Diario Literario

Diario literario 2022, mayo (parte IV): Andrea Bachetti, Pietro Germi, Emanuel Carnevali, Haití, el Caribe y Ferguson

28/05/2022

Andrea Bachetti

Milán, sábado, 21 de mayo de 2022

Andrea Bachetti 

Por RAI-TV un impecable recital del pianista italiano Andrea Bachetti (Génova, 1977), uno de los más conocidos discípulos del gran Luciano Berio. No obstante, hasta donde lo conozco, que no es mucho, sus interpretaciones de  Bach, por la nitidez de su dicción y el lirismo ligurino de su sonido, me han impresionado especialmente. Un lirismo lo había sentido ya en Sviatoslav Richter y en Arturo Benedetti Michelangeli, quien en esto, y no solo, es el claro antecedente de Bachetti. Después de Bach (una de sus grabaciones está dedicada al Bach “italiano), el virtuoso nos lleva, en esta brillante mañana de primavera, por las salas de una galería sonora donde las obras en exhibición son de Mozart, Beethoven, Schubeet, Liszt, Chopin, Rossini y Debussy. Tal vez la circunstancia de que el concierto se llevó a cabo en el teatro Carlo Felice, de Génova, o que la primavera estimula todo tipo de maravillas, el Bachetti de hoy parecía irrepetible. Semejaba más un joyero concentrado en engastar una rara piedra que un músico. Más un miniaturista medieval que un pianista.

Fotograma de La ciudad se defiende (1951). Pietro Germi

Milán, domingo, 22 de mayo de 2022

Pietro Germi (1)

El Cine-Club Ambrosiano en un programa que incluye otros distinguidos realizadores italianos ha presentado un pequeño homenaje a Pietro Germi con cuatro de sus cintas más conocidas. En nombre de la ley (1949), La ciudad se defiende (1951), Un maldito enredo (1959) y Señoras y señores (1966). A comienzos de los años sesenta del XX, Germi era el más conocido de los directores italianos, más que De Sicca y los tres tigres (Visconti, Antonioni, Fellini). El extendido suceso se produjo con el estreno de Divorcio a la italiana, protagonizada por Marcello  Mastroianni. El film trataba de uno de los tabúes más pesados de la sociedad italiana, antes y después de la aprobación de la ley del divorcio en 1970. El humor, corrosivo y liberador, fue el instrumento escogido por Germi para acercarse al asunto. El resultado es uno de los grandes clásicos de la comedia italiana. El ciclo del Cine-Club Ambrosiano ha seleccionado producciones correspondientes a diversas etapas de la labor del regista, quien fue también actor y escritor. En esta actividad trabajó con destacados guionistas de su tiempo, como Fellini, Monicelli y el legendario Ennio Flaiano. La primera de las cuatro películas del programa fue La ciudad se defiende, filmada, como todo neorrealismo, en ambientes naturales (era menos costoso que rodar en estudio); en este caso, muchas de las ruinas que produjeron los bárbaros bombardeos aliados. Se trata de una de las tantas tragedias de la postguerra. Cuatro buenos hombres transformados en cuatro ladrones por las ruinas de la postguerra. Un cine con mucho de testimonial, como todo el de la época, pero poco de panfletario, al igual que el de los maestros del neorrealismo. Germi y Fellini se encargaron del guion. Entre los protagonistas, una joven, bella, inevitable y peligrosa Gina Lollobrigida. La fotografía, típica del neorrealismo, con sus toques de expresionismo, es de Carlo Montuori (El ladrón de bicicleta, El oro de Nápoles).

