COVID-19

COVID-19: la paradoja de la cuarentena versus la apuesta de no hacer nada

Fotografía de Stephanie Keith | Getty Images | AFP

04/05/2020

Es importante entender que con COVID-19 hay más preguntas que respuestas. La incertidumbre es grande. Se está aprendiendo en el camino; y lo que parece verdad hoy, puede ser falso mañana. Se ha aprendido, por ejemplo, que tener en cuarentena a 3.700 personas en un espacio limitado como un crucero Diamond Princess es un error. Generó más de 700 contagiados y una docena de muertos. Pero gracias a este error se descubrió que la mitad de los casos positivos no tenían síntomas al momento de hacerse la prueba, lo cual resaltó la importancia de no limitar las pruebas diagnósticas moleculares sólo a las personas evidentemente enfermas. 

Con la COVID-19 también estamos viviendo la difusión de una epidemia de información o infodemia por redes sociales. Mucha de esta información ha resultado falsa, exagerada o publicada con la intención de sembrar ciertas ideas sin evidencias reales. Una de esas ideas es la que trata de minimizar al COVID-19 al compararla con influenza. En la pandemia de influenza AH1N1 o “gripe porcina” del 2009 el impacto fue muchísimo menor, porque desde un principio se disponía de un tratamiento efectivo con oseltamivir. Adicionalmente, no toda la población era susceptible a la influenza. La gran mayoría de los adultos mayores no se enfermaron por tener protección cruzada por vacunación o infecciones pasadas. 

La COVID-19 resulta inédita y difícil de comparar con cualquier pandemia del pasado. No existe experiencia exacta ni estrategias claras. En Europa, países como España, Italia y Reino Unido apostaron inicialmente a no hacer nada, y luego se vieron obligados a tomar medidas estrictas de cuarentena ante el desbordamiento de casos y fallecidos. Otros países que escogieron medidas tempranas de cuarentena están ahora liberando progresivamente las restricciones, en circunstancias aparentemente mejores, de pocos casos y pocas muertes; pero con el riesgo de un inevitable repunte más adelante. 

Los datos de número de casos y mortalidad pueden variar dadas las estrategias adoptadas por los distintos países, pero también por otros factores como su capacidad de diagnóstico y el tiempo de evolución de la epidemia. 

Algunos gobiernos consideran inevitable el impacto de la epidemia, y cuestionan las medidas de cuarentena por su daño colateral en desempleo, pobreza, hambre, recesión y depresión. Suecia ha decidido no detener la economía. La gente sigue trabajando, esquiando en las montañas, comiendo en restaurantes, no usando tapabocas y manteniendo las escuelas activas. Ellos esperan alcanzar un control de la epidemia cuando más del 60% de la población adquiera inmunidad de un modo activo, sufriendo la infección. Por otro lado, Dinamarca y Noruega desde un principio cumplen medidas de cuarentena, suspensión laboral y escolar.

Comparando el impacto de la infección en estos países nórdicos para el 3 de mayo, observamos descriptivamente que Suecia tiene más casos y muertes por millón de habitantes, y la epidemia ha seguido expandiéndose con un número “esperable” y “manejable” para ellos. Por el contrario, Noruega y Dinamarca han mantenido bajos niveles de casos y muertes, y están liberando algunas restricciones buscando reactivar sus economías. 

Solo el tiempo dirá cuáles países están tomando las mejores decisiones en lo sanitario, social y económico, ya que estos datos expresan una visión transversal de una epidemia dinámica. Representan apenas un fotograma de esta película de suspenso y drama. Pero de mantenerse estas proyecciones de muertes en Suecia, el número pudiera resultar excesivamente elevado (más de 740 mil fallecidos) cuando se alcance la esperada meta de un 60% de la población infectada.

No hay duda de que la estricta cuarentena, junto a otras medidas, es exitosa en reducir la aparición de nuevos casos y muertes, y sirve para ganar tiempo mientras aparece algún tratamiento exitoso o vacuna. El detalle es que esto puede tomar meses o años; por lo que no hay economía y población que aguante estar parada por tanto tiempo. 

La paradoja de la cuarentena es que a pesar de su éxito, la población no observa abiertamente su beneficio, y muchos exigen o anhelan el cese de estas medidas que cuesta comprender, y los afecta en lo económico y social. Por el contrario, apostar a no hacer nada pudiera resultar, varias semanas después, en una avalancha de casos y muertes que producen también un fuerte impacto en lo económico, psicológico y social. 

Cada gobierno definirá cuál es el balance que quiere alcanzar en personas afectadas por la enfermedad versus personas afectadas por la economía; pero debe tratar de aprender de la experiencia de los otros países para evitar repetir errores ajenos. 

Nosotros el personal de salud preferimos elegir el salvar la mayor cantidad de vidas, y por eso apostamos por las medidas estrictas de cuarentena. Adicionalmente, es importante tomar acciones de apoyo social hacia la población más vulnerable, y buscar estabilizar o reactivar la economía, manteniendo medidas de protección personal y distanciamiento social en los trabajadores, los cuales deberán ser incorporados de un modo progresivo y estructurado. 

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Manuel Figuera Esparza es médico internista e infectólogo, vicepresidente de la Sociedad Venezolana de Infectología y superintendente de Salud Baruta.


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