Diario Literario
Diario literario 2022, noviembre (parte II): Mutti y Don Giovanni, El siglo de Ovidio, Situación Cleo, Divorcio a la italiana
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Milán, lunes 7 de noviembre de 2022
Ayer, en un evento organizado por la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, tres amigos se reunieron para comentar Poemas de la luna líquida: Ricardo Bello, Miguel Gomes y Antonio López Ortega. Lo más interesante es que, aparte de ensayistas y críticos, todos son estupendos narradores, lo que les facilita un distanciamiento estético frente al poema, una objetiva inusual entre los poetas. No sé si lo contrario sea válido, esto es, que un poeta sea buen comentador de novelas. Montale lo era y Pasternak y Aragón. No obstante, recuerdo que esta era la estrategia de Robert Silvers, el legendario fundador de The New York Review of Books. En efecto, era su costumbre encargar largas reseñas a autores que no practicaban el mismo oficio del autor reseñado. A un historiador encargaba el comentario de un libro de Sylvia Plath, pongamos por caso; y a un novelista la reseña de un estudio sobre el calentamiento global. El resultado es la revista literaria más excitante de las últimas décadas en los Estados Unidos. La experiencia de ayer le dio holgadamente la razón al intuitivo Mr. Silvers
Mutti y Don Giovanni
Don Giovanni es la ópera de las óperas. Ninguna partitura, al parecer, más compleja; y no hay otro libreto, esto es seguro, más rico en inquietantes asociaciones. Pocas veces una relación más oportuna que la que se estableció, desconozco los detalles, entre Mozart y Lorenzo da Ponte, dos de los mejores genios de una generación no ayuna especialmente de genios. Este feliz encuentro, aparte del Giovanni, fue el responsable de otras dos grandes óperas del canon mozartiano: Las bodas de Fígaro y Cosi fan tutte. No mucho después moriría el compositor tempranamente; y Da Ponte se radicaría en Nueva York, donde fue distinguido catedrático de literatura italiana en Columbia University. Sus Memorias es uno de los libros más fascinantes del Iluminismo en Italia. La riqueza y la inmediatez del texto de Don Giovanni, su veracidad, aún dentro de lo fantástico, tiene no poco de shakesperiana. Uno de los colaboradores de Da Ponte, cuando escribía el texto de Don Giovanni, fue otro de los grandes genios de su tiempo, el inquieto Casanova, autor de una notable traducción al francés del griego de la Odisea. Los ocho tomos de su libro de memorias no encuentra nada comparable aparte de las de Goethe y Chateaubriand. Este trío, Mozart-Da Ponte-Casanova, sería el responsable de la más grande de las óperas, que será presentada, en esta temporada de 2022, por el Teatro Reggio de Torino dirigida Riccardo Mutti, con la puesta en escena de su hija, la bella Chiara Mutti. El maestro conoce bien los problemas de la ópera. Suya fue la dirección del legendario montaje de la Scala de 1988, concebido por el no menos mítico Giorgio Strehler, fundador del Piccolo Teatro di Milano. Cuenta Mutti que, después del estreno, Strehler se le acercó y le dijo al oído: “No pudimos… pero ninguno podrá”. Agrega el maestro: “Es una ópera imposible. El equilibrio es extraño desde el mismo título: drama cómico”.
Milán, martes 8 de noviembre de 2020
El siglo de Ovidio
Nunca fue Homero tan admirado, leído y traducido como en el siglo XX. Odiseo se convirtió en el Héroe Oficial de la centuria, y el resto de los poetas de la Antigüedad integraban una tribu de liliputienses imitadores. Virgilio, que para los grandes críticos del XVII, no siempre era inferior al griego, fue erradicado de los programas universitarios durante los años que siguieron las revueltas de 1968, considerado un segundón indigno. Las traducciones de Odisea e Ilíada se multiplicaban, mientras que la Eneida no superaba hasta hace muy poco en castellano la vieja traducción de la franquista Aguilar. La situación comenzaría a cambiar con la publicación del estupendo estudio de Richard Jenkins, donde el vate romano aparecía como un contemporáneo, admirado por espíritus tan alertas como Machado o Conrad. El siglo XXI ha aprendido a ser menos sectario. No fue Homero el único grande. y una cultura que dependiera solo de su influencia sería menos rica y animada que la cultura occidental tal como la vivimos. La nueva sensibilidad reconoce otros autores tan grandes como el gran bardo ciego. Uno de ellos es Ovidio. La reciente traducción al inglés de su Metamorfosis, la séptima en menos de diez años, presenta a su autor no como el contador de los mitos, sino como el autor de una épica protagonizada, ya no por uno, como en la épica tradicional, sino por múltiples héroes.
Milán, jueves 10 de noviembre de 2022
Situación Cleo
Desde ayer, una vez más en lo que llamo “Situación Cleo”, aludiendo a la hermosa película de Agnes Varda, para referirme a los días de espera de los resultados de importantes exámenes médicos. En este momento, el único que conoce los resultados es el cuerpo, al cual en una época prestábamos atención y conocíamos su idioma, entendíamos lo que nos quería decir. Desde hace mucho hemos olvidado todo esto y no entendemos cuando nos habla, ni siquiera nos damos cuenta que nos habla. Tal es el lamentable distanciamiento que existe entre el cuerpo y nosotros. En este caso, la nueva Situación Cleo se prolongará hasta el martes. Lo que me espera no son días de vino y rosas. Confío en la programación de música clásica de France Musique, una reciente adquisición, para sostenerme sin mayores caídas del alma en estas jornadas.