Lisandro Alvarado. Retrato de EL Cojo Ilustrado | Wikimedia

Milán, lunes, 23 de mayo de 2022

Lucrecio y Lisandro Alvarado

Dos intelectuales venezolanos me recuerdan la traducción de Lucrecio al castellano del compatriota Lisandro Alvarado, que olvidé mencionar cuando reseñé  la italiana de Milo de Angelis. El primero, Norbith Graterol, me hace llegar la primera página del trabajo de Alvarado. El segundo, el psiquiatra y bibliómano Pedro Téllez, alude a una inédita, y al parecer extraviada, versión del poeta J.A. Pérez Bonalde. El renovado interés por el poeta latino ya se había expresado en Venezuela en dos recientes trabajos. Uno, del colega de la Universidad Central, el prof. Víctor Rago, en su “Lisandro Alvarado y la traducción del poema de Lucrecio” (Debates IESA 2019), y el artículo más reciente del docente de la Universidad de Los Andes (Mérida), Mariano Navas Contreras, “La censura de los dioses” (Prodavinci, 2021).  Lo más inquietante de todo es la posibilidad de que el poeta Pérez Bonalde haya realizado una versión de Rerum Natura. La privilegiada musicalidad de su escritura es lo que echo de menos en todas las versiones al castellano que conozco, incluyendo la de Alvarado. Y, como ya dije, afortunados los italianos que, desde fecha reciente, cuentan con la traducción del destacado poeta Milo de Angelis.

Vista aérea de Pot-au-prince, Haití. Fotografía de Steve Bennett | Flickr

Milán, martes, 24 de mayo de 2022

Haití

He quedado muy impresionado con los trabajos sobre la historia de Haití que me envió Herman Sifontes y que aparecieron recientemente en The New York Times. En el primero, el autor refiere las deshumanizadas, y crueles hasta la náusea, maniobras del gobierno francés que siguieron a la temprana declaración de independencia de la nación caribeña. En efecto, después de derrotar a las tropas integrantes de la Grande Armée napoleónica, los franceses inventaron una serie de condiciones para reconocer a la nueva república. No conozco un acto mayor de humillación, un “acuerdo” según el cual el naciente país tenía que indemnizar a los europeos por haberlos colonizado. Como si España le hubiese impuesto un régimen oneroso a Venezuela para reconocer su independencia después de tres siglos de colonización y vil explotación. Es muy poco lo que se conoce de la historia verdadera de Haití. De su tan temprana independencia, subestimada por la democracia norteamericana, que la sentía como un mal ejemplo para sus millones de esclavos. Y, con la excepción de Bolívar, por el resto de las repúblicas hispanoamericanas, racistas y filoestadounidenses. La serie de artículos del diario neoyorkino es una muestra elocuente de historia contemporánea, despojada de alambicados sistemas de análisis, y objetiva, fáctica y científica. Por lo demás, virtudes características de la ilustre tradición historiográfica anglosajona; desde Toynbee, por lo menos, hasta Niall Ferguson.

Fotograma de Señoras, señores (1966). Piero Germi

Milán, miércoles, 25 de mayo de 2022

Pietro Germi (2)

