Diario Literario

Diario Literario 2022, julio (parte V): Pérez Oramas, Hernández, Charles Ives, Bolognini Ferras, Flota el tiempo, Simenon y Maigret

30/07/2022

Milán, lunes 25 de julio de 2022

Comienzo la semana con las estimulantes opiniones de dos intelectuales venezolanos de generaciones posteriores a la mía. Unas son del fraterno y destacado poeta Luis Pérez Oramas, reunidas por la editorial Dahbar en un volumen necesario como pocos para el que quiera entender qué fue lo que estuvo en el origen de la tragedia socio-económica  venezolana. La república baldía recoge los artículos de prensa de Luis publicados desde fecha tan temprana como 1995 hasta 2008. Con precocidad inquietante ya antes de 1998, señalaba los signos y síntomas del sistema político nacional, de las fallas de un liderazgo que se abstenía de reconocer que fallaba. Del colapso de la idea republicana confundida en una mentida defensa de una democracia que apenas si era útil para mantener a los mismos políticos en el poder.  Recuerda el autor su preocupación por las actividades una serie de intelectuales que, con un tono más patético que profético, acusaban al sistema de partidos de todos los males de la sociedad, en un peligroso cualquier-cosa-es-mejor producto de la inflazón y la arrogancia. No le costó nada a la historia demostrar cuán dislatados y desviados eran sus vaticinios. Las otras opiniones con las que me he encontrado este lunes, son las del profesor Ivo Hernández, quien se ha referido también de manera reiterada al colapso de la democracia venezolana. Rentismus, Klientelismus, Sozialismus der Fall Venezuela, su interpretación de la caída del país suramericano fue ampliamente difundido en Alemania. No obstante, las opiniones a las que me refiero son sobre José Solanes (Josep, lo llaman en Cataluña) y su estudio En patria ajena, reeditado en España (la primera, postergada, edición fue de la venezolana Monte Avila Editores como Los nombres del exilio) por Acantilado. En el video donde Hernández se extiende sobre el estudio de Solanes, encuentro una opinión que he, por mi parte, expresado desde que conocí el estudio en una copia mimeografiada de la tesis doctoral presentada por Solanes en la Universidad de Toulouse. Decía en ese entonces lejano de hace cuarenta años, que se trataba del mejor estudio escrito en cualquier idioma occidental sobre el tema del destierro. Hernández lo sintetiza señalando que se trata de la “Biblia sobre el exilio”. Para agregar que se trata de un trabajo ejemplar, lejos de esterilidad académica y más a la usanza de los grandes libros. Como los Ensayos de Montaigne, agrego yo, o los Diarios de Paul Léautaud o Jünger. Ceñido a la información del prólogo, Hernández no se detiene en las relaciones de Solanes con Artaud, a quien conoció en el hospital psiquiátrico  de Rodez. Tampoco refiere la colaboración con Frances Tosquelles, su amigo y compañero de estudios (estuvo en Venezuela unos días invitado de Solanes). Ambos pusieron en práctica el primer proyecto de Psiquiatría Institucional, mucho antes que sus colegas franceses y producto de largas discusiones con Lacan. En Sant Alban, como se llamaba la clínica que dirigía Tosquelles en esa remota localidad del sudoeste francés, era lo normal encontrarse con gente como Paul Eluard o Franz Fanon. La reseña de Hernández, más valiosa e instructiva de lo que puedo decir en dos líneas, está a la disposición en Youtube.

Charles Ives. 1947. Fotografía de Clara Sipprell | Wikimedia

Milán, martes 26 de julio de 2022

Charles Ives

Por alguna extraña razón, Charles Ives, uno de los más grandes compositores norteamericanos del XX, si no el más grande, es también uno de los menos conocidos. Durante mis años en Nueva York, a finales de los 70 y comienzo de los 80 del siglo XX, su música no fue una de las más interpretadas por la Filarmónica de esa ciudad, en aquel entonces dirigida por Metha. Y tampoco creo que haya sido uno de los favoritos de Kurt Masur su sucesor. Ives no perteneció nunca a los círculos más cosmopolitas de la cultura norteamericana. Lo contrario. Pertenecía a la aristocracia WASP (White, Anglosaxon, Protestant) descendiente de los Padres Fundadores llegados en el Mayflower a las costas de Nueva Inglaterra. Un grupo poco dado a los contactos con inmigrantes judíos, irlandeses o latinos. En Boston de estas familias se decía que los Cabot sólo hablaban con los Lodge y los Lodge sólo hablaban con Dios.  Un Dios blanco, por supuesto, que sentía debilidad por autores WASP como Emerson o Thoreau. también nuestro compositor mantenía aspiraciones similares. Pero todo parece indicar que Dios no tenía interés en responder a estos deseos. Al menos es lo que se desprende de la experiencia de escuchar su impresionante pieza “Pregunta sin respuesta”, inspirada en un críptico poema de Emerson. Me he detenido en Ives gracias al entusiasmo de Daniel Labarca en Valencia, Venezuela y al de uno de sus colegas de la Universidad de Carabobo. Pregunta sin respuesta (The Unanswered Question) es una de las muestras más radicales de la vanguardia musical de comienzos del XX. Fue escrita en una fecha tan temprana como 1906. Stravinsky dijo que Ives escribía en 1900 lo que el escribió mucho después. También Schoenberg reconoció la música visionaria de este compositor que incursionó en la atonalidad mucho antes que él. Pregunta está escrita para orquesta de cámara, quinteto de madera y trompeta. Escrita en forma de collage en el cual diversos fragmentos son ensamblados uno sobre el otro. En sus cinco breves intervenciones, la trompeta solista formula la pregunta que el resto de los instrumentos se encargaría de proponer, una respuesta que nunca llega porque, de acuerdo al poema de Emerson, “each answer is a lie” y “who telleth one of my meanings/is master of all I am”.

