Diario literario

Diario literario 2022, febrero (parte I): Oxford, árabes, Deep Ecology, Anne Carson y Marilyn, Grünbein-Berlín

Kamel Daoud. Fotpgrafía de BERTRAND LANGLOIS | AFP

05/02/2022

Milán, viernes, 28 de enero de 2022

Comienzo un nuevo cuaderno Oxford que, como su nombre lo indica, es alemán. Por desgracia, no pude conseguirlo en tamaño oficio (29×21), sino en tamaño normal de cuaderno (25×17). No está, como el anterior, fabricado en Francia, y el papel es aún más sedoso, casi como una seda Hermès, pero siempre de 90 g y óptico, que permite a los interesados escanearlo a través de una aplicación. Oxford es una transnacional que se especializa en productos de alta tecnología. Sus cuadernos son los mejores que he utilizado en mis 27 años de diarista.

Milán, sábado, 29 de enero de 2022

Árabes

Kamel Daoud tal vez sea el escritor argelino más difundido de su generación. Periodista, cronista, profesor de Sciences-Po, se convirtió en celebridad planetaria con la publicación de Mersault Contre-enquête, novela en la cual el protagonista es el improbable hermano del “árabe” asesinado por Mersault en la novela de Albert Camus. Después publicó varias novelas que no he leído y un grueso volumen con artículos publicados en la prensa de su país o de Francia, como Le Point, para la que escribe periódicamente. En una entrevista reciente para Il corriere della sera, se refiere a su desconcierto cuando estuvo por primera vez en Francia. Le costaba entender cuando escuchaba a los nativos referirse a los árabes como si fueran todos oriundos de un mismo país; Arabia Saudita, por ejemplo. Todos “árabes” y, por consiguiente, todos iguales. Kuwaitíes, marroquíes, palestinos, jordanos, libaneses, argelinos, libios, sudaneses, sirios, egipcios, lo mismo. Sería igual, pensaba Daoud, que referirse a alguien como “europeo” sin la menor consideración de si es finlandés, serbio, galés, alemán, portugués o húngaro, total, todos los europeos son lo mismo. Con esta miopía insoportable, se ponen en un mismo saco a los cristianos maronitas, a los coptos de Egipto, chiitas y todos los musulmanes del inmenso mundo árabe. Como venezolano, me ha parecido siempre por lo menos incómodo cuando algún ignorante se refiere a Venezuela como una región de un extenso país llamado Latinoamérica, con lo que nos iguala con los mexicanos, paraguayos, brasileños, hondureños, etc.; todos somos lo mismo, resultado de la misma ascendencia, historia, economía, cultura. Es la misma sensación que tengo cuando, en la prensa internacional, siempre blanca, leo a alguien refiriéndose al terrorismo árabe o a la literatura árabe, la cocina árabe o las mujeres árabes. Que es como decir la música europea, las mujeres europeas o el vino europeo. Ignorando que son menores las diferencias que hay entre un francés y un polaco, que las que hay entre un egipcio y un marroquí. La entrevista con Kamel Daoud es una invitación a leer todo lo que ha escrito sobre el espinoso asunto.

Milán, domingo, 30 de enero de 2022

Duomo

Ayer, una tarde gloriosa en Piazza Duomo, el centro vital, el verdadero corazón de esta ciudad lombarda. Una luz rosácea y dulce, como la del mejor Poussin, caía sobre la catedral que parecía salida de una tela de Canaletto, pero flotando como una fantasía extravagante, con la imagen dorada de la Madonnina en lo más alto. Piazza Duomo es una de las plazas más gratas de Europa, menos encerrada que la también espectacular de Venecia y más práctica y gratificante que La Concorde, Bastille o Republique. Trafalgar es excitante pero más hecha para pasar que para quedarse. La temperatura, paradisíaca para un día de invierno, es la más adecuada. Son los placeres del invierno, por los cuales siempre me he sentido atraído y que me hizo visitar por primera vez Nueva York, a los 21 años, en medio del más polar de los fríos. Poco antes, en la enorme sede central de Feltrinelli, que me recordó a la Foyle’s en sus mejores tiempos, encontré la edición italiana, bilingüe, de Norma Jeane Baker de Troya, para la cual Anne Carson, su autora, escogió otro título: Era una nuvola (Era una nube), que pude comentar hace unos meses en este diario, cuando leí una amplia reseña donde se reproducían algunos textos en el idioma original. En la pestaña, las señas con las que la autora prefiere que la presenten: “Anne Carson nació en Canadá y se gana la vida enseñando griego antiguo”. Habría podido agregar “Premio Nóbel de Literatura” si la Academia sueca se hubiese decidido por ella y no por Louise Glück.

