DIARIO DE MILÁN

Diario de Milán: octubre 2018 (parte I)

Pompeya. Fotografía de Carlo Mirante

20/10/2018

Milán, jueves 18 de octubre de 2018

He regresado a esta ciudad que, de la manera más impensada, se ha convertido en el segundo centro de mis andanzas. Nadie es responsable, en términos absolutos, de su destino y, en tiempos de migraciones, tampoco de las ciudades a donde ha de ir a parar con su blancos huesos. De Italia siempre preferí Roma a los otros centros urbanos, pero Milán, siempre cosmopolita, sede de la más prestigiosa casa de ópera y del mas activo teatro contemporáneo, aparte de su vecindad con los amigos productores de Piemonte, es un destino privilegiado. Es cierto que no dispongo de mis muy queridos y polvorientos libros, pero la luz alpina y las temperaturas frescas son una invitación a trabajar, lo cual, y lo agradezco a los dioses, puedo hacer de manera cotidiana.

Pompeya: te quiero más que dos meses más

Dos meses de vida más allá de la muerte es lo que le han concedido los arqueólogos a los miles de fallecidos en Pompeya durante la grande y devastadora erupción de 79 d.C. Los distraídos residentes de aquella Arcadia romana vivieron, de acuerdo a la tradición, su última jornada el 24 de agosto de aquel año aciago. La fecha fue la fijada por Plinio el Viejo en célebre carta a Tácito. No obstante, de acuerdo con un graffiti apenas descubierto (XVI K NOV IN ULSIT PRO MASUMIS ESURIT), la catástrofe se habría producido dos meses después, el 24 de octubre del mismo año, bajo la luz bendita del otoño napolitano. Algunos indicios ponían en duda la autoridad de Plinio. Entre ellos, el más notable son los restos de granada madura que fueron preservados por las cenizas. Como se sabe, la granada es un fruto de maduración tardía, la cual se produce generalmente en octubre. Dos meses de vida todavía le quedaba a la población pompeyana. Un periodo nada deleznable para una gente que, sin las mortificaciones de la culpa, vivían a diario el placer de vivir en la mejor tradición epicúrea.

Dos venezolanos en Milán

En estos días, en la sede milanesa de la Fundación Prada, se abrió la muestra Sanguine, organizada por el reconocido artista belga Luc Tuysman. Se trata de una colectiva de ochenta obras ejecutadas por treinta y seis artistas internacionales, entre ellos dos venezolanos: Carla Arocha (1961) quien, en colaboración con Stephane Schraenen participa con dos trabajos notables, y Javier Tellez . A la primera no la conozco en persona, al segundo sí y desde los ahora lejanos tiempos de su adolescencia. Tellez nació en Valencia en 1963, donde por algún tiempo cursó estudios en la misma Escuela de Bellas Artes donde yo enseñaba  Estéticas Contemporáneas, e Historia del Renacimiento y el Barroco. En esa época, Javier era mas conocido por ser  hijo del psiquiatra madrileño, residenciado en Venezuela, Pedro Tellez Carrasco, destacado docente de la Universidad de Carabobo y a quien rendí homenaje con una entrega especial de su revista de cultura. Después de abandonar sus estudios formales, en un gesto premonitorio de lo que iba a ser su poética informalista y trasgresora, se fue tempranamente a vivir a Nueva York, todavía centro de sus muchas actividades. Las labores del padre en la Colonia Psiquiátrica de Bárbula, donde especialistas como el Dr. Jose Solanes y su equipo modernizaron de manera atrevida la practica psiquiátrica, emulando las experiencias del Dr. Tosquelles en la Barcelona de la pre-guerra civil, habría de marcar hondamente la sensibilidad del joven artista. En sus instalaciones más conocidas, Javier reproduce las salas de reclusos en los pabellones de la Colonia, extremando los lados más oscuros de la práctica, como los aparatos de electrochoque, las ataduras y las camas. De las instalaciones, el valenciano pasó a los videos y luego a las películas. Con una de estas producciones cinematográficas se presenta al público milanés en SanguineNosferatu (The Undead), que es como se llama, es una cinta de 33’ en la que largas secuencias de la película de Friedrich Wilhelm Murnau se alternan con un grupo de pacientes mentales que son invitados a contemplar la cinta. Antes, durante y después, los mismos enfermos son vistos en diversas estancias hospitalarias hasta que uno de ellos es sometido a las convulsiones del electrochoque, verdadero leit-motiv de la producción de Javier Tellez. Su tesis, según la cual los pacientes manicomiales son “muertos en vida”, resulta poco menos que irrefutable después de asistir a la inquietante representación.

*

Sin embargo, con todo lo que de gloriosa pudo tener la experiencia pompeyana; lo irrepetible de las memorias de Nápoles y lo mucho de sorprendente que hay en la muestra de la Fundación Prada, nada es comparable con la emoción que me produce estar al lado del nieto: este Alessandro nacido hace seis años en esta ciudad que fue privilegiada, a lo largo de casi veinte siglos, por la voluntad de Constantino o los genios más recientes de Marinetti y Gio Ponti.

