Diario literario

Diario literario 2019, diciembre (parte II)

El naufragio del Medusa. Théodore Géricault, 1819

14/12/2019

Milán, martes 3 de diciembre de 2019

La nave de Esquilo y Gericault

Recuerda Esquilo en Siete contra Tebas una convicción reiterada de los griegos, quienes sabían lo que decían, tratándose de una de las grandes culturas marineras de la Antigüedad mediterránea, según la cual el estado era una nave y el gobernante el piloto que desde la popa la conducía. Si es así, la nave del Estado venezolano naufragó hace tiempo, y lo que queda son los restos del triste episodio con sus sobrevivientes, quienes flotan aferrados a cualquier fragmento de la nave. Un espectáculo trágico no muy distinto al que representó Gericault en su estupenda “El naufragio del Medusa”. Los que lleguen a puerto tendrán que darse a la tarea de construir una nueva nave y, si hay tiempo todavía, volver a la mar a rescatar a los sobrevivientes.

Bligny les Beaune, viernes 5 de diciembre de 2019

T.S. Eliot en Borgoña

“El invierno nos mantuvo cálidos”, dice Eliot al comienzo de La tierra yerma. Los que hablan son los muertos del poema que se lamentan de la cruel belleza de la primavera (“Abril es el mes más cruel”) perdida para siempre. En cambio, en invierno la pasan bien, no tienen nada que perderse en la superficie, al tiempo que a dos metros bajo tierra las temperaturas no son gélidas como en la superficie. Algo que saben bien los productores de vino, quienes se alegran con temperaturas como las de hoy, de -5 ºC, especialmente los de vinos de Borgoña, cuya uva ama el frío, sin llegar a los extremos, mientras se conservan bajo tierra. Si abajo está tibio, afuera hasta la luz está congelada. Y así, congelada, ilumina árboles y viñedos formando un onírico paisaje vegetal, cuya belleza es pareja a la de la primavera que tanto añoraban los muertos de Eliot.

Milán, lunes 9 de diciembre de 2019

Poesía y público 

Sigo con la lectura intermitente (es la única manera de leer un libro tan denso) y solo milanesa de Poesia e pubblico nella Grecia antica, el difundido y reeditado estudio del profesor emérito Bruno Gentili de la Universidad de Urbino. En otro de estos cuadernos me he referido a este volumen, en particular cuando me he escrito sobre la llamada cuestión homérica. Esta, en síntesis, se detiene a tratar de responder la pregunta más inquietante de la filología clásica: ¿fueron originalmente escritos los poemas homéricos, como se pensaba en los siglos XVIII y XIX, o fueron en su totalidad una composición originalmente oral? El siglo XX fue partidario de la segunda tesis. Por lo menos después de las investigaciones de Milman Parry y su discípulo Alfred Douglas. Gentili, sin una fidelidad acrítica, se confiesa partidario de esta posibilidad: “El arte de la memoria siempre ha sido uno de los instrumentos fundamentales para la conservación de los datos y las nociones que forman el tejido de una tradición cultural”. A pesar de su fidelidad a los principios de la filología clásica, el catedrático de Urbino se refiere reiteradamente al oficio de la poesía en tiempos modernos: “El elemento que distancia radicalmente la poesía griega de la moderna es el tipo de comunicación, no destinada a la lectura, sino al performance delante de un auditorio, ejecutada por un individuo, o por un coro, con el acompañamiento de un instrumento musical”. Todavía espero dedicarle muchos años de intermitencia a la lectura de este libro apasionante.

Milán, martes 10 de diciembre de 2019

Dolcetto y Mussolini

En Dogliani, para probar los vinos del amigo Nicola Chionetti y luego almuerzo en Monforte d’Alba en el centro del Piemonte (el cacofónico “Piamonte” del DRA) italiano. Nicola es egresado en estudios clásicos de la Universidad de Torino y fue el alcalde más joven de Italia cuando se encargó, hará una década, de la alcaldía de Dogliani. Ahora, lejos de la política y, no tanto, de los estudios académicos, se ha encargado de la producción de vinos en la “Azienda” familiar de San Luigi, produciendo algunos de los caldos más puros de la región, siguiendo los pasos -y haciéndolos nuevos- de su abuelo, el legendario Quinto Chionetti, el cual me honró durante años con su amistad. Hablamos del proyecto de publicar en italiano mi Exilios, una serie de poemas  que tuve el privilegio de leer, en su versión italiana de Marcela Lippi y Ana María del Re, en julio pasado al aire libre en su propiedad, y frente a los viñedos de Briccolero, para un grupo de productores amigos. Pero lo más revelador en esta oportunidad  fueron sus comentarios sobre el ascenso de Mussolini a partir de una serie documental en la televisión italiana. A medida que enumeraba las causas del irresistible ascenso del Duce (descuido de los políticos liberales, colapso de las izquierdas, rechazo del desorden de la política tradicional, populismo y astuto manejo de la imagen pública), pensaba en lo aprovechado que había sido el teniente coronel que se apoderó del poder en Venezuela hace un par de décadas; leía poco, entendía menos, pero se fijaba mucho, como quiere el cuento. Para terminar, me regala el precioso La crisi dell’utopia, donde el profesor Luciano Canfora comenta, con la erudición que conocemos, y a lo largo de 420 páginas, la polémica entre Aristófanes y Platón. Pero, en el fondo, se trata de una nueva reflexión sobre los alcances de la utopía: “¿Los fracasos liquidan la utopía o la utopía sigue siendo una necesidad moral más allá del naufragio? ¿Y la demonización, nada difícil, de la utopía no se convierte en una coartada para blindar por siempre lo establecido y la injusticia?” Un presente que agradezco tanto como las botellas de su Briccolero con las cuales regresé a Milán.

