Diario literario

Diario literario 2019, abril (parte II)

Dante meets Beatrice at Ponte Santa Trinita; por Henry Holiday. Óleo sobre lienzo, 1883.

13/04/2019

Tremedal

No cesa el agobiante calor en estas provincias de Dios. Una circunstancia que, cuando no se considera con seriedad y se toman previsiones, termina convirtiéndolo todo, el paisaje urbano y el humano, en el temido tremedal de Gallegos. Me recordaba en días pasados el maestro Jacobo Borges, la Valencia que le tocó vivir cuando venía a enseñar los fines de semana en la Escuela de Bellas Artes —en la cual, años después me correspondería el honor de enseñar hasta la jubilación—, lo grata que era la ciudad cuando sus actividades culturales tenían una influyente proyección nacional con sus salones de artes plásticas y sus bienales literarias. Un discreto centro urbano visitado de manera reiterada por los mejores espíritus de la época. Nuestro Juan Sánchez Peláez fue el primer director de publicaciones de la Universidad, mientras José Vicente Abreu dirigía su orquesta de cámara y Rodolfo Izaguirre, Lorenzo Batallán o López y Mateos venían a participar en las actividades del Cine Club. Veinte, treinta años más tarde, de todo eso sólo quedó el polvo del camino que levantaron los visitantes que se fueron. El polvo del camino y el calor que, como el rayo de Miguel Hernández, no cesa. El bochorno, como se sabe, es capaz de doblegar cualquier voluntad; fue lo que le ocurrió, en todo caso, a Almayer; el europeo colonizador que, de acuerdo al relato verídico de Joseph Conrad, fue envuelto por las lianas del trópico de Malasia y se degradó de manera irreversible. Por la misma época, y con no menos intensidad, Gallegos describía el proceso de decadencia que acabaría con la pátina civilizada de Mario Vargas, sumergido en los verdores asfixiantes de Canaima. Veinte años después de la arremetida de los bárbaros, Valencia es el recuerdo, por fortuna nítido y de colorido fascinante, de un gran artista como Jacobo Borges.

Relieve en terracota de Gilgamesh peleando con el Toro del cielo.

Gilgamesh

Gilgamesh es la madre de todas las epopeyas a este lado del Ganges. Nada más glorioso ni más existencial, especialmente en su fracaso, que la épica de este rey babilonio en busca de la inmortalidad, esa la más humana de todas las aspiraciones. El cantor sumerio que escribió en el cuneiforme de sus tablillas la historia, diseño el esquema de lo que sería la aventura de todos nuestros héroes. El descenso al inframundo, el enfrentamiento con criaturas monstruosas; y, sobre todo, la prueba de las pruebas, superar las tentaciones del eros. A Ulises le llevó buena parte de su periplo, si recordamos que, entre Calipso y Circe, se le fueron ocho años, que han podido ser más si no se hubiese apresurado a escapar de las jóvenes tentaciones de Nausicaa. En el caso del monarca babilonio, la “amenaza” adoptó la forma de la bella y sexi Istar, diosa del amor y de Uruk. Más decidido que el griego, Gilgamesh rechaza con violencia,  la seducción de la atractiva Istar:

¿Cuál de tus novios
duró para siempre?
¿Cuál de tus caballos
logró subir el cielo?

Te enamoraste del león,
de vigor tan calmado,
le cavaste siete trampas
y siete más.

Te enamoraste del caballo,
aplaudido en la batalla:
fusta, aguijón y tralla
le has dado por destino;
siete leguas dobles al galope
le has dado por destino;
 agua turbia por bebida
le has dado por destino.

¿Y justo a mí vas a quererme,
para abandonarme luego como a ellos?

Pero no se rechaza de tal manera los avances de eros con impunidad. Y bajo los mentidos ruegos de  Istar, su padre, el dios Arnu, suelta al Toro del Cielo, que provocará una terrible sequía en tierras babilonias,  el reino de Gilgamesh, al beberse toda el agua del Eufrates. La venganza de Istar se ha consumado.

