Fotografía de Andrés Kerese | RMTF
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Canis lupus familiaris es el nombre científico del perro y es, posiblemente, el primero de los animales domesticado por el hombre.
Humanizarlos es uno de los principales errores que cometemos a la hora de relacionarnos con nuestros perros. El respeto que le debemos, si es que los consideramos como parte importante de la familia, debería comenzar por entender que los perros de la casa no son igual a nosotros y que, muchos de nuestros hábitos como especie, no aplican en ellos. Que nos haga feliz vestirlos o cargarlos todo el día metidos en una cartera, y ellos estoicamente lo soporten, no necesariamente quiere decir que lo disfruten. Los perros son lobos domesticados que, hace 18.000 años, a cambio de un techo donde resguardarse, un plato de comida al día y mucha compañía, aceptaron ser domesticados. Los perros evolucionaron como especie y consiguieron hacerse útiles, así sea emocionalmente, para los hombres. La inteligencia de los perros es incuestionable. Aprenden lo que el humano está dispuesto a enseñarles y, para nuestra sorpresa, se encargan de darnos lecciones de disciplina, verdadera solidaridad y amor puro. Seguramente Laika, el 3 de noviembre de 1957, antes de convertirse en la primera perra muerta durante la aventura espacial de la Unión Soviética, subió a la cabina del Sputnik2 de lo más contenta solo porque estaba complaciendo a su entrenador.
En casa tenemos cuatro perros, tres machos y una hembra. Y cuando digo en casa es porque no hay un solo espacio de ella del que no se hayan apropiado. Aunque disponen de un generoso jardín, la mayor parte de su vida la hacen echados al lado de nosotros. En lo único que se parecen entre ellos es que los cuatro ladran y caminan en cuatro patas. Aparte de esto, ni en tamaño, ni en color y, mucho menos en carácter, tienen alguna similitud. A pesar de todas sus diferencias y fieles a su instinto animal son una manada. Códigos, que solo conocen ellos, son los que dictan su comportamiento. Su médico veterinario optó por llamarlos “Los Campesinos”. Son perros que no están acostumbrados a salir a la calle y no saben caminar con collar y correa. No se sientan o se acuestan cuando se les indica y es muy raro que den la pata. Llevarlos a consulta es una faena tan complicada que el veterinario, la mayoría de las veces, prefiere ir a verlos en la casa. La mayor parte del día la pasan echados, pero cuando les provoca salen al jardín o se van de excursión a un barranco que tenemos detrás de la casa. Del barranco han regresado con animales muertos en la boca y nos los dejan como obsequios. Hasta ahora, un puercoespín es el único animal que ha logrado ganarles la pelea. Hemos tenido que salir tres veces a la emergencia veterinaria con alguno de los perros con la cara cubierta de espinas. En los últimos dos meses, y todavía no sabemos la razón, el efecto manada se ha repotenciado . Sus incursiones al barranco se han hecho cada vez más largas y se han ido extendiendo en horario. También comenzaron a irse en la madrugada. Aunque escuchábamos los ladridos a lo lejos nunca llegamos a preocuparnos por ellos. Hasta que, hace un mes, recibimos un mensaje a las cuatro de la mañana de uno de los vecinos por whatsapp. Los perros habían entrado a su casa y atacaron a su labrador causándole bastantes heridas. El comportamiento de los perros comenzó a ser más agresivo. Las peleas entre ellos, que antes eran muy esporádicas se hicieron frecuentes.
En toda manada siempre hay un líder. Es el perro que, a fuerza de carácter, dicta las normas de comportamiento de los demás. El macho alfa del que depende la tranquilidad del resto de la manada. En nuestro caso, es tanto el control que tiene sobre el resto de los perros, y sobre nosotros también, que nos vimos obligados a cambiar nuestros hábitos para evitar que se pelearan entre ellos. Tuvimos que dejar de hacerles cariños para no despertar celos. Nos vimos obligados a sacarlos de la casa durante la hora de la comida para evitar que brincaran sobre la mesa. Optamos, como medida de precaución, por encerrarlos cuando llegaba visita a la casa. Enrejamos todo el perímetro del jardín para que no pudieran irse de noche al barranco.
