Diario literario
Diario literario 2021, diciembre (parte IV): Adviento, Donne y Santa Lucía, el doppelgänger de Losey y el dolor de Duras, mis libros del 2021, pandemia y post-democracia, nostalgia
John Donne Memorial. 2012. Nigel Boonham. Fotografía de ptwo | Flickr
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Milán, domingo 19 de diciembre de 2021
Adviento VI
Ayer en una mañana esplendorosa del invierno lombardo y su cristalina luz alpina a punto de congelación, con Alessandro en la misa correspondiente a la sexta semana de Adviento, la última antes de Navidad. No sé hasta cuándo me dejaré de impresionar ante la crueldad del paso de los días. Sexta de Adviento, cuando hace apenas unos días fue la primera, aquel para siempre perdido domingo 28 de noviembre. No hay como el tiempo para pasar. Mientras, el sacerdote leía, del Evangelio de Lucas, el episodio de la Anunciación que, en la traducción al italiano del texto, tiene una especial musicalidad. No obstante, lo que más me impresionó esta vez es que la liturgia haya escogido esta narrativa apenas a una semana del nacimiento de Jesús. No lo entendí muy bien, y tampoco estaba prestando atención cuando el padre lo explicaba, absorto como estaba yo en el recuerdo de la más hermosa de las descripciones de la Anunciación, que es la de Fra Angelico en el Museo Cívico de Cortona. Toda brillando en oro con una cromática musicalidad que recuerda las mejores canciones de amor de los trovadores provenzales. Sólo la de Tiziano, en la veneciana San Salvatore, no lejos de la legendaria Fiaschetteria Toscana, puede emular la belleza de la descripción de Angelico. A la hora de la comunión, Alessandro todavía tiene que esperar, y yo estuve a punto de hacerlo, libre de pecado como soy, pero por timidez o respeto me abstuve, algo que tal vez decepcionó al mismo Jesús hecho hombre. Invitados por Constanza, nos reponemos del ayuno con un grato almuerzo a orillas de un espejeante Lago Maggiore.
Milán, martes 21 de diciembre de 2021. Solsticio de invierno
Hoy es el día más corto del año. Desde mañana, en algunas regiones de la Europa profunda, comienzan las celebraciones por el retorno del Sol Invicto que alejará las tinieblas del invierno, anunciando la llegada de la primavera. Recuerdo una vez en Asiago, un pueblito perdido en las alturas alpinas, una de estas manifestaciones, una ruidosa procesión con gente disfrazada, algunos portando cabezas de ciervos y jabalíes, que pasaban cantando y gritando por el centro de la ciudad. Manifestaciones milenarias, precristianas, que no siempre coinciden con el día de hoy; y que, durante mucho tiempo, situaron hacia el 13 de diciembre el solsticio. Incluso en tiempos cristianos, lo que explica el onomástico de Santa Lucia esa misma fecha. John Donne, a comienzos del siglo XVII protestante de Inglaterra, escribió una de sus grandes poemas, un “Nocturno” conmemorando esta jornada:
A NOCTURNAL UPON ST. LUCY’S DAY
‘Tis the year’s midnight, and it is the day’s,
Lucy’s, who scarce seven hours herself unmasks;
The sun is spent, and now his flasks
Send forth light squibs, no constant rays;
The world’s whole sap is sunk;
The general balm, th’hydropic earth hath drunk,
Wither, as to the bed’s feet, life is shrunk,
Dead and interr’d, yet all these seem to laugh,
Comprar’d with me, who am their epitaph.
Ningún poeta, a través de Eliot y sus numerosos secuaces, influyó tato en la escritura de la poesía moderna como John Donne. Hiperbólico, oscuro, indirecto, imaginista, “original”, “metafísico”, como definieron en el siglo XVII esta rareza. Gracias a él, la poesía contemporánea se olvidó de contar y se refugió en un canto de una belleza e intensidad impensadas. Su misma musicalidad es irregular, inesperada, disonante, como la música moderna. Es sencillamente intraducible. Aquí, un equivalente literal en prosa:
Es la medianoche del año, día de Santa Lucía, que se desenmascara en apenas siete horas. El sol se agotó, y ahora sus rayos son chispas de luz, no rayos constantes. Toda la savia del mundo se ha hundido, el bálsamo universal, bebido por la hidrópica tierra; donde, como a los pies de la cama, se encoge la vida, muerta y enterrada. Sin embargo, parecen estar riendo cuando se les compara conmigo, que soy su propio epitafio.
