Diario Literario

Diario literario 2023, enero (parte IV): rosas rojas, Lowell(2), Fausto en Marienbad

28/01/2023

Capilla de Navillod. Fotografía de lovevda.it

Navillod, viernes 20 de enero de 2023

Celebramos el postergado regreso a la montaña, con  un tinto de Dugat-Py 2015, productores de vinos en Borogoña desde el siglo XIV, para acompañar mis papardelle en con salsa de cinghiale (jabalí) cazado por mi amigo Eric en los bosques de Savigny-les-Beaune. Un año casi que no veníamos; el tiempo, en las planicies como la de Milán,  más rápido y llega diciembre cuando apenas estamos en octubre. Mis pulmones son los que más se alegran al respirar el aire curador de las cumbres. La temperatura a esta hora de la noche (8pm) es de -11C. Nada mejor que mis humeantes papardelle para la ocasión, en santa alianza con el intenso pinot noir. Desde mañana sólo tomaremos los estupendos vinos de la región.

Navillod, sábado 21 de enero de 2023

ROSAS ROJAS

Encuentro en un cuaderno, hace años extraviado, este poema, que iba a ser incluido en Espacios, mi primer libro y que no lo fue por obvias razones.

 

Rosa rojas,

nuestra sola compañía.

 

Pétalos rojos

que se vuelven verdes

en tus ojos;

una reciente alegría

para esta destartalada

alma mía.

 

La tarde

neurasténica

del trópico

se instala.

 

El tiempo se detiene

un instante,

y nuestro búho de porcelana

se voltea

para mirarte.

 

Navillod, domingo 22 de enero de 2023

El sol, que tan generoso fuera ayer con su luz, amaneció hoy lento y perezoso. Un frío es óseo de grises irreversibles. La luz neutra y opaca apenas destaca la nieve en los campos y montañas. Nada se mueve, salvo el tiempo, esta mañana de domingo que marca el inicio del Año Nuevo Lunar, que debería traer para todos mejor fortuna. Al menos, es lo que me desea el querido Robert Vifian, vietnamita y budista, desde su exilio en rue Scipion. desde mi ventana observo la pequeña iglesia de Navillod, pero sin gente ni campanas, es muy poco lo que me entusiasma.

 

La vie de l´homme s’en va, mais le coeur laisse ses racines (La vida del hombre pasa, pero

el corazón deja de sus raíces). En la entrada de la cabaña que en otra época perteneció

a los campesinos de la región.

Samuel Barber. Fotografía de Carl Van Vetchen | Wikipedia

Milán, lunes 23 de enero de 2023

En RAI el Cuarteto de cuerdas  (1936) de Samuel Barber, con su doloroso adagio que me recuerda, lejanamente,  al Op.127 de Beethoven. Este carácter elegíaco de la pieza del norteamericano ha sido reconocido desde temprano. No de balde fue la música escogida para los funerales de Frankyn Delano Roosevelt. Se haría más conocido cuando Oliver Stone decidió integrarlo a la pista sonora de Platoon. La versión que escucho en esta mañana, fría y perezosa del lunes, es la muy ajustada del Cuarteto Emerson, del cual recuerdo unas buenas interpretaciones de los últimos cuartetos de Shostakovich. La pieza de Barber, relegada durante la dictadura de la modernidad por su escritura tradicional (¿qué tenía de malo?), se siente ahora más contemporánea, no más grande, que los últimos cuartetos de Schönberg. Beauty is a joy for ever.

