Diario literario

Diario literario 2021, marzo (parte V): Beethoven en primavera, versiones homéricas, Venecia 1600, Baker-Evans, Cote Lamus

Alice Oswald. Fotografía de NIKLAS HALLE'N | AFP

27/03/2021

Milán, lunes 22 de marzo de 2021

Visiones homéricas (3). Alice Oswald

No es improbable que, antes de morir en 2020, George Steiner haya leído las “versiones homéricas” de Alice Oswald. Su Memorial. An Excavation of the Iliad fue publicado en 2011 por Faber & Faber, la conocida editorial de Russell Square, de la cual T.S. Eliot fue director literario por largos años. Por desgracia, no conozco ninguna referencia de Steiner, si es que la hizo, al interesante volumen de la Oswald, que tengo sobre la mesa gracias a los buenos oficios de Constanza.

Félix Mendelsohn. 1833. Eduard Magnus

Canciones sin música

Lieder ohne Worte es el título que escogió Mendelsohn para su colección de piezas breves para piano. Me parece una de sus producciones más logradas, y me acompaña desde hace mucho años. La que tengo es la muy grata versión de Daniel Barenboin, que encontré en la Candelaria de Caracas, en una venta contigua a la estupenda librería San Pablo. El título del compositor es una contradicción en términos, especialmente el de Alemania, donde la canción es el género más cultivado. No obstante, con letra o sin letra, Mendelsohn fue capaz de expresar, de manera decorosa y sin la tanatofilia tan al uso por sus contemporáneos, la exquisita sensibilidad del alma romántica y el sueño.

Moneda de Tesalia. Siglo 3 a.C. A la derecha: rostro de Demeter. A la izquierda: Protesilao desciende del barco a la costa de Troya

Milán, martes 23 de marzo de 2021

Versiones homéricas (4). Alice oswald

El proyecto de Oswald de encontrar un equivalente contemporáneo a la experiencia de los griegos con la poesía es uno de los más excitantes. Desafortunadamente, tengo mis dudas de que la experiencia pueda replicarse en castellano. Aquí, más que nunca, sería válida la lapidaria opinión de Robert Frost, “poesía es todo lo que se pierde en la traducción”. Los doscientos y tantos fragmentos, siempre breves, que integran el volumen están agrupados en dos zonas. Uno que consiste en “biografías” de los héroes a los que se canta en la narración y otro que consiste en “símiles”, como los llama la autora, que son traducciones de otros fragmentos de la Ilíada con una intención menos narrativa que musical. Así, cada símil se repite a medida que aparecen acompañando las narraciones biográficas. Éste es un ejemplo:

Like the changing mind
That moves a cloud of a mountain
And makes rocks and cliffs appear
Pushing the landshape’s sharp edges up
Through more and more air

 

Como la variable mentalidad
que mueve una nube de la montaña
y hace que rocas y arrecifes aparezcan
empujando hacia arriba por el aire
los afilados bordes del paisaje

De extensión variable, son cincuenta y siente los símiles a lo largo del volumen. Una experiencia que puede ser poco grata para el lector de habla castellano poco tolerante a las repeticiones y redundancias. El proyecto de Oswald no es solamente traducir o imitar un sector de la Ilíada, tanto como el canto, o con el canto, parece interesarle estimular en su lector la emocionalidad propiciada por el aeda cuando cantó el original del poema. La primera  “biografía” es la de Protesilao, uno de los pretendientes de Helena, quien, cumpliendo con el Pacto de Tíndaro, zarpó hacia Troya al mando de cuarenta oscuras naves. No llegó a participar en los grandes combates al ser muerto al desembarcar de la cóncava barca. Oswald le dedica un conmovedor élego. Más empeñada en comunicarnos una emoción que la anécdota a la cual Homero se refiere en los Libros II y XV de Ilíada:

El primero en morir fue Protesilao
hombre comprometido que se apresuró
hacia la oscuridad con cuarenta negras naves
dejando la tierra atrás se fueron con él
los hombres desde los iluminados arrecifes
donde la hierba todo lo hace crecer
Piraso    Itón    Pteleo    Antron
fue muerto en el aire cuando saltó
para ser el primero en tocar tierra
dejando su casa sin terminar y su mujer
desesperada arañándose ambas mejillas
su hermano Podarco mucho menos imponente
tomó el mando pero eso fue hace mucho tiempo
lleva  miles de años en la negra tierra.

