Diario literario

Diario literario 2020, diciembre (parte II): Chopin, la coronación de Vivaldi, La Scala, María Teresa León, K.498, Río y Tiempo

12/12/2020

Milán, viernes 4 de diciembre de 2020

Chopin is back

Para nada es primera vez que escribo sobre esto; pero todavía, después de varios años, me sigue llamando la atención la frecuencia con la que la música de Chopin forma parte de las programaciones regulares de las emisoras de música clásica. Puedo asegurar que durante mis años en Nueva York, finales de los setenta y principios de los ochenta del XX, nunca transmitieron esta conocida Polonesa No. 6 del compositor polaco que ahora escucho en Radio Classique. Su intérprete es el virtuoso ruso y director de orquesta Vladimir Ashkenazy, quien, por aquel entonces, se ocupaba de reactualizar la obra del gran Alexander Scriabin. Recuerdo una serie de recitales organizada por Carnegie Hall con un conjunto de notables solistas (Brendel, Barenboin, Ashkenazi, Pollini), ninguno de los cuales incluyó algo de Chopin en sus programas. La situación cambiaría no mucho después cuando el mismo Pollini, después de dedicarse durante un tiempo al estudio e interpretación de Alban Berg, registrara varios CD con música de un Chopin que sonaba diferente, como de nuestro tiempo, no moderno sino contemporáneo. También Ashkenzay publicaría sus versiones de este Chopin posmoderno. No obstante, la opinión popular, siempre desviada, no había cambiado. Para la élite intelectual más distraída, la música del amigo de George Sand seguía siendo indigna de sus elevadas preocupaciones y hasta cursi. Por mi parte, estaba muy ocupado comparando distintas versiones de la integral de sonatas de Beethoven (Arrau, Brendel, Barenboin et al) como para dedicarle mucho tiempo al malogrado Chopin. El aire de los tiempos también me afectó. Y reconozco mi deuda con el maestro Pollini; gracias a él Chopin se convirtió en mi contemporáneo. Que Polanski glorificara a su paisano en El pianista es un signo más de este bienvenido regreso. 

Milán, sábado 5 de diciembre de 2020

Platón de gratis

Sin cargo alguno para los que adquieran la edición de hoy del Corriere della Sera, una excelente antología de Platón preparada por el especialista Roberto Radici. Es el primer tomo de una colección de 45 títulos antológicos de igual número de pensadores que será ofrecida semanalmente a los lectores del diario a precios muy reducidos. No deben ser muchas las actividades de este tipo en el mundo occidental. Antes de esta serie, el periódico había puesto al alcance de sus consumidores otras actividades, como la colección de Grandes Poetas en las ediciones Mondadori, el equivalente a la Pléiade, con títulos tan notables como los tres tomos dedicado a Hölderlin o los dos de Paul Celan, en cuya elaboración participó el querido Mario Specchio. En otra oportunidad encargaron al profesor Luciano Canfora, uno de los más distinguidos clasicistas de Europa, la preparación de una serie de volúmenes sobre el pensamiento grecorromano con impecables libros de más de 450 páginas donde grandes filósofos y filólogos actualizaban lo poco que sabemos de la Antigüedad clásica. Estas son sólo algunas de las ofertas que me ha tocado aprovechar en los últimos años. Todos los grandes diarios europeos tienen actividades editoriales igualmente destacadas, pero no creo que ninguno tenga los alcances de la actividad del Corriere. En Venezuela, El Nacional desarrolló durante varios años una interesante actividad editorial de este tipo; con tanto éxito como lamentable fue su desaparición, acosada por aquella revolución con la cual soñaron muchos de los mejores talentos criollos durante los sesenta. Al abrir al azar la selección de Radici, me encontré con los fragmentos de República (X614B-621B). Se trata de una de las más difundidas construcciones fantásticas de Platón y tal vez la más influyente. Dudo que Dante la conociera textualmente, pero al leerla no es difícil recordar la escatología de la Commedia. Sin este relato (mito), contado por Sócrates en el Diálogo, el neoplatonismo no habría sido el mismo y tampoco lo habría sido San Agustín.

La coronación de Vivaldi

Por televisión, desde el Teatro Regio de Turín, La coronación de Darío, una de las óperas menos representadas de Vivaldi a pesar de la belleza de su música y sus espléndidas arias. Su truculenta historia (la sucesión al trono de Persia) ahuyentó, como a casi toda la producción barroca de ópera, al público adicto al realismo del siglo XX. De la gran producción operática del músico italiano no se sabía nada hasta hace poco, reservada para especialistas del Grove Dictionary y los críticos de Gramophone. Las casas de ópera del novecientos se apoyaban en los grandes pilares, Verdi y Wagner, para confeccionar sus temporadas. Ni siquiera Haendel, tan escuchado ahora, tenía acceso al sectarismo de los programadores. Las grandes voces eran hechas a la medida de estos autores y a nadie se le ocurría pensar en los papeles protagónicos del teatro lírico del XVIII. No obstante, entre tantas medidas correctivas que se esperan del XXI, el regreso a la ópera es uno de los más afortunados. Como La coronación de Darío, hay decenas de óperas barrocas en la lista de espera de las grandes casas de ópera.