Milán, viernes 20 de octubre de 2018

Afinidades

En una entrega reciente de La lettura, el estimulante papel literario de Il corriere della sera, fueron publicados dos artículos sobre tópicos que hemos comentado recientemente. El primero es sobre la Jerusalén liberada, la cual será presentada en la venerable Biblioteca Ambrosiana “travestita in lingua milanese”. Es decir, puesta en el dialecto que una vez fuera común entre los nativos de la ciudad y que hoy apenas se escucha en algunos reductos tradicionales o entre lo choferes de taxi o mesoneros de los restaurantes del centro. El otro es sobre René Char y su influencia en su traductor al italiano, el poeta Giorgio Caproni. Aparte de la sensibilidad, compartieron experiencias hondas, como participar, de manera activa, en la resistencia contra la ocupación alemana en sus respectivos países. Estas son unas líneas de Thor, uno de los textos más conocidos del francés:

Char:

Dans le sentier aus herbes engourdies ou nous nous etonnions, enfants, que
la nuit se risquat a passer, les guepes n’allaient plus aux ronces et les oiseux
aux branches. L’air ouvrait aux hotes de la matinee sa turbulente inmensite.

Caproni:

 Sul sentiero d’erbe intorpidite dove stupivamo, ragazzi, che l notte s’azzardase
a passare, le vespe non volavano piu ai rovi e gli ucelli ai rami. L’aria apriva
agli ospiti del mattino la sua turbolenta inmensita.

Una traducción, puramente literal, y apresurada, al castellano diría así:

En el sendero de entumecidas hierbas donde, de niños, nos asombrábamos de
que la noche se arriesgara a pasar, las avispas no se acercaban a las zarzamoras
ni los pájaros a las ramas. El aire, a los huéspedes de la mañana, se abría en su
turbulenta inmensidad.

No creo que Char lo tuviera pendiente, pero me resultan indisociables de este texto algunos poemas de Leopardi, como Infinito o Remembranza. Nunca ha sido sencillo para los traductores de Char lidiar con el tono oracular de su poesía que, al parecer; y no tendría nada de extraño, gustaba a Heidegger. Y en castellano lo han intentado de manera reiterada, pero ninguno de modo tan feliz como lo hiciera el desaparecido poeta Raúl Gustavo Aguirre en una antología legendaria, publicada por Ediciones del Mediodía, de Buenos Aires, a mediados de los sesenta del siglo pasado. De Raúl Gustavo, a quien conocí en su dirección porteña en 1972, y de quien fui amigo desde entonces, y pude traer a la Venezuela perdida de 1976, son estas iluminadas líneas escritas tres años antes de su temprana muerte:

Pembroke Bay

Alla quedo: recondita
entre el cielo y el mar y las colinas,
con sus arenas lucidas, su propia eternidad,
en el azul fosforescente, sola
entre los elitros de la tormenta y el galeón estallado,
entre las piedras del coleoptero y el áspero versículo
del caracol, y el viento que vomita la nieve
y el cormoran que eleva sus ojos hechizados
en un edén de espumas y asfodelos
donde secretamente avanza el leviatán
hacia el fin de la noche, dios lejano,
hacia los grandes témpanos que han roído las olas
y la aurora boreal.
Reina de callados pensamientos
entre los horizontes y las rocas de Priapo,
oh, blanca tumba mía, preferida entre todas.

 (Port Stanley. Islas Malvinas 1980)

*

Que la vida no tiene sentido lo sabemos desde los griegos. Lo que no recordaba es qué tan tempranamente comenzamos a tener conciencia de esta fatalidad. Lo siento este año como una revelación a través de la experiencia de Alessandro. Hasta junio pasado estuvo en lo que aquí llaman escuela materna y que se corresponde con nuestro kindergarten (jardín de infantes). No sabía el nieto lo que perdía cuando egresó de esos espacios. Entonces, todos los días eran brillantes y el sol sonreía todas las mañanas aún bajo las mas cerradas nieblas. Era el imperio del homo ludens, una existencia cuya esencia era el juego infinito e irresponsable. Ah, esos días sin tareas cuya única responsabilidad era la de ser felices de manera sostenida. En los cuales los deberes se limitaban a comer, lavarse los dientes y dormir para repetir la rutina todos los días. La vida girando alrededor del juego y goce incesante. Solo una vida sin sentido permite que eso se acabe. Que apenas tres meses más tarde todo cambie de manera tan radical. Ahora el juego, sin dejar de existir, ha dejado de ser la esencia de la existencia. Los deberes, los odiosos deberes, cualesquiera que ellos sean, son cada vez mas imperiosos y urgentes. Las tareas escolares siempre son para ese ingrato “mañana” que se extiende a lo largo del año escolar y que incluyen largas horas de estudio de las cosas más inútiles, como italiano o inglés o matemáticas, y pare de contar. Alessandro ha comenzado a sentir que la vida no es solo insensata sino injusta. “¿Qué he hecho para que esto me pase justamente a mí?”, escucho que piensa.

Il piccolo

Il Piccolo teatro ni descansa ni se cansa. La influyente compañía fundada por Georgio Strehler y convertida en la heredera más firme y fiel del legado brechtiano, se presenta este otoño con dos prometedoras producciones. La más atractiva pareciera ser Machina Hamlet, la enigmática versión que Muller hiciera hace décadas de la obra de Shakespeare y que, en su debida oportunidad, se presentara en Caracas. Reaparece ahora aquí en Milano con la exquisita escenografía de Bob Wilson, un asiduo de estas regiones, en especial de la vecina Varese, donde montó su inolvidable muestra de video-pinturas en los salones propicios de Villa Panza. Lo otro que nos tiene Il Piccolo es una adaptación de la formidable pieza de Thomas Middleton The Revenger’s Tragedy, puesta en italiano como Il Vindicatore. Se trata de uno de las mejores tragedias de venganza post-isabelinos donde no escasean los asesinatos y la sangre. Todas, en el fondo, incluyendo a Hamlet, secuelas de la transgresora Tragedia espanola, del gran Thomas Kyd. Una programación como la de Il Piccolo es suficiente para traer mis blancos huesos a Milán, como si no bastara la companía de Alessandro.


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