Diario Literario
Diario literario 2023, octubre (parte I): J. A. Navarrete, Cusk, Balza, Salgado, Hölderlin en Gotinga
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Milán, lunes 25 de septiembre de 2023
Ya instalado el otoño en esta capital lombarda, con su luz amarillo oro y sus azules altísimos. La invitación a alzar el vuelo es irresistible, sino fuera por la gravedad, ese castigo por el pecado original, como intuyó el profesor Cousteau desde las profundidades. Vuelen ustedes, alados amigos, que quieren y pueden. Los pajaritos, de mi calle, miembros de esta especie privilegiada, que son distintos a los que se instalan en primavera, han regresado aprovechando que el calor se ha marchado (como yo detestan el calor). Tampoco son pájaros nocturnos y prefieren las primeras horas de sol para sus ensayos y futuras representaciones. También lo hacen al atardecer. No son muchos no tienen la potencia vocal de los mirlos. No tienen esas pretensiones, y están aquí para acompañarnos durante un tiempo antes del invierno y la llegada del fin de este efímero 2023.
Juan Antonio Navarrete. La ilustración
De acuerdo con el estudioso Pedro Téllez (h), “El siglo de las luces en Caracas tiene dos caras: Miranda y Navarrete. Ambos a su manera redactaron sendas enciclopedias. Enciclopedias para uso personal, manuscritas, que se conocerían dos siglos después: Arca de letras y Colombeia”. A pesar de lo sugestivo de la intuición de Téllez, se le debe recordar que serían por lo menos tres las caras de esta improbable moneda. La tercera es la del formidable Baltazar de los Reyes Marrero, quien, si no escribió una enciclopedia, se conocía bien la original, así como las proposiciones de Newton y las intuiciones de Locke, en base a las cuales reformó de manera arriesgada la educación universitaria en Venezuela. No dudo de que, de haber contado con el tiempo que no tuvo, hubiese escrito su propia enciclopedia o su propio diccionario. Al fin y al cabo, el XVIII fue también el siglo de los diccionarios. Samuel Johnson publicó el suyo, el primero de la lengua inglesa en 1755. Y Voltaire otro, con sus colaboradores, en 1764. Incluso Dom Calmet, esa especie de enciclopedista al revés y favorito de las críticas de Voltaire, se propuso escribir un Diccionario de los diccionarios. Empero, no todo fueron diccionarios y enciclopedias en aquel Siglo de las Luces. Después de Newton, Locke y los franceses, el mundo no fue el mismo. Por primera vez, la razón se había convertido en un instrumento. Un medio no para la reflexión sobre el ser y su olvido, sino para el dominio de la naturaleza y el mejoramiento de la vida entre los humanos. Y, en efecto, de un humanismo se trataba, más práctico y prosaico que el humanismo renacimental.
La instrumentalización de la razón está en el origen del mundo que conocemos. Y, al final del día, tenemos que aceptar que el que conocemos no es el mejor de los mundos. Y que sea así lo debemos al pensamiento ilustrado. La revolución francesa, con toda su violencia y terror, era la consecuencia inevitable del cuestionamiento de la iglesia y el absolutismo de las monarquías continentales. Sólo haciendo uso de métodos violentos el viejo régimen iba a ser desplazado. La razón triunfante pecó de ingenua al no tomar precauciones para enfrentar el modelo capitalista que iba a sustituir al sistema feudal. Tal vez no le faltaba razón a Marx, cuando escribió que “La humanidad en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano desembocó en un nuevo tipo de barbarie”. Pero no se queda aquí el cuestionamiento de los pensadores marxistas al iluminismo. En efecto, en su Dialéctica de la Ilustración, Hoerkheimer y Adorno encuentran en la razón instrumental del iluminismo la raíz de barbaries modernas, como los campos nazi de exterminio. Y, deberían haber agregado, las carnicerías de Hiroshima y Nagasaki.
Milán, martes 26 de septiembre de 2023
Rachel Cusk
Termino en pocos días la lectura de Outline, primera novela de la difundida trilogía novelesca de la canadiense-británica Rachel Cusk. Como escribí hace unos días, es una novela-tobogán, comienzas a leerla y no paras ni retrocedes. La Cusk tiene un envidiable manejo del inglés, despojado sin ser pobre, instrumental y poético en ocasiones, reflexivo y ágil, con el cual la autora parece decir lo que se propuso. La forma de la novela se adapta a su escritura. Se trata de un conjunto de diez secciones, más que capítulos, en los cuales la narradora transcribe las conversaciones que ha tenido con amigos y alumnos durante los dos días de su permanencia en Atenas como profesora invitada. Ella escucha y poco habla, suficiente para saber que es una profesora de literatura, de cincuenta años y divorciada. Y este va a ser el asunto preferido de estas conversaciones. A excepción de algunos jóvenes alumnos, todos los demás protagonistas son divorciados. Para la que escribe, la misma Cusk, el divorcio ha sido el episodio central de la existencia. Una tragedia de proporciones casi épicas. Todo el mundo cambió con su fracaso matrimonial. Nunca, en la narrativa que conozco, el tema de la separación ha sido tratado con tanta urgencia e insistencia. Para la Cusk, el divorcio es algo tan serio como” un golpe de ataúd en tierra”. Ahora me dispongo a la lectura de Transit, segundo libro de la trilogía.