Blaise Pascal. Autor desconocido, copia del retrato pintado por François II Quesnel. 1690

Milán, domingo 6 de diciembre de 2020

Pascal

Ha sido Pascal el pensador que más ha influenciado en mi formación humanística. Como homenaje en este domingo segundo de Adviento, algunas líneas de sus Pensées:

Tiranía 

La tiranía consiste en querer lograr por una vía lo que no se puede conseguir
por otra. 

Precipicio 

Corremos sin detenernos hacia el precipicio, después de haber colocado
delante de nosotros aquello que nos impide verlo. 

Sensatos 

Existen tres tipos de personas: los que sirven a Dios después de encontrarlo;
los que no habiéndolo encontrado se empeñan en buscarlo; y los que viven
sin buscarlo ni haberlo encontrado. Los primeros son sensatos y felices,
los últimos son dementes e infelices; los segundos son infelices
pero sensatos.

Milán, lunes 7 de diciembre de 2020

San Ambrogio

Los días de lluvia continúan en el norte de Europa y en Milán siguen a los de niebla. Hoy es día de fiesta en Milán, este año desplazada por los ataques y contraataques de un proteico y devastador microorganismo que parece más salido de un libro de Philip Dickey que de un manual de microbiología de Louis Pasteur. Se conmemora el nacimiento del santo patrono de la ciudad, el formidable San Ambrogio (Ambrosio) a quien le tocó, entre ocasiones memorables, la de bautizar a un brillante joven patricio romano nacido en la legendaria Cartago. Después de diversas aventuras espirituales, se había decidido por el cristianismo, una fe de la que terminará siendo santo y uno de los Cinco Doctores de la iglesia. Sus libros, escritos en una prosa envidiable, se contarán entre los más influyentes del pensamiento occidental. Sus Confesiones fueron el modelo, no solo de las de Rousseau, sino de la de todos los que hemos intentado una literatura confesional. Agustín de Hipona sería recibido en la iglesia cristiana por Ambrogio, patrón de Milán y una de las mentes más cultivadas de su tiempo. En condiciones normales, el siete de diciembre es la ocasión de una serie de festividades religiosas civiles y, entre las cuales, la no menos importante es el inicio de la temporada de la más prestigiosa casa de ópera de Occidente, la Scala de Milán, donde se reiteraron los estrenos de óperas de compositores como Verdi y Puccini. Este 2020 Milán está recogida sobre sí misma, discretamente atemorizada (la Milán tradicional es discreta en casi todo) y llevando con elegancia la dudosa distinción de ser la ciudad italiana, y tal vez europea, escogida por el coronavirus para desplegar  con mayor crueldad toda su virulencia.

Milán, martes 8 de diciembre de 2020. La’Immaculata

Pasando el tiempo

 Río 

Vivo
en este río
con la cabeza
hasta
el fondo.
Por todos lados
los peces nos
observan
con sus ojos
redondos.

Milán, miércoles 9 de diciembre de 2020

Todavía desconcertado por este prolongado fin de semana que ni mi cuerpo ni yo tenemos en nuestro calendario. Me cuesta aceptar que hoy no es lunes y que no tengo toda la semana por delante. A mitad de camino, me cuesta comenzar una empresa más o menos seria, como traducir a Shakespeare o corregir mi nuevo libro, de cuyo título lo único que sé es que no se va a llamar Pasando el tiempo -título provisional de la carpeta que incluye veinte textos y fragmentos-. Aspiro a encontrar otro nombre bajo el cual encarpetarlos antes de que termine el año en que estamos viviendo peligrosamente. Un período que no es obvio que termine con el 2020. La segunda arremetida del corona ha sido tan devastadora como la primera, y, de acuerdo a especialistas, lo más probable es que una tercera oleada se presente en enero, producida por la movilización de viajeros de una región a otra con motivo de las celebraciones de la Navidad. Marx descubrió que la economía era política y, sin estar preparados, los gobernantes en todo el mundo se han dado cuenta de que la sanidad también es política. La situación es inquietante. Pareciera que sólo una autocracia, en momentos de pandemia, puede garantizar la salud del colectivo. Es decir, que con las libertades individuales en vigencia resulta muy difícil tomar las medidas necesarias. Recuerdo que un viejo profesor de la Universidad Bocconi hablaba en estos casos de los estragos de lo que llamó un “exceso de democracia”.

Matin sur la Seine, beau temps. Claude Monet, 1897

Pasando el tiempo 

Río 

Vivo
en este río
con la cabeza
hasta el fondo.
Los peces
de todos lados
me miran
con ojos
redondos.
La corriente
me lleva,
desde lo más llano
a lo más hondo,
no parando
ni si siquiera
un punto.

