Diario Literario
Diario literario 2021, septiembre (parte III): Verdi Mutti Cavani, Mallarmé en Tournon
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Milán, sábado, 11 de septiembre de 2021
Verdi Muti Cavani
En RAI 5 TV, el discutido montaje de Un ballo in maschera de Riccardo Muti y Liliana Cavani para la temporada del 2001 de la Scala de Milán. Significó el regreso de la Cavani a la casa de ópera después de años. La puesta en escena de la directora de la memorable Portero de noche fue más bien sobria y discreta, signada por un aire brechtiano; un autor especialmente estimado en Milán, ciudad que visitó poco antes de su muerte para estar presente en el estreno de Ópera de tres centavos en el Piccolo Teatro dirigida por Giorgio Strehler. Como siempre, la estupenda orquesta de la Scala se siente aún más estupenda cuando la dirige Muti; y, como siempre con Verdi, cuando el maestro napolitano dirige una de sus óperas, da la impresión de que es el mismo Verdi quien dirige a los músicos. Igualmente memorable fue la dirección de James Levine en el montaje de Un ballo para el Metropolitan en 1981. Si Levine no es Muti, aunque se le acerca, el grupo de solistas era inmejorable, con un imponente Plácido Domingo apoyado en el extraordinario Sherrill Milnes, y una joven y hermosa Katia Ricciarelli, cuya voz no era, en ese momento, menos joven y hermosa. Recuerdo que horas antes de la función, encontramos a Domingo en una tienda donde promocionaba su registro de Rigoletto y firmaba los discos, “To Eileen en dos idiomas”, fue como firmó nuestra copia. Después de lo cual comenzó a cantar, acompañado por un piano vertical, para el puñado de asistentes. Fue tanto el entusiasmo de los que estábamos allí que pareció haber contagiado al gran tenor, quien no paró de cantar hasta que sus asistentes se vieron en la necesidad de retirar el teclado y llevarse al tenor para la función que comenzaba en unas pocas horas. Un ballo in maschera es una de las grandes óperas de Verdi, tal vez menos frecuentada que Traviata o Trovatore, lo cual es una lástima. La puesta en escena de la Cavani, con todas sus virtudes, creía que me iba a impresionar más.
Milán, domingo, 12 de septiembre de 2021
Mallarmé en Tournon
Reviso las pruebas finales de Poema de la luna líquida, que formará parte desde noviembre del catálogo de la editorial de Luis Santángel 10, mejor conocida como Pre-textos. Se trata de una colección de poesías que comencé a escribir una noche del invierno de 2016, después de un paseo por las orillas del Ródano proceloso mientras pasaba por la improbable ciudad de Tournon. Un pueblo marginado por autopistas y trenes de alta velocidad, tranquilo y sin pretensiones. Vive del cultivo del cerdo y de los vinos que se producen en la región. En este rincón de Francia vivió y enseñó durante tres años el exquisito poeta Stéphane Mallarmé, pontífice del simbolismo de su país y uno de los vates más respetados por los exponentes de la modernidad, desde Eliot a Octavio Paz. Su poesía fue una carrera suicida en búsqueda de la expresión de la nada en sus poemas, y estuvo a punto de lograrlo en el libro más oscuro, enigmático, de la poesía moderna. Su título es el más ajustado, Un golpe de dados no acabará con el azar. En su correspondencia de estos años, el poeta escribe a sus amigos en París sobre las miserias de su vida en Tournon. Uno puede imaginarse a este pueblo hacia 1860, y realmente dan ganas de acompañar a Mallarmé en sus quejas y llantos. Por razones diversas lo he visitado en muchas ocasiones, pero nunca me ha impresionado como esa noche de 2016. Lo que comencé a escribir en esa ocasión fueron las primeras líneas de esta poesía que es la primera de Los poemas de la luna líquida, que los amigos de Pre-textos pondrán en circulación en los próximos meses.
Mallarmé camina hacia su vivienda
por las calles heladas de Tournon.
Los cinco mil habitantes del pueblo,
se dedican a la crianza de puercos
que comparten sus habitaciones.
El Ródano era el espejo líquido
de la nostalgia: “La melancolía
se ha apoderado de mí y no me deja.
Aquí la gente camina en círculos
como los estúpidos caballos de un circo”.
Alejado de París y los amigos,
vive su propia temporada en el infierno.
Sin embargo, en este poblado sobre el Ródano,
lejos de las luces de rue de Rome,
se le presentó la epifanía definitiva:
“Sólo a partir de la inaccesible Nada
podré aspirar a la imposible Obra”.
En aquel lodo de las calles de Tournon
se reflejaba el vacío absoluto,
y el resplandor de un golpe de dados.
Milán, martes, 14 de septiembre de 2021
Uno de esos frentes fríos no infrecuentes en una ciudad como Milán que se encuentra a una hora de los Alpes, los últimos días del verano del 2021 han sido grises y fríos. Son temperaturas que solo se entienden a la luz de los drásticos cambios en el clima planetario. Lo cual nos confunde a todos, no menos a los pájaros cantores ausentados de mi vecindario desde hace casi un mes.