Milán, jueves 27 de septiembre de 2023
Ayer, participación en un Seminario sobre José Antonio Navarrete con José Balza. José es el mejor lector de la obra de Navarrete que conozco. En lo que continúa a otros estudiosos como García Bacca y Blas Bruni Celli. Más informal, pero con ojo de buen poeta, fue Caupolicán Ovalles quien, en su Antología de la Literatura Marginal, incluyó uno de los juegos de naipes inventados por este franciscano que, en las últimas décadas del siglo XVIII, se convirtió en un muy particular defensor de los valores de la Ilustración en Venezuela. Como buen enciclopedista, no podía menos que escribir su propia enciclopedia a la que llamó Arca de Letras. Cuando escuché a José en una conferencia sobre Navarrete en el Ateneo de Valencia no podía imaginar que, veinte años después, iba a compartir un seminario con él sobre la legendaria figura de Navarrete. Ha sido un privilegio.
Sebatiao Salgado en Milan
Hará cosa de diez años fui profundamente conmovido con unos trabajos del brasileño Sebastiao Salgado que se mostraban en la Fondazione Forma de Milán. Se trataba de una exposición de fotos de gran formato de los paisajes amazónicos brasileños. Ahora, en la estupenda muestra Amazonia de la Fabrica del Vapore, curada de manera exquisita por Lélia Wanick Salgado, me encontré con esos trabajos, al lado de doscientos otros que integran la memorable exposición. Salgado es el más inquietante de los fotógrafos contemporáneos. La muestra de la Fabrica del Vapore es una de las grandes muestras fotográficas que se han organizado durante las últimas décadas en Europa.
Milán, viernes 28 de septiembre de 2023
Hölderlin en Gotinga
Pocas veces la vida ha reunido bajo una misma aula a tres talentos como Hegel, Hölderlin y Schelling. Los dos primeros, estrictamente contemporáneos (1770), y el último un poco más joven (1775). Paisanos originarios de Suabia, que se encontraron en Tubinga para formarse como religiosos en el histórico seminario de la ciudad. Con la obra de los dos filósofos y la poesía de Hölderlin es suficiente para establecer la hegemonía de la cultura alemana en la Europa de los últimos dos siglos. En su estupendo El mundo de Hegel, Jürgen Kaube refiere la precaria existencia de estos estudiantes de flacos bolsillos: “Las habitaciones eran tan estrechas que, en mayo de 1789, una inspección constata que no es posible escribir una carta sin que el que está sentado al lado no se enteré de su contenido”. Pero son los años de los sucesos en Francia y para aquellos espíritus, dispuestos por las circunstancias en un período transicional que anunciaba el romanticismo, lo importante era saberse protagonistas de uno de los grandes momentos de la historia. Simpatizan con la Revolución, y acaso participan en el secreto círculo jacobino de Tubinga. El entusiasmo durará poco, sin embargo, y desaparecerá con la instauración del Terror. Hölderlin comienza a publicar sus primeros poemas en 1792 con temas de inspiración mitológica. Alternando con esta vocación griega, que lo acompañará hasta el final, expresa en algunos otros poemas la obligatoria melancolía romántica con sus convenciones petrarquistas (el poeta enferma de amor y la mujer amada, en este caso una platónica relación con Marie Elizabeth Lebret, la Lyda de la dedicatoria, lo ayuda a recuperarse). Esta es una apresurada versión, con el texto original enfrente, de la traducción al italiano de Luigi Reitani
MI RECUPERACIÓN
A Lyda
Del tronco habían caído
todos los brotes. La fuerza y el coraje,
necesarios para proseguir
mi camino, se habían debilitado
en la lucha. ¡Desaparecidos
la vida y el placer! A merced
de mi dolor, la paz de mis
primeros años se tambaleaba
en silencio hacia la tumba.
¡Cielos, cómo el corazón inútilmente
luchaba por un noble amor!
Siempre iluso, abrazaba sueños
y esperanzas en la vida terrenal.
Para alejar las penas, pedía
a tus manos maternales, ah naturaleza
benigna, apenas unas gotas de alegría.
En tu divino banquete
bebo ahora el olvido.
Entrego fuerza y dulzura,
y extraviado en el éxtasis
contemplo asombrado el cambio.
Bosques y campos renacen,
y divina resplandece la primavera.
A tu espíritu divino, Lyda, dulce
salvadora, debo haber
recuperado el ímpetu, y ahora,
como una vez, soy libre y feliz.
Restauras la fuerza al fatigado,
un gran impulso sale de tus ojos.
Ahora poseo todo el ánimo
para ser bueno y grande como tú.
Fortalecido en la plenitud de mi alegría,
regreso al camino, en ocasiones
una seductora nube
la lejana meta me inflama.
Que gane quien me atormenta.
Si siento la pálida angustia
alrededor de mi refugio,
vendrá Lyda a consolarme.
Textos como este, llenos de convencionalismos petrarquistas, no le hubiesen garantizado la inmortalidad a Hölderlin. Pero en esos años, en la habitación que compartía con Hegel y Schelling , donde no se podía escribir una carta sin que el que estuviera a su lado se enterara, el gran vate había comenzado a escribir su serie de himnos tempranos, como el dedicado a la Libertad, donde se presiente el aliento y la inspiración que, a pesar de su locura tardía, lo convirtieron en el primer poeta de su lengua.
Alejandro Oliveros
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