Retrato de Jean-Jacques Rousseau con atuendo armenio, por Allan Ramsey (1766)
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Milán, viernes 7 de junio de 2019
Pauvre Jean-Jacques
Malos tiempos para Rousseau. El que fuera el pensador más influyente entre los fundadores de la modernidad, la inspiración de los ideólogos de la Revolución Francesa, el responsable de una antropología basada en la concepción del hombre como una criatura bondadosa, y el guía indisputado del espíritu contestario occidental desde los románticos hasta los soixanthuitards del mayo francés, se ha convertido en objeto de recientes cuestionamientos en este primer tercio del XXI. Para los más radicales de estos críticos, al gran talento ginebrino habría que atribuir las culpas de la mayoría de los males de la sociedad contemporánea. Todas las revoluciones que en el mundo han sido, desde la toma de la Bastilla hasta la desastrosa bolivariana de tiempos recientes, tienen que ver con Rousseau. De nada importa que los causantes de la tragedia lo hayan leído o no. La primera guillotina se la debemos a él, y todas las demás también. Fuera de Francia, el representante más estimulante de esta deriva anti-rousseauniana fue el profesor de Harvard, Irving Babbit, cuyo imprescindible Rousseau and Romanticism (1917) tuvo una lectura dilatada durante los años de formación de la modernidad en su país. El siglo XX fue una trágica adaptación de las ideas utopistas del autor de los Discursos. El XXI no quiere serlo. Y las relecturas de sus teorías sobre la educación se suceden. La más reciente es la del profesor Ernesto Galli della Loggia, conocido como historiador y columnista del Corriere della Sera. Ante los ya amanecidos cuestionamientos a la educación formal en aras de una supuesta libertad del conocimiento (“No hay represión más perfecta que aquella que conserva la apariencia de libertad”), el profesor della Loggia, en L’aula vuota (El aula vacía) propone una necesaria reivindicación de la escuela y la cultura:
Al final, la cultura simplemente significa la posibilidad, para cada uno de nosotros, de abandonar el propio individualismo y ponernos en contacto con el mundo pasado y presente, con su manera de pensar, sus protagonistas y sus hechos, alcanzando así una plenitud de vida de otra manera imposible.
Los libros, las ideas, pueden constituir una razón de vida, otorgando significado a la existencia; por eso lo que se hace en la escuela, lo que la escuela es, no constituye una obligación burocrática que tenemos que cumplir más o menos voluntariamente, sino que se trata de la oportunidad de ser más capaces de comprender el mundo, más conscientes de que somos humanos y podemos ser mejores.
La tesis del profesor della Loggia es la más sana. Apenas disimulado, se siente el llamado a reconsiderar las bondades de una postura clásica en la educación. Una actitud desprestigiada por las románticos que, a lo largo del XX, no hizo sino demostrar de manera reiterada su inconveniencia. Si queremos seguir manteniendo, en medio de las grandes amenazas de la acumulación desmedida, la inteligencia artificial y el destierro planetario, los ideales de la cultura occidental, tenemos que volver a colocar la escuela y no a los traficantes de tecnologías en el de la polis. La autoridad no es autoritaria, lo que es autoritario es el desvío del uso de la autoridad. Frente a la dictadura, la solución no es el caos ni el terror, sino el uso racional del principio de autoridad. Una noción que con éxito indudable, el gran Jean-Jacques se encargó de desprestigiar. Antes de cumplirse la segunda década del nuevo siglo, el magisterio del caminante solitario presenta signos de franco deterioro
Milán, lunes 10 de junio de 2019
Pound y Olga Rudge
De Ezra Pound sabemos que su opus magnum es un grueso volumen que incluye más de cien Cantos (109 para ser precisos), una empresa que le llevó casi cincuenta años. Lo que desconocíamos, era que hubiese dejado sin publicar un abundantísimo número de fragmentos, escritos a lo largo de estas décadas que no incorporó en los diversos volúmenes de sus Cantos.
Una manifestación más de la especial relación que mantuvo el gran vate con Italia, es que la única edición que existe de una muestra de este material haya sido publicada antes en la península que en los Estados Unidos. El autor del proyecto (Ezra Pound: Canti postumi. Mondadori) es el profesor Massimo Bacigalupo, y difícilmente alguien más autorizado. Al fin y al cabo su padre jugaba tenis con Pound durante los años de exilio de post-guerra en Italia.
Los fragmentos que hemos traducido están dedicados a Olga Rudge, un tributo amoroso del anciano bardo a la que fuera su compañera de vida; y madre de su única hija, la princesa Mary de Rachewiltz.
Fragmentos postumos de Ezra Pound
y el grillo no había muerto en su tallo
prolongado en su llama
como había hecho con la libélula
invicta
y ella no abandonaría la esperanza
y la voluntad para seguir viviendo
a pesar de todas las traiciones
sero sero
que ella no podía creer en tanta perfidia
y Rossaro* dijo que el hombre honesto
no puede creer que el “mascalzone” etc.
