Diario Literario

Diario literario 2022, julio (parte IV): traduciendo Antonio & Cleopatra, Hölderlin “Die Heimat”, Simenon

Fotografía de PIERO CRUCIATTI | AFP

24/07/2022

Milán, lunes 18 de julio de 2022 

Después de una semana en la montaña, cerca del cielo, regreso al infierno de una Milán sometida por temperaturas que se acercan a los 40 ºC. Por lo demás, buena parte de Europa atraviesa situaciones parecidas. Y no solo el meridiano, sino que ciudades típicas del septentrión, como Londres, conocen estas temperaturas por primera vez en la historia. En su edición de hoy The Guardian, advierte sobre los peligros de estas olas de calor, en este caso provocada por un anticilón africano que, de la manera más ominosa han bautizado “Apocalipsis”.

Antopnio y Cleopatra. Ilustración de H. C. Selous. Londres, 1864

Traduciendo Antonio & Cleopatra

Después de abandonar, por razones íntimas, la traducción del Anatole de Mallarmé, regreso al laberinto idiomático del Antonio y Cleopatra shakesperiano. Nunca el bardo fue tan retórico y pocas veces tan artificial. Las razones de esta deriva, como otras, tienen su origen en su falta de educación formal. Nunca fue a Oxford o Cambridge, como sus contemporáneos y amigos Ben Jonson, Christopher Marlowe o Thomas Kyd. Una carencia que lo llevó al uso de anacronismos como situar Bohemia a orillas del mar, o adelantarse y colocar relojes en los inexistentes campanarios de la Roma imperial. Me temo que algo parecido ocurrió con Antonio y Cleopatra. En el Plutarco bellamente traducido al inglés  por Thomas North  leyó que, en su oratoria, Marco Antonio estaba influenciado por el estilo “oriental” de ciertos oradores atenienses. Sin conocer muy bien a que se refería Plutarco, Shakespeare utilizó para Antonio y Cleopatra una elocuencia en ocasiones exacerbada y retorcida, incomprensible a veces y banal otras, que le valió las críticas de Voltaire y la desconfianza de muchos ingenios de la Ilustración, quienes lo consideraban el mejor poeta de su lengua pero no el primero de sus dramaturgos. Creo recordar que era también la opinión de Lord Byron, protagonista excelso de la sensibilidad romántica. No era Shakespeare, sin embargo, el único en acogerse a estos excesos. Un vate tan cultivado como Góngora hizo del estilo una de sus glorias, una afectación criticada en nuestro tiempo por el sobrio Antonio Machado. Dice Don Luis al comienzo de su Soledad Primera: “Era del año la estación florida / en que el mentido robador de Europa, / media luna las armas de su frente / y el sol todos los rayos de su pelo / luciente honor del cielo / en campos de zafiro pace estrellas”. Todo para decir que era primavera. Antonio y Cleopatra es de 1607, Soledades de 1613.

Milán, martes 19 de julio de 2022 

La canícula parece haber escogido a Italia, sobre otros países afectados, como Francia o Inglaterra, para instalarse más allá de unos pocos días. Mientras allí el anticiclón comienza a ceder, aquí ha dejado lo mejor para el próximo fin de semana, cuando las temperaturas serán de 40 ºC a la sombra.

Traduciendo Antonio & Cleopatra (2)

Este fragmento del Segundo Acto de Antonio y Cleopatra puede ser una muestra de la desbordada retórica del Bardo en esta gran tragedia:

 

CLEOPATRA:

 

That time? O times!

I laughed him out of patience, and that night

I laughed him into patience, and next morn

Ere the ninth hour, I drunk him to his bed

Then put my tires and a mantle on him, whilst

I wore his sword Philippas

 

Cualquier intento de literalidad en la traducción está excluida por supuesto. “Laughed him” es burlarse o reírse de él, y eso no tiene problemas. El exceso (genial) está en el reiterado uso de la expresión cambiando la partícula out por into conservando el resto del participio, ofreciendo un ejemplo de lo que él entendía por el estilo “oriental” al que alude Plutarco en su biografía de Marco Antonio. Cleopatra le dice a su amiga que en mejores tiempos (Antonio no había regresado a Roma) se burlaba de Antonio hasta hacerlo perder la paciencia, pero que la misma noche hacía lo mismo hasta calmarlo. Para después revelar “drunk him to his bed”, en un ejemplo de la magnífica concisión de la lengua inglesa que, en cinco sílabas, expresa lo que en castellano requiere por lo menos el doble, “lo emborraché y lo llevé a su lecho”. Esta es una primera traducción de las palabras de la reina de Egipto:

 

¿Aquella época? ¡Ah, qué tiempos!