Caracas, viernes 5 de abril de 2019

Estado de sitio

Por naturaleza, que no por decisión propia, tiendo al aislamiento. Soy poco sociable, una condición de mis orígenes nirgüeños, y rehuyo los actos públicos y entrevistas hasta donde es posible. No obstante, me gusta reconocerme como alguien que depende estrechamente de los otros; no sabría vivir sin esas presencias. Me he propuesto siempre, con resultados desiguales, pensar en el otro en la mayoría de mis actos. He publicado revistas para que los amigos publiquen; y, en alguna oportunidad, lo hice para que otros la dirigieran. Escribo para ser entendido, pensando en el lector, a quien nunca he considerado un “hipocrite”. Y doy mis clases con el mismo objetivo. Es muy probable que, sin saberlo, se trate de una oblicua expresión de un egoísmo desmesurado y que, paradójicamente, cuando soy generoso lo hago pensando en mí y no en los demás. Esta sería la lectura de un psicoanálisis ortodoxo. No lo negaría, pero nunca lo habría hecho consciente de la impostura. Pienso en esto desde el “corazón de las tinieblas”, donde las posibilidades de participar de las bondades y dones que procura la alteridad son las más precarias. No parecen ciudades para el afecto  las nuestras. Escases, inseguridad, acoso, migraciones, oscuridad, incomunicación, precariedad son apenas unos obstáculos; sin contar con los males psíquicos como la depresión, la manía o el insomnio. Este no es país para el amor, decía el gran James Baldwin, a finales de los sesenta, para referirse a los Estados Unidos, su país natal.

Caracas, domingo 7 de abril de 2019

Antonio Machado lector de Heidegger

Decía Juan de Mairena:

Yo no sé bien qué trascendencia puede alcanzar en el futuro del mundo filosófico –si existe este futuro- la filosofía de Heidegger, pero no puedo menos de pensar en Sócrates, y en la sentencia délfica que a la pregunta esencial de la metafísica: ¿qué es el ser?, responde: investigadlo en la existencia humana; que ella sea nuestro punto de partida (Das Dasein ist das Sein des Menschen). Y para penetrar en el ser no hay otro portillo que la existencia del hombre, el ser en el mundo y en el tiempo… Tal es la nota profundamente lírica, que llevará los poetas a la filosofía de Heidegger como las mariposas a la luz.

No creo que, en España, nadie haya entendido al oscuro Heidegger con la claridad de Machado. Esto lo escribió hacia 1937; apenas diez años después de la aparición del Ser y tiempo heideggeriano, y por lo menos veinte años antes de que se tradujera por primera vez al castellano. O lo leyó en el original alemán o en la traducción fragmentaria al francés de Henri Corbin, publicada ese mismo año en Francia. Lo que impresiona es que el que escribe no es un profesor de filosofía ni un filósofo profesional. Apenas un poeta e intelectual, pero uno como sólo, en toda la historia de la península, coincidieron en España durante los años previos a la tragedia franquista. Dos años después de escribirlo, Machado y los mejores de sus contemporáneos, fueron obligados al destierro. Lo que perdió España con este gesto es sólo igualable a la costosa expulsión de árabes y judíos en 1492. Es una fatalidad, cada vez que España se suma al coro de las naciones europeas, al cual pertenece, la reacción arremete con la furia de un toro de lidia y destruye lo que con esfuerzo se ha tratado de levantar. No piensa, embiste.