Un sueño
líquido
es mi vida,
siempre distinto
y siempre el mismo.
Son más
de setenta
los años
de este sueño
entre aguas.

Milán, jueves 10 de diciembre de 2020 

K.498 

Apenas unos minutos de sol hoy a mediodía para recordarnos que no ha desaparecido, sino que un frente ciclónico se ha interpuesto entre él y los habitantes del norte de este país, incluyendo a la Serenissima, afectada por las ingratitudes de l’acqua alta. Esperando tiempos mejores, paso las horas escuchando el recién descubierto Trío para clarinete, viola y piano, de Mozart, una de las tres partituras del compositor para clarinete. Por alguna razón que desconozco, había dejado de escucharlo hasta que una de las fieles emisoras encargadas de mi meloterapia la transmitió días atrás. Como ocurre con los de Haydn, escuchando esta pieza en medio de una pandemia que ha sido especialmente feroz en este país, uno recuerda que ha habido momentos en la historia de la humanidad en los cuales un poco de armonía fue posible.  Es probable que haya sido coincidencia, pero no es extraño que haya ocurrido en momentos en los que el criterio clásico influía de manera determinante en las artes y el pensamiento, antes de que un iluminado ginebrino dejara las murallas de su ciudad natal para predicar a los cuatro vientos la bondad innata del ser humano. El K.498 es una invitación a volver a la racionalidad y recordar que el sueño de la razón, como intuyó el maestro de Fuendetodos, produce monstruos.

Milán, viernes 1 de diciembre de 2020

María Teresa León

Mi ignorancia de la literatura española del XX es sólo comparable a la que tengo de esa literatura en el XIX. En otra expresión de esta carencia, me entero ahora de la sostenida y al parecer notable producción literaria de María Teresa León (1903-1988). Creo, sin embargo, no haber sido el único en haberla conocido exclusivamente como esposa de Rafael Alberti, durante décadas el más difundido, con Lorca, entre los poetas de su generación (Salinas, Aleixandre, Cernuda, Altolaguirre). León era una acabada muestra de aquello de algo que no brilla con luz propia. La luz del esposo era suficiente para ambos. Nunca fui un buen lector de Alberti y no me interesé demasiado en su peripatética existencia. Sabía de su consecuente oposición a la tiranía franquista; de su destierro en Francia, Italia y Argentina; y por ser autor del difundido Marinero en tierra, su mejor colección de poemas según los conocedores de su obra. Eso era más o menos todo, y sus fotografías acompañadas de notables artistas e intelectuales europeos y latinoamericanos. El celebrado poeta y su reflejada esposa. Mi falta de curiosidad me había privado de lo que en la opinión de muchos, entre ellos el respetado crítico literario de The Guardian, es un libro notable. Me refiero a Memorias de la melancolía, apenas reeditado con motivo de los cincuenta años de su primera edición. El libro refiere los mejores momentos de la novelesca vida de León hasta que la crueldad del Alzheimer que redujo a sombras y confusión los últimos veinte años de su existencia. Una ironía parecida a un golpe del odio de Dios para alguien como ella quien en una oportunidad escribió: “Vivir no es tan importante como recordar; no dejar nada detrás sino una página en blanco”. La de María Teresa León fue una vida digna de ser recordada y contada. Conoció a Stalin, fue amiga de Camus y de todos los amigos de su carismático marido (Picasso, Hemingway, Lorca, Neruda, Malraux, Gorky, Eluard). Estuvo en el grupo que supervisó el traslado de las obras de El Prado para salvarlas de los bombardeos ordenados por Franco. Cuarenta años de exilio son consignados en estas Memorias de la melancolía escritas por la que, de acuerdo al editor de la segunda edición, fue la mejor prosista (mujeres y hombres) de su generación.

María Teresa León. Fotografía del Archivo del Museo del Cine de Buenos Aires.

Sin parar un punto

He tomado esta expresión de Quevedo, el primero entre mis poetas, como nuevo título a mi más reciente libro de poesías. Pasando el tiempo, el título original, medida que el tiempo pasaba, me parecía más superficial y prosaico. Sin parar un punto ya lo había escogido para uno de mis diarios inéditos, ahora lo reservo para esta colección de nuevos poemas para los cuales quisiera una mejor fortuna editorial.

Río y tiempo

OF TIME AND THE RIVER

Vivo
en este río
con la cabeza
hasta el fondo.
Los peces,
alrededor mío,
me miran
con ojos
redondos.
A un lado,
en el reflujo
azul que
desaparece
en lo hondo,
borrosos rostros,
labios, cabellos,
recuerdos,
que una vez
fueron oro e incienso.
Un sueño líquido
es mi vida,
fugaz,
indefinido;
un espejo de algas
que refleja
lo no vivido,
siempre igual
sin ser lo mismo.
Todo se hace
agua
que mientras
más agarro
más se escapa.
Nada cambia
el curso
de estas ondas,
hacia la mar
lanzadas
en busca
de su propia nada.


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