él, el honesto
no ve la maldad del otro
hasta que lo sorprende
*Pintor italiano amigo de Pound
*
Corriente y llama
por largos años
por la noche sendero en la colina
enorme coraje en un frágil cuerpo
fortalecido durante cuarenta anos
de trepar en la oscuridad por senderos en la colina
conociendo cada piedra
casi de memoria
de los ojos el destello
oda,
como un viejo amor.
pero contra crecientes males
ella mantuvo la voluntad por el bien
su clara lucidez
que vio al Duce con ojos normales.*
*Olga toco el violin para Mussolini en 1927
*
El nombre de Olga es coraje
y la delicadeza de su intuición
Su nombre es felicidad
y la sensibilidad de sus dedos;
Y la delicadeza de su percepción
la agudeza de su memoria
de cada objeto bello que había visto.
A contra luz con su violín
y la playa de Santa Margherita
el año en que estuvo allí con Lindy.
La caminata por el Lungosenna
por la noche en Villa D’Avray
o su percepción de la gente
(Ezra
Fiesta de San Pantaleón)
*
Y no habían sandías
en la cima de Monte Chocorua
y trató de vender su volumen ilustrado de H.C. Andersen
con la brillante caratula roja
al portero
y dejó el picnic de la escuela
para seguir un funeral
y no tenía árbol de Navidad
y era hermosa en la playa de Santa Margherita
y la piedra del molino rodaba a nivel
de nuestra mesa en Villa D’Avray
y era bella como la Mousme
y subió por la escala de cuerda del barco
su nombre era coraje
y sentía piedad por todos los seres vivos
y me mantuvo vivo por diez años
por lo cual ninguno le dará las gracias.
(Día de Acción de Gracias)
Milán, martes 11 de junio de 2019
Dora Maar y Jacques Lacan
No es improbable que el psicoanálisis pase a la historia de la medicina como una técnica terapéutica inventada por un psiquiatra vienés de origen hebreo, que ofrecía una cura para las neurosis que se popularizaron a los largo del siglo XX, como la “melancolia” en el XVII. Su efectividad, mucho me temo, no se correspondió con las expectativas de sus fundadores. Y a pesar de sus sostenidos esfuerzos la nueva técnica no consiguió acomodarse a las exigencias del método científico. Dos limitaciones, entre tantas, son notables: su elevado costo y el tiempo que se lleva su aplicación. El éxito del tratamiento dista de estar garantizado. No se trata, en todo caso, de la penicilina de las neurosis. No faltan, sin embargo, los casos en los cuales la terapia ha dado “resultados”. Uno es el de Dora Maar, la conocida fotógrafa (trabajó con Jean Renoir, entre otros), amante de Picasso y modelo para dos conspicuas imágenes. Una, la patética y sobrestimada “Mujer llorando” (1937) del artista español. Y la otra, uno de los desnudos fotográficos más formidables del novecientos realizado, por la preterida pero igualmente extraordinaria Rogi André, a mediados de los treinta. La Maar, después de ocho años de violentas y sado-masoquistas relaciones con Picasso, hizo un grave cuadro depresivo después de ser abandonada. Amiga de los más brillantes exponentes de la inteligencia parisina, fue presentada por Paul Claudel a Jacques Lacan. Cuenta la crónica que después de varias sesiones de psicoterapia, el renovador del pensamiento de Freud, presentó su pronóstico a la confundida paciente: “O el manicomio o Dios”. Dora opto por lo segundo y, de acuerdo con Damarice Amao, una de las curadoras de la exposición que el Museo Pompidou le dedica estos días a la artista, “Por el resto de su vida irá todos los días a rezar a la iglesia y asistirá a misa”. Después de Picasso se fue a vivir a Provenza en una casa que le regalara el maestro español para mantenerla alejada, donde seguirá pintando y trabajando en sus negativos. La salida de Lacan, y esta es otra limitación del método psicoanalítico, su incapacidad de generalizar un tratamiento, es buena solo si a uno le gusta la compañía de Dios, lo cual no es un sentimiento universal. En el caso de Maar, la intuición del psiquiatra francés fue la correcta, resultado más de su agudizada intuición que de una aplicación del método científico.
Milán, jueves 13 de junio de 2019
Nos acercamos, con la absurda y cruel premura de siempre, a la mitad de este 2019 sin tener claro ni siquiera cuando comenzó. Tampoco ayuda mi proyecto existencial de vivir en dos países, como en la historia de Dickens. Siento que no estoy ni en uno ni en el otro. Los planes que he comenzado allá están postergados, mientras que los de aquí se dirigen a un aplazamiento inevitable. El nieto llegó ayer a los siete años, y yo ni siquiera he terminado la copa que llené para celebrar su llegada. Una vez un vecino en Nueva York, mientras subíamos al piso dieciocho de mi edificio, alcanzó a decirme que un día, mirando televisión con su hija de tres años, aprovechó una pausa publicitaria para buscar una cerveza y cuando regresó la chica ya estaba en la universidad. No hay como el tiempo para pasar. Aquí, la primavera se niega a irse y el día de hoy ha sido esplendido, con la luz más transparente y los cielos más altos y azules, con el telón de fondo de los Alpes imponentes. No obstante, las ominosas golondrinas se han presentado para recordarme que el insoportable verano se prepara para un largo sitio.
Alejandro Oliveros
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