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Diario literario 2022, mayo (parte III): un nuevo mandamiento, a rose is a rose, recuerdos bajo el techo
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Milán, domingo, 15 de mayo de 2022
“un nuevo mandamiento”
En la iglesia de Santa Rita acompañando a Alessandro a misa. Una hermosa mañana de primavera, que seguramente se convertirá en indeseable verano durante el pomeriggio. Hoy es el quinto domingo de Pascua. El fragmento del Evangelio que se lee durante los oficios no podría ser más relevante. Cuenta San Juan que, despidiéndose de los discípulos, el Maestro les dijo estas aladas palabras: “Les entrego un nuevo Mandamiento: que se amen los unos a los otros. Como yo los he amado, así ámense ustedes los unos a los otros. De esta manera sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros”. Con esta nueva orden, porque eso es lo que es un Mandamiento, Cristo trazaba una dramática y profunda ruptura con el judaísmo tradicional y el Viejo Testamento. Dejaba claro que su culto era esencialmente humanista. Nada, en la creación, ni tribus, naciones, reinos o imperios, más importantes que el hombre. Ninguna de las religiones del Mediterráneo se había propuesto una consideración semejante. Cristo fue un existencialista avant la lettre. Una condición tan precaria como la del ser humano tiene necesidad del afecto constante para sobrevivir. La única posibilidad filosófica es el amor entre los hombres, la afirmación de la vida en este mundo, lo del más allá es literatura.
Milán, lunes, 16 de mayo de 2022
A rose is a rose is a rose is a rose
Continúan los días luminosos en la llanura padana, lo que aprovechan las rosas para presentarse de una manera inmoralmente (las rosas son siempre inmorales) hermosa. No se aparecen en solitario, como las amapolas, sino en grupo, en racimos perfumados, como los frutos de la vid. Para nosotros, criaturas del trópico, acostumbrados a una “rosificación” discreta, este panorama de rosas en cascadas, en aluviones de pétalos, es poco obvio. Me decía mi maestro José Solanes que, cuando llegó de Europa, lo que más le impresionó de la naturaleza del trópico fue la presencia de árboles “florales”. Altos apamates o bucares, cubiertos de pie a cabeza con vistosas floraciones. A mí, de Eurpoa, lo que más me impresionó, desde que me encontré con ellas en Aviñón, fueron estas rosales desmesurados. Desde la ventana de la cocina, donde paso buena parte de mi tiempo útil, observo una de estas plantas con unas tres docenas de enormes rosas rosadas, que no serán las únicas porque un número parecido de “botones” espera ansiosamente por hacer su aparición en este gran y efímero teatro de la primavera en Milán.
Milán, martes, 17 de mayo de 2022
A pesar de las elevadas temperaturas del mediodía y pomeriggio, las mañana siguen siendo una gloria, animadas por el erotismo de Afrodita, quien colma de vida todo lo que toca. Se respira a rosas durante estas horas primeras del sol, mientras los mirlos, entusiasmados, se presentan a cantar fuera de horario, incapaces de resistir el llamado de la diosa de bellos senos. Hablando de mirlos, en este momento, en el canal clásico de la RAI, la voz bendita de Elizabeth Schwarkopf en una de las grabaciones más memorables de todos los tiempos: Die letze vier Lieder (Cuatro últimas canciones), del anciano Richard Strauss, con la Orquesta de la Radio Berlín dirigida por el gran Georges Szell. Aunque lo de Strauss se refiere a la noche de la Alemania de después de la catástrofe, la luz de esta mañana despoja las canciones de su melancolía, dejando solo el brillo cristalino que produce la interpretación de Schwarkopf.
Milán, miércoles, 18 de mayo de 2022
Recuerdos bajo el techo (1)
Pocos movimientos literarios durante la segunda mitad del XX, en los países de habla hispana, tan excitantes como el Techo de la Ballena, activo en Caracas, Venezuela, durante un período impreciso que va desde 1961 hasta aproximadamente 1967 o 1969, dependiendo de las fidelidades del observador. Heredero de los primeros movimientos modernizadores de la literatura venezolana, como Sardio, el Techo de la Ballena cultivó la transgresión y las contradicciones, la irreverencia y la imaginación. Pero, sobre todo, introdujo en su lenguaje de ruptura el sentido del humor, olímpicamente relegado de manifestaciones literarias de la época. El humor lo entendieron como lo quería Breton: negro, transgresor y revelador, la única posibilidad viable de superar los irreconciliables opuestos. A la sombra de esta conciliación prevista por el romanticismo alemán, los poetas del Techo asumían las poéticas más dispares, porque bajo Techo todo era posible. Como la lírica panfletaria, incómoda, arriesgada y, a ratos, brillante de Caupolicán Ovalles y la de Francisco Pérez Perdomo, uno de los tantos émulos de Michaux en la poesía venezolana de esos años, y no solo entre los vates balleneros. Este es uno de los poemas del libro con el cual se inició, en 1961, la actividad editorial del movimiento: «¿Duerme usted, señor Presidente?», de Caupolicán Ovalles:
Si en vez de dormir
bailara tango
con sus ministros
y sus jefes de amor
nosotros podríamos oír
de noche en noche
su taconeo de archiduque
o duquesa…
Y este es uno de los poemas en prosa de Los venenos fieles, de Francisco Pérez Perdomo, como el de Ovalles, bellamente diagramado por Daniel González, suerte de fotógrafo oficial del grupo, aparte de brillante diseñador:
Cuento
Saliendo de la melodía tibia de la almohada, cuando apenas frisaba los treinta y dos años de su edad, el hombre bajó por el cordón umbilical y siguió en las callejuelas astrosas los pasos de su amada. Una lluvia diminuta caía sobre las cabezas invertidas de los caminantes, quienes se detenían por momentos como sostenidos de la espada por una invisible mano, y luego renovaba los pasos, dejando en su lugar repentinas estatuas. Ciega, en el barrio de los traficantes, la mujer se desplazaba sobre una cuerda tendida de un extremo a otro del abismo, evidentemente seducida por la fuerza de una flauta.
Con su hermetismo, su renuncia a una significación precisa, la poesía de Pérez Perdomo resultaba tan provocadora como la de Ovalles. En su interesante prólogo, Rafael Cadenas, poeta amigo del Techo pero no ballenero, y uno de los caballeros de Tabla Redonda, reconoce la ambigüedad de Venenos Fieles como un signo de cuestionamiento de la poesía que se escribía entonces en Venezuela. Y el cuestionamiento de todo lo recibido fue el ejercicio preferido de los miembros y simpatizantes del movimiento.
Milán, jueves, 19 de mayo de 2022
Recuerdos bajo el techo (2)
Y en unos años en los cuales los mismos que reclamaban mayores libertades eran los mismos miopes defensores del comunismo soviético, el techo de la Ballena se presentaba como el menos sectario de los movimientos de la histórica vanguardia. A pesar de las reiteradas declaraciones principistas, de sus fundadores, la Ballena no exigía fidelidades ideológicas o principistas. A diferencia de los movimientos más conocidos, como el surrealismo, todo el mundo podía formar parte del Techo de la Ballena. Más que de un movimiento convencional, la Ballena era un estado de ánimo, una emoción y un sueño. Un sueño convertido en vaso comunicante que extendía sus corrientes por todo el continente, especialmente en los lejanos Chile y Argentina, donde las simpatías tenían nombre propio, como el del poeta e intelectual porteño Juan Antonio Vasco.
Alejandro Oliveros
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