Fotograma de Mosca addio. 1986. Mauro Bolognini

Milán, miércoles 27 de julio de 2022

Mauro Bolognini

En su dilatado ciclo dedicado algunos realizadores italianos (Germi, Lattuda, Bolognini, Scola) de la segunda post-guerra, casi todos conocidos en algún momento de sus carreras como integrantes del neo-realismo, el Cine Club Ambrosiano le ha organizado un pequeño homenaje a Mauro Bolognini con tres de sus cintas ,dos de ellas bien difundidas y una tercera menos conocida. Esta última es la dramática Mosca addio, de 1986. Bolognini se encargó de llevar al cine la dramática historia de la disidente hebrea Ida Nudel, quien fuera atrapada en las red siniestras del Gulag después de reiteradas manifestaciones de disidencia. El film es una vidriera de las sofisticadas técnicas de tortura del régimen soviético que no era muy distinta a las de los franceses en Argelia, los israelíes  en Palestina, los cubanos en Cuba. Liv Ullmann se encargó de hacer creíble la sobre natural historia de los horrores siberianos lo que le valió el Premio Donatello como mejor actriz. La extraordinaria banda sonora es de Morricone y la fotografía de Ennio Guarneri (El jardín de los Fizzi Contini, Hermano sol hermana luna)Ante las amenazas totalitarias de Trump no sería mala idea exhibir la cinta de Bolognini en los circuitos de cine de los Estados Unidos y en los canales de TV con cierta responsabilidad social que todavía subsisten.

Fotograma de Senilita. 1960. Mauro Bolognini

Las otras dos películas del ciclo son El bello Antonio y Senilidad. Con la primera, de 1960, Bolognini se convirtió en uno de los realizadores más celebrados de Europa. Y con razón. El fime es una clásica comedia a la italiana con las impecables apariciones de Marcello Mastroianni y Claudia Cardinale, una pareja reiterada por el director en otros filmes. Pero la historia, convertida en impecable guión por Pier Paolo Passolini. Como buen hijo del neo-realismo, lo mejor del Bello Antonio es el escenario de una Sicilia milenaria y mítica. La convivencia a puertas abiertas, los vecinos están en el derecho de saber largamente sobre la vida de los demás, la irracionalidad como ejercicio cotidiano y la picardía como ética. Todo en un blanco y negro maravilloso, que el fotógrafo Armando Nannuzzi convierte en paleta infinitos tonos de grises, negros y blancos. La misma paleta expresionista acromática en Sandra y, a todo color, en Los malditos, ambas para Visconti. La tercera película es menos conocida ,Senilidad (1962), versión cinematográfica de la tampoco muy difundida segunda novela del triestino Italo Svevo (la primera es la formidable La conciencia de Zeno). También con Cardinale y un impreciso Toni Franciosa. De nuevo, el neorrealismo de los escenarios, con una espléndida y remota Trieste, generosa en historias como la que se cuenta aquí, surreales, mágico-realistas en un mundo de rincones y pasadizos, plazas y lluvias, escaleras y jardines, mares y lluvias, captados de manera memorable por el lente del mismo  Nannuzzi.  El bello Antonio y Senilidad son dos joyas del cine europeo de la segunda post-guerra.

Christian Ferras- Fotografía de Piano Piano! | Flickr

Beethoven-Ferras

Todos tenemos películas, discos, libros, vinos, exposiciones que preferimos sobre otros por razones puramente personales, es decir, arbitrarias. Es lo que me ocurre con el Opus 61 de Beethoven. Recuerdo cuando, a mis veintitrés años, escuché la versión del francés Christian Ferras con la Filarmónica de Berlín dirigida por Karajan. Fue algo epifánico. Enseguida estuve convencido de que no era probable una mejor interpretación. Antes, había escuchado algunas notables, como la de Jacha Heifetz, la referencia obligada, y después he escuchado muchas otras, pero mi opinión ha permanecido invariable después de más de cincuenta años. En Nueva York, en 1978, me enteré de la trágica existencia de Ferras, sus depresiones y su alcoholismo. Su suicidio ocurriría cuatro años después. Accidentes no raros en la vida de algunos exquisitos intérpretes. Tan exquisito fue el galo que no permitió que su dramática vida alterara su lectura del más grande de los conciertos para violín. Vuelvo a esta circunstancia porque hace unos instantes el locutor de Radio Classica Milano, productor del extraordinario programa Il pianista, ha revelado que, también para él, no hay interpretación que supere el milagro de Ferras.

