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Diario literario 2022, octubre (parte I): 65 años después en Tavernelle, la dama de Pique, biografía del Caribe, Annie Ernaux
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Milán, viernes 30 de septiembre de 2022
Tavernelle val d’elsa 65 años después
En el pequeño mercado de pulgas que se monta todos los domingos en la Plaza del Municipio de este pueblo, encuentro uno de los objetos que más he deseado en mi vida, si no el que más he deseado en términos absolutos. Se trata de una vieja raqueta de tenis Dunlop, todavía de madera. La nobleza del diseño, su efectividad en la cancha, gracias a un equilibrio perfecto, los detalles en el marco Maxply Forte, sus cuerdas de tripa de gato; un monumento, en suma, al genio artesanal de los ingleses que, en ese entonces, todavía producían este tipo de maravilla. Por muchas razones (poca disponibilidad en aquella Valencia de mis diez años) nunca tuve una, tuve otras igualmente eficaces (Donnay), pero no esta, que era el sueño de mis ojos. Más tarde, las raquetas serían de metal y esta artesanía, como tantas otras, quedó en el olvido. Como había quedado la imagen de la Dunlop en la memoria. Así que fue como un sueño, es decir algo difícil de creer, cuando vi en un puesto de artículos usados, la propia raqueta Dunlop de mi infancia. Y ahora sí, por el ridículo precio de cinco euros, iba a tenerla, sesenta y cinco años después. Pero no importa, a thing of beauty is a joy for ever.
Milán, domingo 2 de octubre de 2022
El otro Chaikovski: las óperas
Chaikovski es uno de esos casos de un compositor que es conocido for the wrong reasons, como dicen en inglés. Su gran popularidad la debe a lo menos acabado de su producción. Sus Sinfonías, por ejemplo, o su Concierto para violín. No obstante, soy de los que creen que lo mejor de su genio, que no era poco, lo reservó para la escritura de un conjunto de óperas que se encuentra entre lo mejor del repertorio del siglo XIX. Algunas francamente desconocidas y poco representadas fuera de su país, como la intensa Mazepa. Otras acaso más difundidas, como Sergei Onegin, se cuentan entre las mejores óperas de todos los tiempos. Y otras que entran y salen de los programas de los grandes teatros por razones que nadie conoce. Es el caso de La dama de pique, la cual, después de una efímera popularidad hace algunas décadas, desapareció de los escenarios para reaparecer en estos primeros años del siglo XXI. Es un drama, acaso tragedia, con un componente fantástico a la manera del Caso Makropolus, de Jacenek. El libreto, en el cual participó de manera prominente el compositor, utiliza una historia que Pushkin escribiera a partir de una vieja leyenda. Una anciana ludópata, familiarizada con las grandes salas de juego de toda Europa, es dueña de una clave secreta que la hace invencible en el verde terciopelo. El protagonista hará de todo para conseguir los tres números de la clave, como engañar a la doncella de la señora, o causarle la muerte de manera accidental. La acción es acompañada de una música brillante que refiere el progresivo deterioro de la salud mental del protagonista, su naufragio en el fango obsesivo-compulsivo y su derrota. En el fondo, la decadencia de la sociedad rusa de la monarquía zarista, que bailaba sus últimos valses sin presentir la cercanía de la violencia revolucionaria. Se trata del otro Chaikovsky, menos conocido pero genial y revelador. Que La dama de Pique parece estar de vuelta es lo que explicaría el fastuoso montaje que presentó la Scala de Milán a comienzos de año, y que disfruto hoy en una retransmisión de RAI 5TV. Aunque la mise en scene, no tiene nada de memorable, sí tienen holgadamente la dirección impecable del joven maestro Timur Zangiev(aplaudida al final incluso por los profesores de la orquesta) y la interpretación de la siempre joven, hermosa y convincente Asmik Gregorian, cuyo versátil registro supera las dificultades del libreto de Chaikovski, el otro, el grande.
Milán, lunes 3 de octubre de 2022
Escribir en este diario octubre 2022, me ha producido un dolor visceral, una puntada que me hizo sentir una ligera náusea. Que hayan pasado este año más de doscientos setenta días, y que tan poca arena haya quedado entre las manos, es de una crueldad que solo los dioses saben cómo causar. Escuchar la Pavana de Fauré Op 50 es un consuelo, flaco, pero hermoso. Que hacen pensar en la salud deteriorada de un queridísimo amigo en España. Una de las inteligencias más finas que he conocido y una de las almas más buenas y generosas. Cómo entender que alguien así deba morir antes de tiempo.