Divorcio a la italiana
Cuenta Furio Vincenzoni que cuando fue a Hollywood a trabajar con Billy Wilder, el director de Sunset Boulevard, le confesó que, más que Rossellini o Fellini o Antonioni, el director italiano que más le interesaba era Pietro Germi, porque sentía que sus películas tenían mucho en común. No explica Vincenzoni a qué se refería Wilder, pero, entre las afinidades electivas que encuentro entre ambos puedo destacar su economía de medios, la precisión de sus planos, la ausencia de preciosismos efectistas y una oscura ironía que recorre sus mejores cintas. Sunset Boulevard es tan amarga como El hombre de paja, con la diferencia de que el protagonista de la segunda no amanece flotando en una piscina. Y Señoras y señores es tan ácida como Irma la dulce. Si no la hubiese inventado Germi, y hubiese sido italiano y no alemán, Billy Wilder habría sido el creador de la commedia all’italiana, el sub-género más shakesperiano de la historia del cine europeo. Germi, desde dentro, fue el primero en darse cuenta del cansancio del neo-realismo italiano, y una muestra de su genio fue explorar, como Aristófanes, las posibilidades de la comedia. Y, como las de Aristófanes, sus comedias van más allá de la diversión. Son a medias cómicas y a medias trágicas, condición sine qua non, de acuerdo a Scallari, el legendario guionista. El referente social del neo-realismo no es relegado en sus mejores expresiones ni la contextualidad histórica. Aristófanes es una de las mejores expresiones de la Atenas del siglo V a C., como Germi lo es de los primeros años de la recuperación italiana. Aparte de inventarla, Germi realizó dos de las mejores “commedie all’italiana”, para muchos sencillamente las dos mejores. El Cine Club Ambrosiano, en un nuevo homenaje al maestro Germi, ha proyectado ambas: Divorcio a la italiana y Señoras y señores.
Milán, viernes 11 de noviembre de 2022
Esa tarde, Ingeborg no llegó al Café Donay
Esa tarde de octubre el vacío era el único sentado a la mesa.
Primera vez que no viene en mucho tiempo, es extraño,
fue lo que me dijo el mesero del café Donay.
Via Venetto sí estaba, y el Harry’s Bar, a donde fui dar
con mis blancos huesos.
¿Dónde queda Puglia, y porqué se sintió tan impresionada?
Bajo los olivos,
la luz derrama sus semillas.
La amapola reaparece con su parpadeo,
recogiendo el aceite hasta que arda
con ese brillo que nunca se apaga.
Con razón, Frisch la llama la itinerante. Una docena de direcciones
aquí, en Roma, solamente. Todo un círculo hasta el No. 60 de via Giulia:
En una época obligada
se debe huir de una luz a otra,
de un país a otro. La brújula, bajo el arcoíris,
apunta al corazón. Ahora la vista del paisaje:
desde las montañas se ven los lagos;
en los lagos las montañas,
mientras en las nubes doblan las campanas
de un mundo único. Saber de qué mundo se trata,
está prohibido para mí.
Nunca se sintió bien en París. Ni siquiera cuando
coincidió con su amado Paul Celan. “Ella no habló. Sirvió
el vino y se sentó a escuchar, sentada en la cama.
Lo único que me dijo fue eso, que no le gustaba París, que la creía
más luminosa. Después no los volví a ver. Me vine
a Venezuela y aquí me quedé.” Así terminó su historia
Ezra Heyman, mi colega en la Escuela de Filosofía,
de cuando la encontró en el Hotel de la Paix,
en Montparnasse.
Una vez, la seguí hasta San Luigi dei Fiorentini.
No será para escuchar la misa, no se lo perdonaría
su protestante padre si se entera. Al rato, bajo el oscuro barroco
que descendía como una niebla hipnótica, supe el
motivo de su visita. Sin la espada con la que atravesó
su cuerpo, reducido a malditas cenizas, en un punto
ciego de una columna, descansaban los torturados
restos de Borromini. Después, conmovida, buscando
los pasos del gran loco entre los adoquines, regresó
al 60 de via Giulia. En esos días escribió este poema:
Vienen días más duros.
El tiempo, postergado hasta nuevo aviso,
asoma por el horizonte.
Vas a tener que amarrarte los zapatos
y enviar los perros de vuelta.
Al viento se han secado las vísceras
de los peces, y pobremente arde
la luz de las palmeras.
Rastrea la niebla tu mirada:
el tiempo, postergado hasta nuevo aviso,
asoma por el horizonte…
Vienen días más duros.
Cuando lo termine de traducir se lo enseño,
no creo que sepa español, pero el italiano lo entiende.
Después de este trago, vuelvo a preguntar en el Donay.
Lo que me extraña es que tampoco vi a sus compañeros
de mesa, Marie Louise Kaschnitz, Toni Kilechmer,
Herman Kesten o Rene Hocke. A Max Frisch nunca
lo he visto por aquí. Creo que ella va visitarlo a Suiza.
Y a Celan menos, ahora felizmente casado con una francesa rica.
En cambio, a Henze lo he visto un par de veces
revisando con ella unas extrañas partituras.
Pero, sola o acompañada, siento su enorme soledad.
Como una huérfana de siete años refugiada
en un país extraño. Imagino que todos
sus sueños fueron consumidos por el fuego de los bombardeos
de Dresde. Una vez, desde ni mesita en el Donay,
cerca de la suya, le escuché decir que, aunque Dresde
quedaba a unos treinta kilómetros de su pueblo,
sintió el calor de las llamas sobre su cabeza.
“De noche no dormía, pensando que el fuego
iba a devorar la casa mientras dormíamos.
De regresó en el Donay, el mesero de costumbre me dice:
la señora Bachmann no ha venido; al parecer
ocurrió un accidente, en el número 60 de via Giulia,
donde ella vive.
Alejandro Oliveros
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