Milán, lunes, 31 de enero de 2022

Deep Ecology

Unos días de adelantada primavera, con su luz transparente y líquida y temperaturas que llegan a los 15 °C. Por fortuna, serán pocos y la vegetación podrá regresar a su largo y necesario sueño invernal. Son signos de un calentamiento prematuro que, en medio de la inconciencia planetaria, se ha convertido en normal, que producen la floración precoz de los cultivos. Entre ellos, el del vino, como ha ocurrido en los últimos cuatro años, en los cuales se produjeron caldos excesivamente alcohólicos que termina ocultando los sabores naturales del invento de Baco. De seguir así, todos los vinos serían como los de Nueva Gales del Sur, súper alcohólicos, súper concentrados, súper coloreados y casi indigeribles. Cuando se quiere acabar con algo, se comienza con la vegetación, seguida de la fauna y luego los seres humanos. En su reciente ficción, Anéantir, situada en 2027, Houellebecq se adelanta a la fundación de una secta, la Deep Ecology, cuyos ideólogos “promueven la extinción de la humanidad, porque piensan que la especie humana es definitivamente irrecuperable y peligrosa para la supervivencia del planeta” (pág. 377).

Anne Carson. Fotografía de Craig Barritt | GETTY IMAGES NORTH AMERICA | Getty Images via AFP

Anne Carson y Helena

Del mito de Helena de Troya se han servido los poetas de todos los tiempos para escribir poemas y obras de teatro, desde Eurípides a Goethe, Hoffmanstahl, H.D. y más acá. Entre los más acá está Anne Carson (en mi Magna Grecia recuerdo que le dediqué un poema a la díscola princesa). La adaptación, para llamarla así, que hace la poeta canadiense toma prestado de Eurípides el recurso fantástico según el cual Helena, después del secuestro, habría sido conducida por los dioses a refugiarse en una corte egipcia. En su lugar, a Troya llegó una nube que tenía su forma. Una especie de holograma que habría engañado al mismo Paris, pobre tonto que pasó diez años sin percartarse de que no le hacía el amor a la codiciada hija de Leda, sino a una nube, una “nuvola”. No obstante, esto no es lo más relevante de la versión de Carson. Lo que más nos ha sorprendido, y no por dislatado, es que su Helena es al mismo tiempo Marilyn Monroe con su nombre original, Norma Jeane Baker. Arthur Miller viene a ser Menelao. Y el coro, nunca predominante en Eurípides hasta Bacantes, no es otro que Truman Capote, viejo y querido amigo de la actriz. Norma Jeane Baker de Troya es una representación teatral que invita a su musicalización, en una de las cuales participó la formidable Renée Fleming. Todos los personajes son representados por un mismo comediante, quien debe desdoblarse en un performance por lo menos agotador. En la edición impresa, los parlamentos (algunos de ellos son poemas notables) se alternan con fragmentos en prosa donde se  relaciona lo de Troya con episodios de la historia contemporánea, talibanes, etc.

Grünbein-Berlín (1)

Durs Grünbein (1962) pasa por ser, y seguramente lo es, el poeta más reconocido de su generación. No recuerdo otro vate tan publicado, comentado y traducido después de los triunfos editoriales de poetas de generaciones anteriores como Bachmann, Grass, Eich o Celan. En otra oportunidad me he ocupado de él en estos cuadernos y recuerdo haber traducido un fragmento de uno de sus libros, Vom Schnee oder Descartes in Deutschland. Aunque nacido en la alevosamente maltratada Dresde, reside en Berlín desde 1985, donde lo encontró el colapso del Muro. Su poesía con reiteradas derivas wagnerianas no se ha querido ocupar, como Wagner, de las mitologías germanas, sino, desde hace unos años, del mito urbano, en su caso, la vieja y adoptada capital prusiana. En la estupenda revista Poesía en su nuevo formato, pero siempre dirigida con acierto por Niccola Crocetti, encuentro una selección bilingüe de estos poemas titulada, efectivamente, “Poesías berlinesas”.