Cuando me reía de él hasta hacerlo perder la paciencia y, la misma noche,

me reía de él hasta tranquilizarlo, y a la mañana siguiente,

antes de las nueve, lo llevaba ebrio a su lecho,

le ponía mi tocado y mis vestidos, mientras

yo llevaba la espada Filipa.

 

Los detalles deberían sobrar, lo que importa para la acción de la obra, es la imagen de Antonio rebajado hasta el ridículo y dejando que la egipcia se encargara de los asuntos de estado.

Hölderlin. Die Heimat

De 1798 es el poema de Hölderlin “Die Heimat” (La tierra natal), un año para el cual el poeta ya presentaba síntomas de la demencia que en pocos tiempo lo hundiría para siempre en el sombrío país de la demencia. Antes, había tenido que abandonar precipitadamente su trabajo en casa del banquero Gonttard, de cuyo hijo era preceptor, y de cuya esposa, Suzette, terminaría enamorándose no sin ser correspondido. Al año siguiente, se le declara una crisis biliar complicada en lo que el doctor Müller diagnóstico como una “fuerte hipocondría”, que era la manera de referirse a la esquizofrenia y otros disturbios mentales. Tantas desdichas serían en parte compensada por la opinión favorable de August Wilhelm Schlegel, el crítico literario más respetado de su tiempo. Son los años de la escritura de su novela en versos  Empédocles, al cual dedicaba la mayor parte de su tiempo. El resto lo empleó en escribir, siguiendo la recomendación de Goethe, poemas breves sobre diversos temas. Uno de ellos es Die Heimat:

 

Froh kehrt der Schiffer heim an den stillen Strom

von fernen Inselm wo er geerndtet hat…

 

Feliz el navegante que rico regresa de lejanas islas

a la tranquila corriente de su casa

Lauffen, pueblo natal de Hölderlin. 1800. Autor desconocido

Milán, miércoles 21 de julio de 2022

Hölderlin. Die Heimat” (2)

El melancólico poema de Hölderlin, escrito poco después del episodio en la casa del banquero Gontard, es un doloroso texto del exilio. El poeta no se refiere a Alemania como su país natal sino a su bucólica tierra suaba donde había nacido y vivido hasta su primera juventud. Apartado de la mujer amada y todavía inseguro de su grandeza, anhela la Ítaca de su infancia a orillas del río Néckar y los paseos poético-filosóficos con sus compañeros de estudio Hegel y Schelling. Además, sentía el exilio al que lo ha condenado su pobreza, causa primera de su separación de Suzette. Piensa que si hubiese tenido tanto poder económico como Gonttard ella se hubiese ido con él,  a wishful thinking, como dicen los ingleses. El poema que intento traducir tiene algo del Du Bellay de “Hereux qui comme Ulisses…” No obstante, Hölderlin en ese año de 1799, no sospechaba, como tampoco cospechó Edipo, las dimensiones de la tragedia que los dioses ingratos le tenían reservada. A la ceguera de Edipo, se corresponden, aún más crueles, los treinta y seis años de demencia que le esperaban al gran vate de Hiperión.

 

Esta es la segunda parte de “Die Heimath” (“Tierra natal”):

 

wohl möcht auc ich zur heimath wieder,

aber was hab’ich, wie Laid, geerndtet.

 

Ihr holden Ufer, die ihr mich auferzogt,

Stillt ihr der Liebe Leiden? ach! gebt ihr mir,

ihr Wälder meiner Kindheit, wann ich

komme, die Ruhe noch Einmal wieder.

 

Feliz el navegante que regresa de lejanas islas

enriquecido a las duces corrientes

de su país natal. También yo quisiera

pero ¿qué, sino este lamento, he cosechado?

