Diario Literario

Diario literario 2023, agosto (parte III): grande Verlaine, adiós Mediterráneo, una ninfa perdida en su novela, Borges poeta

19/08/2023

Paul Verlaine retratado por Otto Wegener

Pollença, lunes 14 de agosto de agosto 2023 

Uno de los signos más gratos del cambio de sensibilidad, que se inauguró a finales del siglo XX y se prolonga en nuestros días, es la revalorización de grandes maestros de la literatura y el arte, parcial, o completamente, marginados por el sectarismo de lo moderno. La lista es larga, y cuesta creer que alguna vez hayan sido minimizados. Casos tan conspicuos como el propio Chopin, víctima de la furia modernizadora, por lo menos desde Schoenberg, quien encontraba más méritos en los valses de Strauss que en los Estudios o Baladas del polaco. Grandes escritores que dejaron de ser leídos y publicados. ¿Quién se iba a ocupar, en los años sesenta y setenta, de escrituras como las de Joseph Roth, sin aparentes complicaciones y oscuridades,  dos de los criterios de irrefutable calidad para la estética de la modernidad. Entre Las olas, de Woolf, y La marcha Radetzky, de Roth, la escogencia era segura. ¿A quién se le iba a ocurrir leer a Machado (a mí) ante las deslumbrantes oscuridades de Eliot, Char, Benn o Montale? Soy el primer agradecido ante los cambios, después de militar en las huestes entusiasmadas de la juventud moderna internacional. A comienzos de los noventa, me di cuenta de la falacia, que ya había intuido en 1974, cuando publiqué mi primer libro con unos poemas claros, inmediatos, sin complicaciones, que llevó a mis pocos lectores a dudar sobre la consistencia de mi IQ, convencidos de que el país había perdido a un posible buen médico a cambio de un vate de más que dudosa inspiración. A todo esto, que, de manera obstinada, le he comentado a mis alumnos y lectores, llego al leer la reseña de la edición italiana, en dos grandes tomos, de la Correspondencia de Verlaine, de la cual me avergüenzo no haberme ocupado hasta ahora. Porque nadie entre los poetas de mi generación, ni de la anterior, se ocupó de Varlaine, salvo por sus Poetas malditos, y mucho menos de su correspondencia. De la de Mallármé, el Oscuro, sí, por supuesto, y durante años estuve arduamente coleccionando los diez o más tomos de sus cartas, cuidadosamente editadas por Henri Mondor. O de las de Saint-John Perse, aunque manipuladas por el autor, que supo disimular sus vergonzosas actividades colaboracionistas. Desconozco el editor de la Correspondencia de Verlaine en Francia, pero, en italiano, han sido cuidadosamente editadas por Vito Sorbello. Este es el fragmento de una carta de Verlaine a Rimbaud, su bello, joven y rebelde amante:

Y de esta manera, siempre lo mismo. El mismo afecto (aunque cambiado) por ti. Te quisiera iluminado pero reflexivo. Para mí es una gran pena verte por la vida como un idiota, tú que eres tan inteligente (aunque esto te sorprenda). Hago un llamado a ese desprecio, de todo y de todos, a tu constante rabio contra todo, aun sin saber por qué.  En cuanto al dinero, no puedes seriamente dejar de reconocer que soy la generosidad en persona, una de mis pocas virtudes o uno de mis numerosos defectos, como quieras…

Pollença, miércoles 16 de agosto de 2023

Ninfa dormiente

Llegué decepcionado al final de las quinietas páginas de Ninfa dormiente, la segunda exitosa novela policial del Ilaria Tuti. Lo que era ya un “cold case” extrvagante (la desaparición de una adolescente en los bosques de eslovenia a finales de la Segunda Guerra, fue complicado sin necesidad por la autora con remotas e improbales alusiones a ritos shamánicos, sacrificios humanos y una ritualística ligada nada menos que a Isis. Una lástima, porque las primeras cuatrocientas son una narración a menudo brillante de una autora dueña de una prosa ágil y cuidada. Demasiada metafísica nunca es aconsejable en una novela, mucho menos en una del género “giallo”, como llaman en Italia los policiales.

Vista de Pollença. Fotografía de
Henry Burrows | Flickr

Pollença, jueves 17 de agosto de 2023

Sometido a la crueldad de los propietarios de esta casa de vacaciones, que suspende los servicios del aire acondicionado a partir de las ocho de la mañana hasta la noche. Como buena isla, aquí, a los rigores del calor, se suman los de la humedad, que afectaron hasta la demencia a algunos personajes de Conrad, o al de la novela isleña del venezolano Francisco Suniaga.

Jorge Luis Borges. Fotografía de Antonio Marín Segovia | Flickr

Borges poeta

He vuelto a la relectura de El oro de los tigres, de Borges, esta vez en castellano. Sin ánimo de ofender, no puedo dejar de reconocer que lo disfruté más en la versión italiana de Tommaso Scarano. No es un libro que hubiese garantizado la ansiada inmortalidad al maestro argentino. No encuentro un solo texto digno de la Antología. Si la poesía es música en palabras Borges fue un consumado poeta. La musicalidad es lo que hace poesía a expresiones como:

 

Quiero fer una prosa en román paladino,

en la cual suele el pueblo fablar con su vecino

 

 

¿Qué se fizo el rey don Juan?

¿Los infantes de Aragón qué se fizieron?

¿Qué fue de tanto galán…?

 

 

… Quién me dijera, Elisa vida mía,

cuando en aqueste valle al fresco viento

andábamos cogiendo tiernas flores..