Durs Grünbein. Fotografía de Kritzolina | Wikimedia

Milán, martes, 1 de febrero de 2022

Grünbein-Berlín (2)

La empresa berlinesa de Durs Grünbein tiene su mejor antecedente en Baudelaire, por supuesto. El francés fue una suerte de poeta oficial de París, capital del siglo XIX. No es que Grünbein sea el primer vate que ha tomado como asunto a la antigua capital del Reich, pero tal vez se distinga por ser uno de los pocos que ha asumido el rol de cantor de una ciudad ajena (nació en Dresde). Nada parecido encontramos en la lírica de los integrantes de la Generación del 47, Bachmann, Heissenbüttel, Eich, Celan o el mismo Grass.

EJE ESTE-OESTE

El frío resplandece en el sol invernal.
Los monumentos ya no arden como
antaño las baterías antiaéreas
y los torpes panzer. La vieja capital
del terror da vueltas, mientras duerme,
de un lado al otro: Este-Oeste.

Flotando en el aire, sobre los árboles
del Tiergarten, una enorme oreja, un embudo
donde resuenan los ecos de los desfiles de la victoria
y el amor. Está desierto el eje, en cuyo inquietante punto
de fuga guerras y post-guerras desaparecen
de la fracturada espina dorsal de la ciudad.

Además, qué pequeño te sientes aquí, después
de haber vivido tantos años en un lugar
donde los muertos reprimen a los vivos.
Donde la perspectiva lo es todo y los recuerdos
se transforman en jubileos. Donde, a lo lejos,
se siente el zumbido de las casas, y sobre olorosas
aguas pasa el humeante tren elevado.

La empresa berlinesa de Grünbein es su versión del París baudelairiano del XIX. Y no es que sea el primero en tomar como escenario a la antigua capital del Reich, pero sí por hacer, como hemos dicho, lo que no hizo la generación de la posguerra. Ni podían hacerlo, Berlín era una ciudad maldita y dividida, sometida a una esquizofrenia compulsiva por parte de los conquistadores. Al punto que llegó a pensar que no era una ciudad sino dos, un destino que parecía una fatalidad hasta que comenzó a derrumbarse el Imperio del oriente europeo. El último gran cantor de Berlín había sido Brecht, quien, no sin desconfianza, se ocupó de ella antes y después de la catástrofe. Grünbein se ocupa de Berlín con la libertad de un extranjero, midiendo sus expresiones para no ser más berlinés que los berlineses. Lo que ocurrió en Berlín en 1989 fue la circunstancia más inesperada de la historia reciente de Occidente. Nadie lo previó, era algo inimaginado e inimaginable, como decía el ingenioso Antonio Pérez, secretario y exsecretario de Felipe II. Ni siquiera Habermas, el más respetado filósofo de Europa, ni Christa Wolf, la mejor escritora de la otra mitad de Alemania. No se deja de ser esquizofrénico de un día para otro después de décadas de esquizofrenia. Tal vez sea mejor así, que un no berlinés se ocupe de cantarle a Berlín.

Milán, miércoles, 2 de febrero de 2022

Anne Carson (2)

Desde Valencia, Venezuela, Daniel Labarca me hace llegar un recorte de un diario español donde, casualmente, se reseña la publicación, en castellano, Norma Jeane Baker de Troya. Y desde Valencia, España, Silvia y Manuel me envían uno de los dos libros de la Carson publicados por Pre-textos. “Anne Carson is in the air”; y se lo merece, no solo por su dedicación grecófila, sino por su arrojo, su vocación por la aventura, como los griegos de su amado Homero. Norma Jeane es una muestra de esta pasión por el riesgo de lo nuevo y lo desconocido. No es una obra de teatro, como tampoco lo era, si a eso vamos,  Esperando a Godot, ni es un poema, como Helena en Egipto, de H.D. Es una aventura literaria en el mejor espíritu posmoderno. Collage, imitación, hibridaje, “images volées” y, sobre todo, y para legitimarlo, la indeclinable lucidez de la autora. Mientras a Daniel Labarca le llega de España la versión del libro completo, me preparo para traducir del inglés el Episodio Quinto de Norma Jeane Baker de Troya. Por lo pronto, un fragmento de una entrevista donde la Carson se refiere al desdoblamiento Norma Jeane-Marilyn.