Tumba de Robert Lowell en el cementerio Stark. Fotografía de Walter Skold | Flickr

Milán, martes 24 de enero de 2023

PARA CELEBRAR LA POESIA Y LOS POETAS

Este largo título es el que escogí para un libro que recoge textos dedicados a algunos poetas cuya poesía he admirado y amado. Hasta ahora: Bion, Virgilio, Horacio, Chaucer, Cavalcanti, Garcilaso, Crashaw, Quevedo, D’Aubigné, Goethe, Mallarmé, Machado, Claudel, Trakl, Bachmann,  Milosz, Eliot, Pound, Donald Hall, Humberto Díaz Casanueva, Robert Lowell y Juan Sánchez Peláez. Este es uno de los dos poemas que dediqué a Robert Lowell durante mis días en Nueva York. El primero forma parte de El sonido de la casa. Este segundo ha debido, como hasta ahora, permanecer inédito

 

Robert Lowell deja su Itaca en el acostumbrado apartamento

del West Side, para atender el llamado. Nadie escapa a su destino,

y el vate sabe que su caso no es distinto. Entiende

que quedarse tanto tiempo no era lo más adecuado.

Una nueva aventura espera y sería indigno quedarse encerrado.

A los cincuenta y cinco años de electroshocks y pabellones sedados,

es un hombre extraviado, que camina por la playa con una estrella en la mano.

Londres es la geografía de la princesa de ojos demenciados.

En su palacio de Kent, Circe lo recibe con un Martini sobre el piano,

una fauna conocida da vueltas a su lado. Spender, con su mirada dulce

y azulada; Bacon, en Krug semiahogado; y, Lucien, quien, durante tres años,

conoció el lecho anhelado. Andiamo a letto, le dice la maga al recién llegado.

Serán cinco años de olvidos, descuidos, colchones compartidos, como el de Bloom,

otro Ulises de nuestro tiempo descocido. Fue apenas uno más de una fauna

podrida en lupus y malta torturada. El bipolarizado puritano, el aliento agotado,

se siente como uno de los amantes, con sus huesos por la sirena devorados.

El retorno a Itaca había sido postergado. A sus sesenta, Robert Lowell apura

el viaje de vuelta; al llegar al apartamento, su corazón se habrá paralizado.

Hoy, a mis treinta y tres, atravieso la ciudad, y me detengo

frente al número 15 de West 67th Street. Central Park, con sus ojos saltones

desvelado, pregunta en la niebla por el poeta, su poesía y sus alcoholes.

 

Llegué a Nueva York un año después de la muerte de Lowell. Llevaba tiempo trabajando en un ensayo sobre su poesía y pensaba pedirle una cita. En cambio, gracias a Jaime Manrique Ardila y su amistad con Pauline Kael, Elizabeth accedió a una entrevista informal. Estaba haciendo arreglos en su apartamento, el mismo al que no llegó vivo el poeta, y propuso reunirnos en el vecino Café des Artistes. “A Cal (Lowell) le encantaba este sitio. Arriba hay un pequeño bar y a menudo venía a escribir allí. ‘Mi Deux Magots particular’, decía. ¿Sleepless Nights? La tenía en la cabeza, pero rezaba para que no tuviera que escribirla. Yo soy una mujer del sur, con su vieja ética protestante de que el matrimonio es para siempre. Y no hay una mujer casada, al menos de mi generación, que no haya pasado noches insomnes pensando en las infidelidades, reales o imaginadas, de su marido. Cal, que es un gran prosista desconocido, me pidió que le corrigiera 91 Revere Street. Era primera vez que él incluía un fragmento en prosa en uno de sus libros de poesía. Le dije que no había nada que corregir, y es verdad”. “A mí me recuerda la prosa de Chejov”, comenta Jaime. “Sí, claro, en esa época estaba leyendo a Chejov, quería escribir una poesía más directa y despojada. Chéjov se siente no sólo en Revere Street, sino en todo Life Studies. ‘Como siempre, Ezra tiene razón. La poesía tiene que estar tan bien escrita como la prosa. Y no hay mejor prosa que la de Chéjov’. No pude acompañarlo en esa gira, aunque yo tenía mucho interés en Caracas, en su arquitectura llena de contrastes. Estuve en Brasilia, que me impresionó mucho. Me pareció más bien triste, poco humana. No estuve de acuerdo con esa gira de Cal. No estaba bien. Sentía que en cualquier momento se le iba a presentar una crisis. Ustedes, en Venezuela, corrieron con suerte, en Buenos Aires no le fue nada bien. No era la primera vez. A comienzos de los sesenta, estuvimos juntos en esa ciudad y fue un desastre. La reunión con Borges fue un horror, una vergüenza. Sí, recuerdo sus dos poemas sobre Caracas. Era un poco lo que pensábamos aquí de la situación en Venezuela. No, no sabía que el presidente Leoni era así. Es probable que Cal haya entendido mal. Su español no era muy bueno. Muchas de sus cartas están en la Berg Collection de la Public Library. Su correspondencia con Randall Jarrell o John Berryman. Como usted es un fellow de la Fundación Guggenhein no tendrá problemas, aunque hay que tener paciencia con Mrs………. Es muy celosa con esos materiales. Ian Hamilton los consultó y me dijo que le fueron de gran utilidad. Está escribiendo una biografía detallada sobre Cal y ha conversado conmigo varias veces. Si quiere ponerse en contacto con él le puedo conseguir la dirección. En este momento está de vuelta en Londres. Creo que todo lo que escribió al final fue recogido en Day by Day. Pero no puedo estar segura porque casi todo el libro lo compuso en Inglaterra. Puede escribirle a Miss Blackwood y preguntarle si dejó algo inédito. Yo estoy trabajando en la edición de sus prosas completas. Un trabajo enorme ,porque están dispersas en docenas de pequeñas revistas y volúmenes colectivos. Me gustaría mucho leer su ensayo cuando lo termine. No leo en español, pero en la revista tengo un par de amigos que pueden traducirlo. Me interesa mucho saber qué opina un poeta venezolano de la obra de Cal. “No, en Colombia no tenemos la suerte de contar con alguien como Alejandro, que lleva años estudiando la poesía de Lowell”.

