Diario literario

Diario literario 2021, julio (parte II): Luini en San Maurizio, Jhumpa Lahiri, otra Cleopatra y otro Nerón, Ilya Kaminsky, Cuba siglo XXI

17/07/2021

Fresco de Bernardino Luini en la iglesia de San Maurizio. Fotografía de Slices of Light | Flickr

Milán, sábado 10 de julio de 2021

Bernardino Luini En San Maurizio

Nueva visita a una de las iglesias más hermosas de Milán, cuya arquitectura es de autor desconocido, pero su decoración no. Profusamente decorada al fresco se presenta en un estado de conservación admirable después de la reciente restauración financiada por uno de los bancos de la ciudad. Un ciclo de pinturas marcadas por el leonardismo que se impuso en Milán durante los primeros años del XVI. Que fueron los del dominio Sforza, la familia de esforzados condotieros que se ennoblecieron como duques de Milán después de una victoria decisiva. Vinieron a suceder a la noble familia Visconti de origen legendario. Los Sforza no solo ennoblecieron su apellido, sino que se convirtieron en mecenas y amantes del arte. La primera esposa del duque Ludovico il Moro fue la muy culta y activa Isabella d’Este, quien en sus pocos años de duquesa (murió a los veinticuatro años) contribuyó a la transformación de Milán en una de las cortes más atractivas de Italia. Leonardo, quien se encargó de los arreglos de la boda, trabajó al servicio de los duques, lo mismo que ingenios como Bramante o Filarete. De hecho, esta iglesia de San Maurizio fue construida por   Alessandro Bentivoglio, noble boloñés, marido de Ippolita Sforza, hija natural del duque Ludovico. El autor de los frescos de San Maurizio es Bernardino Luini, al cual me he referido en estos cuadernos. A pesar del  carácter “divino” de la iconografía, los brillantes frescos son una muestra de la elegancia y refinamiento de la corte milanesa en tiempos de los Sforza. Bernardino se formó en las escuelas de Bergognone y Leonardo. La influencia leonardesca fue asimilada con tanto provecho que hasta fechas recientes varias de sus obras fueron atribuidas al maestro vinciano. De él aprende el predominio de finísimas líneas, el moderado cromatismo y la ligereza. Su serie de santas mártires son una acabada muestra de esta dulzura de estilo y sutileza psicológica. Su música es una expresión del clasicismo renacimental, de la misma manera que las de Zurbarán reproducen el barroquismo de su tiempo. La impresionante Resurrección de Bernardino no tiene el tono épico de la versión de Piero, es cierto, pero su cinematográfico dinamismo es un triunfo de la plástica del Cinquecento.

Jhumpa Lahiri. Fotografía de librairie mollat | Wikimedia

Milán, domingo 11 de julio de 2021

Jhumpa Lahiri

Nunca he leído nada suyo, si no contamos el poema que estoy traduciendo. Sin embargo, es un premio Pulitzer de ficción y sus novelas han sido extensamente traducidas, incluso al castellano. De padres bengalíes, nació en Londres en 1961, es ciudadana norteamericana, enseña en Princeton y pasa buena parte del año en Roma. Escribe en inglés e italiano sus ficciones y poesías. Me entero de todo esto con la lectura de la oportuna reseña que Roberto Galaverni escribió sobre el más reciente libro de Lahiri, Il quaderno di Nerina, escrito directamente en la lengua de Dante. Dice el cronista sobre Il quaderno…: “Se trata del viejo paradigma del manuscrito encontrado. Y es precisamente en la elaboración del mecanismo narrativo donde se encuentra la parte más vital del volumen”. En la introducción, la autora narra el descubrimiento, durante una mudanza en Roma, de un cuaderno de poemas escritos a mano con el nombre de Nerina en la cubierta: “No entendí si Nerina era el nombre de la autora, el de la musa o simplemente el título de la colección”. El nuevo libro de la  autora bengalo-norteamericana, de acuerdo con los comentarios, consistiría en los poemas del cuaderno encontrado en la mudanza complementados con una introducción y notas de la responsable del hallazgo, la misma Jhumpa Lahiri. Siento mucho de posmoderno (si es que esto quiere decir algo) en la propuesta de la Pulitzer con su disposición desdoblada, metaficcional, en la cual la autora de los poemas (que es la misma Lahiri) los comenta como si fueran los de otra persona muy parecida a ella. El desdoblamiento y la “apropiación debida” son los recursos más manipulados por los autores del posmo en arte y literatura. En este caso, la autora se apropia de su propia producción para atribuirla a una desconocida que en todo se parece a ella. Da la impresión de que Jhumpa Lahiri dio con su doble cuando encontró, en una mudanza romana, el Cuaderno de Nerina. Yo soy otra, podría decir con Rimbaud. Lo que sigue es el intento de traducción del italiano de uno de los poemas de Nerina. Como diría Umberto Eco, puedo decir que terminé diciendo “quasi la stessa cosa” (“casi lo mismo”):

