Diario literario

Diario literario 2020, junio (parte I): Eva Hesse, Danto y Hegel, exilio en dos

06/06/2020

Alejandro Magno en el taller del pintor Apeles. Pintura de Giuseppe Cades (1750–1799) | Wikimedia Commons

Caracas, domingo 31 de mayo de 2020

Qué de días (3) sin pasar por estos cuadernos ni tener en la mano estas plumas (dos Delta, regalos de cumpleaños de mi hija Constanza). Apenas me descuido y ya pasaron tres días sin escribir nada, a pesar de mis reiteradas promesas de nulla dies sine línea, la inapelable frase que Plinio atribuye al grande Apeles, que sintetizaba así su esmerada poética, que no pase un sólo día sin que pintes algo, aunque sea una sola línea. Sobre esto el profesor Gombrich escribió un memorable ensayo. Con más disciplina que yo, Paul Klee, según su hermoso diario, vivía atento a la recomendación de Apeles.

Caracas, lunes 1 de junio de 2020

Propuesta de Ricardo Bello para una edición electrónica de Las pasadas horas, mis diarios literarios de 2008-2010. No puedo decir que, a pesar de lo generoso de la propuesta, el proyecto deje de confundirme. Llevo exactamente cincuenta años publicando libros al viejo estilo que deriva del buen Gutenberg y la idea de una edición virtual es por lo menos inquietante.

Eva Hesse

Addendum,, obra de Eva Hesse. Tate Liverpool, Inglaterra | Wikimedia Commons

Hablando de Diarios, tengo gran interés en los que Eva Hesse escribió durante los últimos quince años de su vida. Eva nació en Hamburgo en 1936, de padres judíos ortodoxos quienes, más perspicaces que la mayoría, la enviaron a los dos años con su hermana a Amsterdan en el último tren del Kindertransport organizado para salvar a niños como Eva del seguro exterminio. Seis meses después, los padres se reunieron con sus dos hijas para viajar a Londres y poco después a Nueva York, donde se radicaron en Washington Heights, Manhattan. El padre se divorcia en 1945 y, al año siguiente, la madre se suicida. Después de la universidad, se casa Eva con el escultor Tom Doyle y juntos pasan un año becados en Alemania. Su Diario se extiende en la dolorosa crónica de las asimétricas miserias de esta relación, de acuerdo con las apretadas páginas que he conseguido leer. En Alemania, establecen el taller en un telar abandonado de cuyos materiales de desecho Eva tomará los que servirán de soporte al sector más difundido de su producción. En lo sucesivo privilegiará el látex, el plástico y la fibra de vidrio.  En principio, aliada a las búsquedas minimalistas de Le Witt (su gran amigo) o Judd. Después de la experiencia alemana, su obra será la más acabada expresión del postminimalismo (el término es de Robert Pincus), teorizado por Arthur Danto. Una especie de prefiguración del arte-povera italiano con el mismo humor y erotismo. En 1970 se le diganostica una neoplasia cerebral que, después de dos fallidas operaciones, acabará, de manera insolente, con su vida a sus breves treinta y cuatro años. La tragedia que acompañó a Hesse toda su vida, al parecer, también la seguirá después de muerta. Su empleo de materiales inestables ha condenado al deterioro a buena parte de su obra más influyente y original. Ha sido una ingente empresa que no garantiza los resultados, la labor de mantenimiento adelantada por museos y galería para preservar la copiosa producción de la visionaria artista. Una de las primeras vanguardistas de la postvanguardia que, en el fondo de su psique trágica, tal vez consideraba que el carácter efímero de su obra era el que mejor expresaba la breve tragicidad de su existencia. El siglo XXI se despertó enamorado del fugaz genio de Hesse. No es probable la existencia de un crítico de arte que no haya agregado alguna página a la próspera industria crítica de la obra de Eva Hesse, cuyo Diario encabeza la lista de libros a buscar después de la cuarentena.  

Caracas, martes 2 de junio de 2020

Fotografía de Andrés Kerese | RMTF

Una clara mañana la de este primer martes de junio de un 2020 inimaginado, pero sí imaginable si los países serios hubiesen dotado de medios a sus científicos para investigar y prevenir enfermedades como la producida por el coronavirus. Por desgracia, la prevención sanitaria no es una prioridad en ninguna parte. No aumenta la popularidad de los políticos ni asegura la permanencia de los gobernantes la tarea de prevenir enfermedades. Más rentable para todo el mundo esperar que se presenten y curarlas en demagógicas campañas. No he visto, en ningún país del mundo, un  edificio de un eventual Instituto de Prevención de Enfermedades Virales, o de Enfermedades del Colágeno o de Síndromes Neoplásicos. Instituciones de este tipo no son rentables para un político, tampoco para las farmacéuticas que financian a estos políticos. Ni para los unos y mucho menos para los otros; la prevención es aconsejable. Ahora se busca la vacuna para el COVID-19 y pocos piensan en la prevención del COVID-20.

