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Diario literario 2020. Octubre (parte V): Inside Story, De Larrocha, Otoño en Milán, Pasando el tiempo: “dos poetas en N.Y.”
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Milán, sábado 24 de octubre de 2020
Después de una semana de “nuit et brouillard” (“Noche y niebla” es el nombre del estremecido documental de Resnais sobre Auschwitz), comienza la noche con una claridad inesperada, musical, con la luna en creciente como soprano absoluta. También el aire más ligero con notas de clima alpino que alegran los pulmones y el ánimo. Que ya venía reconfortado con una nueva prueba, como si hicieran falta, de la generosidad de mi querido amigo sevillano. Esta vez, gracias a la eficacia casi metafísica de un correo privado, el último libro de Martin Amis, Inside Story, del cual habíamos hablado no más ayer, lo tengo hoy sobre la mesa de la cocina donde escribo. Se trata de lo que se anuncia como una novela pero que no es más que una provocación del dotado escritor británico, residente en Nueva York, que ha hecho de la provocación una profesión. En realidad, se trata de un conjunto de fragmentos autobiográficos signados por tres fallecimientos dolorosos, “el de un poeta, el de un novelista y el de un periodista”. Se trata del novelista judío Premio Nóbel, Saul Bellow, del poeta Philip Larkin, el mejor de su lengua en la segunda mitad del XX, y del agudo comentarista, Christopher Hitchens, compañero de estudios y su mejor amigo. Tuve la fortuna de coincidir con Amis y Hitchens en un Festival Hay en Cartagena. A Amis lo escuché en una interesante conferencia (comentaba sobre la participación “física”, del cuerpo, en el acto de escribir) y con Hitchens, pude intercambiar, en el bar del hotel, un par de frases sobre Ian Hamilton, otro distinguido poeta inglés que había muerto hacía poco y que había trabajado con Amis y Hitchens en el semanario The New Stateman.
Milán, domingo 25 de octubre de 2020
Un poco de sol en esta mañana de un otoño que, como todos los últimos, se tarda en llegar, otra víctima del calentamiento que mantiene el verde de los campos en una época tan avanzada del año. La niebla, sin embargo, impide una de las vistas más preciadas desde las alturas de este edificio: la de los Alpes de Byron y Nietzsche.
Inside Story
De Martin Amis se puede decir, y se ha dicho, de todo. Lo innegable es que su escritura y sus asuntos son siempre interesantes. En Inside Story, después de la introducción que es una invitación al letor, nos acerca con una inmediatez digna de CNN -si CNN se ocupara de literatura- al mundo complejo, paranoico y hasta luminoso de Saul Bellow, a quien viajó a entrevistar en Chicago en 1982, ya convertido en ídolo del prometedor Amis.
Milán, lunes 26 de octubre de 2020
Días de lluvia y frío, nada de luz y una humedad de pecera. Todavía por acostumbrarme a ver la vida sin la enceguecedora luminosidad de mis trópicos. Por lo demás, a nivel humoral, no es mucho lo que me afecta el mal tiempo. No soy una criatura de a cielo abierto. Todo lo que hago, y lo que he hecho, ha sido bajo tejas, “indoors”. Y sigo así, salvo los 30-40 minutos que dedico a caminar en algún parque, una actividad de la que, en este momento, me aparta no sólo la lluvia, sino las reglas de la cuarentena para los viajeros.
Alicia De Larrocha
Radio Classica Milano transmite el poco frecuentado registro del Carnaval de Schumann con Alicia de Larrocha, una joya de interpretación. Recuerdo con emoción cuando le di la mano a la destacada solista. Fue una noche de octubre de 1980 después de un estupendo recital en la sede de la Asamblea General de Naciones Unidas. Como es costumbre, el Secretario General, en esa época Kurt Waldhein, ofrecía un cocktail en su suite a la artista invitada para un pequeño grupo de asistentes, entre los cuales me encontraba gracias a los buenos oficios de los diplomáticos Roque Javier Laurenza, amigo íntimo del general Torrijos, y Álvaro Bonilla, el culto agregado de la delegación colombiana. No olvidaré nunca la imagen de aquella mano diminuta cuando iba al encuentro de la mía en el momento de la presentación. ¿Cómo una mano tan pequeña, apenas más grande que la de una muñeca, pudo extraer del gigantesco Steinway “Grand” los maravillosos sonidos que media hora antes habíamos escuchado en aquella sala imponente y legendaria? “Hay muchos españoles en Venezuela”, me dijo con simpatía. “Y todos son sus admiradores”, le mentí. Una mentira que fue premiada con otra sonrisa, que era un compendio de lo mejor del alma española; no la de “charanga y pandereta”, pasodobles y zarzuelas, sino la más racional y seria, la de Albéniz, Machado y Solanes, entre tantos.
Milán, martes 27 de octubre de 2020
Finalmente, la bendición de un poco del “Sol invictus” en horas de la tarde. Un cielo azulado por primera vez desde mi llegada y la dulce luz alpina que destaca las cumbres nevadas hacia el norte. El mismo aire que se respira en esas montañas legendarias. Encerrado desde hace ocho meses, se trata de una visión memorable, con sus resonancias musicales de extraños instrumentos de viento. Richard Strauss les dedicó una sinfonía, que no frecuento desde hace décadas, cuando la escuché con la Filarmónica de Nueva York dirigida por Zubin Metha. Después de tanta terca niebla durante una semana, me pareció epifánica la visión de las blancas nieves lejanas. A la tarde ha seguido una noche prematura (6:20 p.m.) de una claridad onírica, surrealista de tanta transparencia que todo lo acerca. Ya hundidas las cumbres nevadas en la oscuridad, la luna ilumina un paisaje urbano acosado por la pandemia.