Fausto. Ilustración de Harry Clark

Milán, jueves 27 de enero de 2023

FICCIONES Y CONFESIONES

FAUSTO EN MARIENBAD

 

He llegado a la edad que tenías cuando la Fortuna, que es maula,

como dicen los argentinos, te llevó a Marienbad para encontrarte

con la última tentación de Mefisto. Los mismos baños, no siempre

inocentes, en los cuales te has recuperado alguna vez de las fatigas del alma

y el cuerpo. La segunda parte de tu gran Obra se alarga más allá de lo previsto,

se te ha ido complicando, como una Fenomenología del espíritu.

Ahora entiendes mejor las intenciones del joven catedrático suabo

cuando escribía la saga del alma en busca de su propia esencia.

Tu Fausto es ese espíritu empeñado en aprehender lo inasible en una

infinita Noche de Walpurgis. Te sientes por encima del bien

y el mal, has vivido más de lo que un hombre puede vivir y has conocido

más de lo que nos ha sido consentido conocer. Sin embargo, lo más importante

lo has olvidado, que Werther no es verdad que se haya suicidado.

Su corazón sigue allí, acechando para apoderarse de tu cuerpo

si la ocasión se lo permite. Y la ocasión se ha presentado. De nuevo

tienes veinte años, y te sientes lleno de vida como la mañana.

Una mirada de diecisiete años, y todo lo que aprendiste parece olvidado.

Dos años después, dejaste la vergüenza del héroe arrinconada

en tu casa en Weimar. A los diecinueve, la mirada era no menos

tentadora y fascinante. Unas mejilla que nacieron para perderte,

como las de Helena perdieron las poderosas torres de Ilio.

¿En qué pensabas antes de dormir, obsesionado por aquella ligereza ?

¿En la piel de Ulrike, con su brillo de alba seda en la noche más oscura

del alma? ¿En un beso de sus labios, que te hiciera inmortal?

Hubieses querido de este ángel la sensualidad de Nausicaa,

su entrega a tus ojos saltones de sátiro insaciable. No fue así,

sin embargo. Fuiste un consentido de los dioses, hasta

que te enviaron una Pandora para compensar tantos regalos.

Te coronaron para un reino que no fue tuyo, pobre rey

con el lecho vacío y una botella de vino congelado. Esto

es todo, te has perdido para ti mismo, eres un Fausto desahuciado.


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