Las razones para la celebración de este día no son pocas. La más relevante es haber llegado con vida a este día, una verdadera empresa, considerando la fragilidad, del ser humano; en especial en tiempos de sostenida pandemia.
Más cine y resistencia (2)
Como un inesperado apéndice al ciclo sobe la resistencia y el cine, el Cine-Club Ambrosiano proyectó dos películas relacionadas indirectamente con el tema: Mr. Klein y El dolor. La primera es la estupenda cinta de Joseph Losey, protagonizada y producida por Alain Delon. En el París ocupado, un desprevenido y cínico Robert Klein, quien incrementa su fortuna adquiriendo a precios inmorales obras de arte de los judíos perseguidos, recibe un boletín destinado a la población exclusivamente hebrea. A pesar de su ascendencia cristiana, Klein es tomado por otro Robert Klein, físicamente parecido y efectivamente judío. Cada intento de aclarar su situación es frustrado por la insistencia en perjudicarlo de su homónimo, miembro de la resistencia, por lo demás. La de Losey es una de las versiones cinematográficas más acabadas del mito del doppelgänger, el doble persecutorio que, en literatura fuera desarrollado por una variedad de escritores románticos y post-románticos Hoffmann, Jean-Paul, Coleridge, Nerval, Dostoievsky, Stevenson o Wilde. El estudio más exhaustivo del tema sigue siendo El doble, de Otto Rank. Una vieja conseja quiere que “aquel que ve su doble debe morir”. La psicopatología del doble es la de una obsesión, una idea fija que ocupa la psique alucinada del individuo que se pierde en una demencia persecutoria que lo alucinatoria a la autodestrucción. Losey utiliza la confusión identitaria provocada por las persecuciones nazis para desarrollar su versión del asunto, la mejor que hemos visto en pantalla. Un ajustado Delon se deja llevar por el gran director de actores que fue Losey (no de balde discípulo y colaborador de Bertolt Brecht): El silencio con Bogarde; Trostky, otra vez con Delon; El mensajero, con Alan Bates o Don Giovanni con Ruggiero Raimondi. En el agobiante guión participó Costa-Gravas, especialista en historias agobiantes. Aunque sólo a lo lejos se siente la gravitación de la resistencia, Mr. Klein es reveladora cuando presenta a los otros, los que poco resistieron, la mayoría de los franceses, y mucho colaboraron.
Milán, miércoles 22 de diciembre de 2021
Cine y resistencia (3)
Por recomendación de Robert Vifian, nacido en Saigón y propietario del mejor restaurant vietnamita de París, el Cine-Club Ambrosiano, en un segundo apéndice a su ciclo sobre cine y resistencia en Francia, proyectó La douleur de Emmanuel Finkiel, basada en el libro de Margarite Duras, quien fuera gran amiga de Robert y asidua de su local en rue Verneuil. Cuando, a mediados de 2018, publiqué una reseña sobre Robert Antelme, desconocía la existencia del film de Vinkiel y me limité a hacer alusión al libro de la Duras, que es el doloroso, y menudo ficcional, recuento de su experiencia en el París ocupado, cuando Antelme, su esposo para ese entonces, fue hecho prisionero por pertenecer a la resistencia y enviado a Buchwald. La película expresa con decoro el pathos del libro apoyado en el trabajo de una monofásica Mélany Thierry como la misma Margarite y de Benoît Magimel como el colaborador que servía a la Gestapo y con el cual la Duras estableció una ambigua relación. La primera parte de la cinta, la mejor, da cuenta de aquel París descaradamente colaboracionista, así como del hipócrita desdén con el cual el general De Gaulle trató el problema de los deportados. “De Gaulle declaró tres días de duelo por la muerte de Roosevelt pero ni una hora por todos los franceses que murieron en los campos”, dice la protagonista, al borde del colapso ante la falta de noticias sobre su esposo, perdido en el Gulag concentracionario. Como buena película francesa a La douleur le “falta calle”, un poco de ese sucio realismo que hizo grande a los mejores realizadores de cine norteamericano, desde John Ford a Tarantino.