Milán, martes 23 de marzo de 2021

Siguen los días espléndidos en esta primera semana de la primavera 2021. No siempre es así. En estos tiempos de cambios climáticos, lo más frecuente es que los cambios estacionales no se correspondan con las fechas establecidas. O se retrasan o se prolongan. Inviernos largos y primaveras cortas. O inviernos cortos y precoces de primavera. Lo anormal se ha convertido en lo normal; por eso sorprende que la transición de una temporada a otra, este año, se haya producido de manera regular. Está todo el mundo tan desacostumbrado a la normalidad que cuando ocurre algo así, “comm’il faut,” se sorprenden y preocupan. Se trata de la temida y esperada victoria de la lógica paradójica, en la cual A=B. Una indeseada circunstancia que uno percibe a diario pero que los niños padecen, reducidos a sus casas con un tiempo ideal para jugar al aire libre. Un sentimiento que comparto, ¿cómo desperdiciar días así, encerrados, en lugar de salir y visitar a los amigos o que los amigos vengan a visitarlo a uno? A sus ocho años, mi nieto me confiesa su soledad, le hacen falta sus amiguitos para jugar, Greta, Mateo, Chechi, Giacomo, Matías, Aschere, Eduardo, Romeo. Homo ludens.

Milán, miércoles 24 de marzo de 2021

Versiones homéricas (4)

Después del homenaje a Protesilao, el primero de cerca de doscientos escritos en metros clásicos de cuatro pies, Oswald introduce su primer “símil”, una traducción de fragmentos de la Iliada. Como los otros cincuenta y siete, éste será repetido dos veces en la misma página:

Como el murmullo del viento

anuncia un rumor de olas

una larga nota cada vez más alta

el agua respira un hondo suspiro

como una onda de tierra

cuando el viento del oeste recorre un campo

deseando y tratando

de no ser encontrado

las mazorcas sacuden sus verdes cabezas

El turno le toca ahora a una “biografía”, en este caso la de Equépolo. El fragmento original de Ilíada, utilizada por Oswald en la clásica versión al castellano de Luis Segalá (en prosa):

Fue Antíloco quien primeramente mató a un teucro, a Equépolo Talisíada, que peleaba valerosamente en la vanguardia: hirióle en la cima del penachudo casco, y la broncínea lanza, clavándose en la frente, atravesó el hueso, las tinieblas cubrieron los ojos del guerrero y este cayó como una torre en el duro combate.

En la versión en versos de Oswald:

Eképolo fue un esforzado guerrero
siempre a la cabeza de sus hombres
conocido por su fría concentración
avanzando en medio de las lanzas
murió a manos de Antíloco
puedes ver el agujero en el casco
justo debajo de la cresta
donde la punta de la hoja atravesó
y golpeó su frente permitiendo
que la oscuridad se filtrara en sus ojos

A la muerte de Eképolo sigue la de otro esforzado teucro:

Elpenor de Euboea al mando de cuarenta naves
hijo de Calcodon en madre desconocida
murió arrastrando el cuerpo de Eképolo
una pequeña rendija debajo del arco
cuando se inclinaba dejaba al aire un poco de piel
por donde Agenor lo hirió de muerte
en el año noveno de la guerra
su cabello le llegaba hasta la espalda

En ese momento, después de las dos primeras biografías, encontramos el segundo símil, que se repite, como todos los otros:

Like leaves
Sometimes they light their green flames
And are fed by the earth
And sometimes it snuffs them out

 

Como las hojas
en ocasiones encienden verdes llamas
y son alimentadas por la tierra
en ocasiones las apagan

No es igual repetir un fragmento que no pasa de las veintidós sílabas en inglés, a uno que pasa de las treinta y cinco en castellano.