 

Propicias orillas a las que deberé mi regreso,

¿pueden aliviar los males del amor y devolverme

los bosques de mi infancia? Volveré a sentir

una vez más un poco de paz cuando regrese?

 

Dos años más tarde, Hölderlin ampliará el texto con cuatro nuevas estrofas. En su colección de canciones Hollywooder Liederbuch, el notable compositor alemán Hans Eisler le pondrá música a la versión original. Eisler, exiliado en California en tiempos del dominio nazi, se identifica con el doloroso fragmento. A los excesos de las guerras napoleónicas, que tanto afectaron al poeta, se corresponde, en tiempos de Eisler, la catástrofe de la Segunda Guerra. Su música para el poema de Hölderlin es estremecedora, una canción de poco más de 90’’

Milán, jueves 21 de julio de 2022

Hölderlin (2)

Pocos poetas, desde la caída del imperio, con un genio para la poesía como Friedrich Hölderlin. Como él, en la tradición occidental, pocos: Dante, Petrarca, Shakespeare, Milton, Quevedo, Goethe y, es aconsejable, pare de contar. A sus dones naturales, se combina su formación, producto de la exigente academia alemana de la Ilustración. Con la misma claridad hablaba de Platón y Kant como de Píndaro. Sus interlocutores difícilmente podían ser espíritus más exquisitos: Hegel y Schelling fueron sus paisanos y amigos, y Schiller trató de ser su maestro. Goethe, por una vez, no supo (¿no quiso?) distinguir su talento, con lo cual le produjo no poco dolor al joven vate. Desde una estética transgresora, los mejores ingenios de la generación romántica lo estimaron como uno de ellos, pero diferente. La grandeza de Hólderlin, no obstante, no se desarrolló como la de Goethe, muerto a los ochenta y tantos años. También Hölderlin alcanzó la alta edad, pero privado por los dioses de la luz de la razón. Antes de los treinta ya presentaba signos y síntomas de lo que iba a ser un incurable desarreglo mental. En el célebre poema “An die Parzen”, una de las glorias de la tradición poética alemana, el malhadado vate implora las parcas por un verano tan solo y un otoño. Con la avaricia conocida, las parcas le negaron este último deseo.

Georges Simenon. Fotografía de Erling Mandelmann | Wikimedia

Milán, viernes 22 de julio de 2022   

Simenon

En una de esas lecturas ociosas de vacaciones, he vuelto a Maigret tend un piège  (Maigret pone una trampa) la narración de Georges Simenon ampliamente conocida por el film de Jean Delannoy, donde Jean Gabin hace del inspector Maigret, el más conocido de los investigadores policiales con Sherlock Holmes. Maigret es el protagonista de 75  las 200 novelas del autor. A estas alturas del siglo XXI, tengo a Simenon como el más grande novelista de lengua francesa del XX. Su obra debe ser entendida como una nueva Comedie Humaine, cuyos personajes, en esencia, son una expresión de la condición humana, con todas sus miseria y grandezas. Y la humanidad de sus personajes, más que el estilo, es lo que emparenta a Simenon con Balzac.  Simenon nos entendió bien, no somos ni absolutamente buenos ni completamente malos. Somos, eso sí, poca cosa, y no recordarlo siempre es fuente de amartías con las tragedias del caso. El inspector Maigret, como un consumado sofista, tiende a evitar los absolutos. En la vida todo es relativo, incluyendo el bien y el mal. Pocos estilos literarios tan ajustado a sus personajes. Los protagonistas de Simenon son como se expresan, directos, parcos esenciales. Su prosa fue admirada por Gide y Camus, la propia negación de la elocuencia de Proust. Sus criaturas lo que no saben decir, como recomendaba Wittgenstein, no lo dicen. Sin embargo, cada vez que termino de leer una de sus novelas, con o sin Maigret, siento que hay algo que no debo olvidar, algo que aprendí o, por lo menos, algo en lo cual pensar en lo sucesivo. Esta lectura ociosa de Simenon, como siempre, corre el riesgo de convertirse en una invitación a nuevas empresas dignas de un buen ocio. Traducir a Shakespeare y Hölderlin no se encuentran entre ellas.


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