 

 

Era del año la estación florida,

en que el mentido robador de Europa,

media luna las armas de su frente

y el Sol todos los rayos de su pelo,

luciente honor del cielo

en campos de zafiros pace estrellas…

 

 

Buscas a Roma en Roma !oh peregrino!

y a Roma misma en Roma no la hallas;

cadáver son las que ostentó murallas

y tumba de si propio el Aventino

 

 

 

No me tienes que dar porque que te quiera,

pues aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

 

 

 

 

Pastores los que fuerdes,

allá por las majadas al otero,

si por ventura vierdes,

aquel que yo más quiero,

decidle que adolezco peno y muero…

 

 

Con diez cañones por banda,

viento en popa a toda vela,

no cruza el mar  sino vuela,

un velero bergantín,

bajel pirata que llaman

por su bravura El temido,

en todo mal conocido

del uno al otro confín..

 

 

 

Y en el siglo XX:

 

Un buen día la princesa

vio una estrella aparecer,

la princesa era traviesa

y la quiso ir a coger,

la quería para hacerla

decorar un prendedor…

 

 

Y yo me iré y se quedarán

los pájaros cantando,

y se quedará mi huerto

con su verde árbol

y con su pozo blanco

 

 

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla

y un huerto claro donde madura el limonero;

mi vida veinte años en tierras de Castilla,

mi juventud algunos casos que recordar no quiero.

 

 

Guardia civil caminera,

dadme unos sorbitos de agua.

Agua con peces y barcos,

Agua, agua, agua, agua.

 

 

Las cartas de amor que yo escribí en mi infancia

eran memorias de un futuro paraíso perdido.

El rumbo incierto de mi esperanza estaba signado

por las colinas musicales de mi país natal. Lo que yo

perseguía era la corza frágil, el lebrel efímero…

 

La musicalidad de las palabras desvela al poeta, el significado viene, cuando viene, después. Al comienzo de sus Soledades Góngora es pura música. Apenas si quiere decir que estamos en primavera (“del año la estación florida”). Por eso es que la fatalidad de toda traducción es perder la música, que es la poesía, en el intento. Autores como Borges no pierden al ser traducidos, más bien pueden ganar, como en el caso de las versiones italianas. Que el autor de Ficciones disponga en endecasílabos esta narración, no la convierte en poesía, igual ha podido escribirla en prosa sin que nada se pierda:

 

El general Quiroga va a su entierro.

Lo invita el mercenario Santos Pérez

y sobre Santos Pérez está Rosas,

la recóndita araña de Palermo.

Rosas, a fuer de buen cobarde, sabe

que no hay entre los hombres uno solo

más vulnerable y frágil que el valiente

Juan Facundo Quiroga es temerario

hasta la insensatez…

El general Quiroga va a su entierro. Lo invita el mercenario Santos Pérez y sobre Santos Pérez está Rosas, la recóndita araña de Palermo. Rosas, a fuer de buen cobarde, sabe que no hay entre los hombres uno solo más vulnerable y frágil que el valiente Juan Facundo Quiroga es temerario hasta la insensatez…

Y, a pesar de todo, uno sigue leyendo, porque si Borges nunca fue un gran poeta, es uno de los grandes narradores del siglo XX. No obstante, le reconozco, y es otra razón para admirarlo, la tenacidad con la que se enfrentó a la dictadura de la poética moderna. Aun con sus limitaciones, se empeñó en mantener con vida (como Machado, a quien nunca quiso entender por disonancias ideológicas) la tradición clásica. Insistió en las bondades de la poesía narrativa y denunció la falacia de la oscuridad como criterio estético. Escribió claro cuando los poetas se preciaban de ser oscuros (Oscuro, así de sencillo, es el nombre de un libro de unos de estos vates oraculares). Que no todo es música en poesía es una intuición irrefutable. De ser así, Espronceda, el poeta de ese espléndido poema dedicado al barco pirata, sería el mejor poeta del siglo XIX, algo que no tenía nada de difícil, pero no lo fue. Juan Ramón Jiménez, el autor de las cristalinas líneas sobre el verde árbol y el pozo blanco, fue el mejor oído de su tiempo, uno de los atributos que le valieron el Nobel, lo cual no bastó para que sea considerado mejor vate que Machado, quien nunca tuvo el oído de Juan Ramón porque, aparte de Darío, nadie lo ha tenido. La poesía es muchas cosas, lo cual está determinado, sin duda, por sus oscuros orígenes. Para Jung, quien se empeñó en explicarlo todo, el de la creación poética era uno de los pocos misterios que quedaban. Los griegos lo entendieron como una forma de locura, procurada por Apolo, no muy distinta a la de sibilas y pitonisas. El único problema con esta tesis ,es la premisa que exige que creamos en Dios, cuya existencia está lejos de ser asegurada. Con una causalidad tan borrosa, el efecto no puede ser sino inasible, como lo es la esencia misma de la poesía. Que no es sólo música ya lo hemos dicho, pero que, sin música, lo que queda es narración es lo que sentimos al leer al argentino. Joven en su vida, Ezra Pound le dio nombre a las tres formas que puede asumir la poesía: fanopea, cuando es básicamente imágenes (Baudelaire, los surrealistas);  logopea, en el caso de que prive lo conceptual (Dante, Juan de la Cruz, Paul Valéry) y melopea, para la poesía esencialmente musical (Ronsard, Góngora, Darío).  No encuentro cupo para el gran Borges en esta irrefutable sistematización.


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