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Diario literario 2023, mayo (parte I): el Modern Jazz Quartet en Monferrato, Pavese, rosas del paraíso, dos poetas italianos
Monnferrato. Fotografía de ALEXALA | Flickr
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Sanico (Monferrato), sábado 29 de abril de 2023
En esta grata zona del Piemonte para el fin de semana que incluye el lunes, día internacional del obrero. Estamos en la llamada Alta Langa, siendo la baja la región que incluye los apreciados viñedos de Barolo, distribuidos en comunas como Barolo, Castiglione Falleto, Monforte d’Alba, La Morra o Serralunga. En Monferrato se producen vinos excelentes, aunque no como los Barolo y Barbaresco tal vez los mejores de Italia, pero ha sido favorecido por tierras menos áridas y buenas para el cultivo de frutos y cereales. Es un paisaje de dulces colinas, inmortalizadas por Pavese en sus narraciones. Una grata jornada de primavera perfumada por las sesenta variedades de rosas de la propietaria de la villa que hemos alquilado. Cuentan los viajeros que así huele Brasse, la ciudad francesa capital de la perfumería.
MJQ
La primera vez que estuve en Lincoln Center for the Performing Arts fue en 1969, recién terminada las obras comenzadas en 1962. El espléndido complejo arquitectónico que, además de sus tres edificaciones más visibles (Philarmonic Hall, Metropolitan Opera House y New York City Theatre, en sus nombres originales), alberga una cantidad de edificios menos imponentes que son sede de organizaciones tan respetables como la Julliard School, la Public Library y la Chamber Music Society. A esta última corresponde la administración del magnífico Alice Tully Hall. Fue allí donde fui privilegiado, a mis veintiún años, con un concierto del Modern Jazz Quartet. La ocasión era inusual. No todos los días, en aquella sala dedicada a los grandes la música de cámara (Haydn, Mozart, Beethoven), se presentaba un concierto de música de jazz. En aquel entonces, como ahora, para escuchar buen jazz había que ir a Greenwich Village, donde funcionaron clubes legendarios como Village Vanguard, y siguen funcionando otras leyendas como Blue Note. Pero no a Lincoln Center, cuartel general de la “música blanca” interpretada por blancos. Estamos en 1969, y el racismo se sentía incluso en una ciudad tan liberal como Nueva York. La presentación de Modern Jazz Quartet estimuló las críticas de unos y otros. Unos, no le perdonaban que se presentara en un espacio hasta ese momento reservado para los grandes clásicos. Otros, no justificaban que hubiesen domesticado el jazz de tal manera que pudiera ser aceptado por aquel público. A pesar de todo, recubiertos del más fino teflón, allí estaban, de smoking impecable, los integrantes del Modern Jazz Quartet (John Lewis, Milt Jackson, Percy Heat y Connie Kay), para hacerle entender a los críticos que su música no era menos lograda que la de los antiguos maestros y que, como la de ellos, estaba por encima del bien y el mal. Tiempo después, diez años exactamente, los mismos dioses que me favorecieron con el don de presenciar al MJQ en el Alice Tully Hall, me dieron la oportunidad de escuchar, en la misma sala, la integral de los cuartetos de Beethoven con el Julliard Quartet. Y quedé para siempre convencido de que, si Beethoven hubiese estado vivo en esos años, habría reconocido que la música del MJQ no era muy distinta a la que él hacía para sus cuartetos de cuerda. No otra cosa hubiese pensado Bach, en homenaje al cual John Lewis escribió cinco estupendos arreglos.
Sanico (Monferrato), domingo 30 de abril de 2023
La primavera se niega a instalarse en esta zona de Piemonte. Ayer pudimos disfrutar de la suave luz de un sol inseguro, pero hoy es lo que llaman los italianos un “tiempo bruto”, con vientos fríos y amenaza de lluvia. Aprovecharemos el domingo para ir a visitar a un productor en Santo Stefano Belbo y pasar de nuevo por la casa natal de Cesare Pavese, donde funciona un pequeño museo con libros, fotos y manuscritos.