La segunda de las cuatro películas seleccionadas por el Cine-Club Ambrosiano para rendirle homenaje a Pietro Germi es la conocida Señoras, Señores. Estrenada en 1966, corresponde al segundo período de la producción del maestro italiano, en el cual se dedicó a incursionar en la llamada “Commedia all’italiana”, uno de los géneros con más glorias en la historia del cine de todos los tiempos. Otras cintas de este período, Divorcio a la italiana (1961) y Seducida y abandonada (1964). Señoras, señores es lo más cerca que ha estado el cine de producir una comedia griega con los nuevos medios. Como se sabe, la esencia del teatro ateniense es la participación del coro. Ese fue su origen y, cuando lo eliminaron, en tiempos de Eurípides, el teatro griego dejó de existir. Originalmente, los actores no existían y toda la acción la asumía la parte coral. Poco a poco se fueron introduciendo los actores que no pasaban de tres, en el peor de los casos. En lo sucesivo, la función del coro fue reducida a un colectivo de efímera aparición o un actor exclusivamente, como se puede decir de Horacio en Hamlet o de Enobarbo en Antonio y Cleopatra. Con esos antecedentes, Germi y su grupo de colaboradores en la escritura del guion se dedicaron a redactar un texto donde lo plural priva sobre las individualidades: Luciano Vincenzoni (La gran guerra,  Seducida y abandonada, Por unos dólares más, Lo bueno, lo malo y lo feo), Angenor Incrocci y Furio Scarpelli (trabajaron juntos en buena parte de las películas italianas de los cincuenta y sesenta) y Ennio Flaianno. Señoras, señores se presenta en tres capítulos con los mismos protagonistas. Integrantes de la nueva clase media alta surgida durante “il sorpasso” (recuperación económica), la primera burguesía liberal italiana después del ventenio fascista, con sus vicios públicos y virtudes escondidas. Todos cómicos, rondando lo trágico, como todas las grandes comedias. El equipo actoral, entre los cuales estaba Virna Lisi, se adaptó con lucidez al diseño de Germi. Un estupendo coro, donde los actores de cada historia comparten protagonismo con el coro, sin el cual no tendrían sentido. El erotismo, propio del género, es presentado siempre en las proximidades de lo cómico: un paciente que trata de seducir a la esposa de su amigo médico confesándole falsamente que es impotente. Un amante desesperado que se lanza al vacío para ser salvado por los bomberos, internado en una clínica y, después de un tiempo prudencial, devuelto a la esposa de la que creía haberse evadido para siempre. Y de cómo el grupo de amigos es seducido por una jovencita campesina ejerciendo en la ciudad; luego, chantajeados por la misma chica, hasta ser salvados por una de las esposas, quien, mientras su marido con otros amigos espera en el carro, se acuesta en el granero con el rústico padre y consigue salvar el dinero y la reputación de los afectados. La película fue reconocida con el Grand Prix de Cannes y el David de Donatello, por el mejor director.

Emanuel Carnevali. Fotógrafo desconocido

Emanuel Carnevali (1)

A Emanuel Carnevali (1897-1942) no lo conoce nadie fuera de Italia, y aun aquí no mucho, a pesar de ser uno de los líricos más interesantes de la primera mitad del siglo XX. Tal vez una de las razones de este injustificado olvido sea que escribió toda su obra en inglés. Otra es que murió en la más absoluta inopia, un final previsible de una vida abundosa de miseria y enfermedades. Nació, como Manuel Federico Carlo, en Florencia via Montebello 11, una de las calles que va a terminar en Piazza Ognissanti, con su iglesia y monasterio, decorados por Boticelli, Del Castagno y Ghirlandaio. La madre depresiva y morfinómana morirá tempranamente y el adolescente Emanuel será enviado a un liceo en Venecia, de donde es expulsado por presunta conducta homosexual, algo que no sería desmentido por las reiteradas relaciones del poeta con una serie de amigas, con una de las cuales se casaría de manera efímera. De regreso a Florencia, vida imposible en casa de su padre y, a los dieciséis, en el vapor “Caserta”, embarcó para Nueva York, como cientos de miles de sus compatriotas. No hablaba una palabra de inglés y lo aprendió en la calle leyendo letreros y periódicos viejos. No obstante, a los diecinueve, su inglés era suficiente para ponerlo en contacto con la excitante vanguardia del Village y comenzar a escribir poesía. Conoce y, en ocasiones, llega a ser amigo de algunos de ellos, Edna St. Vincent Millay, Robert MacAlmon, Waldo Frank, Sherwood Anderson, Edmund Wilson, Ezra Pound y William Carlos Williams, de los dos últimos será amigo hasta la muerte. En el legendario Café Figaro lo conocen como “the black poet”, traducción aproximada de “le poète maudit”. Noches insomnes de tragos, cigarrillos y burdeles, trabajos indignos y matrimonio irresponsable con una joven italiana a la que abandona enseguida para viajar a Chicago  invitado por Harriet Monroe para trabajar en su revista, la conocida e influyente Poetry. Su poesía, siempre en inglés, es aceptada y elogiada por los mejores ingenios de su generación. Publica en las mejores revistas literarias de vanguardia, The Little Review, Others, This Quarter y, por supuesto, Poetry. Escribe prosas narrativas, una conmovedora autobiografía y una extensa correspondencia en dos idiomas con corresponsales como Ezra Pound, Giovanni Papini y Benedetto Croce. En 1918, su salud es disminuida por la gripe española y, poco después, una malhadada encefalitis. Convertido en paciente crónico, las autoridades norteamericanas lo deportarán en 1922, “exiliándome de mi exilio”. Los veinte años que le quedan no lo eximirán de la fatalidad de su miseria. Allí será visitado por los pocos amigos, siempre por Pound. Del olvido y la ignorancia del mundo lo salvaría una hermanastra que rescataría sus papeles. La hija de esta hermanastra, profesora de la Ecole d’Hautes Etudes es la mejor conocedora de la obra del “poeta oscuro”. La mejor edición de sus obras se la debemos a ella, y gracias al entusiasmo del lamentado Roberto Calosso, cuidadosamente publicada por Adelphi.