A las cuatro de la mañana

hora en la que ni la oscuridad se siente

el universo se limita a tres sonidos distintos

 

en primer lugar la respiración de mi esposo

en cuya mano se ve la reciente picada

de alguna araña.

 

La compañía del tic-tac

del reloj en la mesa de noche:

latido benévolo,

metrónomo cojo de la vida.

 

Apenas despiertos

el coro de los loros

en las palmeras.

Me gustaría leer, y pienso hacerlo en breve, el comentario de Jhumpa Lahiri a este texto de la anónima autora del Quaderno di Nerina, cuya existencia se parece demasiado a la de la Jhumpa.

Milán, lunes 12 de julio de 2021

Cuando salí de Venezuela no pensé que iba a ser por tanto tiempo. “Nos vemos en marzo para nuestro cumpleaños”, le dije a mi fisiatra y presidente vitalicio del Club Epicúreo de Venezuela, Felipe Lozano, nacido el mismo día y el mismo año que yo. Eso fue a mediados de octubre de 2019, cuando el sostenido empeño de Constanza consiguió traernos a esta ciudad para recibir la vacuna anticovid. Será mañana, después de nueve meses de mi llegada, cuando recibiré la segunda vacunación. En tanto, la vuelta a la patria ha sido postergada hasta una fecha imprecisa. Por lo demás, a los profesores universitarios es muy poco el espacio que han dejado para adelantar sus actividades. Y a los escritores menos.

Retrato póstumo de Cleopatra. S. I d.C.

La otra Cleopatra y el otro Nerón

Hace unos años, el Palazzo Ruspoli de via Condotti en Roma presentó una muestra dedicada a Cleopatra. La aspiración de los organizadores era la más justa. Revelar a una mujer que fue mucho más que la “femme fatale” de la leyenda negra explotada con éxito por Hollywood. Aparecía, por fin, la reina egipcia como lo que en verdad fue. Una de las grandes estadistas de la Antigüedad, con una fina inteligencia y un proyecto político donde se jugaba nada menos que la suerte de la cultura occidental. La idea era mantener la tradición clásica, heredada de Alejandro por su antepasado Ptolomeo, amenazada por los romanos, los nuevos bárbaros llegados del oeste. Hablaba griego en la corte y egipcio con sus súbditos. Y en griego seguramente fue que le expresó al gran César, y más tarde a Marco Antonio, la necesidad de mantener la autonomía de Egipto como expresión de la cultura helenística. La última defensa de las tradiciones del Oriente Medio, donde había nacido la civilización occidental. Tal vez sin darse cuenta, Cleopatra se había convertido en un personaje trágico. Su doloroso fin, y el de su proyecto político, estaban decididos una vez que “los dioses abandonaron a Antonio”.

Resto del busto de Nerón. S. 1 d.C.