Valencia, lunes 8 de abril de 2019

Vita Nuova (1). Imaginación romántica

Pocos movimientos, de haberlo, más contradictorios que el romanticismo. Hubo románticos republicanos y monárquicos; transgresores y conservadores; realistas y fantásticos ateos y creyentes; protestantes y católicos; innovadores y tradicionalistas; locos y cuerdos; suicidas y longevos; flacos y obesos; adictos y alcohólicos; precoces y longevos; y, de manera inusual y bienvenida: hombres y mujeres románticos. Y no podía ser de otra manera. Efectivamente, su mismo fundador, el gran Novalis, iluminado y visionario, había hecho de la conciliación de los contrarios uno de los fundamentos de su ideología. En un pequeño ensayo publicado en el legendario número especial de la revista Cahiers du Sud dedicado al romanticismo alemán en 1939 (fui privilegiado con un ejemplar por la generosidad de José Solanes), Jean Wahl seleccionó algunas afirmaciones de Novalis que son de una actualidad irreprochable y expresan la esencia de la filosofía romántica. Frases como estas, donde se manifiesta la capacidad visionaria del joven poeta: “Destruir las contradicciones es la tarea más elevada de la alta lógica”; “El hombre se contradice sin cesar”; “El consciente y el inconsciente se fundirán uno en el otro”; “Soñar y no soñar al mismo tiempo es la operación del genio”; “Un día el hombre soñará y estará despierto al mismo tiempo”; “El realismo y el idealismo se transformarán el uno en el otro”; “Todo consiste en una unión de la razón y la intuición, de lo interno y lo externo”. Por supuesto, al profesor Wahl no se le olvida señalar la prefiguración de Hegel que se siente en estos fragmentos.

Uno de los signos más reveladores de esta deriva conciliatoria, es la improbable atracción que la Edad Media ejerció justo sobre los artistas y pensadores que, a principios del XIX, estaban fundando la modernidad. Lo natural es que se hubiesen sentido fascinados por las rupturas sociales y estéticas del Renacimiento; pero en los románticos, con su reiterada exaltación de la irracionalidad, nada es “natural”. Toda ruptura es romántica y, sin embargo, hasta Maquiavelo no se conoció ninguna fractura considerable en el largo intermedio medioeval. La religiosidad del período atrajo a los pensadores y poetas más creyentes, como el mismo Novalis; pero no a un sector bien representativo que había descartado el consuelo de la religión, como Byron y Shelley o Lamartine y Leopardi. Un atributo, sin embargo, de lo imaginario medioeval los atrajo de manera unánime: la exaltacion de lo fantástico en su arte y literatura.

Beata Beatrix; por Dante Gabriel Rossetti, 1870.

Valencia, martes 9 de abril de 2019

Comienzo a transcribir las notas que tomé esta mañana, privilegiado por el servicio eléctrico (léase aire acondicionado) que se prolongó hasta mediodía; desde entonces, a merced del calor, los zancudos y la humedad; trabajo aprovechando  la luz natural de un sol que se va poniendo de manera veloz e irreversible. Sin los servicios básicos, la provincia se aleja y uniforma; lo mismo aquí, a dos horas de Caracas, que en Ocumare de la Costa, Bejuma o Caicara del Orinoco. El fantasma del Mario Vargas de Canaima recorre estos montes y colinas.

Vita Nuova (2)

Ningún imaginario más rico en construcciones fantásticas que el de la Edad Media. El Purgatorio es sólo una de ellas: “La lenta y azarosa inserción de un más allá, intermediario entre el infierno y el paraíso, y su posterior expansión como elemento capital de la nueva sociedad y de la nueva ideología que se sitúa en el umbral del mundo moderno occidental hacia el año 1200, constituyen uno de los grandes episodios de la historia espiritual de Occidente” (Le Goff). La literatura del cristianismo primitivo es una crónica de visiones, de viajes al más allá y encuentros extraordinarios; el Purgatorio de San Patricio es uno; y la Divina Comedia otro. La escultórica de las grandes catedrales góticas es también una escritura fantástica, protagonizada por las más asombrosas criaturas. En los ciclos arturianos lo fantástico es lo más atractivo; caballeros que recogen su cabeza decapitada para cabalgar tranquilamente de regreso al castillo. Brujas, magos, hadas, criaturas voladoras con forma de dragones y otras rarezas. La crítica del XVII y del XVIII le restó trascendencia a esta imaginación desbordada, y la relegaron a la geografía del bosque donde sobrevivió y se multiplicó hasta convertirse en folklore. Los románticos hicieron lo contrario. A los Grimm, miembros destacados del romanticismo alemán, les debe Occidente la sistematización y divulgación del precioso material. No sólo fueron reconocidos los anónimos creadores del fantástico popular, sino otros como Dante de impecable formación filosófica. Se dice, no sin razón, que Shakespeare fue uno de los mejores inventos del romanticismo. Lo mismo se puede decir del vate florentino. La fortuna crítica de la Divina Comedia la debemos a los teóricos de comienzos del XIX. La primera ocasión académica en la que Dante es reconocido como uno de los grandes autores de todos los tiempos (nadie lo consideró así durante dos siglos), es de 1803 y se la debemos a Schlegel, que consideró a la Comedia como una feliz conjunción de filosofía y poesía.