Milán, jueves, 26 de mayo de 2022

Emanuel Carnevali (2)

Cada vez más conmovido por la vida de esta especie de Rimbaud italiano que, en poquísimo tiempo, y como autodidacta, se hizo de inglés suficiente como para ser uno de los poetas más destacados de la gran vanguardia norteamericana de los años veinte. Por cualquier causa o nostalgia, o una mezcla de todas ellas, amor, seducción, genio, fue nombrado, por la poderosa Harriet Monroe, fundadora y patrona de la revista Poetry, codirector de la publicación en lo que reconocería más tarde como “los peores seis meses de la publicación”. Afectos más consistentes recibió, hasta el final de su vida, de William Carlos Williams y Ezra Pound, quien nunca dejaría de honrar esta amistad de juventud y lo visitó varias veces en la clínica de Bolonia donde estaba recluido. En una de esas, comenzada ya la guerra, se presentó Ezra con una radio para que su amigo se mantuviera enterado. Además del aparato, y nadie sabe cómo, le proporcionó durante un tiempo una discreta mensualidad. No fue la Monroe la única atraída por los poemas de Carnevali. Su nombre lo encontramos en otras históricas revistas como The Little Review, donde aparecieron los primeros textos de Eliot, Others, de William Carlos Williams, The Modern Review o This Quarter. Una antología seria de la poesía norteamericana de su tiempo no podría dejar de incluir un par de piezas del italiano. No solo escribió poesía desde el fondo oscuro donde su vida descendió, también es autor de una rica producción en prosa, cartas, prosas breves (lo menos interesante, de acuerdo con la Monroe en una brillante reseña publicada en 1926, mientras Carnevali se recuperaba de regreso en Italia), poesía y una conmovedora autobiografía “novelada”, Il primo Dio, donde se detiene, con una prosa cristalina y precisa en la descripción de sus muchas miserias y pocas glorias cotidianas. Esta traducción es una muestra de esta poesía desconocida:

MORFINA

 

Miré fijamente las imágenes mutiladas

de un mundo cercano.

 

Con tempestuoso furor zarpaban

hacia mí las cargadas nubes.

Los duendes de la somnolencia

representaban una triste comedia.

 

Los brazos desconectados colgaban sueltos,

mientras las piernas andaban por su lado.

 

Con la brillante espada de mis ojos abiertos,

me abrí paso entre los somnolientos duendes

que rodeaban mi cabeza,

una indefensa ciudadela.

 

Un balanceo, una duda, y los duendes

zarparon rumbo al infinito

en un rayo de luz solar.

 

Al saber de mí, regresaron, y fui de nuevo

acunado en un mentido sueño.