Milán, miércoles, 15 de septiembre de 2021
Versiones homéricas (1)
Para mis clases sobre el mito de Ulises he preparado una antología mínima de “versiones homéricas”, como llamaba George Steiner a los textos escritos a partir de una experiencia de los héroes de la Ilíada o la Odisea. Uno de los más notables de los escritos durante las últimas décadas es “Nostalgia de Ulises” de mi muy querido poeta Mario Specchio, muerto tempranamente en su Siena natal.
NOSTALGIA DE ULISES
I
Nos veremos en Ítaca, decías.
Pero el corazón, ebrio de mentidos cantos,
profeta de su destino,
cautivado por las Sirenas de naufragios,
afligido y desgarrado ante tanta impostura,
advertía las crecientes mareas
y no quería regresar.
II
Ítaca, un sonido, un nombre, un recuerdo
que resuena en el fuego de los vivaques
y en las aguerridas murallas de Troya,
es una espina en el corazón.
Danzas en los olivos en picada sobre los viñedos,
caderas colmadas de siervas en el palacio,
Telémaco practica con el arco paterno
y el ruinoso cansancio se abate
a mediodía sobre los rebaños.
III
No combatías contra el destino, Ulises.
Nadie se oponía a tu retorno
sino el sutil veneno de tu sangre
condenada a raptos furiosos
que sólo el mar conoce,
ese destino
lo habías madurado bajo el sol
ardiente de las playas de Troya.
IV
Con la narración se aplaca la sed,
en las palabras que lloran la casa
perdida, los afectos que rechazas
porque tu pecho es un campo devastado
donde sólo puede florecer el arrepentimiento.
Pero sienten piedad por el desterrado, tu gemido
entristece a quienes lo escuchan y preparan
festines que reavivan el ánimo,
por un momento el círculo se sosiega
en un centro ilusorio
y tú Nausicaa
tiendes las manos vírgenes al consuelo,
en vano.
V
Apenas durará un instante el viento,
recupera las fuerzas
alza las velas.
VI
El frío ha descendido sobre la proa,
esta noche la nave parece
un puerto con velas que navega
suavemente como la cuna de un niño
que no distingue el movimiento.
Los compañeros piensan en las playas
de la tierra patria largos sueños
engalanados de los cuales es fácil despertar, las voces
de las personas queridas en otras habitaciones
apaciguan el fragor de las olas.
Sólo tú que conoces tu culpa
tienes conciencia del juego cruel
con el que mantienes en jaque
a hombres y dioses, sólo tú no sonríes.
Ulises con la mirada oscura y honda
olfatea el mar desde la proa helada,
la sal y el desprecio marcan su frente.
VII
No el naufragio, no, sino la aventura,
el éxito oscuro de lo que tenía
que ocurrir y sin embargo se ha perdido,
esto
te ha dejado a la deriva.
Habías calculado como siempre
las rutas y mareas, los vientos y corrientes
tu infalible olfato sabía
que todo se iba a resolver en una mano
donde el más fuerte arriesga todo
indiferente al monto de la apuesta.
No fue así tu vida,
las armas de Ayax brillan bajo el sol
en el palo más alto de la nave,
tu última arrogante victoria,
el más astuto de los cálculos en tu juego
de trampas.
Pero algo se ha roto, no sabes cuándo,
en la trama sutil del pensamiento,
la telaraña mágica que se teje
día a día, mientras la sangre derramada
de tus compañeros hacía crecer el Escamandro,
se ha roto, no sabes dónde,
y ahora te grita en las venas,
el mar
hincha tus noches.
VIII
Cansado, más cansado que tu viejo perro
atraviesas los umbrales del palacio
y te sientes observado como miles de veces
te habrá de ocurrir.
IX
Ahora lo sabes,
no habrá final,
el grito de los animales se propaga
se insinúa en el gruñido
de los compañeros víctimas del maleficio
de Circe
que no podrás olvidar
jamás,
las frías corrientes del océano
te arrancaron de los castos brazos
de Penélope,
en sus ojos vas a leer
los gritos insensatos de los moribundos,
las manos tendidas a la ofrenda y la ofensa
en los ojos de Penélope
un espejo
donde corren los ríos del Averno
los muros derrumbados
el ojo en llamas
las mujeres amadas y abandonadas
el canto
que atraviesa tu pecho encadenado.
X
Reposa en tu lecho, Ulises,
el último engaño se ha consumado,
sueña con días dorados, las mañanas
cuando Laertes te guiaba a lo largo
de los pasos de montaña donde el ciervo
ignorante del peligro se escapa
entre el cielo y la tierra y danza en silencio.
Reposa, Ulises, en el hueco del olivo
que te permaneció fiel,
esta noche de tranquilidad te la mereces,
esto y nada más es lo que nos deparan los dioses.