Ahora le ha tocado el turno a Nerón, un personaje por el cual siempre he sentido una enfermiza curiosidad. En una muestra, que me propongo visitar animado por este interés malsano, el British Museum ha propuesto una revisión de las realizaciones de este emperador durante los catorce años de su gobierno. Como una criatura de Stevenson, en el hijo de Agripina  convivían el monstruo, causante directo de la muerte de su madre y de su esposa e indirecto de la del gran Séneca,  y el príncipe audaz, anticonvencional cuyas obras públicas cambiaron la fisonomía la ciudad imperial. Algo en lo que insisten los curadores del British es en recordarnos lo que ya sabíamos. Esto es que Nerón, antes que provocar el incendio de una asfixiante y hacinada Roma, contribuyó con medidas de emergencia a la seguridad de la población afectada por el desastre. Apenas sofocadas las extendidas llamas, Nerón dirigió una serie de actividades de urbanismo que beneficiaron grandemente a la desordenada urbe. Como la construcción de un gigantesco mercado cubierto, unas magníficas termas, así como modernas vías de comunicación para permitir el rápido acceso a Ostia, puerto  de entrada de los productos básicos para la alimentación de los romanos. No menos grandiosa, aunque menos útil, fue la construcción de Domus Aurea (casa de oro), su residencia privada,  la cual por dos mil años ha permanecido  sepultada y que, a medida que se excava, se van revelando los exquisitos refinamientos de su vida privada. Recuerdo que durante una visita que realicé al Nápoles subterráneo, el guía nos llevó a un amplio espacio, que formaba parte del gran acueducto que construyó, donde, frente a sus invitados personales, cantaba sus poesías de la cual ni una muestra quedó para la inmortalidad. Fue asimismo Nerón, el primero, y tal vez último emperador, quien actuó en obras de teatro. Que no era un gobernante convencional, y que sus conductas no eran las esperadas para un hombre de su importancia, estuvo desde el principio claro para la burocracia senatorial, la misma que se encargó del complot y asesinato de este reivindicado Nerón londinense, al cual Roma debe más de lo que los mismos romanos han reconocido. Les tocó a los británicos, ahora que no están en Europa, reivindicar la figura de este inquietante personaje por el cual he mantenido una curiosidad que, con esta exposición, no ha hecho sino crecer.

Milán, martes 13 de julio de 2021

Lieber vater (4)

Una amiga venezolana, asidua de estos diarios, profesora y novelista, a propósito de mis comentarios sobre el topos del padre en la literatura, me recuerda que la novela de Héctor Abad, El olvido que seremos, está dedicada a su padre, muerto de manera trágica durante los años de plomo del imperio del narcotráfico en Colombia. Y tiene razón, el libro de Héctor es una lúcida exposición de esta pesquisa sin fin que es la búsqueda del padre, “mon semblable, mon double”, habría dicho Baudelaire. El mismo autor de Las flores del mal es una expresión de la ironía que puede asumir esta empresa. Huérfano de padre tempranamente, Baudelaire no pudo aceptar nunca a su padrastro, esa mueca de la figura paterna. Para el general Aupick, el segundo esposo de su madre, reservó una edipiana animadversión no lejana del odio. Nadie busca al padrastro, ni la psique secreta lo asumiría como doble. La búsqueda del padre de Baudelaire se convirtió en una huida de su “segundo” padre. Un escape que terminaría de la manera más amarga. Quiso la posteridad que sus restos, bajo las altas sombras del cementerio de Montparnasse, reposaran justo al lado de las del detestado general Aupick. Como el libro de Héctor Abad, son incontables las expresiones de este asunto en la moderna literatura occidental, Joyce y Kafka para mencionar los más conocidos. De los muchos latinoamericanos, recuerdo el Paradiso, de Lezama Lima, y tal vez podría recordar otros. No obstante, mis notas las escribí a propósito de la lectura de la inquietante Io sono Gesù, la más reciente de las novelas de Giosuè Calacciura (Palermo 1961).