Milán, martes 4 de octubre de 2022
Biografía del Caribe
Tengo la impresión de que el primer sorprendido por el éxito de Biografía del Caribe fue el mismo Germán Arciniegas, escritor, periodista y diplomático colombiano que, en 1946, publicó esta historia, el más leído de los libros colombianos después de Cien años de soledad. A decir verdad, el momento de publicación era oportuno: a mediados de los años cuarenta, cuando el género biográfico gozaba del favor del público en estas orillas del Atlántico. Años antes, Emil Ludwig había publicado el más claro antecedente de la Biografía de Arciniegas. Se trata de Am Mitermeerm, El Mediterráneo publicado, en 1923. Ludwig trazó el modelo que seguirían después muchos historiadores. Un volumen enorme de más de 600 páginas, donde se ofrecen apasionantes relaciones de los principales momentos civilizadores del mare nostrum. La empresa impresionaba por la envidiable erudición y documentación de los autores, quienes parecían saber todo lo que se podía saber sobre el asunto. Otro gran exponente del género biográfico en el siglo XX, fue el inevitable Stefan Zweig, quien ingenió la fórmula para escribir biografías de éxito. Personajes fascinantes (María Estuardo, Fouché, María Antonieta), escritura directa y cuidada, poca atención a las fuentes, reconstrucciones impecables, penetración psicológica y asombroso detallismo. Una historiografía heroica, más cerca de la literatura que de la historia profesional, con más fascinación que precisión. Y, siempre, la insistencia en estimular la empatía del lector, quien descuidaba su vigilancia y capacidad crítica. Zweig era un genio de la manipulación en el mejor sentido. Sufrimos con la decapitación, para muchos merecida, de María Estuardo. Llegamos a sentir simpatía por el monstruo de Fouché y nos desgarraban las suertes de Dostoievsky o Balzac. Tanto Ludwig, más heroico (Napoleón, Bismarck, Bolívar) como Zweig (más íntimo, mejor escucha del alma femenina, como buen romántico tardío), garantizaron a Arciniegas el público que iba a encontrar apenas su dilatada Biografía hizo aparición en 1945. Por supuesto, esto no aseguraría nada si el colombiano no contara con una prosa amena y efectiva, una información envidiable y una visión apasionada de todo lo que cuenta. Sentimos la pólvora de los cañones piratas en sus incursiones por todo el Caribe, o el dulzor de los rones de Jamaica y Venezuela que consumían sin tregua. De la misma manera que escuchamos los lamentos de las canciones de los hombres y mujeres secuestrados en África y convertidos en esclavos. A momentos, parece que estamos frente a una novela de aventuras, como cuando narra los episodios de los levantamientos de los esclavos de Haití, o los sucesos del canal de Panamá.
II
Con todo lo que puede tener de fascinante, o precisamente por eso, esta historiografía de masas iba a ser cuestionada por los nuevos historiadores y nuevas escuelas surgidas durante los años cuarenta y cincuenta. El estudio sobre el Mediterráneo de Ludwig, que una vez fuera considerado insoslayable, hoy en día está fuera de circulación en las librerías de Alemania. Una de estas tendencias contestatarias, tal vez la más conocida, fue la Escuela de Anales con exponentes como Lucien Febvre o Fernand Braudel. De Braudel, precisamente, es otro estudio sobre el Mediterráneo. Aunque ya no se trate de todo el gran mar europeo, como había hecho Ludwig, sino de uno más discreto, menos dilatado pero no menos influyente. En su estudio de dos tomos, Braudel se limitó al Mediterráneo de Felipe II y sus consecuencias. Y esta era una marca de la nueva escuela. Dedicarse más a los detalles, a la realidad material, a los modos de producción, a las costumbres que a los grandes individuos con sus impresionantes proezas . Para los representantes de Anales, un taburete podía ser más digno de atención que la gloria del mariscal Kellermann. La historiografía dejó de ser heroica y popular. Nada de romanticismo y empatía. Solo lo real, que se encuentra más en los modos de intercambio y en la circulación de los bienes, que en las grandes batallas y gestas. La Biografía de Arciniegas es uno de los últimos monumentos de la historiografía heroica. El libro está dividido en cuatro secciones: 1. El siglo de oro (Colón. El Dorado); 2. El siglo de plata (los ingleses de Cromwell); 3. El siglo de las luces (Haití, su independencia, los Bonaparte); 4. El siglo de la libertad (Miranda, Bolívar, Cuba). Aunque se trata de un libro de historia, el autor no pudo evitar la tentación biográfica y nos deja interesantes crónicas de las vidas de sus héroes, Colón, Hernán Cortés, Raleigh, Morgan, Miranda, Bolívar. Pero tal vez sea en las grandes reseñas históricas donde resida su interés en estos tiempos coloniales, como los sucesos que llevaron a la Independencia de Haití o la construcción del canal de Panamá.