Milán, miércoles 28 de octubre de 2020
Camino durante una hora por la terraza del edificio con el telón de fondo de los Alpes de blancas cumbres. Siento por estas montañas la misma atracción que otros por el proceloso Mar Caribe y aún otros por los sagrados tepuyes o la sabana inundada. Los Oliveros llegamos a Venezuela desde el Piemonte italiano, a donde fueron a parar huyendo de los progroms de los buenos españoles. Hay más familias con este apellido en determinadas ciudades piemontesas que en toda Venezuela. Mi Arcadia tiene forma de casa alpina en alguna de las montañas cercanas. Mi pasado cumpleaños, poco antes de que se oficializara la pandemia, fue en una de estas viviendas al pie de los Dolomitas. No sospechábamos en ese entonces las dimensiones de la plaga. Hoy, ocho meses más tarde, los titulares de la prensa no exageran. Ayer, “Europa de rodillas”; hoy, después que las autoridades francesas con la cantidad alucinante de cien mil contagios diarios tomarán medidas extremas, “Europa tiene miedo”. Y, nosotros, en el centro urbano más afectado de Italia, Milán, nos levantamos en la mañana fría encomendándonos al Ángel de la Guarda y otras potencias celestiales. Mientras en Venezuela, y sin que ninguno pueda exponer las razones, la expansión del coronavirus parece bajo control en contra de todos los pronósticos.
Inside Story
El libro de Martin Amis, oxoniano tan brillante como el premier Boris Jonhson, hijo del destacado intelectual Kingsley Amis, autor de quince novelas y de varios ensayos, entre ellos un variado estudio de la personalidad de Stalin, no es lo que yo esperaba. Es un ejemplo de eso que los mismos ingleses llaman “wordy”, para definir un texto que utiliza más palabras de las necesarias. Grahan Greene es un ejemplo de lo contrario, y tal vez por eso no sea uno de los autores preferidos de Amis. Quiso darle forma de autoficción, ese subgénero favorecido por la crítica actual, pero tiene poco de ficción, si es que lo tiene, y mucho de autobiografía, que es lo que al final termina siendo. El estilo de Amis, celebrado por premios y crítica, que una vez fuera novedoso, resulta ahora un poco cansado. Tiene uno la impresión de estar leyendo un artículo de 500 páginas publicado en una de esas revistas de los consultorios, como Vanity Fair o lo que en Venezuela fuera Exceso. No obstante, algunas secciones de Inside Story bien valen la pena y justifican la fama del autor. En especial las que se ocupan de los momentos finales de la vida de sus tres ídolos, Bellow, Larkin y Hitchens, todos muertos de distintas formas de cáncer. Amis ya no es el “enfant terrible” que se dio a conocer hace cuatro décadas; ahora, en sus tempranos setenta, medita sobre el destino y la muerte desde su condición de escritor e intelectual. Aun antes de llegar al final del libro, se me ocurre que un “editor” serio como Maxwell Perkins le habría hecho un gran bien a Amis recortando el volumen en unas 200 páginas. Fue lo que hizo Perkins (mucho más de 200 en ese caso), cuando Thomas Wolfe le dejó en su oficina, en la más hermosa librería y casa editorial que tuvo Nueva York, Scribner’s en la Quinta Avenida, el manuscrito de su extraordinaria novela Del Tiempo y el Río.
Pasando el tiempo
DOS POETAS EN NUEVA YORK
I
Ése era su año borgiano.
Se leyó todos sus libros,
en ediciones Emecé
hasta que se agotaron.
Fue en aquel frío diciembre
de sus veintitantos;
su primera experiencia
con un viaje tan lejano,
para conocer a Borges
en New York y darle la mano.
En la Librería, en Manhattan,
la sorpresa más amarga:
“Estuvo con nosotros, claro,
fue la semana pasada,
la agencia que difundió
la noticia estaba errada.
Borges se le había ido
tras una esquina rosada.
Park Avenue era una cueva
oscura, fría y alargada
que pasaba indiferente
frente a su alma desolada.
Fue un largo y triste camino
hasta su hotel en la Octava.
Milán, jueves 29 de octubre de 2020
Alessandro & Ulises
Desde esta noche debo encargarme de supervisar una tarea escolar de Alessandro que es un propio rito de paso. Después de leer “muchos”, digamos unos siete, libros en el formato de “comics”, debe enfrentar hoy su primera lectura sin la ayuda de ilustraciones. La maestra de italiano no ha podido escoger mejor. Se trata de una versión compendiada de la Odisea, una historia con la cual está familiarizado porque se la he estado leyendo, en versiones ilustradas, por lo menos desde que nació. Il re dei viaggi (El rey de los viajes) es el afortunado título que el autor ha encontrado para su compendio que comienza así: “El rey de los viajes, Ulises, no tenía ganas de partir. Reinaba contento en su Ítaca, que en la extensión del mundo es apenas una roca en el mar, pero que para él se trataba de la tierra, la casa y el bienestar. Tenía pan y vino, y el buen Laertes, su padre, se sentaba con él a la sombra de los olivos a contemplar el borde del mar que besaba la playa y siempre se devolvía. Tenía vino y pan y su amable esposa, Penélope, dormía y se despertaba con él para observar las estrellas desde el amplio lecho en la terraza del palacio”. Visto así, tenía razón Ulises al querer escapar del compromiso con los otros príncipes aqueos para ir al rescate de la complaciente Helena.
Alejandro Oliveros
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