Milán, jueves 25 de marzo de 2021

 Venecia 1600

 Venecia la que para muchos es, y no es fácil contradecirlos, la ciudad más bella del mundo, Ezra Pound entre ellos, llega hoy a sus 1600 años. El mito, recogido en una crónica del XIV por el Dogo Andrea Dandolo,  quiere que en un día como éste de 421, un grupo de notables ciudadanos de Padova, alarmado ante las reiteradas incursiones de las tribus germanas, decidieron encontrar refugio en la laguna. Tres cónsules fueron enviados en misión exploratoria y, el 25 de marzo de 421, escogieron el sitio para construir la fantástica ciudad. Seleccionaron Rivus alto, mejor conocido como Rialto. La escogencia del día fundacional no es casual. John Ruskin, el envidiado conocedor de la Serenissima, recuerda en su El reposo de San Marco que la primera piedra fue colocada el mismo día de la creación de Adán, el primer hombre. Mucho más tarde, otro 25 de marzo, el Angel del Señor anunció a María el nacimiento de Jesús. Difícilmente un día más auspicioso para fundar una ciudad, especialmente una como Venecia, que “está sobre las aguas como una mentira”, en la epifánica imagen del poeta venezolano Teófilo Tortolero.

Versiones homéricas. Alice oswald

En el tenso “cementerio oral” de Alice Oswald no podían faltar las “biografías” de los dos muertos más recordados de la Ilíada. El insensato Patroclo y el prudente Héctor. Al primero dedica estas líneas en ajustados metros en el original:

En un patio sobre una piedra plana
dos niños jugaban a los dados
cuando se desató una pelea
las mujeres salieron corriendo a la puerta
y vieron cómo un niño mataba al otro
se trataba de Patroclo conocido como el Inocente
que creció confundido con el ruido de fondo
de la voz de su hermano adoptivo
y tomó prestada su armadura
y en el fragor de la batalla olvidó sus instrucciones
y siguió matando y matando
hasta que astilló su lanza
y el silencio del casco girando en el aire
y la luz extraña e inmediata
de Apolo con una mano lo detuvo

Para el gran Héctor reserva Oswald la última de sus relaciones y la última de las muertes:

Y Héctor murió como los demás
estaba al mando de los troyanos
pero una lanza encontró la pequeña
mancha blanca entre la clavícula y la garganta
el sitio exacto donde se asienta el alma
esperando a  que la boca se abra
siempre supo que esto sucedería
el que era tan jactancioso e inquieto
y que regresaba a casa sordo
por el ruido de las armas
con toda su armadura frente a la puerta
como un hombre que entra apurado
y deja su moto encendida
las mujeres lo adoraban
su esposa era Andrómaca
un día tranquilamente la miró
sé lo que va a ocurrir le dijo
la imagen suya muerto lo observó
y la de ella en Argos cosiéndole a una extraña
parpadeó y regresó a su labor
Héctor amaba a Andrómaca
al final dejó que su imagen escapara de su mente
regresó a ella sin vista sin fuerza inexpresivo
pidiendo apenas que lo lavaran y quemaran
y que en suaves telas envolvieran su cuerpo
y regresó a la tierra

Chet Baker. Fotografía de Michiel Hendryckx | Wikimedia

Chet Baker

El programador de Radio Classica Milano ha escogido la música más apropiada para este mood de soledad que me produce el fin de este jueves. Se trata de un homenaje a Chet Baker, fresco en mi memoria gracias a la novela del venezolano Oscar Marcano, donde la presencia del gran músico norteamericano es una constante. Fueron quince minutos del más puro genio jazzístico que terminaron con la legendaria colaboración de Baker con Bill Evans en “If You Could See Me Now” (1959), con Pepper Adams en el barítono, Herbi Mann en la flauta, y las leyendas de Paul Chambers y Phily Joe Jones en el bajo y la batería. No comments.

