands over-brimming with caresses,
The sudden faces smiling everywhere
In the gold-dusted curtains of the air!
Hegel, Hölderlin, Schelling, Freunde?
Luis José García, la mente filosófica más brillante de su generación, que es la mía, me revela que, si bien es cierto que Hegel, Hölderlin y Schelling eran suabos y coincidieron en el mismo seminario en Tubinga y vivieron en la misma pensión, llevaron la misma existencia de estudiantes de bolsillo flacos, y de manera precoz y efímera, simpatizaron con la ideología revolucionaria de la Bastilla, nada parece indicar que fuesen buenos amigos, como sugerí en otra entrada de este cuaderno. A falta de mayores pruebas, Luis José, quien además es abogado, le da especial relevancia a un detalle que desconocía. De los poemas que publicó Hölderlin durante esos años, no pocos de ellos estuvieron dedicados a diferentes personajes de su entorno. Ninguno, sin embargo, dedicado a sus dos camaradas y paisanos. Por su parte, quid pro quo, Hegel nunca lo menciona; no obstante, su fijación con la Antígona de Sófocles, traducida al alemán por el mismo Hölderlin, versión que todavía se utiliza en los liceos alemanes.
Ito Hiromi
Hiromi (1955) es la más conocida poeta japonesa de una generación marcada por las tragedias naturales (terremostos, tsunamis) y menos naturales (la planta nuclear de Fukushima). Un buen día, a sus treinta y tantos años, vio pasar a un Japón de milagros económicos a otro inseguro, descentrado y empobrecido. De la orgullosa potencia del Sol Naciente, a un país acomplejado y aterrado ante el crecimiento económico de China, que lo desplazó como polo de desarrollo económico del Lejano Oriente. El poema de Ito Hiromi habla de este desengaño, de esta falta de confianza y de un horizonte brumoso. Todo amor es inseguro y el de la protagonista de esta tensa poesía no lo es menos. Así lo expresa con esta alegoría en la cual las bolitas de harina de arroz son la misma protagonista. Ni las bolitas ni ellas quisiera ser deformadas por un trato sin cuidados. Tal vez no sea apropiado escribirlo, pero es uno de los poemas “femeninos” más delicados que he leído desde Emily Dickinson. Igual de atractiva es la forma escogida, con su clara intención de mantener hasta el final la comunicación poética. Sin eliminar la ambigüedad de un lenguaje, por naturaleza ambiguo, como es el de la poesía. La versión, como todas las que he realizado en estos días, la hice en base a la traducción italiana de Maria Teresa Orsi y Alessandro Clementi degli Albizzi, con esporádicas revisiones del texto original japonés.
NO ME DEFORMES
Hago bolitas de harina de arroz
para él
derrito el azúcar y preparo el almíbar
sumerjo las bolitas después de hervirlas
las dejo enfriar
las coloco con cuidado en una caja
y se las llevo
las bolitas se pegan al fondo del recipiente
los bordes se desmoronan
la forma esférica
se pierde
las coge con la cucharilla
ojo
atención
tómalas sin deformarlas
me gustan más que cualquier
otra cosa, dice mi hombre
llevándolas a la boca
“realmente buenas” dicen sus ojos
semicerrados
me gustan incluso más que a ti
observo a este hombre
que traga las bolitas dulces
y después chupa el almíbar que se derritió
agito en el aire el recipiente bien cerrado
y lo envuelvo en un paño de cocina
desde este momento los dos
acercamos nuestros labios que saben a almíbar
mientras deslizamos las manos
moviéndolas para dar forma a nuestro amor
pero, escúchame
no quiero deformarme
no quiero quedar deforme
esto es lo que pienso, amor, mi amor
Milán, martes 3 de octubre de 2023
NO ME DEFORMES (CONT.)
redondeo las bolitas
caliento y reduzco el almíbar
lo hiervo lo dejo enfriar
lo saturo
con amargas esperanzas
denso almíbar que vierto
suaves bolitas
que mi hombre ingiere
densas como saliva
lisas como nalgas
¿qué te parecen?
no quiero cambiarte
habrá pensado con amargura
así hasta el final
la comida que segrego
llega a lo más profundo
del hombre que amo.