Milán, jueves 28 de julio de 2022

FLOTA EL TIEMPO

 

MIRLO

 

                                                        A Danella

 

 

 

Te conocía

sin saberlo.

Tú eres aquel

pajarito,

de pico amarillo

y hábito negro,

asomado

a la ventana

entreabierta

de un sueño.

Por arriba

de los árboles,

en los zaguanes

del cielo,

llegaste a la ciudad

a despedir

el invierno…

Jean Gabin como Jules Maigret. 1959

Milán, viernes 29 de julio de 2022 

Simenon y Maigret

Por azar, en la biblioteca de mi hija, el oportuno hallazgo de una novela de Simenon en una lograda traducción al castellano del catalán Joaquin Jordá. Se trata de Pietr el Letón, justamente donde hace su aparición por primera vez el inspector Maigret, como decía hace días, el más conocido de los investigadores después de Sherlock Holmes. La primera de las setenta y cinco novelas que lo tienen como protagonista. Con varios rostros ha aparecido en sucesivas adaptaciones cinematográficas; el más conocido es el de Jean Gabin, quien reúne más de uno de los atributos que Simenón otorga a su personaje:

La presencia de Maigret en el Majestic provocaba cierta hostilidad. Era, de algún modo, como una mole que la atmósfera se negaba a asimilar. No es que se pareciera a los policías popularizados por las caricaturas… Pero la osamenta era plebeya. Era enorme y huesudo. Unos duros músculos se adivinaban debajo de la chaqueta…Llegaba como una mole compacta, y a partir de ahí parecía como si todo tuviera que romperse contra ese mole, tanto si él avanzaba como si permanecía quieto sobre las piernas un poco abiertas… La pipa anclada en la mandíbula. No se la quitaba aunque estuviera en el Majestic. ¿Acaso, en el fondo, se trataba de un deseo de tratarse vulgar? ¿O tal vez era confianza en sí mismo?

Casado con la paciente, fina y buena cocinera Madame Maigret, sin hijos ni amigos que yo recuerde. Obsesivo y silencioso, basa sus pesquisas en su envidiable capacidad para relacionar  circunstancias en apariencia banales que al final lo llevan al descubrimiento del culpable. Burgués en apariencia, a menudo contradice esta condición con una moral anti-convencional. No quiere juzgar pero tampoco ser un defensor acrítico de la moral dominante. Su sentido de la ética, a menudo sorprende por su independencia de las convenciones aceptadas. Pocas veces, parece creer, los culpables son cien por ciento culpables. La sociedad burguesa, a la cual pertenece, no deja de tener su cuota de responsabilidad en la mayoría de los crímenes. De Shakespeare se dice que su diferencia com los otros dramaturgos es que los suyos son personajes de verdad-verdad. Lo mismo, mutatis mutandi, puede decir de Simenon. Cuando un novelista describe los personajes de su historia se está, en el fondo, describiendo así mismo. Los protagonistas de Rayuela, por ejemplo, no eran seres de carne y hueso sino proyecciones de su autor, Julio Cortázar. El La fiesta del chivo, una de sus novelas más logradas, Vargas Llosa se convierte en el verdadero héroe de su historia. Son sus ideales sobre la libertad y la justicia los que defienden los protagonistas, quienes, en realidad, probablemente pensaban de otra manera. El que piensa así es Vargas Llosa, con su conocida y sostenida defensa de los derechos del hombre mancillados por el poder. Así con todos los novelistas. Don Quijote es más el mismo Cervantes que el pobre Quijano. En el caso de Simenon no es así. Sus criaturas nada tienen que ver con él, son independientes. Son los que a diarios ocupaban el tren Etoile du Nord o tomaban su patisse en los bares de Les Halles. Nunca han sido tan humanos, a veces demasiado, los personajes de una novela. Y eso es Maigret. En una página de su diario, el autor, de viaje en un barco por el Mar del Norte, anotó el nacimiento del inefable inspector Maigret:

Esa gabarra, en la que coloqué un gran cajón para mi máquina de escribir y una caja algo más pequeña para mi trasero, iba a convertirse en la cuna de Maigret. ¿Me disponía a escribir una novela popular como las demás?… Una hora después vi que empezaba a perfilarse la mole poderosa e impasible de un tipo que me apareció que sería un comisario aceptable. A lo largo de ese día fui añadiendo algunos accesorios: una pipa, un sombrero de hongo y un grueso abrigo de cuello de terciopelo. Y le concedí para su despacho una vieja estufa de hierro colado.

El resto es literatura.


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