Danto y Hegel

Retrato de Hegel por el pintor Jakob Schlesinger (1792-1855). Berlin State Museums | Wikimedia Commons

El norteamericano Arthur C. Danto fue uno de los pensadores más excitantes de los últimos años del XX. Sus reflexiones sobre la naturaleza del arte contemporáneo fueron las más influyentes. Leyó y releyó a Hegel y dejó un difundido volumen sobre la obra del paisano de Hölderlin. Suya es esta reveladora intuición:

En el género alemán del Bildungsroman –novela de formación y autodes-
cubrimiento- la historia se cuenta por etapas a través de las cuales el
héroe o la heroína progresan en el camino del autodescubrimiento. La tem-
prana obra maestra de Hegel, La fenomenología del espíritu, tiene forma
de Bildungsroman, en el sentido de que su héroe, el Geist (espíritu), atraviesa
una serie de etapas con el fin de alcanzar no sólo el conocimiento
mismo, sino también la toma de conciencia de que su conocimiento podría
ser vacío sin esa historia de peripecias, contratiempos y entusiasmos.

Cómo no se me ocurrió antes. Quiero decir la de entender la Fenomenología como una Bildungsroman, algo tan obvio. Cuando el profesor Danto escribió el párrafo en la última década del siglo XX, ya me había leído la obra de Hegel, y, en la Escuela de Letras, el Bildungsroman era uno de los topos recurrentes. Al fin y al cabo nuestros autores favoritos, en esa época, habían todos escrito su versión de la Bildungsroman: Mann, Musil, Joyce, Proust, Conrad, Pavese, Pasternak, Hemingway.

Con Danto siempre es un placer estar de acuerdo y no parece recomendable lo contrario. Sus consideraciones sobre lo moderno, lo posmoderno y lo “contemporáneo” las usé ampliamente cuando escribí mi ensayo sobre el maestro venezolano Juan Vicente Fabbiani:

El movimiento dadaísta de Berlín proclamó la muerte del arte, pero deseó,
en el mismo póster de Raoul Hausmann, una larga vida al “arte de la máquina”
de Tatlin. En contraste, el arte contemporáneo no hace un alegato contra el
arte del pasado, no tiene sentido que el pasado sea algo de lo cual haya
que liberarse, incluso aunque sea absolutamente del arte moderno en general.
En cierto sentido, lo que define al arte contemporáneo es que dispone del arte
del pasado.

Acerca de esta apropiación del arte del pasado escribí hace varios años en lo que llamé la estética de la “apropiación indebida”, a partir de la legendaria muestra de la Fundación Prada de Milán L’image volée, que consistía en una larga serie de importantes obras de arte de maestros como Kippenberger, Fontana o Cattelan,  fundamentadas en el principio de haberse apropiado de segmentos de las obras de otros artistas, o de la obra íntegra, firmándolas como propias. Es el caso de la estupenda Elaine Sturtevant, quien, con el permiso del mismo Warhol, realizó una copia de uno de sus retratos y la vendió, como suya y a buen precio, en una exposición. No se dice si los artistas “iban a medias”. 

Caracas, jueves 4 de junio de 2020

Exilio en dos

A esta hora de hoy, 4:45 p.m., estaba programado el vuelo que debía llevarme de regreso a Milán, donde debía permanecer los próximos 3-4 meses, de acuerdo con esta historia de dos ciudades en la que se ha convertido mi existencia desde hace algunos años. Mi pobre psique, condicionada por estos desplazamientos, no entiende qué hago todavía aquí y no a bordo del avión rumbo a París y a la ciudad lombarda. Se prolonga por fuerza este exilio mío en mi propio país que me mantiene apartado de mis seres más queridos. Recorriendo los profusos siete tomos de la edición Loeb de la Antología griega, encontré este fragmento anónimo donde se cantan y cuentan las penas de un desconocido Arquises con el cual no puedo sino identificarme.

Anónimo. Arquises

En castigo por haber criticado
en público su gobierno,
Meleagro, conocido tirano,
castigó a Arquises a soportar
seis meses de exilio cada año.
Para Arquises la vida es ahora
un juego de espejos desdoblados.
La noche se confunde y el viento
taciturno es un navío extraviado.
Incluso en su sueño de cristales,
Arquises siempre está en el otro lado.
Es penosa la vida en dos mitades,
algo que bien sabía Meleagro,
nos quedamos sin luz de luna
en medio de dos ciudades.


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