(Versión de A. Oliveros)
Milán, jueves, 16 de septiembre de 2021
Versiones homericas (2)
Aún menos conocida que la de Specchio es la versión homérica del irlandés Michael Longley, quien reescribe uno de los episodios más conmovedores de la Ilíada. Héctor, el más grande héroe troyano, ha sido derrotado en feroz combate por el semidivino Aquiles, furioso por la muerte de su amigo y protegido, el casi efebo Patroclo, víctima de la espada de Héctor. Los héroes pueden ser vengadores implacables y Aquiles es el más grande de los héroes. Después de dar muerte a su enemigo lo ha arrastrado con su carro de veloces corceles alrededor de la amurallada Troya ante la mirada inconsolable de sus amigos y familiares, pero, sobre todo, de su padre, Príamo, rey de la ciudad condenada. En una secuencia conmovedora, el anciano ha llegado hasta la tienda de Aquiles y de rodillas le ha llorado para que le devuelva el cadáver insepulto de su hijo. Esta reconciliación, pensando en Irlanda, es la que cuenta y canta Longley en su ajustado poema:
CESE AL FUEGO
1
Con lágrimas en los ojos, y pensando en su propio padre,
Aquiles tomó la mano del viejo rey y lo apartó
con suavidad. Pero Príamo se tiró a sus pies
y lloraron juntos y con sus tristezas llenaron la tienda.
2
Aquiles tomó el cadáver de Héctor en sus brazos
ordenó que lo lavaran y, para complacer al rey,
lo hizo vestir de uniforme. Listo para que Príamo,
al amanecer, se lo llevara a Troya como un regalo.
3
Después de comer juntos, les agradó
mirarse el uno al otro, como si fueran amantes.
Aquiles, semejante a un dios, y Príamo, todavía
bien parecido y buen conversador, quien había dicho:
4
“Me arrodillo y hago lo que se debe hacer:
besar la mano de Aquiles, el asesino de mi hijo”.
(Versión de A. Oliveros)
Milán, viernes, 17 de septiembre de 2021
Siempre recuerdo a mi maestro Eugenio Montejo, y no solo por esto. Pero, como he escrito otras veces, no olvido su expresión a raíz de su regreso a Valencia, Venezuela, en 1969, después de una temporada de dos años en París: “Aquí el tiempo pasa demasiado rápido, Alejandro, y uno no se da cuenta. En los países con cuatro estaciones, cada tres meses el clima te avisa que el tiempo está pasando. Es como un reloj despertador que suena cuatro veces al año.” Como buen poeta, Eugenio era un atormentado del tiempo. Y lo tengo presente en estos días dramáticos cuando el verano le está dando paso al otoño. No todos los cambios de estación, sin embargo, tienen la misma resonancia. Cuando salimos de la primavera al verano, todavía somos optimistas: “Ahora es cuando falta para terminar el año”, nos decimos y nos sumamos a la gente que abandona la ciudad para salir de vacaciones. Ahora que el verano ha quedado atrás, cualquier optimismo es cosa de necios. Esto, sencillamente, se acabó. Aun cuando todavía quedan por delante tres meses antes de que finalice este 2021, son unos meses “chiquitos”. Puede que tengan treinta días, o más si se quiere, pero se trata de mini días. De aquí a diciembre ya no hay tiempo para nada serio. No podemos comenzar una nueva traducción de Shakespeare, porque seríamos interrumpidos, quién sabe hasta cuándo, por las navidades. Ni terminar la novela que estamos escribiendo desde hace tiempo; si no la hemos podido terminar en diez años, cómo lo vamos a hacer en estos tres meses en miniatura que nos quedan. Lo que resta es un largo tango con sus garúas y soledades, cuesta abajo de manera irreversible. Una sensación de brevedad que se agudiza con una aurora perezosa y un sol que se apresura de manera demencial hacia el ocaso. Ya puedo sentir la inminencia de esta situación trágica. Si lo que nos van a ofrecer son unos pocos días, por lo menos que sean enteros, como una botella de vino sin descorchar, no estos frascos apenas con un resto de llanto para vivirlos.
Versiones homéricas (3)
De la inagotable (33.333 versos frente a los 16.100 del original) “secuela” de la Odisea escrita por Nikos Kazantzakis durante la tercera década del siglo pasado, he aquí algunas líneas puestas en español a partir de la versión al italiano de Nicolo Crocetti, quien tuvo la prudencia de seguir de cerca la traducción al inglés realizada, con la reiterada colaboración de Kazantzakis, por Kimon Friar. Corresponden al Libro XVI y el que habla es Ulises, naturalmente:
Se me había hecho angosto el país natal;
más allá de sus costas otras naciones
de ojos risueños, otras almas carnosas,
con alegrías y tristezas de todo tipo,
hermanas y hermanos quienes, sentados
en la playa, esperaban mi regreso.
¡Bendita seas, vida mía, por no haber sido fiel
a un solo matrimonio como una marica!
Que es bueno el pan del viaje y la miel del exilio;
por un instante, fuiste feliz, disfrutando
cada amor, si bien al poco tiempo te aburrías,
diciéndole adiós a las amantes.
¡Alma mía, tu única patria ha sido el viaje!
¡Santa infidelidad, eres la virtud más fértil,
sigue entre risas y llantos y vuela cada vez más alto!
Alejandro Oliveros
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