Niall Ferguson. Fotografía de George W. Bush Presidential Center | Flickr

Milán, jueves, 26 de mayo de 2022

Haití, el Caribe y Ferguson

La serie de artículos que publicó The New York Times sobre la historia y la realidad actual de Haití es uno de los documentos más reveladores que he leído sobre algún sujeto histórico. Se encargaron los autores de demostrar que la situación actual de la república caribeña, la miseria institucionalizada y el agobio crónico de la población no es una fatalidad. No es que una supuesta falta de cultura o preparación la llevaron al triste rol de ser uno de los países más empobrecidos del hemisferio. No es que Haití siempre haya sido una nación pobre y sin recursos, agobiada por el vudú y una serie infinita de dictadores metafísicos, con poderes naturales y sobrenaturales. En pocas palabras, la conclusión del minucioso análisis del diario neoyorkino es que el desastre tiene una etiología precisa y bien documentada. Después de la derrota de las tropas napoleónicas por los estrategas militares isleños, y de la proclamación de la independencia primero que nadie después de los Estados Unidos, en 1804, París, ofendido por la humillación en el campo de batalla, impuso al joven país  un conjunto de medidas de una crueldad impensada, e impensable,  como condición para el reconocimiento de su independencia. Comenzaría un despojo despiadado de los ingresos del país, rico por las exportaciones de café y azúcar, hasta hundirlo en la más abyecta ruina. Una versión resumida del informe se limitaría a recordar que, después de los franceses, para rematar con lo poco que quedaba de riqueza y orgullo, llegó, en 1919, un grupo del ejército de los Estados Unidos con la misión de proteger al naciente Citibank de la familia Rockefeller; la misma que se paseó a sus anchas por el campo venezolano, en su tarea de terminar el saqueo y dejar a Haití, para siempre insolvente, en mano del primer aventurero. La situación es mucho más compleja y lo del New York Times se lleva muchas páginas de cifras y datos. Una muestra de historiografía moderna, como ya dije. Solo hechos, cifras, informaciones, una objetividad impecable y una subjetividad condenada a la basura por insegura y caprichosa.

Por razones que no son sino transparentes, me he sentido absolutamente conmovido con las revelaciones del periódico. Y, compartiendo responsabilidades con Herman Sifontes (fue quien me dio a conocer la serie de artículos), hemos programado una serie de seminarios para ser dictados en la recién creada Cátedra de Cultura y Finanzas, que patrocina el Instituto de Educación Superior de Administración (IESA) de Caracas, y de la cual soy director. Vamos a proponer, como uno de los temas de próximos seminarios, la situación de Haiti, en el contexto de una relectura de la Biografía del Caribe, de Germán Arciniegas. Sería una ligereza creer que el resto de los países del continente se mantuvo a salvo del intervencionismo rapaz de los europeos y angloamericanos. Recuerdo de mi infancia, como motivo de orgullo, lo que entonces se consideraba una de las “maravillas del mundo”. Una poderosa elevación toda de material de hierro, desde el pie a la cima, bautizado con el augusto nombre del padre de la patria, “Cerro Bolívar”. A la vuelta de unos años, la gran maravilla c había, literalmente, desaparecido del mapa. Las grandes metalurgias estadounidenses, a precios ridículos, habían devorado la preciosa montaña, utilizada para producir el acero inoxidable que sirvió de adorno a los millones de vehículos fabricados en Detroit. Para un segundo seminario hemos dejado el asunto de la globalización de la rapiña y el despojo, con motivo de los veinte años de la publicación en inglés de El triunfo del dinero, de Niall Ferguson, un libro fascinante que he utilizado largamente en mis clases de Formación Humanística. El de Ferguson es otra muestra notable de historiografía contemporánea; en su caso, enriquecida con repetidas alusiones a las grandes corrientes del pensamiento y la cultura. El profesor escocés es de los convencidos de que más se entera el interesado en la historia de Rusia durante el XIX leyendo a Tolstoy, que consultando bibliotecas enteras de obras históricas. La Cátedra de Cultura y Finanzas seguirá insistiendo en la necesidad de servirse, como enseña el profesor Fegurson, de las producciones del mundo espiritual a la hora de entender y analizar el origen y evolución del mundo material.


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