Milán, miércoles 11 de diciembre de 2019

Equinoccio

Los días avanzan, cortos y fríos, hacia Navidad. Al menos en este hemisferio septentrional, porque es otro de los absurdos de la Creación (otro es que tengamos que morir), que en este mismo momento, en la otra mitad del planeta, los días sean más largos y calientes. Recuerdo que en Nueva York decían que el invierno comenzaba en realidad el día de Acción de Gracias, a finales de noviembre. Y no el veintiuno, fecha oficial del equinoccio. Y es verdad, a partir de ese día, que cierra el onceavo mes del año, un telón invisible cae sobre este mundo, oscureciéndolo y enfriándolo. Para nosotros, criaturas de la zona tórrida, siempre es arduo adaptarse a estos cambios de iluminación en ese gran teatro que es el mundo. Para mí es aún más serio, cuando recuerdo que no me sirve la noche para trabajar, y con días que comienzan perezosamente hacia las 8 a.m. y terminan aceleradamente a las 4.30 p.m. No es mucho lo que puedo hacer, aparte de que soy “chef” invitado durante las semanas de mi permanencia. Y, como saben todos los que se atreven con los fogones, se trata de un oficio que requiere de buen tiempo y concentración.

Retrato de Rainer María Rilke por Paula Moderson-Becker. 1906

Rilke y Specchio

Poema nocturno de Rilke

Quieto y seguro candelabro colocado
en el borde: la noche se hace más nítida.
Nos disipamos alrededor de tu base
tanteando la oscuridad.

Nuestro destino es no ver la salida
de este extraño laberinto interior;
te apareces encima de nuestros obstáculos
y los iluminas como una cima.

Tu alegría domina nuestro reino
y con dificultad tomamos lo que queda;
como la noche pura del equinoccio
te levantas y compartes día tras día.

¿Quién podrá inculcarte la mezcla secreta
que nos perturba? Posees esplendores
de todas clases, pero nosotros estamos
dados a lo insignificante.

Cuando lloramos nuestro llanto no conmueve,
donde miremos estamos apenas despiertos.
Nuestra sonrisa es incapaz de seducir,
Y si lo hace, ¿a quién seduce?

Uno cualquiera. ¿Me lamento, oh Angel?,
Pero, ¿cómo hacer mío el lamento?
Grito, golpeo con dos maderas
sin esperar que alguien me escuche.

No es mío el estrépito que puede alcanzarte,
cuando no sentías como yo soy.
Luz, luz. Que las estrellas no me pierdan
de vista. Porque me desvanezco.

Sín título, como lo dispuso el mismo Rilke, mi querido y lamentado Mario Specchio incluyó este texto en su Poesie alla notte, su traducción de los Gedichte an der Nacht (Poemas a la noche) del vate del Malte, una de sus colecciones menos difundidas. Constituyen una serie de veintidós poemas escritos antes y alrededor de 1917, y que prefiguran muchas de las figuras que reaparecerán en las más conocidas Elegías de Duino. Las versiones de Specchio son una muestra de un trabajo bien hecho. La literalidad es seguida hasta donde es necesario, y las libertades que puede tomarse no abandonan nunca el sentido y las justifica la musicalidad necesaria que, en este caso, y como debe ser, está más cerca del mismo Specchio que de Rilke. La hemos seguido muy cerca al poner el texto en español, sin resistir la tentación de dejarlo, solo por unos instantes, y confiarnos al original alemán.

Milán, viernes 13 de diciembre de 2019

Santa Lucía

La ciudad bajo una intensa nevada desde las primeras horas de la mañana. La escasa claridad destaca la blancura de los copos, que con impredecible coreografía caen sobre las desnudas copas de los árboles que tengo delante de mi ventana. La nieve llega con una música que, en su puro silencio, es la más reveladora e inquietante, y una de las más conmovedoras que he escuchado en mi vida. Es siempre la misma, con sus variaciones. Fue la que escuché por primera vez en el remoto diciembre de 1969 en Nueva York. Notas llenas de silencio que siento hoy una vez más con su melodía que evoca el misterio profundo. Esta tempestad de hoy la conocen en Italia como la “bufera di Santa Lucia”, al coincidir con el onomástico de  Santa Lucía y que, hasta no hace tanto, se creyó fuese el día más corto del año. Un lástima que a la pobre Lucía le hayan arrancado con violencia los ojos y se pierda todos los años de este espectáculo. Para compensar, tiene seguro su puesto en el cielo, donde no sabemos si nevadas como estas se presentan los 13 de diciembre.


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