III
Una de las circunstancias más excitantes que descubre la lectura de la Biografía de Arciniegas es la variedad de la experiencia caribeña. Su falta de unidad es su mejor virtud. Una circunstancia que expresa mejor que nada la diversidad de lenguajes que se alternan en esta geografía . Una muestra apenas: los dos Premios Nóbel de la literatura del Caribe, escribieron uno en francés y otro en inglés. Que con el español y el holandés completan las cuatro lenguas coloniales que se impusieron en las Antillas. No obstante, a la sombra de estos cuatro idiomas blancos, crecieron otros, como el papiamento o el kréyol en el cual se comunican millones de habitantes, no menos de diez millones de haitianos utilizan al Kréyol. Arciniegas se detiene en la llegada y asentamiento de los representantes de estas naciones europeas en el Caribe. No tuvo tiempo, o no le interesó en ese momento, la deriva post-colonial que en los momentos de la publicación del libro comenzaban a producir muestras inquietantes de una nueva manera de entender la historia por parte de las naciones colonizadas. En su variada expresión lingüística, en el Caribe, o mejor dicho, las Antillas, se está produciendo la más excitante literatura de Suramérica cuando no del mundo occidental. Una muestra de la poesía escrita en el Caribe en el siglo XX es una de las experiencias más excitantes de la lírica moderna. La diversidad lingüística se expresa en una poesía proteiforme y abierta. Nuevas lenguas propician nuevos asuntos y nuevas formas. De una manera abusiva se podría decir que esta lírica responde a las tres grandes intervenciones, para algunos plagas, que ha conocido la región, los piratas, la trata de esclavos y las injerencias norteamericanas. En este caso, el asunto, más que la forma es lo que relaciona a los diversos autores y los asuntos derivan de las tres circunstancias señaladas.
Martí y Darío expresaron su preocupación por los planes de los Estados Unidos para la región. El primero, como en todo lo que hizo escribió, de forma coherente. El segundo, como todo lo que hizo y escribió, de forma contradictoria e inaceptable. Comenzó Darío hablando mal del enemigo del norte, en su agresivo poema a Roosevelt, y terminó hablando bien en su insoportable “Salutación al águila”.
Milán, miércoles 5 de octubre de 2022
Ayer dediqué la parte final de mi clase sobre una relectura de la Biografía del Caribe, de Hermán Arciniegas, con unos comentarios a un grupo de poetas antillanos post-coloniales, desde Edouard Glissant y Jacques Roumain a Patrick Chamoisseau y Andre Bagoo. He sido afortunado al poder contar con las traducciones del poeta venezolano Adálber Salas Hernández, uno de los mejores conocedores de su generación de la literatura de la región. No podía dejar de mencionar entre los más jóvenes, como el mismo Bagoo, a Raquel Salas Hernández, poeta de Puerto Rico, a quien otro estudioso venezolano, y también poeta, Santiago Acosta, ha dedicado un revelador ensayo. Terminé diciendo que en mi opinión, la poesía antillana es, en este momento, la más excitante de todas las que se escriben en América, tal vez en el mundo occidental.
Milán, viernes 7 de octubre de 2022
Annie Ernaux
Un nuevo Premio Nobel de Literatura. Esta vez la escogida ha sido la francesa Annie Ernaux, autora de una serie de libros autobiográficos, un género que se ha convertido, como sucederá con los diarios, en un consentido de la post-modernidad. Es lo que hace más atractivo a Emmanuelle Carrère, maestro del género híbrido entre confesión y ficción, que a su contemporáneo Michel Houllebecq, uno de los últimos exponentes de la ficción pura. Durante los tiempos de la modernidad (todo el siglo XX) la autobiografía, como los diarios, era un género marginal, algo para la lectura de los happy few. Cuando Malraux publicó sus estupendas Antimemorias se decía que el escritor había perdido las facultades tan brillantemente expuestas en novelas como la Condición humana y que, en estas condiciones de minusvalía no le quedaba otra salida que refugiarse en un libro de memorias. Me temo que ahora es lo contrario, cuando a un escritor ya no le queda nada que contar sobre su vida acude a la ficción. Y la obra Ernaux se ajusta de manera impecable a la nueva sensibilidad. Creo que no es mucha la narrativa que ha escrito y sus autobiografías son clásicos del género. Nada de sub-géneros, híbridos, mestizajes, autoficción o apropiaciones indebidas. Lo que cuenta, y lo cuenta muy bien, es lo que, según ella, efectivamente le ocurrió. Su prosa es afilada, precisa, sin concesiones al pseudolirismo ficcional tan al uso en estos días. Su escritura es una versión por escrito de lo que observó en un momento determinado, y de lo que ella hacía allí. Y Ernaux tiene la capacidad de un búho para observar. Nada se le escapa y todo lo consigna con una prosa firme y clara, sin ambigüedades ni indigeribles simbolismos. Por lo demás, admiro su defensa sin tregua de la condición femenina. Especialmente en Francia, el país más civilizado de Europa, y el que presenta los índices más altos de pedofilias e incestos. Con todo su narcisismo, que a veces puede molestar, seguiré leyendo a esta formidable escritora, que ha escrito sobre lo que pocos se han atrevido a escribir, esto es la auto-miseria, lo que el maestro llamaba el coeur mis au nu.
Alejandro Oliveros
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