No somos de los que decimos que son como nuestros hijos, pero sí están lo suficientemente involucrados en la dinámica del hogar como para decir que el tema con los perros es un problema familiar. Consultamos con expertos en conducta canina. Googleamos sobre el tema. Buscamos en Youtube a ver qué consejo conseguíamos. Tratamos, sin muchos resultados, de pensar como un perro y aplicar técnicas de comportamiento de acuerdo a su especie.
Fue mi cuñada, una pediatra especialista en conducta y desarrollo infantil, quien nos recomendó, no para nosotros sino para los perros, una hora de Mozart al levantarse y una hora de J.S. Bach a la hora de dormir. Una técnica que ella sugiere aplicar a niños con algunos problemas de comportamiento y dificultades para dormir.
El Efecto Mozart existe; en 1993, FH Rauscher lo comprobó poniendo a escuchar durante 60 días a un grupo de ratones de laboratorio recién nacidos la sonata para Piano K448 de Mozart, a otro grupo les musicalizó el ambiente con piezas del compositor minimalista Philip Glass y a un tercero los dejó en el absoluto silencio. Después de los 60 días midió la habilidad de los ratones para salir de un laberinto. Los ratones Mozart lo descifraron mucho más rápido y sin tantos errores. Está demostrado que, después de escuchar la Sonata para dos pianos (K448) durante 10 minutos, un sujeto normal mejora sus habilidades de razonamiento y su IQ sube entre 8 y 9 puntos, aparte de que su presión arterial baja. Posiblemente, según mi cuñada, “una hora de Amadeus durante el desayuno podría disminuir la impulsividad de los perros, ayudar a su autocontrol y mejorar su convivencia”.
En el caso de J.S.Bach nos sugirió, en particular, Las Variaciones de Goldberg. Una composición que, según una historia no debidamente sustentada, fue creada por Bach en 1741, a petición del Conde Hermann Carl von Keyserlingk, para ser interpretada por el clavecinista Johann Gottlieb Goldberg durante las horas de insomnio del Conde. Bach compuso un aria seguida de 30 variaciones que, interpretadas por Goldberg en la recámara de Keyserlingk, lograban que el conde conciliara el sueño. Una variación consiste en alterar de forma consistente el tempo, la altura de las notas, su disposición, añadirle contrapuntos y cánones a un tema. Un canon es lo más parecido a contar ovejas o repetir un mantra para lograr dormir. Por eso, aparte de otro tipo de intervenciones, mi cuñada comenzó a recetar Bach a los niños con dificultad para conciliar el sueño. Para sorpresa de ella, algunos padres le reportaron mejoras apenas una semana después del inicio del tratamiento.
En casa llevamos poco menos de una semana levantándonos con la Sonata para dos pianos (K448) y yéndonos a la cama acompañados por el macho alfa de la manada y Las Variaciones de Goldberg. Aunque, todavía es muy temprano para atreverme a afirmar que humanizar a los perros, en algunos casos, es efectivo y necesario, me gustaría creer que, si nuevamente nos hemos podido sentar a cenar sin tener que estar pendientes de un ataque inesperado a los platos de comida es gracias a la música que están escuchando.
Al igual que los hijos los perros tienen muchas virtudes y, como todo ser humano, también algunos defectos. El adiestramiento de un perro se basa en el cumplimiento de órdenes a cambio de una recompensa, pero, si lo que queremos es convivir con ellos hay que educarlos. En casa los perros seguirán siendo perros. Esperamos que de ahora en adelante, cuando vuelvan al barranco, no se vayan a la casa del vecino a pelear con su perro. De lo que sí puedo dar fe es que gracias a Wolfgang Amadeus Mozart y J.S.Bach nosotros estamos más calmados y durmiendo mucho mejor.
Andrés Kerese
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