Caracas, miércoles 10 de abril de 2019

Vita Nuova (3)

La Edad Media rindió culto a lo fantástico y el Romanticismo también, pero no así la Ilustración. Es más que probable que Vida nueva, la obra juvenil de Dante dedicada a la exaltación del amor profano, haya sido ignorada durante más de un siglo. Para los románticos y post-románticos, y en especial para los pre-rafaelistas se convertiría en lectura frecuentada, lo mismo que la Comedia. Tres elementos llamaron la atención de los vates y teóricos desde finales del XVIII: estaba dedicado al amor, era autobiográfico y era una acabada muestra de literatura fantástica con magníficas visiones y reiterados sueños (El alma romántica y el sueño es como Albert Beguin tituló su memorable tratado sobre el movimiento). Apenas comenzado el libello (librito), Dante describe una de estas experiencias memorables, estimulada por su platónico y cortés amor por Beatriz de la cual quedó prendado desde sus nueve años:

Y pensando en ella me acometió un agradable sueño en el cual se me apareció
una maravillosa visión.

Suficiente. Uno no se imagina a Voltaire o a los enciclopedistas expresándose en esos términos. Ni, al otro lado del Canal de la Mancha, a gente tan seria como el Doctor Johnson, Pope o Dryden, los más altos exponentes del racionalismo neo-clásico del XVIII. Sigue el vate florentino:

Me pareció ver en mi cuarto una nube de color de fuego dentro de la cual
Discernía una figura de un hombre de pavoroso aspecto. Parecíame tan
Contento que era cosa admirable. En sus palabras decía muchas cosas
Entre las cuales percibí estas: Ego dominus tuus (Yo soy tu Dios). En
Sus brazos me parecía ver una persona que dormía desnuda, tan solo
Envuelta, a mi parecer, en un paño ligeramente rojo… En una de sus
Manos me pareció que él tenía una cosa ardiendo y creía que me decía
Estas palabras: Vide cor tuum (Mira tu corazón).

Una vez que estuvo así algún tiempo, me pareció que despertaba a la
Que dormía. Y de tal modo empleaba su poder que le hacía que ella
Comiese de lo que ardía en su mano y ella comía con inquietud. Después
De esto tardaba poco su alegría en convertirse en amarguísimo llanto y,
Llorando así, estrechaba a aquella mujer en sus brazos y me parecía
Que con ella se elevaba hacia el cielo.

 La figura de pavoroso aspecto es Amor elevado a la categoría de omnipotente deidad, y la “persona” que dormía desnuda es Beatriz, por supuesto; a la cual, a estas alturas, sólo había visto el poeta en dos ocasiones, a sus nueve años y a sus dieciocho. De una manera parcial Dante describió su experiencia en un soneto (A ciascun’alma presa e gentil core / nel cui cospetto ven lo dir presente) y lo envió a sus colegas poetas solicitando una interpretación. Entre ellos el primero de sus amigos, el notable Guido Cavalcanti; quien, en su poema de respuesta, ofrece una inteligente lectura. No obstante, habría que esperar por el instrumento del psicoanálisis para pretender una exégesis más precisa. Lo que al lector moderno aparece como visión maravillosa, de una impresionante  plasticidad cinematográfica, digna del genio de realizadores como Buñuel o David Lynch, a Dante resultaba de lo más natural, y probablemente también a sus lectores. La Vida nueva, con estas y otras narraciones igualmente portentosas, es la obertura a una de las más grandes óperas visionarias de todos los tiempos: la Divina Comedia.


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