Libros del 2021
Los críticos del venerable TLS publicaron hace un par de semanas su esperada lista de los mejores libros del 2021. Por desgracia, aunque es comprensible, se trata mayoritariamente de autores anglosajones. Es conocida la dificultad de los angloparlantes para aprender lenguas romances, que no así con el griego y latín. De hecho, Inglaterra es el único país del mundo que se puede preciar de tener un presidente absolutamente bilingüe inglés-griego. Menos pretenciosa, mi lista, no obstante, incluye libros escritos en lenguas distintas al castellano, habida cuenta de mi indeclinable desconfianza de las traducciones que se realizan al parlar materno. Aun cuando falta una semana para que finalice el año, no creo que en esos pocos días pueda leer algo memorable, como no sean las historias de Holmes que releo en estos días, alguna de ellas con mi nieto. El orden de esta lista no implica ninguna jerarquía.
L’ordine del tempo, Carlo Rovelli (Adelphi 2017). Las investigaciones del brillante físico, y best-seller, sobre el único asunto digno de la reflexión filosófica: el tiempo. Ya nos había gratificado Rovelli con su luminoso ¿Qué es la ciencia. La revolución de Anaximandro, publicado en Italia en 2017.
Los europeos, Orlando Figes (Taurus 2021). Una excitante panorámica, con mucho de cinematográfico, de París capital del siglo XIX, a partir de las andanzas del pintoresco ménage à trois, conformado por Ivan Turgueniev; la inteligente y luminosa soprano Pauline Vardiot y su esposo Louis Viardot, el mejor traductor de Quijote al francés. Una especie de película en palabras dirigida y fotografiada por Figes, cuya prosa es tan precisa como un montaje de René Clair.
Beijing Coma, Ma Jian (Vintage 2007). Postergada lectura de una monumental y conmovedora épica cuyo asunto es la ocupación de la plaza Tianamen, y sus héroes, los miles de estudiantes que, como los troyanos, resistieron hasta ser vencidos por el engaño y el poder. Ma Jian nació para ser novelista de la misma manera que Balzac, uno de sus maestros. La actualidad del libro nunca ha sido más pronunciada, sobre todo en estos días, cuando las autoridades chinas acaban de desmontar el monumento que, en la Universidad de Hong Kong, conmemoraba los tristes acontecimiento de 1991. El último gesto que se oponía a la reescritura de la historia por parte de Pekin, para quienes la masacre de Tianamen sencillamente no ocurrió, se trató de un delirio de un grupo de jóvenes exaltados. De nuevo, la literatura se encarga de enmendar la historia oficial. Beijing Coma es un monumento fuera del alcance de la iconoclasia totalitaria.
Diarios, Stefan Zweig (Acantilado 2021). Cuidada edición en castellano de los esperados diarios del popular escritor austríaco, autor de algunas de las mejores narraciones breves de su tiempo. Zweig no pertenece a la tribu de los grandes diaristas (Delacroix, Bloy, Klee, Jünger, Léautaud, Musil, Kafka, Gide) y seguramente lo sabía, porque no se dedicó a ellos con la devoción que le dedicó a su Correspondencia, una de las más interesantes de la Europa pre-catástrofe. No obstante, cantidad de páginas notables en esta compilación; como las que dedica a su amistad con Rilke, por ejemplo.
Dictionnaire étymologique et critique des anglicismes, de Peter Weisman (Droz, 2021). Un monumento de la filología contemporánea. A lo largo de quince años, Weisman se dedicó a coleccionar esta gigantesca suma de anglicismos en la lengua francesa, en un tiempo de grandes intercambios con la cultura anglosajona propiciados por la aparición de Internet. Con el rigor impecable alterna una admirable plasticidad que lo lleva a incluir términos tan improbable como “parkérisation”. En su definición, “Producir un vino de acuerdo a las reglas del catador norteamericano Robert Parker”. Otra entrada de las más importantes es la que le dedica a la palabra “Bar”, preferida de los escritores de todos los idiomas. Las dificultades de la empresa las resume el autor en su introducción, cuando se refiere a la filología como un “terreno” minado. Con su ajustada prosa, Weisman escribió uno de los libros más amenos de un no siempre grato 2021.