Eduardo Cote Lamus. 1953

Milán, viernes 26 de marzo de 2021

Hoy, el llamado Club Zenócrate online de poesía, rinde homenaje al notable poeta colombiano  Eduardo Cote Lamus (1928 -1963), uno de los directores de la legendaria revista Mito (1955-62) fundada por Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, y miembro destacado de la última gran generación de poetas, narradores y críticos colombianos: Fernando Charry Lara, Jorge Gaitán Durán, Hernando Valencia Goelkel, Gabriel García Marquez, Álvaro Mutis,  entre otros. Antes de leer su poesía, supe de él por el entusiasmo de las referencias del venezolano Juan Sánchez Peláez, quien fue su amigo, y coincidieron en Caracas en 1963, donde Sánchez le dedicaría su Animal de costumbre. Cote Lamus fue diplomático y senador de la república. Tradujo del alemán y publicó libros que fueron ampliamente reconocidos en España e Hispanoamérica. Murió precozmente, una muerte ampliamente presentida, “viendo cenizas donde está la vida”, a los treinta y cinco años, en 1963, año de nacimiento de su único hijo, Ramón Cote Baraíbar, también poeta, y no menos notable que su padre. Suya es la antología de donde he tomado estos poemas para unirme al homenaje de la gente del Club Zenócrate. ¡Salud!

A VECES PARA VER TIENDO LOS BRAZOS

Cuando para buscar tiendo los brazos,
imaginando que separo días,
escucho la distancia como el trino
de un ave: es que devuelvo la mirada,
Por saber que la luz es sólo sombra
que no nos pertenece aunque queramos,
nos sentimos muy lejos, muy distantes,
más allá que los huesos de un abuelo.
Uno pregunta y se pregunta; ¿quién,
qué me ha obligado a abandonar la infancia?
Dejemos que la sombra nos depare
turno de tierra y tiempo de cenizas.

 

EL DESIGNIO

En las páginas solas de algún libro
alguien (seguramente yo) ha dejado
escrita, para luego destruirla,
una palabra: muerte. Con amor
la fue escribiendo, con amor la deja
como para olvidarla de esa firma,
pero vuelve después sobre las letras.
Como un adolescente que lee un libro
a escondidas, detrás de la familia,
se descubre culpable hasta los huesos:
la misma mano que dejó los signos
se endurece de pronto en la escritura
y el mundo, entonces, ya de nada sirve.

 

LA JUSTICIA

Yo padecía la luz, tenía la frente
igual que una mañana recién hecha;
luego vino la sombra y me sembró
sin darme cuenta la señal amarga:
las palabras serían desde entonces
una visión del mundo derribado
en sueños; uno tiene que cantar
porque un nuevo Caín es ser poeta.
Me vendí como esclavo para que
mi dueño manejara mis acciones;
resulta que el amor me hizo más solo
y mi amo no podía con sus culpas.
Liberto vago, sí, manumitido
de mí; la sombra soy de lo real;
pero tampoco puedo darme cuenta
de qué es lo que transcurre en mi contorno.
Lo malo es sentir que pasa el sueño.

Kindertotenlieder

Llego a la mitad de este último viernes de la Cuaresma del 2021 encerrado en un apartamento de Milán, de igual modo al del 2020, con la diferencia de que en aquella ocasión me encontraba en el país natal. Escucho en Radio Classique, y me dejo tomar por la melancolía mientras apuro un vaso de Valtellina Sassella, los Kindertotenlieder mahlerianos. Esta vez en la más pura de las versiones, con una intensidad religiosa digna de una Pasión, de Kathleen Ferrier con Bruno Walter, amigo y biógrafo del compositor, dirigiendo la Filarmónica de Viena en 1949. Era aquella la Viena desahuciada de El tercer hombre. No sabía Mahler, cuando escribió sus estremecidas canciones que su país natal iba a padecer la muerte de tantos niños en una guerra que no conoció.


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