Fotografía de MARCO BERTORELLO | AFP

Vacunas

Dos o tres meses después de la primera, recibí hoy la segunda dosis de una vacuna anticovid en cuya producción participó mi hija Constanza poco antes de dejar de trabajar para ese laboratorio. Me siento más seguro con esta versión que con cualquier otra, por supuesto. La campaña de vacunación en los países europeos enfrenta obstáculos casi insalvables, y que no son todos de orden tecnológico (producción, distribución), sino de una naturaleza que alguien podría llamar metafísica. En un nuevo asalto por la razón, un porcentaje serio de los habitantes de la Comunidad se niega a ser vacunado. Desconfían de los representantes de la ciencia y, no menos, de los políticos que los dirigen. Las expresiones de desconfianza son animadas por las más oscuras relaciones. Evocan a Mussolini, culpan a los masones, a los “Illuminatti” (no sé muy bien quiénes son): y están, por supuesto, los que perciben una injerencia extraterrestre. No importa cuán desarrollada sea la educación de una comunidad determinada, ni todo lo culta que pueda ser, siempre el componente irracional de nuestra psique está preparado para manifestarse y torcer el destino de la tribu humana. Y cuando ese arquetipo se despierta, como me recordó una vez el querido Rafael López-Pedraza, es casi imposible de controlar. El ejemplo clásico es la Alemania de Hitler. En este caso, si las autoridades no consiguen vencer la resistencia de estos sectores de la población, el peligro de la pandemia no va a desaparecer. Independientemente de cuántas sean las dosis que nos administren ni la calidad del producto. Se olvidan los críticos de la campaña preventiva, que sin las vacunas de la viruela y el polio difícilmente el mundo sería el que conocemos.

Ilya Kaminsky. Fotografía de Slowking4 | Wikimedia

Milán, miércoles 14 de julio de 2021

Lieber vater (5)

También yo tuve que salir en búsqueda de mi padre, solo para encontrarme con unos fragmentos. El resto desapareció el mismo momento en que la ruina provocada por mi abuelo (el padre de mi padre), dejó a la familia sin “una teja” donde guarecerse y tuvieron que abandonar el pueblo natal para buscar un destino menos trágico en las poblaciones vecinas. Debo decir, sin embargo, que los fragmentos de padre que me dejó la amarga circunstancia fueron más que suficientes. Los encontré, felizmente, y desde entonces no se han alejado de mi lado. Lo mismo no podría decir del Jesús protagonista de la novela de Giosuè Calaciura. Nacido en extraordinarias circunstancias en las afueras de un oscuro pueblito de Palestina llamado Belén, abandonó casa y madre para salir en busca del padre, que los abandonó cuando tenía doce. Un par de años después, en secreto, inicia las investigaciones que lo llevaron en primer lugar a Jerusalén, donde el joven cumplió la primera etapa de su vida de héroe, no la más peligrosa pero acaso la más confusa. A los pocos días de su llegada a la capital, habrá de tropezarse no con su padre, sino con el doble de su padre. Un anciano bondadoso, también llamado José, y cuya profesión no podía ser otra que carpintero. Al otro José, el de Nazaret, lo conoció y trabajaron juntos en el taller donde Jesús pasará un tiempo como aprendiz. Espejos, desdoblamientos, dobles, marcan la vida del hombre en la tierra. Lo mismo que la maldad y la traición, como habrá de comprobar nuestro Jesús, cuando se despida del José de Jerusalén para irse detrás de los mentidos ojos verdes de la bailarina de un circo ambulante. A cuya tropa se incorporaría, gracias a la mentida bondad de su jefe, conocido como Barrabás.  Delia se llama la joven toda velada que solo los rasgados ojos muestra en sus bailes, femme fatale (Helena, Circe, Dido) que forma parte del ciclo heroico y que enseñará al joven nazareno las delicias del amor y la amargura del desengaño.

Despojados de ilusiones por Delia y de medios por Barrabás, Jesús emprende la travesía del bosque fantástico, su selva oscura donde casi pierde la vida. A duras penas sobrevive a sí mismo y los peligros de la selva selvaggia, para regresar a su única Penélope constante que es su madre. Las aventuras no abandonan a este Jesús, cuyo primo no es otro que Juan, también viviendo su aventura como profeta de un nuevo culto. Las alegorías se reiteran en el cuento de Calaciura. El incendio de Nazaret por parte de los soldados romanos es una de ellas. Como su errancia en el desierto es otra. Y la amistad con un joven llamado Judas quien, hacia el final, cuando Jesús se acerca a los treinta, vendrá a buscarlo de parte de Juan. De nuevo veremos a Jesús abandonando su morada, pero esta vez con la bendición de su madre quien no puede ni quiere evitar que su hijo, nacido en aquella extraordinaria noche, cumpla la profecía y se convierta en el Mesías sacrificado de la leyenda cristiana. La novela de Calaciura está escrita en primera persona y estas son sus últimas líneas:

Mi madre ya me preparó una muda de ropa, un poco de comida que ha robado a su hambre y agua fresca apenas recogida para el viaje. Me pone entre las manos la bolsa que mi padre había cocido para transportar mis juegos de niño. Me despide, segura de que haré su voluntad: “Dile a todos que eres mi hijo, fruto de mi vientre”.

La búsqueda del padre perdido asume las más variadas expresiones. El joven poeta norteamericano de origen ucraniano, Ilya Kaminsky, con problemas congénitos de sordera, confiesa que comenzó a escribir poesía a raíz de la muerte de su padre. Se encuentra en estos días en Milán donde ha participado en la Milanesina, el festival literario. Este es un texto de su última colección República sorda:

 

VIVÍAMOS FELIZMENTE DURANTE LA GUERRA

 

Y cuando bombardearon las casas de los otros, nosotros

 

protestamos

pero no demasiado, nos opusimos

 

pero no demasiado. Me encontraba

en la cama, a mi alrededor en Estados Unidos

 

caían, casa invisible tras casa invisible.

Saqué una silla y miré el sol.

 

En el sexto mes

de un desastroso reinado en la casa del dinero

 

en la calle del dinero en la ciudad del dinero en el país

del dinero, en nuestro gran país del dinero, (perdónennos)

 

vivíamos felices durante la guerra.

 

(Trad. AO)

Milán, viernes 16 de julio de 2021

Lieber vater (6)

Arrestato Marco Eletti: il padre finito a martellate. Lo scrittore che uccise il padre e la pista della doppia identità sessuale (“Arrestado Marco Eletti: el padre muerto a martillazos. El escritor que asesina al padre y la sospecha de la doble identidad sexual”). De acuerdo con la edición boloñesa del Corriere della sera de ayer, Marco Eletti, autor de tres novelas y dos colecciones de poesía, habría encontrado a su padre, Paolo, y había descubierto que era homosexual. La aventura de la búsqueda del padre no es cruzar un campo efectivamente.

Fotografía de Marcel Münch | Flickr

Cuba en el XXI

Una especie de Pompeya antillana, Cuba es la ruina más conspicua de la modernidad en política. Bajo el patrocinio de muchos de los más influyentes y extraviados ingenios de la segunda mitad del novecientos, su revolución se transformó en un extendido mito donde la única verdad era que nada era verdad. Sus héroes no pasaban de ser unos desalmados, cuyo único triunfo fue el de pasar por cierto lo que era la más grande estafa en la larga y desatinada historia del comunismo internacional. Como muchos de los productos de la modernidad, la revolución cubana aparece ante los ojos de la nueva sensibilidad del XXI como una cinecittà en ruinas después de sesenta años de corrupta administración. No se necesita mucha inteligencia para mantenerse tanto tiempo en el poder, Venezuela es apenas una prueba, lo necesario es una capacidad sobrenatural para el cinismo y el engaño. Lo que ocurre en la isla en estos momentos es una de las crisis recurrentes de un sistema fallido, acostumbrado a disfrutar la generosidad, en algunos casos la estulticia, de sus compinches ideológicos. Una nueva sensibilidad se insinúa en los habitantes de la isla, ahítos de ideologías y demagogias, incrédulos del credo de la dignidad y creyentes del derecho al disfrute. La burguesía es inmortal, dice un apresurado proverbio, que insiste en la natural tendencia del hombre a la acumulación que produce el trabajo. No se trata de la consigna weberiana, se trata de que solo en libertad es posible alimentar al mismo tiempo cuerpo y espíritu. Nada más imperfecto que la democracia, salvo la dictadura. Y mucho me temo que la nueva sensibilidad, en Cuba, y en todas partes, no puede ser detenida en su búsqueda de un planeta más limpio de falacias e inmundicia.


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