Sanico (Monferrato), lunes 1º de mayo de 2023
Rosas del paraíso
Signora Lorenza Vicentini, la propietaria del hospedaje donde nos quedamos, es una jardinera que se especializa en el cultivo de rosas raras. En una ocasión, Il corriere della sera le dedicó toda una página con una entrevista y fotos de sus flores. Es una mujer simpática y versátil que produce jabones biológicos y aceites esenciales, sin contar el pan y una deliciosa torta de nueces (las de Piemonte se cuentan entre las mejores del mundo). No obstante, las joyas de la corona son las rosas. “Nunca pensé que la muerte se hubiese llevado a tantos”, escribió en su poema T.S. Eliot. Por mi parte, nunca pensé que existiesen tantas variedades de estas flores tan amadas, desde la frecuente Alpina Vulgaris, hasta la aristocrática Campanulata Alba o la barroca Rosa Sulfurea. En este jardín, eximido de un riguroso orden, la propietaria cultiva más de sesenta variedades. No es la primera jardinera de rosas que conozco. Graziela Soldera, viuda del gran productor de vinos de Montalcino, Gianfranco Soldera, era, asimismo, una reconocida coleccionista. Entre sus variedades se cuenta mi “Rosa de Choroní”, como llamo a una perfumada variedad que encontré en el jardín de la casa de unos amigos en ese apartado pueblo venezolano. El tratamiento que prodigaba la señora Soldera a sus rosas era reverencial. Les hablaba en usted y ellas le respondían con la misma deferencia. Una relación basada más en el respeto mutuo que en el afecto. No que no amara sus flores, que lo hacía, y mucho, sino que había algo de religioso, no de místico, en esas relaciones. Como los que aman a Santa Catalina de Siena, entre los cuales me cuento, o a San Agustín. Por el contrario, signora Vicentini trata sus plantas con toda la familiaridad, como quien lo hace con sus hermanas o primas-hermanas. Es un asunto cotidiano y les habla así, como lo hace con Peter, su perro pastor belga. Como cosa de todos los días: “Esta es una Rosa moscosa doble que floreó la semana pasada. A esta variedad de blancas la manipularon genéticamente para que dure más, pero le quitaron el aroma, una monstruosidad que viene del siglo XIX. Habla de ellas como si fueran mascotas. Incluso cuando lo hace de la rarísisma, y de inquietante belleza, con sus bordes blancos que limitan el rojo borgoña de sus pétalos, Baron Girod de L’Ain, cuya aparición, en el rosal de la emperatriz Austria, se remonta a finales del 1800. O la Foetida Lutea, de la cual se encuentran descripciones en tratados del XVI. O la más rara de todas, la Mutabilis Chinensis, una pródiga planta que produce flores de tres colores que parecen mariposas. Para terminar con la rosa Reina Victoria, originaria de la Isla Borbón en el Oceáno Índico. A todas las trata por igual. Son sus amigas, no están allí solamente para ser admiradas, viven la vida de todos los días con signora Lorenza Vicentini en su pequeña parcela de paraíso terrenal en las colinas de Monferrato.
Milán, miércoles 4 de mayo de 2023
Ismael Urdaneta (3)
El entusiasmo del poeta y amigo, además de compañero de conversas en la Escuela de Letras de la UCV, Igor Barreto por el desconocido Ismael Urdaneta y su idea de hacer conmigo una selección de la poesía del vate de Maracaibo, así como la receptividad por parte de otros lectores atentos, me animan a incluir en estos diarios un breve texto de Urdaneta, escrito, como lo mejor de su producción, a su vuelta a la patria. Un “homecoming” cuyas consecuencias fueron desastrosas y que llegarían su fin, acosado por la pobreza y una implacable tabes dorsal, con el desenlace de su suicidio. A la profesora María Cristina Solaeche, en un ajustado trabajo publicado en Letralia, le debo buena parte de lo que conozco sobre Urdaneta. De allí tomé el fragmento que reproduzco, sí como estas dos opiniones: la primera, implacable, cuando no mezquina, es de Otto de Sola en su Antología de la moderna poesía venezolana (1940), una de las pocas que incluye versos de Urdaneta: “Su poesía, fácil y un tanto desordenada, es una de las anécdotas de su novelesca vida”. La segunda, más objetiva es de Rafael Arraíz Lucca: “Es un poeta en el que encarna la transición: su propia obra registra el romanticismo feneciente y saluda al vanguardismo naciente”. El fragmento de poema, que cita Solaeche en su crónica, es de “La palmera y la torre de acero”:
Palmera señoril, antes dabas al cuadro
del paisaje lacustre
la pincelada esbelta de un airón tropical.
Ahora te suplanta la torre del “taladro”,
menos poética, menos ilustre
pero de más efecto comercial.