Ito Hirimo llamó la atención los lectores por esta lírica intimista, franca, cordial, cómplice, que refiere experiencias-miniatura descuidadas por la poesía japonesa de su tiempo. Se involucró Ito en una tendencia democratizadora de la lírica de su país, alejada de preocupaciones sociales o de género. Una “poesía femenina”, la llamaron los críticos, mientras la poeta no disimulaba su proyecto de ser la voz que cantaba lo que los demás no tomaban en cuenta. Ha escrito en todos los géneros y muchas de sus prosas refieren un elemento fantástico. ausente de sus poesías más difundidas. Lo que sigue son apenas unas líneas de esta prosa, poética en el sentido que le dio Baudelaire a sus Pequeños poemas en prosa:
Yo soy Anjuhimeko y tuve que cumplir tres años. Siempre he pensado en el padre como alguien que no existe, una figura ausente; en todas las historias que he escuchado el padre ha muerto en su casa o está lejos en un viaje o le hace caso a la madrastra, en cambio en mi casa se encuentra el verdadero padre, con todas las intenciones de matarme, cómo siempre ha querido hacerlo; esto ha sido siempre un gran problema; desde que nací, es lo que dice mi padre, a esta niña la boca se le abre de unaoreja a la otra, los párpados son lisos y sin pestañas, incluso la cara es aplastada, sus ojos son demasiado grandes, nadie me convencerá de que no es la hija de algún monje o qué sé yo, entonces que se llame Anjuhimeko y que sea enterrada en la arena, si después de tres años está viva, la reconoceré como hija.
Lo que sigue es una hermosa y poética historia de sobrevivencia escrita con un estilo de poema en prosa. Al final, Anjuhimeko, a diferencia, de muchos otros niños enterrados en la arena, se salva gracias a la savia que chupaba de un junco sembrado por la madre para reconocer el lugar donde fue sepultada. Al desconfiado y arquetípico padre no le queda sino reconocer a la hija.
Días Indecisos
Todos los días del que vive en el destierro son indecisos. Atrás quedó la permanencia, la residencia original en la tierra. Una nueva vida no es imposible, pero tiene eso de incómoda. La novedad, recuerdo que advertía Montaigne, no siempre es lo más recomendable. La vida en otro país, como se sabe, es una variable dependiente, no está en nosotros el completo control de la circunstancia. No importa cuántos pasaportes tengamos, cuantas residencias y nacionalidades, todos los días del que vive en el destierro son indecisos.
Milán, miércoles 4 de octubre de 2024 s. Francisco de Asís
Herzog
A Werner Herzog le debo por lo menos tres grandes experiencias cinemáticas: Wozzeck, La ira de Dios y Fitzcarraldo, todas con su alter ego Klaus Kinsky. Herzog estiró la cuerda del cine hasta sus límites, a punto estuvo romperla. En más de una ocasión expresó no sin honda preocupación los límites del género. Con secuencias “bigger than life” (más grandes que la vida), pero también “bigger than movies” (más grandes que el cine), me daba la impresión de que la pantalla iba a reventar con las mismas proporciones del desastre del Zeppellin en 1937. A sus ochenta y dos años Herzog sigue siendo tan implacable como en aquellos años.
Milán, jueves 5 de octubre de 2023
Patrick Kavanagh
Kavanagh (1906-1967) es el mejor poeta irlandés del siglo veinte después de Yeats, al tiempo que es su complementario.
A MI MADRE. IN MEMORIAM
No te veo en una tumba bajo
la arcilla húmeda de Monaghan, sino
caminando, entre los álamos, rumbo
a la estación, o feliz de asistir
a misa en un domingo de verano.
Cuando nos encontramos me dijiste:
“Acuérdate de atender el ganado”.
Los ángeles flotaban en torno a ti.
Y te imagino en junio, caminando
por un promontorio de avena verde,
tan llena de vida y serena; y cuando,
por casualidad nos encontramos,
a la salida del pueblo, los tratos
ya terminados, caminamos juntos,
libres, por las calles a través,
de tiendas, establos y mercados.
Oh, tú no estás bajo la húmeda arcilla,
porque es noche de cosecha y estamos,
a la luz de la luna, amontonando
la paja y sonríes eternamente.
Alejandro Oliveros
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