Milán, jueves 23 de diciembre de 2021
Pandemia y post-democracia
Como resultado de lo que los nuevos sociólogos llaman un “exceso de democracia”, la pandemia del Coronavirus retorna a niveles de contagio no muy diferentes a los de hace dos años, cuando todavía las vacunas no eran disponibles. El descarado oportunismo de la ultra derecha, tan descarado como puede serlo el de la izquierda recalcitrante, ha animado a sectores importantes de la población a esgrimir su derecho constitucional a escoger el modo de procurarse la salud. Lo que, en principio es pura teoría, porque los más necesitados no pueden escoger nada, se ha convertido en ideología. No vacunarse no es una decisión, es una manipulación populista. Y estos son buenos tiempos para el populismo, menos preocupado por la salud pública que por atraer al público. Y de este modo, y como bien puede y suele suceder, los constitucionalistas a ultranza son ultra alienados. Toman decisiones que, sin consulta, han sido previamente tomadas por irresponsables políticos. La salud pública no importa, repito, lo que importa es el público. Y, mientras en los países de la periferia son incontables las víctimas por falta de vacuna, en los países del centro amplios sectores de la población optan por no vacunarse, en parte como gesto de protesta, que no es sino el resultado de la manipulación. En estos casos, lo mejor es lo más sencillo, tus derechos no pueden vulnerar los derechos del otro. Mi derecho a no vacunarme no es mayor que el derecho del otro a mantenerse con vida. Para los asiduos a la ideología del “post”, el “exceso de democracia” es una de las manifestaciones de la “post-democracia”.
Otros libros del 2021
Post-Colonial Love Poem, de Natalie Díaz. Segundo libro apenas y Premio Pulitzer 2021, de la poeta aborigen norteamericana quien, antes de dedicarse al viejo arte de hacer versos, fue jugadora de basketbol profesional con experiencia en los Estados Unidos y Europa. Después del desbordado y desgarrado canto de su primer libro, My Brother Was An Aztec, Díaz, más ajustada en la forma de sus poemas, insiste en su gran tema, el pasado de su tribu, y de las otras pocas que sobrevivieron al exterminio blanco. Un ajuste de cuentas desde la poesía, entonado por el cantor tan esperado por su raza. Una lírica moderna y post-moderna, híbrida, que narra y canta para los suyos la esencia de una cultura hasta hace unos años en vías de extinción. Díaz es una poeta del siglo XXI, para ella, como para los bardos de la tribu, contar es tan importante, en poesía, como cantar.
La Cina in dieci parole, de Yu Hua, una reveladora “guía” a la Cina post-Mao a partir de diez palabras que conmovieron el legendario país como “pueblo”, “revolución”. En realidad se trata de una crónica descarnada llena de ironía y humor negro de los horrores del totalitarismo maoísta y su revisión por la generación que continuó, más liberal, tal vez pero no menos dictatorial. Yu Hua es uno de los autores chinos más difundidos en Occidente, con muchos de sus libros traducidos a las lenguas occidentales.
Milán, viernes 24 de diciembre de 2021. Vísperas
Heme aquí en la capital lombarda en esta vigilia de Navidad. Un destino impensado hasta hace menos de dos años. A un destino prolongado me refiero, porque, por estos días, siempre he estado de visita para recibir la Navidad con Constanza y, desde hace nueve años, con Alessandro. Pasan de catorce los meses que llevo fuera del país, “y contando”, como dice el locutor de la NASA. Unas líneas de Roberto Martínez, mi estudiante en la Escuela de Letras y desde entonces amigo, además de paisano, me llena de nostalgia, y siento en la cara la fresca brisa marina de Valencia, que llega del norte a través de una abra entre las montañas que conduce a la costa. Recuerdo las Navidades de la infancia como Odiseo recordaba los buenos tiempos en Itaca. Por fortuna, la hija asume estas fiestas en toda su extensión y compensa el dolor del viaje sin regreso a la niñez, el único país que nos fue dado, como acertó Rilke. Comencé la mañana como lo hago desde hace por lo menos cuarenta años. Esto es, dedicado al Oratorio de Navidad de Bach. Durante décadas fui entusiasta de la versión notable, con instrumentos originales, de Nikolas de Harnoncourt y su Consentum Musicus, ahora, en este tercera o cuarta juventud, prefiero la de Karl Richter. Tal vez fui convencido por los solistas que lo acompañan: Janowitz, Wunderlich, Ludwig, con el magnífico respaldo de la Orquesta Bach de Munich. Bon Noël lecteur, mon semblable, mon frère.
Alejandro Oliveros
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