Milán, jueves 4 de mayo de 2023
Dos poetas italianos: (1) Gino Scartaghiande
Gino Scartaghiande nació en Salerno en 1951. Se garduó de médico y, en 1977, publicó su primer libro, Sonetti d’amore per King Kong. A propósito de su reedición por la casa Graphe, el poeta y docente Roberto Galaverni publicó una ajustada reseña en La lettura, el papel literario de Il corriere della sera: “Esta colección de poesías todavía se recuerda como una de las más representativas de los años en que fue publicada. Y, en efecto, el espíritu del tiempo se puede sentir, respirar de alguna manera. No obstante, no encontramos nada de la historia propiamente dicha, de la vida social, de los acontecimientos. La razón es que se trata de un libro en extremo vertical, privado; intimista si se quiere, aunque de un intimismo duro, despiadado con un fondo autopunitivo. Los temas son fuertes: el amor (a menudo relacionado con la hermana muerta), la revelación de la vida a través del descubrimiento del sexo y el cuerpo; la violencia y la obscenidad de las relaciones humanas, la homosexualidad”. Aunque no es propiamente un soneto, el texto que he traducido pertenece a Sonetos de amor por King Kong:
LA IMAGEN
Tendrás que darme un nombre. Nada
de lo que he hecho me interesa, te seguiré
matando, escribiendo y rescribiendo.
El universo es la imagen de nuestra fuga,
es la terrestre creciente con hileras de árboles,
hombres, hormigas. Todavía debo acunarte,
palabra que estás por llegar; debo santificar
tu cementerio y con mayor pasión buscarte,
mentira y falsedad. Debo darte y darme paz,
ni siquiera sé si me alejo o me acerco:
porqué darme miedo, por qué no hacerme.
Milán, viernes 5 de mayo de 2023
Una furtiva lágrima
Recuerdo vivamente aquella madrugada de invierno del 1979 cuando escuché en el duermevela una melodía que parecía llegada del más puro cielo. Era cantada en italiano por un tenor cuya voz me recordaba a Luciano Pavoroti. Pero eso era irrelevante, lo qu e importaba era aquella música transparente como una brisa de montaña. ¿Cómo no la conocía? Lamenté, como pocas veces, mi enciclopédica ignorancia musical. Por fortuna, estaba suscrito a la publicación periódica de WNCN, una de las tres emisoras de música clásica que salían al aire en el Nueva York de esos años, y pude encontrar el nombre, el autor y el intérprete: “Una furtiva lacrima”, de la ópera de Donizzeti Elissir d’amore, y el cantante era, en fecto, el tenor italiano. Conocía cantidad de óperas del maestro bergamasco (maestro ante todo de Verdi, cuya deuda con Donizzeti nunca dejó de reconocer, el uso de los coros y todo lo demás), pero siempre trágicas, desde la menos conocida Gemma di Vergy, hasta las más populares Lucrezía Borgia, Maria Stuardo y Lucia di Lamermoor. Ahora me encontraba con un autor de comedias, continuador de las formas de Rossini. Como en Nueva York todo es posible, al poco tiempo me encontraba en la platea de la Metropolitan Opera escuchando al mismo Pavarotti en su brillante versión de “Una furtiva lacrima”. Recuerdo y escribo esto mientras escucho la misma aria, con un tenor desconocido, en Radio France Musique en esta mañana milanesa de dulce luz primaveral.
Dos poetas italianos (2): Gino Scartaghiande & Enrico Testa
Enrico Testa, de la misma generación de Scartaghiande, nació en Génova en 1956. Su poesía, sin embargo, es menos radical, en forma y fondo, que la del poeta salernitano. De la mejor manera, más tradicional, asumiendo la resbaladiza poética de Eugenio Montale, al cual Testa dedicó un estudio. Con la editorial Einaudi ha publicado seis libros, el último de los cuales, de 142 páginas, el L’erba di nessuno (La hierba de nadie), apareció en marzo de este año. Su dicción es la de un neo-formalista que no pierde de vista el asunto: “Enrico Testa escribe una poesía artesanal. Labora y relabora como un orfebre el metal” (Dario Piccini). El texto que traduje pertenece a L’erba di nessuno:
VERBA VOLANT
Verba volant, etc…
Tal vez sea cierto,
o tal vez se trate de un decir,
pero, si las palabras vuelan,
lo hacen a través de las polvorientas
nebulosas de los años.
De ti –siempre gestos más opacos
y pasos más feroces, la amnesia
de rostros y manos-
recuerdo apenas unos proverbios,
expresiones dialectales, reclamos de la voz,
sobrenombres de los cuales se ha perdido
la historia y la figura
y hasta los nombres de los animales
que me parecían fantásticos
y que ahora son seres reales.
Resisten y resisten
-amados, volátiles-
descendiendo hacia mí.
Se irían
-con una débil voz–
para siempre hacia otro cielo,
cuando volaré con ustedes,
precipitándome, yo también.
Alejandro Oliveros
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