Anne Carson: Ciertamente, no pocos  problemas surgieron en la vida real de aquella pobre mujer a consecuencia de la dicotomía Marilyn y Norma Jeane. Y el ininterrumpido terremoto que fue su vida psíquica anterior es testigo. Así como sus películas siguen la apertura de esta falla. Poco a poco, Marilyn iba a la deriva como un continente. Cuando me he decidido a intentar la traducción de la comedia de Eurípides sobre Helena, acababa de conocer al actor Ben Whishaw (quien interpretaba a Dioniso en una producción de Bacantes para el Almeida, de Londres) y lo tenía en mente todo el tiempo. Ben estuvo brillante.Puede dejarse transportar sin esfuerzos entre ambos sexos. Ningún otro actor hubiese logrado hacerlo de esa manera.

Milán, jueves, 3 de febrero de 2022

Marilyn y Helena

Cuando, el año pasado, reseñé en este diario la publicación del libro de la Carson en Italia, traduje del inglés lo que debe considerarse el prólogo de la obra. Lo que sigue es mi versión del Quinto Episodio del texto original de Norma Jeane Baker de Troya.

NORMA JEANE

Cuando desperté todavía era de noche
pero ya estaba cayendo.
¿Qué estaba cayendo? Eso no era lluvia.
Aristóteles creía que los terremotos eran causados
por vientos atrapados en cavidades subterráneas.
Ahora somos más científicos, y sabemos
que no es más que cinco desgraciados sacándoleel alma a la tierra mientras es legal.
Miss Pearl Bailey entró y dijo Truman me envió,
Arthur está tomando un barco. Tiempo
de dejar Chateau Marmont.
Bajamos caminando, el ruido que oímos
son los desechos que caen por el hueco del ascensor,
así que a pie bajamos los diecisiete pisos.
La luz de los terremotos es rara, como la de una mañana
a medianoche.
Podía escuchar las voces de los pájaros que giraban
en redondo mientras buscábamos
la puerta trasera.
Por todas partes el vidrio crujiendo bajo nuestras pisadas.
Y era Miss Pearl Bailey la que se inclinaba
-no el hotel-
los siete pisos superiores se derrumbaron,
ondearon hacia un lado y se estrellaron.
Una repentina sacudida en el cielo
nos hizo ver hacia arriba, décimo piso, y reír.
Era una risa fotoeléctrica.
La última risa del día.
La nave de Arthur
era un trirreme mediano
como el que abordó para ir a Troya
(Yo nunca fui a Troya, era una nube
no lo olviden).
Pero ahora podemos ver la ola mientras sube
por Sunset Boulevard.
Una sola ola que llenaba Sunset Boulevard
con su espuma blanca de cinco metros de alto.
Arthur y Truman estaban cargando la nave
con los cocineros y camareros del hotel,
además de los que rodeaban a Pearl,
una muchedumbre de jóvenes
anoréxicos en sus sexy T-shirts.
La ola golpeó.
Fuimos empujados hacia lo alto y zarpamos.
Navegando hacia el este.

En la línea 33, la expresión, “Era una nube”, es el título escogido por Carson para la edición italiana: Era una nuvola, cuidadosamente preparada por Crocetti Editore. Después del parlamento del Episodio Quinto quedan todavía dos fragmentos en prosa, dos “Lecciones de historia” y dos grandes poemas, los mejores del libro, demasiado largos para reproducirlos en este cuaderno. En el último, Marilyn (Norma Jeane Baker) recuerda a Hermione, la hija de Helena de Troya, y que la gran comediante no pudo tener: “Dentro de mí estoy vacía de todo y de todo pensamiento, excepto el de Hermione, quien nos está esperando en el muelle, en Nueva York, me digo a mí misma”.

Termina la obra con estos versos conmovedores:

Llegaron los caballos negros y el rey oscuro,
y el ardiente sol era como si nunca hubiese existido,
por los salones del Hades me saludaban como reina.


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